Kajiya De Hajimeru (NL)

Tras matar al dragón, lo primero que teníamos que hacer era terminar nuestra misión original: la excavación.

El dragón se había comido gran parte de la piedra arco iris, pero pudimos recoger algunas con los martillos y cinceles que Krul nos había traído. Las piedras mantuvieron su iridiscencia durante una fracción de segundo antes de que, como era de esperar, toda su energía mágica se dispersara y sus colores se desvanecieran por completo.

Golpeé una de las piedras ahora grises. Gracias a los poderes que me habían concedido, era capaz de imbuir la piedra con un poco de magia en cada golpe. Sin embargo…

—Hmmm, esto no es bueno —murmuré.

Rike estaba a mi lado, observando atentamente mis movimientos.

—¿Estás seguro?

—Sí. No hay duda, puedo tejer magia en la piedra. ¿Ves? —golpeé la piedra varias veces más. La mancha adquirió un tenue brillo de arco iris, pero en el segundo siguiente, el color se apagó y desapareció—. Pero la magia se dispersa al instante.

—Ahora lo entiendo —Rike suspiró.

—Otra cosa —continué, desenterrando otro trozo de la piedra. Mientras aún brillaba y lucía el arco iris, la golpeé con el martillo. La piedra se desmoronó.

—Es demasiado frágil.

Todos los metales con los que había trabajado hasta ahora se habían vuelto más duros cuando los imbuía con magia. Incluso el acero no era una excepción. Sin embargo, la piedra arco iris se volvió más frágil con la magia, e incluso se sentía diferente cuando estaba recién sacada de la tierra. Debía de haber otras fuerzas en juego además de la simple dispersión de la magia.

—Eeerm, tienes razón. Esto no es utilizable —concedió Rike.

—Podría comportarse de otra manera si lo calentara primero y luego lo martillara, como hacemos con el acero, pero…

—¿Nos llevamos un poco a casa?

—Hmmm.

Me sentía en conflicto. Podría intentar calentarlo en la fragua. En el peor de los casos, aunque no sirviera para fabricar armas, tal vez se pudiera hacer joyería. Al menos podríamos guardar algunas para experimentar en mi tiempo libre.

—Muy bien, traigamos un poco —decidí—. Sólo lo suficiente para hacer un cuchillo.

El material para un cuchillo era aproximadamente la cantidad que ya habíamos extraído. Lo junté todo en una bolsa de cuero y lo eché en una bolsa que llevaba Krul.

Luego, estaba el asunto de los restos del dragón.

—¿Qué demonios? —exclamó Diana—. Se ha puesto a gelatinoso.

—Ahora mismo, cantidades masivas de magia están saliendo del dragón —explicó Lidy.

—¿En serio? ¿Deberíamos preocuparnos?

—La energía no se estancará aquí, así que todo irá bien —la tranquilizó Lidy—. La concentración es ligeramente más fuerte que alrededor de la forja. Se disipará en el ambiente.

—¿No es más densa la magia donde vivimos comparada con el resto del bosque?

—Así es.

—Entonces… ¿estás segura de que todo irá bien? —preguntó Diana dubitativa.

—Sí —confirmó Lidy.

Efectivamente, el cadáver del dragón había adquirido una consistencia gelatinosa. En los ambientes fantásticos, las escamas de dragón tenían fama de ser impenetrablemente duras, pero al parecer ese estereotipo no se cumplía en este mundo. La escama que Diana sostenía era ligeramente flexible y parecía un trozo de goma.

Les conté a los demás mi teoría:

—Debe de ser la magia la que proporciona a las escamas de dragón su durabilidad.

—Eso parece —respondió Lidy.

La magia era lo que sostenía el gigantesco cuerpo de un dragón. Lo más probable es que ayudara a la bestia a volar, a exhalar fuego e incluso a endurecer sus escamas.

Diana levantó la escama flexible.

—¿Podemos usar esto para algo?

Junto a Diana estaba Rike, a quien le brillaban los ojos.

Yo también recogí una escama.

—Hmmm.

Dadas mis pruebas con la piedra arco iris, apuesto a que cualquier magia que imbuya en aquella escama se dispersará de todos modos.

Martillé la escama experimentalmente para recargarla de magia. Esa magia se dispersó instantáneamente en el aire, y la escama ni siquiera se endureció.

Aunque calentara la escama, era poco probable que pudiera utilizarla. Como era materia orgánica, la escama era diferente de la piedra arco iris. No sabía si tenía la misma composición que los materiales orgánicos de mi mundo anterior, pero no parecía capaz de soportar grandes cantidades de calor sin el apoyo de la magia. Lo mismo ocurría con los ojos y los colmillos del dragón.

Tenía el presentimiento de que así era, ya que no recordaba haber oído hablar de armas o armaduras hechas con partes del cuerpo de dragones (aunque había tenido pocas oportunidades de oír tales rumores). Podría ser que nunca se hubiera fabricado nada parecido.

Aunque, otra cosa es que se me ocurra algún proceso para evitar que la magia se disperse fuera de un material…

—Parece difícil —concluí finalmente—. Pero, también parece inapropiado irse con las manos vacías. ¿Por qué no traemos algunas escamas y colmillos y algunas porciones de carne? No tenemos más opción que dejar el resto atrás.

—Es una pena —se lamentó Rike. Parecía realmente desconsolada por tener que dejarlo todo.

Me pregunté si estaba disgustada porque no podíamos recolectar más materiales para la herrería o si estaba pensando en la carne desperdiciada. Dejé la pregunta en el aire.

Desollar al dragón fue fácil—me preocupaba que sólo tuviera nervios y tendones, pero en realidad tenía carne roja y sin grasa en los huesos. La escasez de tendones se debía probablemente a que utilizaba magia para alimentar su cuerpo.

A diferencia de los jabalíes y ciervos que había visto una y otra vez, no sabía nada de los detalles de la anatomía de un dragón. Obviamente, no había traído ningún conocimiento previo de mi último mundo, y la información tampoco venía con los datos instalados.

No obstante, una vez había comido carne de cocodrilo, que sabía a pollo pero con una textura más firme y masticable. Si la carne de dragón era parecida, iba a ser una delicia.

Guardamos la carne en una bolsa que habíamos traído “por si cazábamos algo por el camino”. Por supuesto, por aquel entonces no habíamos previsto cazar ninguna presa de este tamaño. Guardamos los colmillos y las escamas en otra bolsa.

Cuando até la bolsa con la carne a Krul, Lucy se acercó a mí y me dio un zarpazo en la pierna.

Debía de estar pidiendo un bocadillo.

—¿Quieres un poco? —pregunté.

— ¡Yip! —ladró, moviendo la cola rítmicamente de izquierda a derecha.

Parece que sus ojos están puestos en la carne de dragón.

—¿Qué debo hacer…? —murmuré.

No quería darle de comer carne cruda—podría tener parásitos. Pero Lucy estaba expectante, con los ojos brillantes y la lengua fuera. ¿Cómo iba a frustrar sus esperanzas…?

Pero después de debatirlo, decidí que no podía darle la carne, ya que podría dañar su salud. Lucy se estremeció cuando se dio cuenta de que no le iba a dar de comer, y la culpa se apoderó de mi corazón.

¡Perdóname, mi niña preciosa! ¡Hago todo esto por tu bien!

—Te prometo que tendrás un poco después de que lo asemos —le dije.

Lucy ladró fuerte como si hubiera entendido.

— ¡Arf! Arf! —luego, muy animada, corrió detrás de la hermana mayor Krul, que ya se había puesto en marcha.

—Paremos aquí por hoy —sugirió Jolanda—. Si no recuerdo mal, hay un río por allí.

Con el Bosque Oscuro teñido de naranja, nos condujo a un pequeño claro. Allí acamparíamos esta noche.

—Suena como un plan —estuve de acuerdo—. ¿Por qué no levantamos el campamento?

Parecía que tendríamos que dividirnos en varios grupos para dormir, pero si montábamos la hoguera en el centro, quien estuviera de guardia podría vigilar a todos.

Era nuestra tercera noche durmiendo a la intemperie. Acostumbrados a la rutina, en un abrir y cerrar de ojos lo teníamos todo listo y la hoguera ardiendo con fuerza. El Bosque Oscuro había pasado gradualmente del naranja al color de su homónimo, pero el deslumbrante fuego iluminaba la oscuridad tenebrosa.

—Me pregunto cómo se estará cocinando la carne —reflexioné en voz alta.