Sokushi Cheat Ga Saikyou (NL)

Después de salvar a Mokomoko, partieron hacia su destino original. En el caballo iban Enju, Yogiri y Tomochika, sentados en ese orden, con Tomochika llevando las riendas desde atrás. Mokomoko había renunciado a controlar el robot y ahora los acompañaba en su forma espiritual habitual. Tal vez seguía lamentando haber sido sorprendida mientras su atención se había centrado en el androide.

“Esta gente sí que estorba, ¿verdad?”. comentó Tomochika con indiferencia.

El caballo iba sorteando los numerosos cuerpos caídos. Había tantos que todo el campo parecía de color carne.

Tomochika se dio cuenta de repente de que no consideraba los cadáveres más que obstáculos. Había sido testigo de tantas muertes que incluso ver esta cantidad de cadáveres le parecía algo natural a estas alturas.

“Vaya, realmente soy lo peor…”

Bueno, es difícil decir si esta gente tenía siquiera libre albedrío.

“De todos modos, yo fui quien los mató”, señaló Yogiri. “No creo que sea algo que deba molestarte”.

“Ese es un poco el problema. Estaba pensando que es preocupante que ahora me parezca natural que te deshagas de toda esa gente”.

“Estaban intentando matarnos. ¿No debería haberlos detenido incluso en defensa propia?”

Tomochika no tenía ningún argumento en contra de eso. Sin Yogiri, ella habría muerto hace mucho tiempo. Era muy consciente de ello y había resuelto afrontar las consecuencias de ello, pero por muy tarde que fuera el sentimiento, empezaba a preguntarse si realmente era aceptable dar por perdida la carnicería tan fácilmente.

“Tienes razón, pero… sobre todo teniendo en cuenta lo que acaba de ocurrir, ¿no sientes que estás eliminando a demasiada gente?”

“Tengo criterios sobre a quién mato…”

“No entiendo muy bien esos criterios. Hay gente a la que no matarías, ¿verdad?”

“Sí. Creo que lo he explicado antes, pero la primera regla es que si me van a matar si no hago nada, los mato enseguida”.

Tomochika pensó que ella era muy parecida en ese sentido. Aunque sólo fuera una estudiante, como practicante de un antiguo arte marcial, se le había inculcado una reacción refleja y mecánica ante el peligro. El punto que la hacía dudar era cuando ese reflejo se relacionaba directamente con acabar con una vida.

“¿Y si no tienen intención de matarte?”

“Si son violentos o intentan robarnos, o nos amenazan de alguna manera, los mataré de todos modos. No son el tipo de cosas que la gente normal intenta hacer. Salir de mi camino para perdonar a alguien que está dispuesto a cometer ese tipo de crímenes sin pensarlo dos veces podría causar problemas en el futuro. Dejarlos ir sólo hará que guarden rencor”.

“Uhh, vale, ¿entonces qué pasa con Hanakawa? Era nuestro enemigo, pero lo dejaste ir”.

“Supongo que tienes razón. Tal vez porque hablamos mucho con él”.

“¡Bueno, esa explicación de repente se fue por las ramas!”

Tal vez Yogiri había empezado a sentir simpatía por Hanakawa. Normalmente, no habría dudado en matar a alguien que había aparecido y les había atacado de la nada. No era tan diferente de tratar con un animal salvaje. Pero al hablar con él, no pudo evitar ver al tipo como algo más humano. No era de extrañar que ese punto de vista dificultara la toma de medidas extremas.

“¿Y Mireiyu?”, preguntó a continuación.

Mireiyu era una chica gato que habían conocido en Quenza cuando habían llegado a este mundo. Después de enseñarles la ciudad, los había llevado a las manos de un grupo de criminales que pretendían secuestrarlos. Naturalmente, Yogiri los había matado a todos, pero había habido un lapso de tiempo considerable entre el momento en que había usado su poder y cuando Mireiyu había muerto realmente.

En aquel momento dijo que era un experimento, le susurró Mokomoko, pero a mí me pareció que no tenía sentido. ¿No crees que sólo estaba siendo considerado contigo? Si la hubieras visto morir delante de ti, podría haber sido un shock.

Ahora que el espíritu lo mencionaba, eso sí sonaba razonable. Se habían acercado mucho a Mireiyu ese día. Verla morir a pesar de su traición no habría sido un espectáculo fácil de ver.

“Creo que lo veo”, anunció Yogiri. En algún momento, la meseta había comenzado a inclinarse suavemente hacia abajo. A lo lejos, podían distinguir una ciudad portuaria amurallada y el mar más allá.

“Por fin. Hemos tardado bastante”.

“¿Vamos a entrar directamente? A juzgar por nuestras experiencias anteriores, las cosas tienden a suceder en nuestra primera visita a cada ciudad.”

“Sí, no estoy seguro. Podríamos enviar a Mokomoko a echar un vistazo… pero podría acabar siendo atrapada de nuevo”.

¿Has perdido tu fe en mí? ¿Quién crees que soy?

“Bueno, si no vamos, nunca lo sabremos, ¿verdad?”

Se dirigieron a la ciudad.

◇ ◇ ◇

La pareja tuvo que pasar por un puesto de inspección para entrar, pero lo consiguieron sin incidentes. Parecía que a los lugareños no les preocupaba demasiado nadie que no fuera descaradamente sospechoso.

Tal vez por ser una ciudad portuaria, la ciudad rebosaba de energía y bullicio.

“Muy bien, estamos aquí, lo cual es bueno, pero ¿ahora qué?”

“Tenemos que conseguir un barco, pero probablemente deberíamos encontrar un lugar para quedarnos primero”, sugirió Yogiri.

Después de preguntar por la ciudad, se dirigieron al hotel más lujoso de la ciudad.

“Deberíamos poder hacer algunas preguntas allí”. Yogiri parecía tener una confianza absoluta en los conserjes de los hoteles.

Cuando se dirigían a la entrada, se detuvieron porque alguien se interpuso bruscamente en su camino.

“¡Por fin! ¡Por fin os he encontrado! A vosotros dos. ¿Tenéis idea del trabajo que me habéis hecho?”

Era una mujer con la vestimenta y el equipo de un soldado y un hombre que parecía ser su ayudante. Por un momento, Tomochika pensó que estaban hablando con otra persona, pero la mujer les miraba directamente.

“Me parece que te he visto en alguna parte…” dijo Yogiri, pensativo.

“¡Ah, sí!” Tomochika se adelantó. “En Quenza. Creías que éramos delincuentes”.

Eran la capitana de la guardia de la ciudad, Edelgart, y su ayudante, Jorge. Habían liderado el grupo de guardias que los había apresado después de que Yogiri matara a Mireiyu y sus matones.

“Pero, ¿cómo os habéis adelantado a nosotros?” preguntó Yogiri.

Su viaje había estado lleno de todo tipo de problemas. Los lugares que habían visitado siempre parecían sufrir daños devastadores, especialmente en lo que respecta a las redes de transporte. Si Edelgart les había seguido, era difícil imaginar que hubiera podido adelantarse en algún momento.

“Umm, Capitana, no creo que tengamos que mostrarnos ante ellos. Las órdenes de Lady Lain eran simplemente seguirlos y contactar con ella una vez descubriéramos dónde estaban”.

“¡¿Qué?! ¡¿Qué sugieres que hagamos?!”

“Como he dicho, deberíamos contactar con Lady Lain…”

“Y mientras hacemos eso, ¡¿qué les impide huir?!”

“Si no te hubieras acercado a ellos, no creo que hubieran huido en primer lugar”.

“¡Bueno, ahora es demasiado tarde para eso! No voy a permitir que huyan!” declaró Edelgart, señalando a Yogiri.

“Otra persona irritante en nuestro camino”, suspiró Tomochika.

“No pensamos huir a ninguna parte. ¿Cómo habéis llegado antes que nosotros?” volvió a preguntar Yogiri.

“¡Ja! Hemos volado hasta aquí, por supuesto!”, declaró la capitana con orgullo.

“Espera, si volar es una opción, ¡¿qué hemos estado haciendo todo este tiempo?!” se lamentó Tomochika.

Por supuesto, ahora que lo pensaba, había muchas formas de volar en este mundo. El grupo de Hanakawa había volado hasta el autobús después de su llegada, así que debía haber algún tipo de magia que lo permitiera. Había grandes criaturas, como los dragones, que podían volar por sí mismos, y también las naves aéreas utilizadas por los Sabios.

“No te sientas tan mal por ello. El cielo es el dominio de los Sabios. La gente normal no es capaz de viajar por ahí”.

Un joven había aparecido por detrás de Edelgart. Hablaba despreocupadamente, como si fuera un buen amigo suyo, pero Yogiri no lo recordaba. Tomochika tampoco parecía reconocerlo.

“¿Quién es usted?” preguntó Yogiri.

“¿Te suena el nombre ‘Kouryu’?”

“Lo dices como si todo el mundo debiera saber quién eres, pero sinceramente no tengo ni idea”. Contestó Tomochika.

“Kouryu, ¿eh? Me parece haber escuchado el nombre antes, pero…” Pero el recuerdo era tan vago que Yogiri no pudo ubicarlo.

“Ya veo. En ese caso, piensa en mí como ese misterioso joven que siempre aparece cuando es profundamente significativo”.

“Nunca hemos conocido a alguien así. ¿Qué te hizo pensar que ese tipo de explicación sería útil?” A pesar de su confusión, Tomochika estaba tan llena de energía como siempre.