Watashi no Shiawase (NL)

Volumen 1

Capítulo 4: La Elección Del Desafío

Parte 1

 

 

Minoru Tatsuishi finalmente la vio por pura casualidad. Espiar a Kiyoka Kudou se había convertido en parte de su rutina diaria. Aquel día, se encerró en su estudio y observó a Kiyoka y la ciudad a través de los ojos de su familiar de papel con la esperanza de reunir información que le permitiera apoderarse de Miyo para su familia.

Al principio pensó que se había equivocado, que no podía ser ella. No se parecía en nada a lo que él recordaba, ni a la impresión que Kaya le había dado de Miyo. Sin duda era Miyo, pero sus modales, su expresión y su atuendo eran diferentes a lo que él estaba acostumbrado. No debía ser así. Cuando por fin cayó en la cuenta de que Kiyoka pretendía quedarse con ella, Minoru quiso gritar de rabia. Sólo pensarlo le hacía hervir de rabia, a punto de arrancarse el cabello por la frustración. Estaba indignado hasta el punto de no poder pensar racionalmente; sabía que Kiyoka estaba fuera de su alcance, pero su ira le hacía olvidar ese simple hecho.

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Llamó a Kaya de inmediato. Sería su herramienta obediente. No le importaba lo que pensaran de sus métodos; Miyo era su tesoro, no el de Kiyoka. Minoru necesitaba el Don del linaje de los Usuba para restaurar el estatus de su propia familia.

“¿Qué te pasa? ¿Por qué querías verme?”

Kaya le miró inquisitivamente y se sentó en el sillón de cuero frente a él. Él le sonrió.

“… Acabo de ver la cosa más increíble.” “¿Eh?”

“Pensé que también podría interesarte a ti, Kaya. ¿No te gustaría saber qué ha hecho tu hermana últimamente?”


La orden de su madre se había arraigado en su psique.

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“Kaya, nunca debes volverte así.”

Su madre se lo había inculcado. Cada vez que se cruzaban con su hermana en la vasta residencia Saimori, su madre señalaba a Miyo e instaba a Kaya a evitar acabar como ella. Miyo no era una Saimori, era una inútil.

La madre de Kaya exigía que su hija fuera superior a su hijastra en todos los sentidos. Kaya tenía que ser una alumna perfecta, porque si cometía el más insignificante de los errores, su madre la regañaría. Kanoko se deshacía en cotilleos malintencionados sobre la metedura de pata de Kaya, insistiendo en que ésta iba a acabar como Miyo por su culpa. Así, la idea de que siempre tenía que ser mejor que su hermanastra arraigó en su mente. Todo lo que Miyo tenía, Kaya también lo necesitaría. De hecho, Kaya tenía que tener incluso más que su hermana. Cuando su futuro suegro la llamó a su estudio y le contó lo que había averiguado de Miyo, ella no le creyó.

¡Mentiras, mentiras, mentiras…! ¿Su hermanastra, paseando por la ciudad en un elegante kimono, con una sirvienta a su lado? Eso tenía que ser inventado.

Volvió a su casa, se encerró en su habitación y activó su Visión Espiritual como le había enseñado su padre. Luego construyó torpemente un familiar de papel. Cualquiera con visión espiritual era capaz de aprender esta técnica sobrenatural. Sin embargo, como mujer, no se esperaba que luchara contra grotescos, así que nunca se había preocupado demasiado por dominar los oficios paranormales. A pesar de ello, era capaz de construir un familiar de papel y usar la visión compartida para ver a través de sus ojos. Al abrir la puerta corredera, Kaya liberó al familiar que había fabricado con pequeños trozos de papel.

Tiene que ser un error. Apretó el único trozo que le quedaba en la mano.

Cuando había estado en la ciudad hacía unas semanas, se había sentido aliviada al encontrar a su hermana vestida con un viejo kimono raído. Pero, ¿y si Kiyoka iba a seguir adelante con su oferta de matrimonio?

El hombre despampanante que había visto en su casa aquel día no era otro que Kiyoka Kudou. ¿Iba a acabar su hermana, la buena para nada, con un apuesto marido y riquezas suficientes para mantener un ejército de sirvientes mientras se vestía con el más fino de los kimonos? No. No, eso no puede ocurrir.

Kaya intuía que convertirse en la señora de la casa Saimori no era una perspectiva muy deseable. Así lo había deducido de sus compañeros de clase y de su círculo social. Pocos nombres salían a relucir cuando se hablaba de familias notables con el Don, pero Kudou siempre estaba entre ellos. Por otra parte, ni los Saimori ni los Tatsuishi eran dignos de mención. La gente pensaba que carecían tanto de capacidad como de promesa. Aunque su riqueza y el estatus que habían alcanzado en el pasado obligaban a sus iguales a aceptarlos como nobles, lo cierto es que no inspiraban mucho respeto. Dado que ambas familias iban camino de la ruina, Kaya no podía contar con una vida despreocupada de opulencia como esposa de un Tatsuishi y sucesora de los Saimori. La mera idea de que su hermana pudiera casarse con la rica familia Kudou era absurda.

En realidad, a Kaya no le importaban ni Kouji ni heredar el apellido y el legado Saimori. Pero sí le importaba que Kiyoka Kudou considerase a Miyo una esposa adecuada cuando, obviamente, debería haber sido ella.

Es tan ridículo. Miyo no puede robar lo que debería ser mío… ¡Oh!

Su familiar se abría paso entre la multitud en una concurrida calle de la ciudad. Kaya vio a alguien que se parecía a su hermana y casi le dio un ataque.

“De ninguna manera, esa no puede ser Miyo…”

Era la viva imagen de una noble, vestida con un exquisito kimono azul cielo y una encantadora sombrilla blanca en la mano mientras charlaba con la criada con la que Kaya había visto a Miyo antes.

Miyo parecía otra persona. Aunque era menuda y frágil, ya no parecía enfermizamente delgada. Su cabello, que solía estar apagado y encrespado, ahora brillaba maravillosamente a la luz del sol. Ya no era la hermana demacrada y poco atractiva que había conocido.

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“¿Cómo demonios se puso así…?”

Sorprendida y confusa, Kaya ordenó a su familiar que siguiera a la bella joven y a su sirvienta. Sin embargo, cuando vio que se acercaban a la base de la Unidad Especial Antigrotescos, tuvo la presencia de ánimo de hacerlo esperar a una distancia prudencial. La dama que parecía su hermana intercambió unas palabras con el guardia y luego esperó junto a la puerta. Y quién salió a recibirla, sino el mismo hombre llamativo que había visitado al padre de Kaya unas semanas antes. Para su sorpresa, su expresión no se parecía en nada a la que recordaba. La primera vez que lo había visto, le había parecido frío y despiadado, con el asesinato en los ojos. Pero el hombre que ahora observaba a través de su familiar sonreía cariñosamente a la dama. A su vez, ella le devolvía la sonrisa con las mejillas ligeramente sonrojadas. No había duda: eran una pareja cariñosa que disfrutaba de una agradable conversación.

“¡¿Por qué…?! ¡¿Cómo?!”

Kaya se sintió tan desconcertada que perdió el control de su destartalado familiar y las imágenes que éste le enviaba desaparecieron de su mente.

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Esto no tenía sentido. Era imposible. ¿Su hermana, luciendo tan hermosa? Era un envoltorio de fantasía en una caja vacía. Podría haber estado vestida muy bonita, pero seguía sin ser nada. Kaya intentó convencerse de que eso no cambiaba nada. Miyo había vivido como una sirvienta. No tenía logros y carecía del Don. Era absurdo siquiera sugerir que un hombre tan perfecto como Kiyoka Kudou elegiría casarse con ella.

Kaya era más atractiva. Ella sobresalía en todo. Se merecía algo mejor que seguir siendo una Saimori.

“Kaya, nunca debes volverte así.” Y no lo haría. No dejaría que Miyo la superara.

¡Debería casarme con la familia Kudou!

Salió corriendo de su habitación y se dirigió directamente al despacho de su padre. Sus padres siempre la habían adorado. Pensó que le cambiarían el novio si se lo pedía. Pero iba a llevarse una gran decepción.

“No. No pierdas el tiempo en estas tonterías. Deberías estar aprendiendo a ser una buena esposa para Kouji Tatsuishi.”

“¡¿Por qué?!”

Su padre frunció el ceño, exasperado. Kaya no entendía por qué no la escuchaba y se irritó aún más.

“Esto no tiene sentido. Olvídate ya de Miyo.”

“¡No se trata de Miyo, se trata de mí! ¡Soy más adecuada para casarme con la familia Kudou!”

“Kaya, ¿no tienes nada mejor que hacer? ¿Por qué no vas y pasas algo de tiempo con Kouji?”

“¡Pero, padre!”

Por más que le suplicaba, él no la escuchaba. Nunca le había pasado. Incluso cuando empezaba mirándola con severidad, acababa cediendo y dándole lo que quería. ¿Por qué no lo había hecho esta vez?

“¿Kaya?”

Se encontró con Kouji en el pasillo, frente al estudio de su padre.

Debía de haber venido de visita. “Kouji…”

Kaya dudó. Kouji era amigo de Miyo. Si le decía que quería hacer algo para frustrar la nueva felicidad de su hermana, él se opondría. Pero pensándolo bien… Ella sabía que él amaba a Miyo. Intercambiar novias también sería de su interés.

“Kouji, he estado pensando…” Empezó Kaya antes de preguntarle si prefería casarse con Miyo.

“¿Qué?”


Su ceño se frunció en señal de confusión.

“¿No serías más feliz casándote con ella en vez de conmigo?” “No entiendo por qué me preguntas esto.”

“Yo sería claramente una mejor novia para Kiyoka Kudou, así que he estado pensando en intercambiar lugares con mi hermana. Sería lo mejor. Me ayudarás, ¿verdad?”

“No seas tonta.” Espetó. Kaya percibió un atisbo de resignación en sus ojos, y eso la irritó.

“¿Por qué no lo hacemos? Te gusta más Miyo que yo.”

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“No importa quién me guste. ¿Acaso tu padre te dio permiso?” “…”

“No puedes hacer nada sin su bendición.”

“… Oh, ya veo. Así que también vas a ser cruel conmigo.”

Al no encontrar simpatía ni en su padre ni en su prometido, Kaya sintió una amarga decepción. Pero espera, ¡seguro que el padre de Kouji se pone de mi parte!

No sólo la escuchaba siempre, sino que además le había hablado de Miyo. Él la ayudaría. Eso tranquilizó a Kaya: siempre tendría a alguien con quien contar. Estaba convencida de su superioridad sobre Miyo y segura de que cualquier hombre la elegiría a ella antes que a su hermanastra.

No mucho tiempo antes… “Srta. Miyo, ¿está lista?” “¡Sí, ya voy!”

Miyo salió de casa a pleno sol. Sólo era por la mañana, pero el sol ya pegaba fuerte. Kiyoka no había vuelto a casa la noche anterior: había tenido tanto trabajo que se había quedado en su despacho. Suponiendo que estaría agotado, Miyo quiso hacer algo agradable por él, así que decidió llevarle comida casera. Tanto Yurie como Godou le habían contado que Kiyoka se saltaba comidas cuando estaba hasta arriba de trabajo. Si salían ahora, llegarían a su oficina a tiempo para comer.

“El Joven Amo estará encantado.” “Eso espero…”

Agarrando la fiambrera envuelta en tela, Miyo echó un último vistazo a su atuendo para asegurarse de que estaba presentable.

Hacía sólo unos días que había recibido el kimono rosa cuando empezaron a llegar más paquetes de Suzushima, que contenían kimonos finos y sin forro perfectos para esta época del año; camisetas interiores a juego; fajas y accesorios. Miyo se quedó atónita al ver tantos paquetes apilados en su pequeña casa. Estaba demasiado asustada para pensar en lo que le habría costado todo a Kiyoka, pero habría sido un desperdicio guardar la ropa, así que empezó a ponérsela con moderación. Como ese día iba a salir, se había puesto un kimono azul cielo de con un precioso estampado de glicinas que había combinado con un fajín amarillo.

“También llévese esto, Srta. Miyo.” “Dios, es tan lindo…”

“El sol es tan fuerte en esta época del año. El Joven Amo me dijo que te lo diera.”

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Yurie le entregó una adorable sombrilla de encaje blanco. Bien elaborada y probablemente muy cara, podía complementar tanto trajes de estilo occidental como japonés. Miyo se sentiría como una refinada dama de alta alcurnia paseando con ella… pero tenía algunas reservas a la hora de aceptarla.

“… Espero que el Sr. Kudou no haya estado gastando demasiado dinero en mí…”

Un oficial de alto rango de una familia tan acomodada como la suya probablemente no necesitaba ni mirar los precios, pero parecía haber estado gastando tanto en regalos para ella que no pudo evitar preocuparse. Además de comprarle kimonos nuevos, que ya eran bastantes, seguía encontrando excusas para proporcionarle todo tipo de bienes cotidianos, además de la comida y el alojamiento que ya recibía. Aunque era algo a lo que la mayoría de las chicas de familias adineradas se sentían con derecho, Miyo nunca había experimentado nada cercano a ese nivel de generosidad, así que le parecía demasiado.

De hecho, se sentía culpable de que Kiyoka derrochara su riqueza personal en ella.

“Bueno, no conozco los detalles de las finanzas personales del Joven Amo, por supuesto, pero puedo decirte que ha estado viviendo una vida tan modesta y frugal que sus gastos recientes no tienen ninguna importancia. ¿Nos ponemos en marcha?”

“S-Sí, vamos.”

Yurie le dio un suave empujón y empezaron a caminar. Cuando entraron en los límites de la ciudad, Miyo, a su pesar, recordó su desagradable encuentro con Kaya. Esperaba desesperadamente no volver a encontrarse con su hermanastra. Su vida se había vuelto tranquila, pero los recuerdos de su pasado no se ocultaban tan fácilmente bajo la alfombra. Si su hermana volvía a enfrentarse a ella, se paralizaría de terror como la última vez.

Al menos ahora tenía gente en la que podía confiar, gente a la que podía pedir ayuda. Saber eso disminuía su constante ansiedad.

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“Hola.”

Miyo saluda al guardia de la base de Kiyoka, que le pide que se identifique y diga a qué se dedica. Miyo le explicó que era la prometida de Kiyoka y que había venido con su criada, Yurie, para llevarle algo de comida.

“¿La prometida del Comandante Kudou…? Por favor, espere aquí mientras lo compruebo con él.”

El guardia pareció desconcertado, como si no acabara de creer lo que le había dicho. Ella y Yurie esperaron pacientemente lo que se les había ordenado, y pronto Kiyoka salió de uno de los edificios, ligeramente nervioso. Normalmente era tan tranquilo y sereno que resultaba extraño verle así.

“Miyo, Yurie, ¿qué están haciendo aquí?”

“Es que ha estado trabajando mucho, Sr. Kudou.” Dijo Miyo. “No quería molestarle mientras trabaja, pero he pensado que debía traerle algo de comer por si no ha tenido tiempo de salir a comer.”

Sonrió cohibida y le entregó el paquete envuelto. “O-Oh, ya veo. Eso… eso es muy considerado.”

Murmuró las gracias y aceptó el paquete con el ceño fruncido. Alguien que no lo conociera bien podría haber pensado erróneamente que Kiyoka estaba enfadado, pero Miyo comprendió que simplemente era tímido. El comportamiento y las expresiones de Kiyoka a menudo invitaban a malentendidos.

“Has caminado mucho. ¿Quieres entrar y descansar un rato?” “Estoy bien. ¿Cómo te sientes, Yurie?”

“Oh, descuida, estoy bien.”

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Yurie sonrió y se dio unas palmaditas en el pecho para demostrar que aún le quedaba mucha energía. Tenía una constitución fuerte por haber trabajado como sirvienta toda su vida.

“No querríamos apartarte de tu trabajo, así que volveremos ahora.”

Por un momento, pensó que parecía decepcionado, pero no podía ser así. Estaba muy ocupado y no habría tenido tiempo para ella. Estaban a punto de marcharse cuando Kiyoka se puso serio y preguntó:

“Miyo, ¿tienes el amuleto que te di?”

“¿Eh? Ah, sí… lo tengo aquí.”

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