Sokushi Cheat Ga Saikyou (NL)

Hm. He venido a observar la situación aquí, pero no parece haber ninguna pista sobre cómo volver.

La batalla entre los héroes y el Señor Demonio había terminado con la victoria de los héroes. En realidad, Yogiri fue quien había acabado con el Señor Demonio, pero los héroes nunca habrían imaginado que una persona cualquiera pudiera matarla desde tan lejos. Así que, a pesar de las extrañas circunstancias, las cosas seguían avanzando.

Quizás el trío había llegado a la conclusión de que el ataque anterior había tenido éxito después de todo. El grupo se derrumbó rápidamente, siendo la maga Rimlette la única que quedaba del lado de la humanidad. Del lado de los demonios estaban el héroe Yoshimasa, la Suma Sacerdotisa Mimir, y un hombre con cuernos creciendo de su cabeza.

“¡Lo siento! Pero hemos derrotado al Señor Demonio. Ahora puedes volver a casa, ¿verdad?” Rimlette suplicó desesperadamente. Parecía que ella había sido la que había convocado a Yoshimasa.

“Pensé que estarías mucho más molesta por haberte quitado años de tu vida. Parece que los setenta años no te han perturbado en absoluto”.

“Bueno…”

“¿Tal vez haya más gente como yo por ahí? ¿También les robaste la vida? Vaya, eres lo peor”.

Rimlette se calló como si dijera que había dado en el clavo. Mokomoko no conocía los detalles, pero era evidente que este mago era capaz de abastecerse de las fuerzas vitales de otras personas.

“Bueno, supongo que no me importa volver”.

“¡¿De verdad?!”

“¡Pero qué pena! No tengo ni idea de cómo hacerlo. ¿O crees que puedes enviarme de vuelta?”

El rostro del mago se torció en una expresión de amargura. Dejando de lado la cuestión de la vida, parecía que sólo quería volver a controlar la situación. Había muchos asuntos que debían ser tratados, pero devolver a Yoshimasa a su mundo natal resolvería al menos uno de ellos.

Por desgracia, ahora era imposible. Su conexión con su mundo se había cortado. Por lo que Mokomoko sabía, había pocos métodos para volver una vez que eso ocurría, y eran increíblemente difíciles.

“Lo único que me espera si vuelvo a casa es un trabajo de oficina sin futuro. Así que, ¿por qué no voy a intentar vivir como un héroe aquí? O supongo que ahora sería como general del ejército del Señor Demonio. ¿No crees que eso suena mucho más divertido?”

“Así que has elegido traicionarnos”.

“Fui convocado aquí contra mi voluntad, amenazado y torturado. Difícilmente lo llamaría una traición. ¿Realmente pensaste que sería tu amigo una vez que estuviera libre?”

Reconociendo que las cosas no iban bien, Rimlette cambió de objetivo. “¡Mimir! ¡¿Por qué hiciste esto?! ¡¿Cómo podría una Alta Sacerdotisa, de todas las personas, involucrarse con demonios?!”

“Lo siento. En realidad fui un demonio desde el principio, así que no es realmente una traición. Pude establecer contacto con Oryphes porque ambos somos generales de los demonios”, explicó Mimir disculpándose. El delgado demonio que estaba a su lado debía ser Oryphes.

“¿Qué? ¿Cómo puede una Suma Sacerdotisa ser un demonio?” Incluso desde la distancia, Mokomoko pudo ver lo desconcertada que esta revelación había dejado a la maga.

“Soy una sacerdotisa legítima de Malnarilna. Cuando recé en la iglesia, la respuesta que obtuve fue: ‘Está bien; suena divertido; ¡sé el sacerdote que quieras ser!’ Los oráculos de la secta de Malnarilna son una autoridad absoluta, así que incluso alguien completamente desconocido como yo pudo ascender al rango de Gran Sacerdotisa sin ningún problema.”

“Tengo más preguntas al respecto, pero dejándolas de lado por ahora, ¿qué hay en ti que sea realmente demoníaco? Me cuesta creer que un demonio pueda mezclarse con la sociedad humana…”

“Ah, bueno, los demonios y los humanos no parecen realmente diferentes, así que si no hubiera dicho nada, nunca me habrían descubierto. Los cuernos son sólo un adorno tradicional para el pelo”.

Mientras Mimir decía eso, Oryphes levantó la mano y se quitó sus propios cuernos con un único y elegante movimiento. “Disculpas por la tardía presentación. Mi nombre es Oryphes, y actualmente sirvo como general demonio”.

“¡¿Qué?! Esto no tiene sentido”. Rimlette finalmente perdió la compostura. Por supuesto, al haber llegado tarde a la escena, Mokomoko no sabía exactamente qué había pasado entre ellos.

“Había mucha gente a la que le molestaba que Tesla se convirtiera en el Señor Demonio sólo por ser la hija del anterior”, dijo Yoshimasa, aunque no parecía conocer muy bien los detalles.

“¡Ah! ¿Te lo contamos todo como recuerdo final de tu viaje al infierno?” preguntó Oryphes con entusiasmo.

“Nunca había conocido a alguien que usara realmente esa frase”.

“Quería probar a decirla una vez”. Desde luego, aunque no hablara del todo en serio, no parecía que tuviera intención de dejarla vivir.

“¡Espera un segundo!” Mientras Oryphes abría la boca para explicarse, una voz le llamó para detenerlo. En algún momento había aparecido otra persona: una mujer con ropas llamativas, con cuernos en la cabeza, que ahora estaba a su lado.

“Bueno, mira quién es. ¿Qué te trae por aquí, Exia? No esperaba que los tres generales de los demonios estuvieran reunidos”.

“Sólo estaba observando para asegurarme de que las cosas iban bien. Pero Oryphes, has bajado la guardia”.

“¿Oh? ¿Qué quieres decir?”

“Te están observando. No es gran cosa, pero no puedo tenerte parloteando sin darte cuenta”.

¡Esto es malo! Mokomoko se dio cuenta inmediatamente de que estaban hablando de ella, pero era demasiado tarde. Algo ya estaba detrás de ella. Antes de que pudiera darse la vuelta, le había agarrado la cabeza.

¿Qué?

Mokomoko era un espíritu. Era difícil que alguien que no supiera que existía la percibiera, y no podía ser retenida por ningún medio físico. Pero quienquiera que estuviera detrás de ella era capaz de hacer eso.

“Ese es el Señor de los Espectros, uno de los espíritus a mi servicio. Pensé que sería demasiado para un fantasma de poca monta, pero eres sorprendentemente resistente”.

El espíritu llamado Señor de los Espectros rebosaba de intención asesina. Intentaba aplastar la cabeza de Mokomoko y borrarla por completo.

Quiero ofrecer una réplica sobre el hecho de que me llamen pequeña, ¡pero ni siquiera puedo moverme lo suficiente para responder!

Completamente atascada, no tuvo más remedio que pedir ayuda a Yogiri y Tomochika.

◇ ◇ ◇

“‘Tres generales de los demonios’ suena a que falta algo, ¿no crees? Incluso si no vas tan lejos como los Doce Generales Divinos, uno pensaría que al menos intentarían igualar a los Cuatro Reyes Celestiales.”

“Estoy a punto de ser borrada, ¡¿y eso es todo lo que puedes pensar?!”

“Escucho lo que dices, pero no suena muy convincente”.

Yogiri, Tomochika y Enju estaban fuera del carruaje, haciendo los preparativos para seguir adelante. Su plan actual era utilizar el caballo para recuperar a Mokomoko y luego abandonar inmediatamente la zona.

“¡Joven, te agradecería mucho que despacharas a ese Señor de los Espectros que me retiene actualmente!”

Aunque la voz de Mokomoko sonaba bastante patética, el androide por el que hablaba simplemente seguía separando el caballo del carruaje.

“Lo siento, pero si no me está atacando, no puedo hacer mucho al respecto. Realmente no puedo matar algo cuando ni siquiera estoy seguro de que sea real”.

“¡Pero tú matas a la gente sin saber siquiera dónde está todo el tiempo!”

“Sería diferente si al menos pudiera verlo, pero cuando no tengo forma de percibirlo… Oh, supongo que hay algo que puedo hacer”.

“¡Oh! ¿Qué es eso?”

“Puedo matarte dondequiera que estés. Si estás sufriendo demasiado, puedo acabar con tu miseria”.

“¡Eso no tiene gracia cuando viene de ti, así que por favor no digas cosas así! En ese caso, ¡sería mejor dejarme aplastar y tratar de recomponerme después!”

El caballo finalmente estaba listo. Como era lo suficientemente grande como para tirar del carruaje solo, era ciertamente capaz de llevar a tres jinetes a la vez. Todavía tenía puesta su armadura invencible, completa con la silla de montar, pero el problema era cómo encajar a tres personas en él.

“Pon a Yogiri en el medio, ya que no tiene experiencia, Mokomoko puede ir delante, y yo me sentaré detrás y llevaré las riendas”.

Por ahora, eso era lo mejor que podían hacer. Lo probaron, pero después de todo había un problema con la configuración sugerida: tenían que sentarse muy juntos. Tomochika no pudo evitar dudar ante la idea de tener que apretarse tanto a la espalda de Yogiri.

“Me doy cuenta de que probablemente te estés divirtiendo con la idea de apretarlas contra él y todo eso, pero mientras tú estás haciendo tu pequeña rutina de comedia amorosa, yo estoy a punto de ser aplastada…”

“¡No lo hago porque quiero!”

Mokomoko hablaba muy en serio.