Monogatari (NL)

Volumen 14

Capítulo 5: Viento Koyomi

Parte 1

 

 

¿Qué piensa Sengoku Nadeko, una chica de segundo año de escuela media, sobre las carreteras? ¿Piensa siquiera en ellas? Me veo obligado a concluir que probablemente no piense sobre ello. Sólo estoy haciendo una suposición, por supuesto, y dependiendo de cómo se mire, eso podría ser algo muy grosero de decir. Pero una chica que siempre mantiene la cabeza baja, que va por la vida con los ojos bajos, no ve el camino; lo único que ve son sus propios pies.

Es una observadora de zapatos. No digo que sea algo malo.

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Por favor, no me malinterpreten, no estoy tratando de ser crítico; habiendo caminado, a veces incluso corrido por la vida con los ojos completamente cerrados, ¿cómo podría alguien como yo, con literalmente ninguna previsión, tener problemas con Sengoku, que ha vivido con los ojos fijos en sus pies por las buenas o por las malas, o más bien, de frente sin una mirada desviada?

Como alguien que evita mirar cualquier parte de sí mismo, pies incluidos, y que como resultado perdió por completo de vista su objetivo, debería alabar en lugar de criticar a Sengoku y su mirada perpetuamente baja.

Un paso a la vez. Paso a paso.

Siempre mirando a sus pies, a sus zapatos, sin importar de dónde venga o a dónde vaya. En cierto sentido, en todos los sentidos, esa es una vida agotadora.

La vida puede ser así. La vida es así.

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Como mínimo ni tu ni yo debemos descartar eso al completo.

Sin embargo, aunque la suya sea ese tipo de vida, ¿está recorriendo el camino de la humanidad? Sengoku, que no sabe qué camino está siguiendo, que ni siquiera sabe el nombre del camino que está recorriendo, no tiene nada que decir sobre la humanidad.

Sin embargo, lo más importante, lo más importante que quiero señalar sobre la forma en que Sengoku Nadeko va por la vida, es que si vives tu vida con la cabeza hacia abajo…

Si siempre estás concentrado en tus pies, puedes evitar caerte, tropezar o desviarte del camino, pero no puedes evitar chocar con las cosas a menos que mires por dónde vas.

Y está esto, que quizá no sea tan importante, pero hablando de humanidad, cuando se toma el camino más bajo.

El camino serpenteante, que evoca una serpiente real.

Con lo que te puedes llegar a tropezar—o pisar—no son tus pies.

***

 

 

“C-Con permiso, Koyomi Onii-chan.”

“Oh, eres tú. Gracias por venir, Sengoku. Entra.”

“Entiendo que Nadeko llega en mal momento, así que Nadeko se irá a casa.”

“¡No puedes irte, acabas de llegar!” “A-A-Adiós. Ha sido divertido.”

“¡Ni siquiera te has movido de donde estas!” “F-Fue… fue el mejor día de todos.”

“¡¿Tanto te gusta quitarte los zapatos en nuestro vestíbulo?! ¡¿Has encontrado el secreto de la felicidad?!”

Un día a principios de agosto, durante las vacaciones de verano.

Un día en el que un caso relacionado con cierto estafador se había resuelto por el momento, y la amiga de mi hermana pequeña, Sengoku Nadeko, se había pasado por la casa, como había prometido.

La excusa era que había conseguido información sobre el estafador de Sengoku, y ahora iba a darle el resumen de lo sucedido junto con un agradecimiento apropiado.

Lo correcto habría sido ir a su casa para expresarle mi gratitud, pero cuando fui a verla el mes pasado, a pesar de que nos lo pasamos muy bien jugando a El Juego de la Vida, las cosas se pusieron raras y acabé huyendo de la madre de Sengoku, así que no tenía muchas ganas de volver a ir por allí.

Instinto animal, tal vez.

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O un instinto remanente de mi tiempo como excentricidad.

Por eso llamé a Sengoku y la invité a nuestra casa. Pensé en encontrarme con ella en la carretera y acompañarla de vuelta, pero: “Hmm, descuida”, fue la respuesta que obtuve.

Es decir, había venido a nuestra casa con Kanbaru hace un mes, así que sabía dónde estaba, y siempre solía venir a ver a mi hermana cuando estaban en la escuela primaria.

Si pudiera llegar aquí por sí misma, no habría que agobiarse, pues hay que dejar el camino libre y consentir al niño, como se suele decir.

Sin embargo, Sengoku no es la chica más fiable, así que estaba un poco preocupado por si no aparecía a la hora prevista, y si no lo hacía tenía toda la intención de hacer todo lo posible por encontrarla, pero el timbre sonó precisamente a la hora prevista.

Era tan puntual que casi parecía que había estado esperando fuera de la puerta observando un reloj atómico o algo así—sin embargo, no tenía teléfono celular, así que eso no era posible.

Tal vez había sincronizado su reloj con él de su casa al segundo antes de salir… bueno, no, supongo que nadie es tan analógico.

Todas y cada una de las llamadas de Sengoku aparecen precisamente a primera hora en el registro de mi teléfono, pero obviamente eso también es una coincidencia.

“De todos modos, entra. Está bien, he limpiado mi habitación y todo.”

“Ah, e-está bien…”

“¡Todo está listo, así que podemos festejar toda la noche!” “E-Eek.”

Lo había dicho en broma para que se sintiera más relajada, ya que parecía ansiosa por estar en mi casa a pesar de conocerme desde hace tanto tiempo, pero se lo había tomado al pie de la letra y se había encogido de miedo. Estaba temblando de miedo.

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Hmmm.

Por otra parte, en los seis meses transcurridos desde nuestro reencuentro, nunca había visto que Sengoku no entrara en pánico.

Sengoku = pánico.

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Así era su personalidad, así que tal vez no podía hacer nada al respecto—supongo que sólo tenía que vigilarla de cerca de aquí en adelante.

Cuando fui yo el que tocó a su puerta, se había recogido el flequillo con una cinta de cabello, pero hoy, quizás porque había venido andando, estaba en su modo por defecto, con el flequillo hacia abajo sobre la cara.

Ni siquiera pude ver su expresión.

Así que, para ser sincero, no tenía ni idea de lo que sentía realmente.

Por su aspecto, estaba siendo tímida, o tal vez reservada, pero era igualmente posible que simplemente le diera asco.

Si se sintió perdida, como si no pudiera rechazar las insistentes invitaciones del hermano mayor de su amiga y acabara en un lugar en el que no quería estar, no podría sentirme peor, es decir, qué gran malentendido…

Quiero creer que eso no era lo que estaba pasando.

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Si sólo fuera un poco más franca, todo estaría bien—en serio, aunque sólo fuera un uno por ciento tan franca como Kanbaru.

Justo cuando la lengua ácida de Senjougahara, o su carácter desalentadoramente áspero, mostraba signos de suavidad—prometía entrar en remisión tras el caso del estafador—, no podía enfrentarme a ser odiado por la amiga de mi hermana pequeña.

Interferiría e impediría, mi preparación para el examen. “Vamos, quítate esos zapatos ya. Entra ya.”

“B-Bien. Está bien. Ya me los quito. Lo que tú digas. Lo que sea.” “…”

Qué tímida…

Si me odiaba, supongo que no podía hacer nada al respecto, pero

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¿podría, por favor, no atraer sospechas indebidas sobre mí con sus payasadas?





En cualquier caso, ya sea por timidez, por vigilancia o simplemente por vacilación, Sengoku logró cruzar el umbral y me siguió hasta el segundo piso.

“Se suponía que Tsukihi-chan también iba a estar aquí… pero al parecer sigue atascada limpiando.”

“¿L-Limpiando? ¿Qué cosa?”

“Obviamente la estela que ese estafador dejó a su paso—no es como si supiera lo que eso significa. Sí, no tengo ni idea de lo que Karen-chan o Tsukihi-chan están pensando—”

Puestos a ello tampoco lo que piensa Sengoku.

Supongo que no comprendo cómo piensan las chicas de la escuela media, aunque eso es un verdadero agujero de conejo. ¿Cómo puedes saber realmente lo que piensan los demás?

Incluso Shinobu, con nuestro vínculo y todo, no puedo decir que la entienda.

“W-Wow. Es verdad. Es una fiesta, le estás haciendo una fiesta a Nadeko.”

Por fin, después de toda una pila de palabrería—tardamos treinta minutos en recorrer una distancia que no llega a los treinta pasos—, Sengoku empezó a sonar feliz y emocionada cuando llegó a mi habitación.

Aunque se trataba menos de la habitación y más de los aperitivos y zumos repartidos por el suelo.

Fue una fiesta bastante modesta, y no hubo ningún elemento de sorpresa—de hecho, la cálida bienvenida que había recibido en casa de Sengoku el otro día había sido un poco más fastuosa—, pero me alegré de que la hiciera feliz.

Aunque en realidad fue mi hermana la que había hecho todos los preparativos de esta “fiesta”, no yo… Fue después de que ella diera los últimos retoques cuando salió a “limpiar la estela que ese estafador dejó a su paso”.

Una parte de mí odiaba su minuciosidad, pero tal vez era de esperar de alguien que se había convertido en la jefa de todas las chicas de escuela media de la zona.

Hazle pasar a Nadeko-chan el mismo buen rato que yo le haría pasar, me había indicado Tsukihi-chan, hay que ver las ordenes que recibo de mi propia hermana pequeña.

“Wh-Whoa, palomitas. ¡Qué bien! Vamos a llenarnos la cara de palomitas… Nadeko se va a atiborrar hasta que no pueda respirar. Entonces tragará sin masticar.”

“Morirás.” “De ensueño.”

Sengoku se puso en cuclillas, sonando como si estuviera en trance.

Me sorprendió un poco que alguien pudiera estar tan contento con los bocadillos… ¿Quizás no le permitían comer dulces en casa?

Dado lo empalagosos que eran sus padres con ella… Fue realmente sorprendente.

Hup, Sengoku se dejó caer en un cojín y empezó a quitarse los calcetines. Tanto el izquierdo como el derecho. Por lo visto, quería estar descalza, y lo estaba antes de que yo pudiera terminar de pensar en ello.

Dobló cuidadosamente sus calcetines y los puso a su lado. “…”

Se quitó los calcetines casi como la gente se quita el sombrero dentro de casa, pero… ¿eh? Espera, no sé. No sé, de verdad que no.

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¿Hay alguna regla de etiqueta que diga que te quitas los calcetines cuando estás en la habitación de otra persona?

Tenía muy poca experiencia en habitaciones ajenas, así que no me sirvió de mucho para comparar…

A las únicas habitaciones a las que iba eran las de Senjougahara y Kanbaru… y en el caso de Kanbaru, no importaban los calcetines, podías hacerte daño si entrabas allí sin botas de trabajo.

“D-Dijiste que Tsukihi-chan había salido…” A Sengoku le estaba costando todo lo que tenía para contener un impulso abrumador de volverse loca con el bufé de bocadillos que tenía delante. Logrando de alguna manera dejar de lado su deseo de llenarse la cara de palomitas a la menor oportunidad posible, preguntó: “¿Y Karen-san?”

“Ella también. Jamás una sin la otra.”

Es cierto que la diferencia de tamaño hacía difícil agruparlas, por lo que no sería fácil venderlas como un conjunto… ¿Qué hacer con ellas?

Nada, dirían algunos, simplemente no era algo que hicieras a tus hermanas pequeñas.

“¿Y… tus buenos padres?”

“Bueno, esa es una forma muy educada de decirlo… No, mis buenos padres también están fuera, es decir, en el trabajo. Las vacaciones, las vacaciones de verano… sus trabajos no tienen nada que ver con esas cosas. Quiero decir que no tienen ninguna de esas cosas.”

“D-De verdad… E-Entonces hoy sólo somos nosotros dos, Koyomi Onii-chan.”

“¿Hm? Bueno, ya que lo pones así, sí, estamos los dos solos. ¿Hay algún problema con eso?”

“Por supuesto que no. Teejeejeejee.” Dijo Sengoku con una risita adorable.

Finalmente.

Supongo que estaba tan tensa porque estaba preocupada por mis padres—los padres de otras personas son definitivamente una fuente de tensión, eso es seguro.

Lo pasé muy mal con el padre de Senjougahara, y aunque no metamos eso, sí que hui de la madre de Sengoku. Y aunque ahora estoy totalmente acostumbrado, hasta el punto de que voy a salir con ellos incluso cuando no está Kanbaru, al principio sus abuelos también me ponían nervioso.

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“Bueno, en primer lugar, bienvenida, Sengoku.”

Serví zumo en los dos vasos que había dispuesto y, entregándole uno a Sengoku, empezamos a brindar.

“¡S-Sí! ¡Nadeko es bienvenida, Koyomi Onii-chan! ¡Salud! ¡Feliz cumpleaños!”

“…”

Mi cumpleaños es en abril.

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