Loop 7-kaime no Akuyaku (NL)

Volumen 1

Capitulo 2: Tengo Planes Para Usted, Hermana

Parte 6

Rishe se retiró al balcón vacío para disfrutar de la música, haciendo muecas con cada trago de vino. Lo bebió a sorbos decrecientes hasta que Arnold se unió a ella.

“¿Por qué pones esa cara?”

Rishe agitó el vaso. “No te preocupes, no eres tú. Es sólo que este vino es muy picante.”

“¿Picante? ¿El vino lo es?”

“Mm. Está sazonado con pimiento. Apenas pude tragar el primer sorbo sin atragantarme.”

Arnold le arrebató el vaso de la mano. “¡No me digas que fue un intento de envenenamiento!”

Rishe chasqueó la lengua, molesta por su propia falta de vigilancia.

Nadie más sería capaz de arrebatarle algo tan fácilmente.

Arnold miró el vino. “No hace falta que te bebas esto. Me desharé de él.”

“¡Hey, devuélveme eso! Arruinaron un vaso de vino perfectamente bueno por mi culpa. No voy a desperdiciarlo.” Lo tomó y bebió otro sorbo, estremeciéndose por el sabor.

Arnold frunció el ceño. “Dime quién hizo esto. Haré que lo ejecuten.”

“No seas ridículo. No matas a la gente como esa, la utilizas.” Sólo quedaba un poco de vino, pero cada vez era más difícil obligarse a beberlo. Le echó una mirada de reproche al vaso y volvió a mirar a Arnold. “Ah, y te debo una disculpa.”

“¿En serio?”

“Usé tu nombre para defenderme.” Las chicas sólo se habían echado atrás cuando ella amenazó con informar a Arnold. Rishe encontraba ese tipo de cosas poco elegantes en extremo, y estaba avergonzada.

Arnold suspiró ante la reverencia de disculpa de Rishe. “No hay nada malo en que una esposa invoque el nombre de su marido.”

Rishe dudó. “Aún no estamos casados.”

“Es una formalidad. Si me lo preguntas ya es un hecho.” “Ya… veo.”

Aprovechó su distracción para devolverle el vaso. En lugar de tirarlo, Arnold se lo bebió de un trago.

“Mierda, si qué pica.” Refunfuñó.

“¡Te lo dije!” Estalló Rishe. “¿Estás bien? Deja que te traiga agua.”

“Estoy bien. Pero ahora has cumplido con tu obligación con el vino,

¿no?”

Rishe no sabía qué decir. La había ayudado, no tomando las riendas, sino siguiéndola. Sin reprenderla ni decirle que era una tonta. Sin poner los ojos en blanco y despreciar sus deseos.

“Gracias.” Dijo Rishe con rigidez, lo que le hizo reír.

“¿En qué estabas pensando cuando bailábamos?” Preguntó. “¿Qué quieres decir?”

“Estabas pensando en otra persona, ¿verdad? ¿En quién?”

Rishe no conocía una forma delicada de decir: Estaba pensando en una versión futura de ti que conocí en otra vida.

“¿Hmm?” Su tono era extrañamente ligero, incluso burlón. Pero el brillo de sus ojos de cazador le decía que no se escaparía tan fácilmente.

Obviamente, Rishe no podía darle una respuesta sincera. “No estaba pensando en nadie más. Estaba preocupada por ti.”

“¿Por qué?”

Esto era lo más cerca que podía estar de la verdad. “¿Te hirieron aquí?” Se acarició su propio hombro izquierdo con el índice.

Arnold se quedó en silencio. Su hombro izquierdo reaccionaba un poco más despacio que el derecho: si el derecho estaba a cien, el izquierdo estaba a noventa y ocho. Apenas se notaba, pero Rishe se había dado cuenta. Era diestro y ella no lo habría notado si hubieran bailado normalmente.

Eso, y si no hubiera sido por los recuerdos de su vida pasada.

Rishe sólo había conseguido infligirle una herida. Un instante, un momento de vacilación en el que ella vio su oportunidad y lanzó un tajo a la izquierda. Por supuesto, él se encogió de hombros y la atravesó sin esfuerzo.

“Je.” Arnold rompió por fin su silencio con una risa macabra. Sus ojos le provocaron escalofríos, fríos y hechizantes. En lugar de responder, se llevó la mano al cuello, desabrochó el broche con un chasquido y se abrió la chaqueta de un brusco tirón.

Oh, vaya.

Rishe respiró hondo. Tenía una gran cicatriz grabada en la nuca, lo bastante baja como para que la ropa la ocultara. Parecía tener varios años. “Es una vieja herida. Continúa hasta la parte superior de mi hombro y tensa la piel.”

“Qué horror.” Rishe no pudo evitar estirar la mano para tocarle cautelosamente la nuca.

Arnold aceptó su contacto sin decir palabra. Casi esperaba que la apartara de un manotazo.

Sus dedos trazaron lentamente su forma. Podía sentir la piel áspera a través de los guantes.

Debe haber recibido esto hace más de una década. Alguien lo apuñaló, y no sólo una o dos veces. Deben haberlo hecho una y otra vez para hacer este patrón de cicatriz.

Su formación médica la hizo estremecerse ante la imagen de un Arnold de nueve años ceniciento y tembloroso por la pérdida de sangre. El hecho de que sobreviviera y conservara el uso del brazo era increíble. Y luego, para blandir una espada con tanta destreza, su sufrimiento debió de ser inmenso.

“Sólo unos pocos conocen esta lesión. Eres la primera persona que se da cuenta por sí misma.”

“¿Cómo sucedió?”

Volvió a esbozar una sombría sonrisa mientras miraba a Rishe. Con la luna colgando a sus espaldas, era tan opaco como siempre, pero Rishe comprendió el sentimiento.

No debería entrometerme.

Rishe apartó la mano y desapareció aquella sonrisa siniestra que le producía escalofríos. Arnold volvió a colocarse la chaqueta en su sitio, abrochándosela por el cuello.

Alguien intentó matar a Arnold Hein hace unos diez años. Pero,

¿quién y por qué? Rishe bajó los ojos mientras rumiaba. Los beneficiarios más obvios de un príncipe heredero muerto serían los herederos potenciales y sus leales. Creo que Arnold tiene un hermano menor, pero aún no lo conozco.

Raro. Rishe podría ser una rehén, pero ¿no debería conocer a sus futuros parientes? Tal vez fuera cosa de Arnold y no la voluntad de la propia familia imperial. No parecía querer involucrarla en nada a menos que fuera absolutamente necesario; después de todo, no le había hablado de ese baile.

Rishe le miró. “Su Alteza, ¿puedo seleccionar a mis doncellas en algún momento de los próximos días?”

“Muy bien. Le diré a Oliver que haga de eso una prioridad.”

“Ah, puedo hacer la selección personalmente. No necesitamos molestarlo.”

Arnold arqueó una ceja divertido. Había desaparecido aquella sonrisa inquietante, sustituida por su desenfado. “¿Qué planeas esta vez?”

“Oh, nada importante.” Dijo Rishe. Recogió su vaso vacío. “Sólo me preocupan las condiciones de trabajo de los sirvientes.”

Para proteger su vida y su bienestar, necesitaba evitar volver a morir a los veinte años. Y para ello, tenía que impedir la guerra de Arnold Hein. Su mejor apuesta sería apelar a las personas importantes que había conocido en sus vidas pasadas. Gente con influencia.

Además, había una montaña de cosas que tenía que hacer para preparar la ceremonia matrimonial.

Necesito sembrar una parcela de tierra, cultivar hierbas, hacer muchas compras, conseguir alcohol barato, y luego…

Rishe comenzó una lista de tareas que no tenía nada que ver con la guerra en lo más mínimo.

***

Cuando el baile tocaba a su fin, un muchacho solitario se encontraba en el sombrío patio del palacio imperial. Tenía un suave cabello negro y unos redondos ojos azules. No mayor de dieciséis años, tenía una gracia andrógina y la mirada fija en el balcón.

Estaba observando a una chica.

Tenía el cabello de color coral, e incluso desde esta distancia, él podía decir que era hermosa. Estaba allí sola, aparentemente esperando a alguien. Quienquiera que fuese debió de aparecer, porque su mano resbaló de la barandilla y se apartó. Poco después, un hombre apareció en el lugar donde ella había estado.

El hombre dirigió una mirada silenciosa hacia el jardín, como si hubiera sabido que el chico había estado allí todo el tiempo, a pesar de las sombras.

Un escalofrío recorrió la espina dorsal del chico y sonrió por reflejo, deleitándose con la intensa aura de amenaza que desprendía el hombre. Al parecer, sólo era una advertencia, ya que el hombre giró bruscamente sobre sus talones y desapareció.

“Aww, ¿tampoco podemos jugar juntos?” El niño agachó la cabeza. “Te echo de menos, hermano.”

Tenía que ser la mujer. La belleza. Había convertido la vida del chico en un infierno desde el día en que llegó.

Su hermano le había prohibido asistir a bailes como éste. Estaba bien; prefería evitarlos por completo. Aun así, quería conocer a esa chica.

“Pero nos encontraremos pronto, ¿no?” Se habló a sí mismo con voz suave. “Tengo planes para usted, Hermana.”