Kenja no Deshi wo Nanoru Kenja (NL)

Volumen 7

Capitulo 26: Maldición…

 

 

Cuando abrieron la puerta del segundo piso de la mansión del alquimista, una luz brillante inundó el pasillo, junto con un hedor único y repugnante.

El grupo entró en la sala sin temor a ser descubierto, gracias a la ocultación.

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Los estantes que bordeaban las paredes de la habitación estaban repletos de jarrones llenos de algo de todos los colores, con libros intercalados. Había materiales de monstruos, joyas, jaulas con pequeños animales. Y por alguna razón, un peluche de oveja.

Ante el escritorio, en el centro de la sala, había un hombre. Parecía tener unos cuarenta años, cabello negro desordenado, bata blanca y gafas de montura plateada. Realmente, un investigador estereotipado.

Estaba mezclando algo en un gran caldero con aire preocupado. El horrible hedor parecía provenir de la espesa mezcla. Esto parecía más brujería que alquimia. A medida que se acercaban, el olor empeoraba. Mira y Scorpion fruncieron el ceño y dieron la vuelta para acercarse al hombre por detrás.

Una vez que habían envuelto al hombre en una ocultación total para que nadie de fuera pudiera oírlo, Scorpion levantó una daga hacia su garganta.

“Quédate muy quieto.”

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El hombre se quedó inmóvil y soltó la vara que sostenía. Luego levantó ambas manos donde ella pudiera verlas y habló despacio.

“¿Qué está pasando aquí? Sólo estoy haciendo el trabajo como me dijeron.” La voz del hombre era extremadamente tranquila. Pero no era porque estuviera tranquilo; hablaba deliberadamente, obviamente controlando sus emociones.

Scorpion sospechó de inmediato, pero dio prioridad a la recopilación de información y exigió con frialdad: “¿Qué tal si nos cuentas más sobre ese ‘trabajo’?”

Al cabo de un momento, el hombre giró cuidadosamente la cabeza.

Cuando vio a Scorpion y a Mira, frunció el ceño.


“¿Quién eres tú? No estás con esos bastardos de Quimera Clausen,

¿verdad?”

Un parpadeo de sorpresa apareció en su rostro, reflejado en el de Mira y Scorpion. Habían pensado que aquel hombre era un miembro importante de Quimera Clausen, pero hablaba como si no formara parte de ellos en absoluto… y tampoco parecía un admirador.

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Scorpion se enfureció al ser confundida con su peor enemigo. “¡No nos metas en el mismo saco que esos malhechores!” La rabia se apoderó de su voz.

“Oh… le ruego me disculpe.” El hombre levantó las manos en señal de rendición.

“¿Qué hay de ti? Eres alguien importante de Quimera, ¿verdad?

Tenemos pruebas.” Scorpion presionó la hoja contra su cuello.

“¿Importante? ¿Pruebas? ¿De qué estás hablando?” El hombre no mostró ningún signo de miedo, sólo más confusión.


Estaban en un callejón sin salida.

Mira se deslizó desde un lado y rompió el silencio. “¿Afirmas que

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no eres un miembro de élite de Quimera Clausen?”

El alquimista se volvió hacia ella y la miró fijamente a los ojos. Le dijo claramente: “No soy ningún tipo de miembro, y mucho menos de élite.”

Por supuesto, no podían confiar en él tan fácilmente. No tenían forma real de saber cuántas de sus palabras eran realidad o ficción.

“Déjame preguntarte una cosa. ¿Sabes para qué se utiliza esa piedra?” Mira señaló la roca negra cubierta de niebla que había sobre el escritorio.

“Sí, lo sé.” Contestó, con la expresión nublada. A la aprendiz de alquimista, Millene, sólo le habían dicho que se utilizaba para fabricar armas y armaduras fuertes.

“Este material se utiliza para hacer el equipo de Quimera, ¿no es así?” Parecía que el hombre era consciente de sus propiedades devoradoras de espíritus. Mira lo miró fijamente y dijo deliberadamente: “Fabricas armas para ellos, ¿y aun así afirmas que no eres uno de ellos?”

El hombre desvió la mirada e hizo una mueca. Al cabo de un rato, volvió a mirarla y suspiró.

“… Sí, lo hago.” Declaró finalmente. Sus palabras eran firmes, aunque obviamente le dolía decirlas.

Mira le observó a los ojos durante un momento antes de asentir a Scorpion. La furia de Scorpion se calmó un poco y ella retiró el cuchillo de su cuello, aunque la punta seguía apuntando hacia él. No le dio importancia y se limitó a darle las gracias.

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“¿Por qué cooperas con Quimera? No es por dinero, supongo.

¿Estás trabajando para ellos bajo coacción?” Preguntó Mira. El reproche había desaparecido de su voz, pero seguía siendo implacable en su interrogatorio.

“Bueno… más o menos.” Murmuró. Volvió a bajar la mirada durante un rato y luego la clavó en la distancia. Con determinación en el rostro, volvió los ojos hacia la ventana. “Ahora me toca a mí:

¿Quiénes son? ¿Cómo han burlado a esos guardias? Sólo mi aprendiz y Quimera deberían poder entrar aquí.”

Se negó a decir una palabra más hasta que sus propias preguntas fueran respondidas. La seguridad de la mansión era estricta; no debería haber sido fácil para los forasteros entrar. Y como dueño de la mansión, lo sabía mejor que nadie. La presencia de Mira y Scorpion era desconcertante hasta el punto de que, en este momento, las consideraba incluso más peligrosas que Quimera.

“Hrmm, muy bien. Mi nombre es Mira. Trabajo con una organización que se opone a Quimera.”

“Soy Scorpion. Un miembro de dicha organización.”

Los ojos del hombre se abrieron de par en par y luego ardió en ellos la determinación.

“Se oponen a Quimera, ¿eh? Eso no es ninguna sorpresa, dadas las cosas que hacen. Ninguna sorpresa en absoluto. ¿Y eso las ha conducido hasta mí?” Murmuró el hombre, como si hablara consigo mismo. A pesar de su apariencia tranquila, estaba claramente eufórico, de un modo que implicaba algo más que el mero alivio de saber que su vida ya no corría peligro. Observó hacia la ventana y susurró: “¿Cómo han entrado aquí? ¿No las han visto?”

El alquimista parecía muy preocupado por algo. Mira se volvió y vio que la cortina de la ventana estaba corrida. Más allá, sus numerosos guardias permanecían a la espera. Podía avisar de la presencia de intrusos sin que Mira y Scorpion lo supieran, pero por la expresión de sus ojos, Mira sospechaba que no lo haría.

“Cómo llegamos aquí es un secreto. Sin embargo, puedo garantizar que nadie sabe de nuestra presencia en el lugar.” Mira sintió una extraña sensación de comprensión. Confió en su intuición y confirmó que nadie se había percatado de su entrada.

Efectivamente, fuera todo estaba tranquilo. Nadie estaba registrando el interior de la mansión. Eso significaba que no había necesidad de preocuparse por miembros de Quimera escuchando. Mira y Scorpion sabían que podían estar seguras de ello si utilizaban el poder de Wasranvel, pero en lugar de intentar convencer al hombre de que confiara en un espíritu del que nunca había oído hablar, decidieron aprovechar la situación actual.

Y por si acaso, Mira ya había ordenado a Wasranvel que se asegurara de que nadie le oyera si gritaba. Pero el hombre no necesitaba saberlo.

¨***

 

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“Mi nombre es Johan. Soy un alquimista utilizado por Quimera.” El hombre se presentó y, con una sonrisa resignada, explicó la sombría situación en la que se había encontrado.

Todo empezó cuando su padre y maestro, un alquimista al que respetaba profundamente, recibió una petición de Comercio Melville. La petición le pedía que investigara las propiedades de nuevos materiales que Melville había obtenido a través de sus conexiones comerciales. Su padre aceptó encantado el honor de que le confiaran un material que nadie había visto antes.

Sus investigaciones descubrieron las propiedades de este nuevo material, por lo que a continuación se sumergió en la investigación de sus posibles aplicaciones. En aquel momento, aunque Johan había ayudado a su padre, no sabía para qué se utilizaba este material. Lo único que sabía era que con él se podían crear armas poderosas.

Su padre encontró muchísimas aplicaciones para el material y recibió grandes sumas de dinero por su esfuerzo. Johan estaba orgulloso de su padre por haber sido capaz de crear tanta riqueza.

Pero un día todo cambió. Su padre había fallecido, pero no a causa de ninguna enfermedad. Y aunque la verdadera causa de su muerte seguía siendo un misterio, Johan tenía sus propias ideas. “Sé que fue un castigo.” Dijo.

Tras la muerte de su padre, Johan se sumergió en los papeles que había dejado para continuar su investigación. Eran documentos vitales, el trabajo de toda una vida de su padre, aunque nunca se había dignado a enseñárselos a su hijo.

Fue entonces cuando se enteró de la verdad: el nuevo material que su padre había investigado durante tanto tiempo y con el que había trabajado tan a menudo, el mineral de niebla negra, estaba destinado a devorar espíritus y privarlos de su poder.

Un material que perjudicaría al mayor aliado de la humanidad era inconcebible. Enterado de ello, Johan rogó a Comercio Melville que abandonara por completo el proyecto y recuperara todos los productos relacionados que estuvieran en circulación.

Pero se negaron. Ese mismo día, su mujer y su hija desaparecieron.

Al día siguiente, Comercio Melville entregó el anillo de bodas que le había dado a su esposa, junto con un mensaje: Continua el trabajo.

No sabía nada de lo que podía hacer el mineral, pero sabía cómo crear materiales con él, ya que había ayudado a su padre. Para Quimera Clausen y Comercio Melville sólo era una herramienta útil, aunque hubiera que forzar su cooperación. Johan recibía cartas de su mujer y su hija dos veces al año, así que sabía que estaban vivas, pero no sabía dónde estaban.

Su mujer siempre escribía sobre el crecimiento de su hija y le decía que no se preocupara por ellas. También incluía algunas palabras de su hija, cuya caligrafía, antes deficiente, iba mejorando poco a poco, añadió Johan con una sonrisa triste.

Así que obedeció, con la esperanza de que algún día su familia volviera a reunirse.

“No tengo elección.” Añadió Johan, maldiciendo su propia impotencia.

“Entiendo. Han tomado a tus seres queridos como rehenes.”

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Johan había colaborado con ellos con la esperanza de que su mujer y su hija se salvaran. Mira observó junto al escritorio el peluche de oveja que habían visto al entrar. No cabía duda de que pertenecía a su hija.

“Esto es una locura, ¿verdad? La gente de fuera no está ahí para protegerme. Me vigilan por si intento huir.” Dijo Johan mientras miraba con odio por la ventana.

Añadió con una risita sin gracia que hacía años que no salía de la mansión; tenía que encargar a su aprendiz todas las compras y la recogida de material.

“Teníamos la sensación de que había algo raro en ellos.” Señaló Mira.

La seguridad exterior no estaba allí para mantener a los demás fuera, sino para mantener a Johan dentro. Mira recordó la extrañeza que habían notado al entrar por primera vez en la propiedad.

Un padre que había trabajado con Quimera Clausen, un hijo que había sufrido una tragedia por culpa de su recto corazón y se había visto obligado a obedecer sus órdenes por el mero hecho de seguir los pasos de su padre… Era difícil imaginar el dolor que debió de sentir al verse apartado de su familia por semejantes motivos.

Mira se compadeció de Johan. Al inspeccionar de nuevo la habitación con sus nuevos conocimientos, encontró muchos restos de sus seres queridos: una estantería que contenía libros infantiles ilustrados, un delantal de cocina de mujer y el anillo de boda que le habían devuelto.

Parecía que aquella estantería estaba allí sólo para recordarle a su familia. Mira se acercó en silencio y observó los objetos que había en ella. En comparación con sus desordenadas estanterías de trabajo, aquí no había polvo; debía de limpiarla todos los días. Eso sólo hacía que destacara aún más, recordándole la futilidad de su lucha.





El peluche de oveja parecía triste encima del escritorio.

Mira lo acunó en sus brazos, contempló su adorable rostro y dijo: “No te sientas tan solo, amigo.” Quizá esas palabras iban dirigidas tanto a la oveja como a Johan.

“¿Eh? ¿Qué pasa?” Dijo Scorpion en voz baja. Mira se volvió y vio una sola lágrima rodando por la mejilla de Johan.

“Oh, nada. Sólo recordaba cómo mi niña le hablaba a esa cosa.” Una sonrisa acuosa se abrió paso en el rostro de Johan mientras observaba a Mira sosteniendo el peluche. Giró la cara para ocultar las lágrimas.

“Maldición…” Murmuró Scorpion.

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