Seirei Gensouki: Konna Sekai de Deaeta Kimi ni

Volumen 23

Interludio 1 : Temblor

En el salón de la suite de invitados del Castillo de Galarc.

Lilianna estaba sentada en un sofá, esperando la llegada del noble varón que representaba al Reino de Centostella.

Un asunto importante relacionado con el héroe, eh…

Lilianna suspiró desganada mientras miraba por la ventana. Tenía un mal presentimiento sobre el tema que iban a tratar.

Hasta hace poco, el único héroe del Reino de Centostella era Takahisa. Pero ahora el hermano pequeño de Takahisa, Masato, también era un héroe. Por eso, lo que estuvieran a punto de discutir tenía que implicar a uno de los dos hermanos Sendo.

Pero lo que realmente le molestaba era cómo habían pasado tantos días desde que la delegación del Reino de Centostella llegó al Reino de Galarc. Si fuera un asunto tan importante, se habrían reunido con ella nada más llegar.

Sin embargo, acababan de solicitar hablar con ella. El jefe de la delegación era el mismo hombre capaz que ejercía de primer ministro de Centostella, y no podía imaginárselo diciendo que algo era importante por capricho.

Lo que significaba…

Debían de estar comparando a Sir Masato y Sir Takahisa, supuso Lilianna.

Aún no estaba decidido cuál sería el lugar de Masato, pero en ese momento se presentaba una oportunidad única en la vida para que Centostella o Galarc pasaran a manos de dos héroes a la vez.

Y normalmente, si había dos personas adecuadas para un puesto, naturalmente se compararían entre sí. Takahisa ya había causado bastantes problemas al reino hasta ahora. Si los altos mandos de Centostella encontraban que Masato era más fácil de manejar que Takahisa, naturalmente lo querrían para su reino.

Como primera princesa de Centostella, Lilianna también estaba obligada a pensar primero en los intereses de su nación. Y una mujer inteligente como ella comprendía naturalmente que Masato era alguien a quien debían conservar.

Efectivamente, sabía lo que tenía que hacer. Sin embargo… “Su expresión mientras miraba por la ventana era de indecisión. “Princesa Lilianna.”

Alguien la llamó por su nombre. “Princesa Lilianna.”

Una vez más, alguien la llamó por su nombre. “¿Princesa Lilianna…?”

Esta vez, el tono de voz parecía preocupado por la salud de Lilianna. Eso fue lo que sacó a Lilianna de las profundidades de sus pensamientos.

“Disculpe. Estaba un poco ida”, respondió levantándose del sofá.

“Pareces cansada”, replicó el hombre que estaba ante ella. Se trataba del primer ministro del reino de Centostella y jefe de la delegación en Galarc, el duque Libelt Toscana. Aparentaba unos cuarenta años. A su lado estaba la chica que servía de guardia a Lilianna, Alice. Parecía tener la misma edad que Aki o Latifa.

Lilianna había ordenado a Alice que dejara pasar al duque en cuanto llegara, y parecía que así lo había hecho.

“Sólo estaba pensando. No hay nada de qué preocuparse”.

“¿Mi hija ha vuelto a causar problemas a Su Alteza?” preguntó preocupado el Duque Toscana, mirando a Alicia. Efectivamente, Alice era la hija del Duque.

“¡P-Papa! ¡No lo he hecho!” objetó Alicia horrorizada.

“Eso es ‘padre’ para ti. Y te he dicho que hables más educadamente”.

“Sí, señor”, contestó Alice con sarcasmo, haciendo que el duque Toscana se tocara la frente con cara de dolor.

“Alice… puede ser un poco desatenta a veces, pero hace lo que puede. Es mi amiga de la infancia, así que es muy relajante tenerla cerca. Por favor, elógiala más”, dijo Lilianna, elogiando a Alice.

“¡Ves!” Alice sonrió orgullosa, pero una fría mirada de su padre la hizo ponerse rápidamente en posición de firmes.

“Parece que le está causando más problemas, Duque Toscana”, señaló Lilianna divertida.

“No tengo excusa. Parece que la he mimado demasiado por ser la hija menor”.

El Duque Toscana suspiró cansado. Luego se recompuso y se volvió hacia su hija. “Alice. Tengo un asunto importante que discutir con la princesa Lilianna. A menos que llegue alguien de alto estatus, no dejes entrar a nadie”.

“¡Sí, señor!” Alice le saludó y salió de la habitación. “Por favor, siéntese primero”.

“Si no le importa”. A instancias de Lilianna, el duque Toscana tomó asiento en el sofá frente a ella.

“Aquí tienes.”

El asistente personal de Lilianna, Frill, trajo inmediatamente el té a la mesa. “Frill, puedes esperar en la habitación de al lado”.

“Sí, Alteza”. Frill hizo una reverencia y salió de la habitación en silencio, dejando a Lilianna y al Duque Toscana solos en la habitación.

“Entonces, ¿qué querías discutir con respecto a los héroes?” preguntó Lilianna, yendo directamente al grano.

“Este es un mensaje, o mejor dicho, una orden de Su Majestad… Me dijeron que observara la situación antes de informarle, y creo que ya era hora”.

“Ya veo. Así que padre tenía órdenes…”

Esto significaba que lo que el duque Toscana iba a decir no eran palabras del primer ministro, sino del propio rey.

“¿Ya predijiste esto? No esperaba menos de Su Alteza”. “Tiene algo que ver con Sir Masato, supongo.”

“Sí. Y tú también, Princesa Lilianna.”

“Esto puede sonar repetitivo, pero no puedo apresurar a Sir Masato para que decida con qué reino asociarse, ¿sabe?”. dijo Lilianna a modo de advertencia. Si era una orden del rey, entonces tenía que ser algo que ella tuviera que hacer con respecto a Masato. Lo primero que se le ocurrió a Lilianna fue pedirle personalmente a Masato que se quedara en su reino.

“Por supuesto. Su Majestad no tiene objeciones a eso”. “Entonces, ¿qué quiere padre que haga?”

“Nada inmediato. Es sólo una discusión sobre el futuro de nuestra nación”.

“¿Del futuro de la nación? Es una forma bastante indirecta de decir las cosas”.

Lilianna no pudo contener una sonrisa irónica.

“Es un asunto difícil de discutir, por favor, compréndalo”. El Duque Toscana era igual.

“No me importa. Sólo dilo”.

“Muy bien. Para decirlo sin rodeos,” dijo solemnemente el Duque Toscana, “Su Majestad está pensando en un compromiso entre Su Alteza y Sir Masato.”

Hubo una larga pausa antes de que Lilianna respondiera. “¿Es así…?”, acabó murmurando.

“Si no tiene objeciones, debe ponerse en contacto con Sir Masato pensando en eso en el futuro”.

“…” Lilianna se quedó callada. Aunque no expresó ninguna objeción, tampoco asintió.

“¿Significa eso que tienes objeciones?” preguntó el duque Toscana, viendo a través de sus pensamientos. Sonaba muy tranquilo, como si hubiera previsto sus dudas.

“No tengo ninguna objeción. Mi matrimonio nunca lo decidí yo, así que si esto es lo que Su Majestad ha decidido, es mi deber cumplirlo. Sin embargo…”

“¿Tienes alguna preocupación?” “Varios”. Lilianna asintió.

“Adelante”. El Duque Toscana la instó a hablar con un gesto de su mano derecha.

“La primera es la diferencia de edad entre Sir Masato y yo. Toda esta discusión se basa en el supuesto de que Sir Masato no rechace la propuesta, y me temo que no seré una compañera deseable por ello.”

“Hay menos de cinco años de diferencia de edad entre ustedes, ¿no?”

Masato tenía doce años y Lilianna dieciséis; era una diferencia de edad de cuatro años.

“He oído que incluso cuatro años es indeseable si la mujer es la mayor”.

“No negaré que esa tendencia existe entre la nobleza masculina, pero personalmente no estoy de acuerdo con ella. Mi propia esposa es cuatro años mayor que yo, y la amo desde el fondo de mi corazón. Incluso tenemos cinco hijos juntos. Además…”

El Duque Toscana empezó a divagar apasionadamente sobre su propia familia, pero de pronto se interrumpió y miró fijamente a Lilianna.

“¿Además?”

“Sólo entre tú y yo, me parece que el señor Masato siente afecto por ti”. “Eso es sólo un deseo suyo, Duque Toscana.”

Lilianna abrió brevemente los ojos, pero se lo quitó de encima con una carcajada.

“¿Qué te hace decir eso? He estado en presencia de ambos en numerosas ocasiones, y siempre me ha parecido que el señor Masato siente cierto afecto hacia usted.”

“Realmente se equivoca. Sir Masato es un caballero educado”.

“No pensé que, de todas las personas, tú serías una de las que pasaría por alto las señales de su afecto…” El Duque Toscana dijo, enfatizando su punto.

“Eso me hace parecer una especie de hechicera”, descartó Lilianna bromeando.

“Perdóneme. En cualquier caso, entiendo su primera preocupación, pero no creo que sea un problema para su compromiso. Todo depende de tus esfuerzos”.

“Cierto.”

“¿Y cuáles eran tus otras preocupaciones?”

Aunque el Duque Toscana había iniciado la conversación desde la consideración por la posición y el estado mental de Lilianna, por algo era el primer ministro. Una vez que empezaron a discutir el asunto en cuestión, cambió a su modo profesional y empezó a expresar sus opiniones sin reservas.

“Creía que el señor Takahisa iba a ser mi compañero de matrimonio. He interactuado con él hasta hoy con esa intención. ¿Está eso ahora fuera de la mesa?” Lilianna preguntó con un suspiro.

“Sí, puedes pensarlo así”.

“Entonces mi siguiente preocupación es respecto a la decisión de cambiar a mi compañero por Sir Masato. ¿No sería mi hermana pequeña también una opción para él?”

“Seguramente usted misma sabe la respuesta a eso, Princesa Lilianna. Los estándares de la familia real de nuestro reino deben ser considerados al seleccionar a tu pareja matrimonial”.

El Reino de Centostella era uno de los países más tradicionales y cerrados de la región de Strahl. Por eso, cuando se trataba de la Primera Princesa Lilianna y su hermana pequeña, había una clara diferencia de estatus social entre ellas. Ese estatus se aplicaba también a sus parejas matrimoniales, y afectaría a la forma en que eran tratadas por el reino.

Por eso, a la hermana pequeña de Lilianna no se le permitía tener una pareja matrimonial de mayor importancia que la de Lilianna. La pareja con mejores circunstancias debía ser emparejada con Lilianna. A esto se refería el Duque Toscana.

“Su Majestad ha renunciado a Sir Takahisa. Eso, o ha decidido que Sir Masato debe ser favorecido sobre Sir Takahisa. ¿Es eso lo que estás diciendo?” Esta era la conclusión natural a la que Lilianna había llegado.

“No se ha rendido. Mientras el señor Takahisa sea un héroe, siempre será una figura importante de nuestro reino. Pero…”

“Pero, ¿qué?”

“El señor Takahisa ya está enamorado de la chica llamada Miharu, ¿no? Lleva varios días seguidos visitándola en su mansión”, señaló el Duque Toscana.

Lilianna asintió con una mirada ligeramente cabizbaja. “Sí, lo ha hecho…”

“En ese caso, lo apropiado es elegir como pareja al héroe con el que tengas más posibilidades. En las circunstancias actuales, el señor Masato es más digno de ser tu compañero de matrimonio. Sin embargo, aún hay margen para que esto cambie en el improbable caso de que Sir Takahisa cambie sus sentimientos hacia ti.” El Duque Toscana parecía haber determinado ya que la probabilidad era baja.

“Cierto…” De hecho, Lilianna, siendo tan inteligente como era, se había dado cuenta de eso también. Sin embargo, sus movimientos mientras asentía eran extrañamente lentos.

“Además”, añadió el Duque Toscana, observando atentamente la expresión de Lilianna para captar sus pensamientos. “Hmm, cómo debería decir esto…”

“No hay necesidad de contenerse”, dijo Lilianna, instándole a continuar.

“Me siento fatal por decir esto, pero la mente del señor Takahisa no parece estar en el lugar más estable. Sus sentimientos antibelicistas se inclinan hacia el lado extremo, y el balance de eso hace bastante difícil colocarlo en una posición de liderazgo en la nación…”

“A diferencia de Sir Masato, querrás decir.”

“Sí. Bueno, la razón de su inestabilidad es bastante evidente, y su ideología antibelicista podría mejorarse con una educación adecuada, pero…”.

A menos que se corrigieran esos factores, Takahisa no tendría ninguna posibilidad de ser reconsiderado como pareja matrimonial de Lilianna. Eso era lo que el duque Toscana estaba insinuando.

“Entiendo”. Lilianna asintió vacilante. “¿Hay algo más?”

“En cuanto al matrimonio con Sir Masato… Si eso es lo que quiere mi padre, Su Majestad, me esforzaré por ganarme su afecto. Sin embargo, puede que le cause una mala impresión”.

“¿Qué quieres decir?”

“Hasta hoy, he servido como cuidador del señor Takahisa. Desplazar descaradamente mis intereses hacia Masato sólo porque se convirtió en un héroe puede ser desagradable para él…” Lilianna frunció el ceño con culpabilidad por lo egoístas que serían sus acciones.

“Su Majestad también estaba preocupado por eso. Su orden fue que usaras tu propio juicio para hacer la transición lenta y discretamente con esa intención.”

“Seguro que hace que parezca fácil…” dijo Lilianna con una sonrisa de autodesprecio.

Su queja era de lo más razonable. La orden de relacionarse con Masato con la intención de casarse era lo mismo que decirle que le amara. Hasta hacía unos momentos, había estado intentando amar a Takahisa con la intención de casarse con él. Sin ninguna libertad en cuanto a con quién podía casarse, él era tan bueno como el primer amor de Lilianna.

La gente no estaba hecha para cambiar inmediatamente a quien amaba a la orden. Pero aun así…

“Entiendo que tus emociones aún no te hayan alcanzado, pero es por el bien de la nación”, recalcó el Duque Toscana. Lilianna Centostella era de la realeza, al fin y al cabo; había nacido para sacrificarse por el bien del reino.

“Entendido”. Lilianna asintió.

Ya fuera hacia Masato o hacia Takahisa, la expresión de culpabilidad en su rostro persistía.