Loop 7-kaime no Akuyaku (NL)

Volumen 1

Capitulo 5: ¿Y Ahora Qué?

Parte 1

 

 

Theodore se enfrenta a su a su hermano en una modesta habitación a las afueras de la capital.

El príncipe heredero estaba sentado en una silla, con la barbilla apoyada en una mano. Theodore no leía ninguna emoción en su rostro, pero aun así parecía estar de mal humor.

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“Me alegro mucho de que hayas venido hasta aquí para verme.” Le dio la bienvenida Theodore a su hermano. Arnold no dijo nada.

Theodore no permitió que esto empañara su buen humor. “¡Y además sin guardias! Qué delicia, teniendo en cuenta que siempre ignoras mis invitaciones. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que nos sentamos a hablar así? Puede que sea la primera vez.” Theodore soltó una carcajada, y luego su rostro se torció en una mueca. “Supongo que eso significa que debes estar haciendo esto por su bien.”

Al pronunciar esas palabras, un ardiente pulso de rabia le recorrió el pecho.

Finalmente, Arnold habló. “Me estás haciendo perder el tiempo.

Hazlo de una vez.”

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“Estas siendo grosero. ¿No deberías mostrarme algo de amor fraternal?”

“¿Por qué iba a hacerlo? No tengo ninguna razón para hablar contigo.”

Theodore le espetó. “¿No entiendes que no estás en posición de discutir? He secuestrado a tu mujer favorita. Esperaba al menos una pizca de pánico. ¿O es que ella no te importa nada?”

Sabía la respuesta, pero la dijo de todos modos. Cualquier cosa para provocar a su hermano.

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Cuando me enteré de su compromiso, pensé que era una farsa. Que lo había hecho por orden de mi padre.

El emperador llevaba meses empujando a su hijo hacia un matrimonio político, ordenándole que trajera a casa a una princesa extranjera. Todos los matrimonios reales eran movimientos políticos coordinados; la difunta madre de Teodoro había sido la princesa de una nación antaño próspera sometida al dominio de Galkhein.

Cuando se corrió la voz de que Arnold viajaba a casa con una mujer cualquiera, Theodore supuso, naturalmente, que el príncipe heredero sólo cumplía órdenes. Sin embargo, empezó a replanteárselo cuando un mensajero llegó antes del regreso de Arnold con órdenes de que un grupo de doncellas atendiera a su prometida.

Theodore aprovechó aquella oportunidad para colar a Elsie entre las posibles sirvientas, enterándose de que su hermano planeaba preparar el palacio independiente para su novia y mudarse con ella cuando todo estuviera listo. No se trataba de un hombre que se casaba con una mujer sólo de nombre.

Estoy celoso de ella. Por supuesto que lo estoy.

Nunca había recibido un momento de amabilidad de su hermano. Arnold había llegado incluso a ordenar a Theodore que se mantuviera alejado de su novia, sin permitirle siquiera que la saludara. Cuando Theodore se enteró de que le habían asignado un jardín de hierbas, quiso pisotearlo hasta matarlo. Sin embargo, contuvo su envidia infantil y se limitó a echarse una siesta.

Podía utilizarla. Y lo había hecho. Finalmente, Arnold estaba aquí.

Arnold le estaba hablando.

“Lo que estás haciendo no tiene sentido.” Declaró Arnold, con una expresión extrañamente fría para un hombre cuya prometida había sido tomada prisionera.

“¿Sin sentido?” Rio Theodore. “Sé que me ves como un extraño sin valor estratégico. Pero ahora debes reconocer al menos esto: que puedo hacerte daño.”

Copió la postura de su hermano, apoyando la barbilla en una imagen especular. “Como bien sabes, lo que quiero es tu trono: el asiento del príncipe heredero.”

¿Había adivinado su hermano que ése era su precio? ¿O era Theodore tan irrelevante a sus ojos que ni siquiera se había molestado en preguntarse por sus motivos? El rostro de Arnold no revelaba nada.

Me miró tan fríamente aquella noche en la capilla. ¿Por qué no lo volverá a hacer?

A Arnold no le importaría un desafío a su sucesión. Rishe era su única debilidad, y Theodore tenía su vida en sus manos. Se levantó, continuando con sus amenazas. “¿Me estás escuchando? Si quieres que tu novia te sea devuelta ilesa, abdicarás a mi favor. De lo contrario, no puedo prometerte su bienestar.”

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Fue recibido con silencio.

“Te preocupas por ella. Te haces el tranquilo, pero sé que estás aterrorizado.”


Theodore dio un solo paso hacia él.

“Ella significa mucho para ti, ¿verdad? Mucho más que el hermano al que aborreces y las hermanas a las que echaste. La aprecias y la quieres a tu lado. Lo comprendo perfectamente. Te conozco, te he observado durante mucho tiempo.”

Un paso más. Theodore se estaba acercando más de lo que su hermano le había permitido nunca.

“Y ahora mismo, la vida de la mujer que tanto te importa está en mis manos. Estás muy preocupado, ¿verdad? Debes estar en ascuas. El hecho de que hayas venido aquí tan tarde por la noche sin escolta es prueba de ello.”

Su visión vacilaba. Se sintió casi mareado mientras se colocaba junto a su hermano, con la voz elevada hasta el chillido.

“¡Vamos, di algo ya! ¡Admite que he ganado esta ronda! Di ‘bien jugado, Theodore’ y dame tu título.” Theodore se golpeó el pecho con una mano. “¡Eso es todo lo que necesito! ¡Dame esto y seré feliz el resto de mi vida!”

Se hizo un largo silencio entre ellos. Entonces su hermano finalmente dijo: “Theodore.”

Theodore se alegró mucho de oír a su hermano pronunciar su nombre, pero en su rostro no había nada. Ni furia ni desprecio, ni siquiera una leve antipatía.

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¿Por qué no?

Arnold sonrió despacio, sin prisa, como si tuviera todo el tiempo del mundo. Desde luego, no como si se sintiera amenazado. “Muy bien, de momento te seguiré el juego. Afirmas que la has encerrado en algún sitio. Dome, ¿es una prisión?”

“¿Qué?” Espetó Theodore, molesto. No era tan estúpido; no la había metido en un lugar tan mundano como una prisión. Las prisiones de la ciudad estaban bajo la jurisdicción de los caballeros; seguramente Arnold las habría registrado todas.

Su hermano ya sabía la respuesta, así que ¿por qué se molestaba en preguntar? Theodore respondió sarcásticamente: “La metí en una habitación estrecha y sucia. No se escapará. Es básicamente una celda aislada, cerrada por fuera.”

“Vaya, así que la encerraste.” Dijo Arnold. “¿Qué más?”

“Destiné a unos rufianes para vigilarla. Están armados. Su habitación está en lo alto, así que no puede saltar por la ventana. Si intenta gritar pidiendo ayuda, los guardias la silenciarán en un instante.”

“Oh, ¿hay incluso una ventana?”

El tono plano de Arnold no hizo más que irritar aún más a Theodore. “¿Has oído una palabra de lo que he dicho? Es imposible que salte desde una ventana tan alta.”

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“¿Eso es lo que piensas?”

“Sí, tal cual. E incluso si de alguna manera se las arreglara para salir, mis guardias la capturarán.” No podía creer que tuviera que explicar esto; era tan obvio. Sin embargo, su hermano no dio muestras de perder la compostura.

“Normalmente, estaría de acuerdo contigo.”

¿De qué demonios estaba hablando? La irritación de Theodore empezaba a convertirse en ansiedad. ¿Y si había cometido un error de cálculo al elegirla como rehén?

No puede ser. No puede ser.

Theodore sabía que había interpretado correctamente los sentimientos de su hermano. Rishe le importaba de verdad, se le notaba en los ojos cuando la miraba. Entonces, ¿por qué no estaba enfadado?

¿Por qué no miraba a Theodore con odio y le lanzaba palabras mordaces?

“Tal vez… le corte un dedo.” Reflexionó Theodore. “Para demostrarte que voy en serio. No es demasiado tarde para eso. Los guardias le harán daño cuando yo lo ordene, te lo prometo.”

“Mi tonto hermanito.” Arnold sonrió con desdén.

Theodore acababa de lanzar todo lo que podía para hacer reaccionar a Arnold, pero esto no era lo que quería. Su hermano lo miraba con desprecio compasivo por su estupidez, no porque la captura de su novia lo hubiera dejado indefenso.

“Ya perdiste, Theodore. En el momento en que pensaste que la habías capturado, ya habías perdido.”

“¿Qué?”

Arnold miró hacia la puerta. “¿Ves? Ha decidido unirse a nosotros.”

“¿Qué demonios te pasa? Estás siendo absolutamente ridículo…”

La puerta se abrió de golpe. Theodore lanzó un grito. La puerta estaba cerrada. Estaba seguro. Sin embargo, estaba abierta.

“No. No, eso es imposible.”

En el umbral había una muchacha con el cabello de color coral. Llevaba un puñal en la mano y estaba extendiendo las faldas raídas de su vestido.

La prometida de su hermano —la bella Rishe— lo miró, sonrió y se acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja. “Buenas noches, Príncipe Theodore. Vengo a arreglar esto.”

Theodore se encogió hacia atrás. “¡Esto no puede estar pasando!”

¡¿No me digas que Elsie se conmovió por su amabilidad?! Pero eso sigue sin tener sentido. Puse a Hugo y a sus hombres en la puerta.

¡Nunca me traicionarían, ni permitirían que Elsie lo hiciera!

Rishe ignoró su chisporroteo, su mirada se desvió hacia la derecha. “Príncipe Arnold.”

La forma en que pronunció su nombre fue casi incómoda. Una expresión furtiva. Theodore sabía que no se habían visto desde aquella noche en la capilla. No sabía qué había pasado entre ellos, pero Arnold la miraba con frialdad.

“Siento que el idiota de mi hermano te arruinara la noche.” Dijo. “Oh, está bien.”

“Theodore me estaba hablando de la habitación donde te encerró.

¿Saltaste por la ventana? ¿O simplemente hiciste un agujero en la pared?”

“¡No tengo ni idea de lo que quieres decir! Salí por la puerta como haría cualquier persona normal.”

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Arnold se rio. “Saliste como ‘cualquier persona normal’ saldría de una celda cerrada y vigilada por guardias armados.”

Rishe parecía preocupada, pero menos nerviosa que antes. Nada de eso le importaba a Theodore.

“¡¿Quién demonios eres?!” Apretó los puños. “¿Cómo has llegado hasta aquí? ¡¿Cómo escapaste?!”

“Príncipe Theodo—”

“Alguien debe haberme traicionado. Es la única explicación. ¿Qué sentido tenía hacer todo eso si…?”

“Su Alteza. Con el debido respeto, me gustaría ofrecerle un consejo.” El rostro de Rishe se había enfriado.

Theodore se estremeció ante su intensidad. No podía evitarlo, aunque sólo fuera una noble ignorante de su misma edad. “¿Un consejo?”

“En primer lugar.” Rishe levantó un dedo. “No pierdas de vista a un prisionero de guerra. No debes dejarlo solo, ni siquiera en una habitación cerrada. Si no puedes estar allí tú mismo, pon guardias dentro de la habitación con el cautivo. Al menos dos.”

“¿De qué estás hablando? ¿Prisionero de guerra?” Soltó. Una noble normal nunca diría algo así. No podía creer lo que estaba oyendo.

“Segundo.” Rishe levantó otro dedo. “Siempre registra a tu cautivo en busca de armas más de una vez. Si haces que un subordinado cachee a un prisionero, tú mismo debes hacer la última comprobación.”

Rishe avanzó hacia él, indiferente, apiñando a Theodore contra la pared. Pasó la daga de una mano a otra. ¿De dónde la había sacado?

“Honestamente, no deberías dejarlos vestidos, desnúdalos por completo. Así no podrán esconder armas o herramientas que les ayuden a escapar. Esto es especialmente importante si el prisionero es una mujer. Si está indecente, sentirá que no puede huir y tendrá miedo de intentarlo.” Las palabras salieron de sus rojos labios con aire despreocupado, como si se tratara de algo de sentido común.

Luego levantó tres dedos. “El tercero. Te olvidaste de atarme las manos y los pies. Cuando ates a un prisionero, asegúrate de que lleve esposas y de que la base de los pulgares esté atada con una cuerda resistente. En cuanto a los tobillos, imagino que no hace falta decirlo, pero es mejor atarlos a una columna o a una cama, algo sólido.”

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Sus ojos de largas pestañas atravesaron a Theodore. Su cara era tan bonita como la de una muñeca, pero estaba llena de algo feroz y temible. No podía apartar la mirada.

“Pero incluso con todo eso, sigue siendo a medias. ¿Sabes cuál es la mejor manera de asegurar que alguien no pueda huir?” Rishe se inclinó.

“¿Cómo?

“Les rompes los brazos y las piernas.”

Theodore tragó saliva. ¿Hablaba en serio? Su espalda se pegó a la pared, Rishe se inclinó hacia él y le dijo con toda naturalidad: “Esas tres acciones son algo seguro. Huesos rotos, ataduras seguras, todo confiscado. Y pon siempre guardias en grupo. Es la única forma de garantizar que el prisionero no se escape. O… probablemente no lo hará. Tienes que prepararte para cualquier eventualidad.”

¡¿Qué demonios le pasa a esta chica?!

Theodore reconoció su mirada. Nunca la olvidaría. La había visto en los ojos de los soldados heridos cuando los había tratado en el frente.

“Los enemigos huidos tendrán información sobre tu posición y la composición de tu ejército. Te pondrán en peligro a ti y a tus aliados. Civiles. Siempre debes hacer lo necesario para que un cautivo no se te escape.”

Oh, espera. Me equivoqué.

Tenía los ojos de un soldado en el campo de batalla, espada en mano. Justo cuando estaba seguro de ello, Rishe afirmó: “Eso es lo que se requiere cuando se captura a un enemigo.”

Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Theodore.

Rishe, que no tenía ni idea de lo que le estaba haciendo, sonrió tímidamente. “Al menos, así lo aprendí de un libro. Fuiste demasiado suave conmigo, teniendo en cuenta que intentabas amenazar a Arnold con mi bienestar. Incluso les dijiste que no fueran duros conmigo.”


“¿Cómo…?”

“Lo sé, lo sé, estoy hablando demasiado. Pero aún no te he dicho lo más importante. Mantendré en secreto cómo escapé… ¡oh!”

Una gran mano agarró a Rishe por el hombro, tirando de ella hacia atrás. Detrás de ella estaba el hermano de Theodore, con cara de consternación.

Rishe le miró. “¿Su Alteza?”

“¿Por qué le das a la persona que te capturó un método impecable para mantener a alguien sujeto?” Preguntó Arnold mientras colocaba su chaqueta sobre los hombros de Rishe.

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