Loop 7-kaime no Akuyaku (NL)

Volumen 1

Capitulo 3: Eres Una Tonta

Parte 5

Rishe regresó a su balcón con la cuerda de sábanas que había dejado colgando en el patio, subiéndose a pulso. La posada estaba a sólo diez minutos del palacio, pero escabullirse había sido una odisea. Se movió silenciosamente por la piedra para ocultar sus pasos a los guardias apostados en la puerta.

Parece que no me echaron de menos. Por la mañana, tendré que esconderme bajo las cortinas de la cama hasta que Elsie me traiga agua caliente. Tengo que devolver el color normal a mi cabello antes de que alguien empiece a hacer preguntas.

Rishe abrió de un empujón la puerta de cristal de sus aposentos.

Jadeó.

Arnold se sentó en la única silla de la habitación, con las piernas cruzadas. “Llegas tarde.”

“¿Qué haces aquí?”

Rishe no le había visto desde la fiesta de hacía unas noches. Aún no tenía sus propios aposentos en el palacio independiente, y había oído que seguía inmerso en una montaña de trabajo. Que Rishe supiera, sólo había estado aquí una vez. ¿Por qué su segunda visita tuvo que ser la noche en que ella se escabulló?

“Hoy te has reunido con el mercader de la Compañía Comercial Aria, ¿no?” Preguntó Arnold. La miraba con la barbilla apoyada en el puño, como de costumbre.

La lámpara junto a la cama parpadeaba, con las llamas entrecortadas. La habitación estaba demasiado oscura para leer su expresión.

“Esperaba saber qué pretendías comprar, pero no he sabido nada de ti en todo el día. Pedí un informe a tus guardias y me dijeron que el mercader rechazó tu contrato.” Arnold se levantó y dio un solo paso hacia ella. “Curioso que rechace a una futura emperatriz.”

Presintiendo el peligro, Rishe retrocedió un paso por reflejo, a pesar de saber que detrás de ella no había nada más que la pared. Unos pasos más y estaría acorralada.

“Cuando señalaste a la Compañía Comercial Aria, supuse que ya tenías una relación con ellos. Después de todo, mi prometida no parece el tipo de mujer que elige socios comerciales imprudentemente.”

El cuello abotonado de Arnold estaba desabrochado, lo bastante suelto como para dejar al descubierto sus clavículas. Cabría esperar que eso lo hiciera parecer vulnerable, pero era todo lo contrario. La luz de la luna brillaba sobre su cuello lleno de cicatrices y sus rasgos marmóreos. Parecía divertido en apariencia, pero algo salvaje acechaba en sus ojos. Rishe pensó de nuevo en un lobo.

“Tenía curiosidad. Me tomé un descanso para verte, pero incluso desde fuera pude ver que tus aposentos estaban vacíos.”

Cuando Arnold la mató, estaban a esta distancia. ¿Era el pasado?

¿El futuro? En cualquier caso, su corazón se aceleró. La tensión tensó el espacio entre sus hombros.

Sin embargo, esta vez el aura de amenaza era diferente. Rishe no pudo darle un nombre.

“Te dije que vivieras como quisieras. Enfadarse sería ilógico.

Despedí a tus guardias y decidí esperar pacientemente tu regreso.” “Su Alteza…”

“Qué interesante.” Arnold apretó las manos contra la pared, atrapando a Rishe entre sus brazos. Sonrió como un lobo. “Supongo que incluso una mujer como tú teme a un hombre a altas horas de la noche, sola en su habitación.”

Rishe respiró hondo, aturdida por el comentario. Entonces se dio cuenta de que estaba enfadada consigo misma, no con él. No debería haberle dejado leer el miedo en sus ojos. Además, había cometido un error táctico.

“Lo siento.” Dijo de corazón.

La sonrisa retorcida desapareció de la cara de Arnold. La miró en silencio.

“No estaba pensando. No consideré cómo tener a tu prometida arrastrándose por la ciudad de noche podría dañar tu reputación.”

Los errores de Rishe siempre habían sido suyos. Pero esto era diferente. Incluso si realmente había sido una rehén, con toda esta farsa sólo por la forma, se había olvidado de que estaba a punto de convertirse en la esposa de alguien. Estaba dispuesta a asumir un escándalo si la descubrían, pero no era su decisión.

Arnold dijo: “No es por eso que estoy molesto.”

Rishe había estado evitando su mirada, pero esto la sobresaltó y le devolvió la mirada.

“Dudo que nadie en la ciudad te reconozca. Sólo te han visto una vez, y desde dentro de un carruaje. Y además te has teñido el cabello. Sería una cosa si realmente creyera que pretendes ponerme los cuernos, pero imagino que saliste a negociar con la Compañía Comercial Aria.”

“Es usted muy amable, Su Alteza.”

Arnold frunció el ceño. “En fin, eso no es lo que ocupa mi mente.” “¿Entonces qué es, Su Alteza?”

“¿Estás herida?”

La pregunta la tomó por sorpresa. ¿Por qué iba a preguntar eso? “No, estoy bien.”

“No te mezclaste en un crimen, ¿verdad?” Rishe protestó. “¡No!”

Arnold soltó el aliento. “La próxima vez que quieras salir al amparo de la noche, llévame contigo. ¿Entendido?”

“Espera, ¿hablas en serio?”

Arnold retiró las manos de la pared, soltando a Rishe. “¿No recuerdas lo que te dije? Una vez que estemos casados, podrás hacer lo que quieras. Y yo te ayudaré a hacerlo.”

Rishe negó con la cabeza. “No podría someterte a mis caprichos.

No te preocupes, seré más prudente a partir de ahora.”

“Dije que podías hacer lo que quisieras, pero no quiero que te pongas en peligro.”

“¿Oh?” La voz de Rishe salió un poco ronca. “Me mimas demasiado.” No sabía qué pensar, porque no tenía ni idea de por qué lo hacía.

“Ya te conozco lo suficiente como para confiar en que, si te confino en los terrenos del palacio, te lo tomarás como un desafío.” Arnold volvió a sentarse, recuperando su habitual sonrisa tranquila. “Me doy cuenta de que si no quiero que te vayas con el viento, tendré que atar algunos cabos.”

Rishe sintió que las fuerzas se le iban de repente. Se sentó en el borde de la cama. “¿Soy tan predecible?”

“Al contrario, no puedo predecirte en absoluto.”

“A los dos les encanta esto, ¿verdad? A ti y al Sr. Tully.” Rishe apretó el puño, más molesta de lo que creía por haber sido descubierta no por uno, sino por dos hombres en el mismo día.

Como siempre, no puedo adivinar sus motivos. Pero para que Arnold Hein me dejara atropellar su nombre y su reputación, debía de haber algo. Necesitaba aprovecharse mejor de su laxa supervisión, pero no podía evitar que le asaltara un sentimiento de culpa. Quería evitar una guerra, pero no quería hacerlo a costa de ser una mala esposa.

Pero si Arnold respondía a su voluntariedad ofreciéndole más

privilegios y no menos, bueno, eso era asunto suyo.

“Sr. Tully, ¿ese era su nombre?” Continuó Arnold. “Dime, ¿qué pasó entre usted y la Compañía Comercial Aria?

Rishe sintió que el cansancio le quemaba las extremidades. “Su Alteza, ¿puedo preguntarle algo completamente ajeno a esta discusión?”

“¿Sí?”

“… ¿Tienes hambre?”

Arnold parpadeó, desconcertado.

***

Rishe estaba en la pequeña cocina del palacio, picando las hierbas que los caballeros le habían traído de su patrulla matutina por el perímetro de la ciudad. No tardó mucho en reunir las hierbas en la tabla de cortar y echarlas en la olla junto con las cebollas, el tocino y otras delicias. Lo dejó cocer a fuego lento y el aroma inundó la cocina.

Era un espacio pequeño, que sólo se utilizaba para preparar el desayuno y, por lo tanto, estaba completamente desierto por la noche. “Umm…” Rishe miró por encima del hombro. “¿Estás seguro de que no quieres esperar en mis aposentos?”

Arnold se sentó en una silla de madera en el rincón, apoyado en la mesa desnuda a su lado con la cabeza en la mano mientras miraba a Rishe hacer la sopa. “No, estoy bien aquí.”

“Si tú lo dices.” Esto no podía ser excitante, ¿verdad? También se había quedado sentado mirando como ella atacaba su cabello teñido con agua caliente y una toalla.

Tal vez le guste observar a la gente, pensó mientras removía la sopa. Al darse cuenta de que estaba lista, sirvió un poco en un plato pequeño y la probó.

Tras un momento de silencio, añadió sal.

Volvió a remover y probó. Cerró los ojos y vertió un poco de agua, añadiendo pimienta una vez volvió a hervir. Luego, algunas hierbas picadas más, por si acaso, antes de volver a probarlo. El sabor la hizo volver rápidamente en sí.

¡¿Qué he hecho?!

Se arrepintió. Qué terrible decisión, tomada por puro agotamiento: invitar al príncipe heredero a una cocina tan tarde y luego prepararle sopa.

“¿Su Alteza?” Rishe pasó el tazón de sopa de mano en mano. “Voy a pedir disculpas por adelantado.”

“¿Por adelantado? ¿Volverás a deambular por la ciudad en mitad de la noche?”

“Bueno, sí, también me disculparé por eso. Es que… debería haberlo pensado mejor, así que me siento muy mal por ello, pero…” Respiró hondo para prepararse para la confesión.

Admitir debilidad ante un antiguo enemigo era difícil, por no decir embarazoso. De hecho, sólo lo hacía para evitar males mayores en el futuro. Luchó por encontrar las palabras adecuadas. Finalmente, consiguió mirar a Arnold a los ojos y soltó un estrangulado: “¡Soy mala cocinando!”

“¿Oh?” Una mirada fugaz pasó por su rostro, una que Rishe nunca había visto antes. Desapareció demasiado rápido para que ella pudiera adivinar su significado. “¿Es así?”

“Te invité aquí por hambre y cansancio, y he hecho un gran desastre. No debería haberte ofrecido comer. Lo siento mucho.”

“Bueno, admito que estaba un poco confundido.” Dijo Arnold. “No conozco a ninguna noble que sepa cocinar.”

“Me parece justo…” Rishe se interrumpió.

En sus vidas anteriores, comía sobre todo para mantenerse con vida. Prefería la comida con buen sabor, por supuesto, pero prefería el tiempo para dormir al tiempo dedicado a preparar una buena comida. En su última vida como caballero, como mucho hervía una patata y le echaba sal. Fácil.

De su época de boticaria, Rishe sabía que preparar medicinas y cocinar no eran tan diferentes: bastaba con añadir los ingredientes adecuados en las cantidades correctas, picándolos e hirviéndolos en una olla en lugar de en un vaso de precipitados. Por otro lado, cocinar era intrínsecamente diferente: uno quería que supiera bien y, para ello, necesitaba saber cómo combinar los sabores y los métodos para realzarlos.

No le habría importado ser la única en comer esta sopa. Había llegado tan lejos haciendo esta comida, pero se sentía demasiado avergonzada para dársela a Arnold. “Tomó tanto tiempo, y créeme que no va a saber bien.”

Arnold no dijo nada.

“Iré a buscarte algo más comestible a las cocinas principales, espera un poco más. Entonces podremos hablar de la Compañía…”

Antes de que pudiera terminar, Arnold se levantó, tomó el plato de Rishe y probó la sopa con un solo movimiento.

“¡Eh!” La sorpresa de Rishe retrasó momentáneamente su velocidad de reacción.

Ignorando su consternación, Arnold dijo: “Esto está bastante bien.” Ella le miró boquiabierta. “¡¿Qué?!”

Arnold se terminó el resto del plato. “Estoy bien con esta sopa.”

“¡Estás mintiendo! ¡No te creo!” Rishe volvió a probar la sopa. Sabía… mal. Ciertamente no era digna de elogio, y definitivamente no era algo para servir a un príncipe—o a cualquier otra persona, para el caso.

¿Por qué fingiría que le gusta?

Un recuerdo le vino a la cabeza. Arnold, de pie en el balcón y bebiendo el vino manchado de pimiento. Sólo era picante, pero no muy bebible.

¿Le pasa algo a sus papilas gustativas?

“Hey, estás pensando algo poco halagador de mí.” Hizo un mohín. “Me doy cuenta.”

Rishe, con un ramalazo de vergüenza, se dio cuenta de que Arnold intentaba ser amable. Dudó un instante.

“Gracias.” Dijo ella, más bien sin sentido.

“Me tienes hambriento. Vamos a sacar los platos.”

Moviéndose automáticamente, Rishe puso rápidamente la mesa. Después de eso, no había nada más que hacer que cenar la… sopa única.

Normalmente, Rishe comía sola. Nunca había comido con Arnold, ni siquiera durante el viaje. Siempre estaba ocupado con algo, ya fuera papeleo o dirigiendo a los caballeros. Esta escena adquirió un sentido de irrealidad, comiendo sopa de mal sabor con un príncipe en medio de la noche.

Charlaron un poco mientras comían. Cuando terminaron, Rishe se sintió lo bastante recuperada como para hablar por fin de la situación, de la razón por la que Arnold había venido. A pesar de ello, antes insistió en fregar los platos.

“Básicamente, necesito que acepten mis ‘órdenes irrazonables’ y, para ello, debo sacarles un beneficio.” Una explicación bastante vaga de su plan, pero seguramente era mejor que una larga y aburrida. Arnold frunció el ceño, así que añadió: “La Compañía Comercial Aria quiere expandir su influencia por todo el mundo y convertirse en una empresa líder. Predigo que adquirirán bienes únicos, inalcanzables de otro modo, a medida que amplíen sus rutas comerciales.”

“Su trayectoria en los dos últimos años lo avala, o eso he oído.” Coincidió Arnold.

“Quiero su cooperación. Por eso me puse en contacto con ellos, pero declinaron mi negocio porque mis objetivos son opacos. Por lo tanto, yo… sugerí términos diferentes.”

“¿Cuáles son?” Preguntó Arnold con cierta inquietud.

“Tengo una semana para llevarle al Sr. Tully una idea de negocio que sea popular en la capital imperial. Si puedo cumplir con sus normas, me hará socio comercial.”

Al oír esta explicación sin ambages, Arnold se sumió en el silencio.

Sin duda quería una historia más sólida, pero al igual que con Tully, Rishe no podía contárselo todo. Arnold era el que iba a empezar la guerra que ella quería evitar; no podía permitirse que descubriera sus motivos.

Ella se preparó para su respuesta, pero todo lo que dijo fue: “Bien.” “¿Eh?” Soltó ella, mirándole fijamente.

“Dije que bien. Entiendo tus objetivos.”

Rishe no sabía qué decir. “¿No vas a preguntarme cuáles son mis planes para la Compañía Comercial Aria?”

“Sugeriste estos otros términos en su lugar porque estás ocultando algo, ¿verdad? Y dudo que quieras decírmelo.”

“Bueno, tienes razón.”

“No me lo dirás, así que ¿para qué molestarse en preguntar? Más apremiante aún, ¿qué trato piensas ofrecerle?”

Había tocado un punto sensible. Rishe agachó la cabeza. “Tengo algunas ideas, pero nada infalible. No conozco la zona ni la base de consumidores. No llevo aquí el tiempo suficiente para saber qué es popular.”

Ese tipo de investigación llevaba tiempo, y Tully lo sabía tan bien como ella. De ahí el corto plazo.

“En otras palabras, esto te causará dificultades.”

“Sí.”

“Hmm.” Su tono contenía algo que ella no podía entender, y miró hacia él para encontrarlo sonriendo socarronamente. “Estoy deseando ver cómo se desarrolla esto.”

Lo sabía. Rishe no podía ver a través de las verdaderas intenciones de Arnold, pero estaba empezando a notar un patrón. Seguía teniendo buen aspecto incluso cuando sonreía con arrogancia, el muy cabrón.

Rishe se revolvió molesta mientras Arnold se levantaba de su asiento. “Como te he dicho antes, eres libre de hacer lo que quieras. Yo me retiraré al palacio principal.”

“Muy bien. Buenas noches.”

En la puerta, miró hacia atrás. “Rishe, ¿has conocido ya a mi hermano?”

“¿Tu hermano?” Era la primera vez que oía hablar de él. “No, no creo que haya hecho. Bueno, supongo que es posible, ya que no sé cómo es.”

“Bien.” Arnold dudó. “Si se te acerca, te pido que evites hablarle como puedas.”

“Su nombre es Theodore, ¿verdad? ¿Puedo preguntar por qué no debo hablar con él?” No era precisamente una forma amistosa de actuar con un futuro cuñado.

“Es mejor que no lo sepas.”

Rishe se quedó callado un momento. “Si eso es lo que quieres.”

Arnold se marchó, cerrando la puerta tras de sí.