Sokushi Cheat Ga Saikyou (NL)

Al no estar interesados en continuar su conversación en medio de la calle, trasladaron su reunión al vestíbulo del hotel. Tomochika se sentó junto a Yogiri en un sofá, con Edelgart, Jorge y el chico que se hacía llamar Kouryu sentados frente a ellos.

“No vas a traicionarnos de repente, ¿verdad?” preguntó Tomochika, sin hacer ningún esfuerzo por ocultar su sospecha. Kouryu se comportaba con un aire muy distante, así que era difícil confiar en él.

“¿Quién sabe? ¿Soy un enemigo? ¿Un amigo? Yo diría que el misterio es mi punto de venta”.

“Este tipo es definitivamente molesto…” Era bueno que no actuara como su enemigo, pero eso no hacía que tratar con él fuera menos irritante.

Edelgart parecía completamente infeliz. “¡¿Y por qué tenemos que ser tan amables con estos criminales?! Deberíamos arrestarlos y acabar de una vez”.

“Creí que nos habías dejado volver”, dijo Yogiri con indiferencia. “Ni siquiera sé por qué nos sigues ahora”. Aunque él había sido, de hecho, el que mató al grupo de matones allá en Quenza, nunca se lo había admitido.

“¡Por favor! Entonces, ¿por qué Lady Lain nos ha ordenado que os sigamos? Sin duda, porque ustedes son, en efecto, criminales”.

“Umm, Capitana, realmente no tenemos pruebas de ninguna fechoría por su parte”.

“¡Hemos enviado una paloma a Lady Lain, pero los mantendremos aquí mientras tanto! ¡No podríamos decir que los hemos encontrado y dejarlos ir sin más! En ese caso, ¡ni siquiera podríamos decir que los hemos encontrado para empezar!”

“Estar atrapados aquí sería un problema”. Yogiri frunció el ceño, sin ocultar su frustración. “Nos dirigimos a Ent, un país insular en el este”.

“Capitana Edelgart, esta es una tierra extranjera”, advirtió Jorge. “No tenemos autoridad para detenerlos aquí”.

“¡¿Qué?! Entonces, ¿qué se supone que debemos hacer?”

La conversación siguió dando vueltas. Aunque le parecía sospechoso, Tomochika se dirigió a Kouryu. Ella pensó que tenían una mejor oportunidad de llegar a él.

“Umm, te agradecería que nos dieras una explicación aproximada de qué va todo esto”.

“Vale. No es tan complicado, pero no estoy seguro de por dónde empezar. Hmm, empecemos hace unos cien millones de años”.

“¡¿Tienes que retroceder tanto?!”

“¿No te interesa la historia de mi primer amor?”

“¡¿Por qué crees que querríamos escuchar una historia tan privada después de haberte conocido?!”

“¿Qué tal si respondes a nuestras preguntas con lo que es relevante en su lugar?” ofreció Yogiri.

“De acuerdo, pero que os hagáis una idea clara dependerá de las preguntas que hagáis”.

“Supongo que de todas formas vas a esquivar el tema”, refunfuñó Tomochika.

“¿Por qué nos buscabais?”

Kouryu consideró la pregunta por un momento. “Es un secreto”.

“¡Oh, vamos!” Tomochika no pudo evitar gritar. Esa no era la respuesta que ella esperaba después de que él hubiera actuado como si lo estuviera pensando seriamente.

“Vale, ¿entonces podemos irnos?” preguntó Yogiri, levantándose de su asiento. “Realmente no tenemos tiempo que perder así”.

No parecía haber una razón para quedarse a hablar con ellos. Si esta gente no iba a dar explicaciones, no tenía mucho sentido perder más tiempo.

“Supongo que que el objetivo del chico misterioso siga siendo un misterio no es bueno”, comentó Kouryu, con expresión seria.

“¿Por qué te sorprende eso?”

“Bueno, no es para tanto. Sólo quiero que sigáis haciendo lo que ya estáis haciendo, y quiero ofreceros mi ayuda”.

“¿Qué quieres decir?”

“Me encanta cuando los Sabios mueren. Me gustaría ver cómo se produce desde cerca. Quiero ofrecerte mi ayuda para poder verlo con mis propios ojos”.

“¿Soy el único al que le molesta la forma en que rima?” comentó Tomochika.

“¿Cómo quiere ayudarnos?”

“Sé mucho sobre este mundo. Seguro que puedo ser útil”.

“Sabes mucho, ¿eh? Entonces, ¿quién eres exactamente?”

“Has dicho ‘Kouryu’, ¿verdad? ¿Ese es tu nombre?”

“Es más bien mi raza. Cuando los nuevos dioses aparecieron y depusieron a los dragones que habían estado gobernando el mundo, nos marcaron con ese nombre como un insulto. De ahí, ‘Kouryu’, que significa ‘dragones caídos'”.

“¡De repente esto suena como algo muy grande! Es una locura!”

“Sí. Hoy en día nos quedamos con esa vergüenza”, respondió el chico con un exagerado encogimiento de hombros.

“Si Kouryu es el nombre de tu raza, ¿cuál es tu nombre personal?” preguntó Yogiri.

“Soy el último, el único Kouryu que queda. Así que puedes llamarme así; no será un problema”.

Yogiri señaló a la soldado y a su compañera. “Antes dijeron que habían volado hasta aquí. ¿Fue por ti?”

“Sí. Si cambio a mi forma de dragón, puedo volar. Lo hice y los traje conmigo”.

“¿Entonces podrías llevarnos a Ent?” Si eso fuera posible, no tendrían que esperar un barco ni perder el tiempo con un lento viaje por mar.

“Puedo llevarte volando, pero no hasta allí”.

“¿Por qué no?”

“El cielo es el dominio de los Sabios. Al igual que en la tierra, está dividido bajo el control de varios. Y los Sabios no permiten que la gente vuele”.

“Hemos visto a mucha gente volando”, comentó Tomochika.

“Sin embargo, eso era sólo para distancias cortas. Si intentas volar a larga distancia, seguro que llamarás su atención”.

“Pero Edelgart y Jorge volaron hasta aquí, ¿no es así?”

“Sí. Pero actualmente no hay ningún Sabio que controle esta zona. Ya los has matado”.

“Ya veo. Así que, básicamente, eres más débil que ellos”, concluyó Yogiri.

“No me gusta admitirlo, pero como soy un dios caído, ya lo has adivinado”.

“Si fueras más fuerte que los Sabios, te habría agradecido que los vencieras por nosotros”, murmuró Yogiri. Si utilizaba su propia habilidad para matarlos, las Piedras Filosofales de sus cuerpos perderían su poder. Por esa razón, tuvo que ir desgastándolos lentamente en su lugar, un proceso que fue mas problemático de lo que de lo que quería.

“¡¿Qué?! ¡La paloma ha vuelto! Pero no hay señales de que el mensaje haya sido leído. ¿Qué está pasando?”

Mientras Tomochika y Yogiri habían estado hablando con Kouryu, Edelgart y Jorge habían seguido discutiendo entre ellos. En algún momento, habían sido interrumpidos por la llegada de un pájaro.

“Eh, es sólo una paloma, ¿no? ¿Cómo puedes saber si la nota fue leída?”

“Con estas palomas mensajeras mágicas, podemos enviar mensajes a través de largas distancias. Cuando llega al lugar designado y reproduce el mensaje, se marca como leído, obviamente”.

“Bien, eso es simplemente extraño”.

Tomochika sabía que en este mundo, las palomas mensajeras mágicas se utilizaban para la comunicación a larga distancia, pero se había imaginado que eso significaba que la gente ataba las cartas escritas a las aves que volaban rápidamente de un lugar a otro. No sabía que los animales eran capaces de reproducir una grabación de voz o de llevar la cuenta de si el mensaje había sido leído.

“Eso es extraño… Salvo circunstancias extremas, no hay razón para que el mensaje no le llegue”.

“Bueno, eso es obvio. Después de todo, Lain ha muerto”, informó Kouryu sin rodeos a la confundida Edelgart.

“¡¿Qué?! ¡Lady Lain no puede estar muerta! He visto su poder con mis propios ojos. Incluso cuando todo su cuerpo fue incinerado, ¡se regeneró al instante!”

“En ese sentido, la ciudad donde vivís también fue destruida”, añadió el chico misterioso.

“¡Imposible!”, gritó la capitana, poniéndose de pie de un salto, furiosa.

“No te fíes de mi palabra. Envía un mensaje a alguien de confianza y que te cuente lo que ha pasado”.

Edelgart y Jorge se apartaron un momento, sin duda para confirmar las palabras de Kouryu.

“¡Espera un segundo!” Tomochika habló a continuación. “En ese caso, las otras ciudades…”

Ahora que había salido a relucir, era un pensamiento descorazonador. Las ciudades se mantenían a salvo gracias a la protección de los Sabios. Incluso los trenes que circulaban entre las zonas habitadas necesitaban una barrera que los protegiera. Así de peligroso era este mundo. Cuando los Sabios desaparecían, la gente que vivía en sus regiones protegidas quedaba en peligro.

“¿Me estás diciendo que mataste a los Sabios sin siquiera saberlo?” preguntó Kouryu.

Tomochika miró a Yogiri, pero estaba totalmente tranquilo. Ella misma no se había dado cuenta hasta entonces, pero debía ser algo que él ya había tenido en cuenta.

“Si te hace sentir mejor, Hanabusa sigue bien. La sabia Alice ha asumido el papel de defenderla. La capital de Manii fue destruida, pero el Rey Divino y el Maestro de la Espada siguen vivos, así que estoy seguro de que se las arreglarán. Y la Ciudad del Dios de la Guerra tiene mucha fuerza de combate, así que probablemente durarán un tiempo”.

Ni siquiera escuchar eso le ofreció mucho consuelo.

“Eso no es razón para renunciar a la recolección de Piedras Filosofales”, dijo Yogiri. “¿O puedes sugerir otra forma de llegar a casa?” Su objetivo principal era regresar a la Tierra. No se desviaría de esa meta, independientemente del daño que pudiera causar a este mundo.

“Oh, sólo quería preguntarte si estabas de acuerdo con todo eso, pero quizás no debería haber sacado el tema. Después de todo, quiero que sigas matando sabios”, admitió el chico.

“Piensas demasiado en voz alta”, respondió Yogiri.

“Se esfuerza demasiado por ser misterioso”.

“En fin. Conozco todo tipo de cosas, incluso otras formas de llegar a casa, así que ¿me dejarás acompañarte?”

“¿Supongo que no estás dispuesto a decírnoslo ahora?”

“Por supuesto que os daré algo, pero si os lo cuento todo por adelantado, no me necesitaréis, ¿verdad?”.

“Bien”, aceptó Yogiri. “No tengo planes de ser amigos, pero si quieres seguirnos, puedes hacer lo que quieras”.

Tomochika tampoco puso objeciones.