Sokushi Cheat Ga Saikyou (NL)

La cabeza de Ragna golpeó el suelo. Su cuerpo cayó, rociando sangre por todas partes. Y el tipo que no parecía más que un matón se había autodenominado Sabio.

Para el grupo de Hanakawa, era difícil de creer lo que estaba sucediendo frente a ellos, pero el gremio de aventureros seguía operando como siempre. En resumen, esto era algo habitual para ellos.

¿Qué debo hacer ahora? gimió Hanakawa internamente.

Shigehito Mitadera, Akinobu Marufuji y Rei Kushima se quedaron paralizados. Todavía no habían comprendido la situación que tenían delante. Así que el primero en moverse fue Hanakawa.

En un instante, estaba de rodillas. Era una elección fácil entre ponerse del lado de sus compañeros o del Sabio. No había forma de que no eligiera al Sabio. No había forma de que los candidatos a Sabio pudieran vencer al verdadero. Con los poderes de Shigehito como Maestro Oráculo, era posible que hubieran encontrado una forma de ganar si hubieran tenido suficiente tiempo de antemano, pero encontrarse con un Sabio cuando no habían hecho ninguna preparación para ello lo hacía imposible. Todavía no tenían la Espada Mundial Hoja Omega, que necesitaban para derrotarlo.

La razón por la que Hanakawa había sido capaz de actuar mucho más rápido que los demás se debía a su experiencia en el trato con los Sabios. El miedo a estos seres había arraigado profundamente en su mente. No podía desobedecerlos. Antes de que aprendieran a odiarlo lo suficiente como para matarlo, necesitaba que sintieran que era demasiado patético como para merecer su tiempo. Para conseguirlo, se postró inmediatamente en el suelo. Esa era la forma más eficaz de demostrar que no tenía intenciones hostiles.

Fue un movimiento realmente suave y hábil. Por supuesto, siempre existía la posibilidad de que no lograra nada. Dependiendo de la personalidad de su oponente, hacer un ataque desesperado podría haber sido una mejor opción. Había quienes le despreciarían por elegir un método tan poco masculino para intentar resolver la situación sin luchar. Pero Yoshifumi no parecía del tipo guerrero. Contra alguien vestido como un vulgar matón callejero, hacerse el patético y rogar por el perdón parecía la jugada correcta.

“¡Esta gente me obligó a venir! ¡No tengo nada que ver con ellos! En cierto sentido, soy su víctima. ¡No tengo intención de oponerme a los Sabios! ¡En verdad, Señor Sabio, estos tres han estado conspirando para matarlo! Son gente verdaderamente malvada!”

“¿Eh? ¿Me estás tomando el pelo?” El Sabio, que ya se había sentado de nuevo, miró a Hanakawa con sorpresa. No le había matado al instante, así que por ahora el plan de Hanakawa parecía funcionar.

“¿Has venido a matarme? Pero a juzgar por vuestras caras, no pensabais que estaría aquí, ¿verdad?” Yoshifumi continuó con una sonrisa de satisfacción. “Tío, tu suerte debe ser horrible. Sólo he venido a matar el tiempo aplastando a algunos novatos”.

“Hanakawa, bastardo…”

Pudo oír la furiosa voz de Shigehito detrás de él, pero Hanakawa ni siquiera levantó la cabeza.

“Me imaginé que esas profecías eran demasiado vagas”, suspiró Akinobu.

Como si respondiera a sus palabras, el suelo comenzó a retorcerse, provocando un grito de Hanakawa. “¡Me parece que he visto esto antes!”

El suelo bajo sus manos se había convertido en carne roja oscura. El edificio se había convertido en algo vivo. Era un fenómeno similar al que había ocurrido en el nivel inferior del Inframundo. En aquella ocasión, el suelo se había fusionado con el cuerpo del Dios Oscuro y se había apoderado de él, pero esta vez parecía ser el resultado del poder de Akinobu.

El Creador. El poder de convertir todo lo que tocaba en un ser vivo y controlarlo. Una vez había convertido una fortaleza entera en un gigante, así que transformar una simple barra no era un problema para él.

“Si el Sabio está aquí, eso lo hace más conveniente”, continuó Akinobu. “¡Sólo tengo que devorarle donde está sentado!”

Aparecieron dientes desiguales desde arriba y desde abajo, una enorme lengua comenzó a retorcerse, y entonces apareció una cueva oscura. De repente se encontraron dentro de la boca de un monstruo.

¡Esta es una de esas criaturas que matará a cualquiera una vez que esté dentro de ella!

Los clientes del bar empezaron a gritar, asustados por el repentino cambio en su entorno. Pero Hanakawa no se movió. Optó por permanecer inmóvil. O más bien, tal decisión podría haberle hecho parecer mejor, pero en realidad no tenía ni idea de qué hacer, así que se quedó arrodillado, congelado.

Bueno, si me quedo así, podría pensar que estoy completamente impasible ante la situación, lo que mejorará su opinión sobre mí, ¿no?

Mientras esperaba que las cosas se resolvieran de alguna manera para él, sintió que el suelo blando debajo de él se solidificaba abruptamente. La carne roja oscura del suelo se había vuelto gris. Originalmente había sido un suelo de madera, así que no había vuelto exactamente a la normalidad, pero al menos se había convertido en piedra.

“Supongo que eso servirá”. Parecía que Yoshifumi había hecho algo, pero por su tono, era casi como si no supiera muy bien qué había hecho.

“Yoshifumi, se han escapado”.

“¿Y ahora qué? ¿Vas a dejar que se vayan?”

“¿Qué eres, estúpido?”, les espetó a sus compañeros. “El Creador es una cosa, pero será un dolor de cabeza si dejo que el Maestro Oráculo o la Mujer Fatal se escapen”.

“¿Por qué? Los sabios pueden anular los Dones de cualquiera que haya recibido los suyos de su especie, ¿no?”

“¿Crees que tengo habilidades raras como esa?”

“De ninguna manera… ¿Realmente eres tan estúpido como pareces?”

“¿Alguna vez me has visto dar el Don a alguien?”

“Oh, ahora que lo mencionas, no lo he hecho. Pensé que sólo eras tacaño, pero ¿es que no puedes hacerlo?”

“No es que no pueda. Es que no me conviene”.

“¿Qué? ¡Qué excusa tan poco convincente! Si no vas a dejarlos ir, ¿qué vas a hacer?”

“Rena, ve a deshacerte de ellos”.

“Okaaay”. La mujer llamada Rena se fue, y la habitación se quedó en silencio.

Hanakawa levantó la cara. Los dientes y las paredes retorcidas y el suelo estaban igual que antes, salvo que ahora eran de piedra.

“¿Petrificación, supongo?”

“Eso parece”.

Hanakawa se sobresaltó, sin esperar una respuesta. “¡Quiero decir, como se espera de un Sabio! ¡Has lidiado con la habilidad del Creador de Sir Akinobu tan hábilmente!”

“Eres un verdadero cobarde, ¿verdad? Eso me gusta. Me encanta cuando los pequeños actúan asustados por mí”.

“Ja, ja, me extasía oír eso”, dijo Hanakawa, dejando caer la barbilla de nuevo al suelo. Seguiría despreciándose a sí mismo durante el tiempo que fuera necesario. Decidió que ésta era la única salida que le quedaba.