Sekai Saikou no Ansatsusha (NL)

Volumen 7

Capítulo 8: El Asesino Se Convierte En Santo

Pasamos el resto del primer día de la celebración divirtiéndonos y riéndonos juntos como deben hacerlo los niños de nuestra edad. Por desgracia, el segundo día no tuve tiempo libre. La ceremonia de canonización no empezó hasta la noche, pero tuve que madrugar para asistir a una actividad tras otra, entre ellas purificarme con agua bendita, participar en un ritual para recibir la bendición de la diosa y escuchar un sermón sagrado. Era más que tedioso. Antes de darme cuenta, el sol se había puesto y faltaba una hora para la canonización.

Los últimos preparativos estaban en marcha. Un equipo de diáconos me arregló el pelo, me maquilló y me vistió con ropa muy formal. Los alumnos solían llevar el uniforme en ocasiones especiales, pero eso no iba a bastar para algo tan grande.

“Se supone que esta túnica está impregnada de la bendición de la diosa, pero debo decir que no la siento”, comenté.

“Lugh, ten cuidado. No puedes decir esas cosas”, reprendió Dia. Los diáconos parecían ofendidos.

Dia iba vestida apropiadamente para ser la asistente de un santo. Tampoco sentí el poder de la diosa en su ropa, pero la belleza mística de su atuendo le daba una fuerza propia. Combinaba a la perfección con los encantos de Dia.

“¿Fui la elección correcta para esto? Cuidarte es el trabajo de una sirvienta. Espero que Tarte no esté molesta”.

“Hablaré con ella más tarde”, le dije.

Sólo podía llevar a un asistente a la ceremonia de canonización. Dia fue mi elección inmediata.

“Siempre me eliges a mí cuando sólo puedes tener a uno. Me siento mal”. “Elegiré a Tarte la próxima vez, entonces.”

“Hrm, no creo que sea capaz de manejar eso”. Abracé a Dia en respuesta.

“Les he dicho a Tarte y a Maha que son las que más quiero. Ambas lo entienden y les parece bien. No es nada de lo que debas preocuparte”.

“Cierto. Sé que no estoy siendo justo. Me siento mal por haberme elegido, pero aun así no quiero renunciar al privilegio. Si alguna vez tienen problemas en el futuro, me ocuparé de ello entonces”.

No me pareció el mejor plan, pero supuse que serviría.

“Oh querido, ¿tienes que coquetear tan abiertamente? Siento que lo haces por despecho”.

Nevan y la Alam Karla entraron en la habitación. La Alam Karla estaba aquí para oficiarme, y Nevan estaba presente como su ayudante.

“Piensa lo que quieras”, respondí. “Estoy celoso”, admitió Nevan.

Ignoré sus burlas y le hice discretamente una señal encubierta. Era una señal que todos los nobles Alvanianos aprendían, igual que la que el duque Romalung había utilizado durante la reunión con los cardenales. Le dije que quería hablar a solas.

Respondió en señal de reconocimiento.

***

Después de escuchar una explicación de los procedimientos de la ceremonia de canonización, Nevan y yo encontramos un momento libre para escondernos detrás de un gran tesoro de la iglesia y una pila de cajas. Supuse que allí podríamos mantener una conversación privada.

Nevan sonrió. “¿Me estás invitando a una cita?”

“No es nada tan bonito… Quiero hablar de Naoise”, le dije. “¿Hizo algo otra vez ese desesperado hermanito mío?”

Hermanito, ¿eh? Así era realmente como Nevan pensaba de Naoise. Le hablé de su comportamiento de ayer.

“Tengo un mal presentimiento. Parecía extrañamente relajado… Me preocupa que vaya a meterse en algún problema serio. He asignado gente para vigilarlo, pero mi red de información es mejor para observar el panorama general que para perseguir a un individuo.”

“Esto es ciertamente preocupante. Muy bien, movilizaré al departamento de inteligencia de Romalung. Sin embargo, no esperes demasiado. Lo hemos estado vigilando desde que entró al servicio de ese demonio, pero se ha mostrado escurridizo. Posee algunas habilidades misteriosas que lo hacen difícil de seguir. Nuestros agentes de élite no pueden seguirle el ritmo”.

Si podía librarse de los agentes de élite de la Casa Romalung, no le quedaban muchas opciones.

“Yo mismo podría seguirle. Los únicos capaces serían…”

“Yo mismo, Padre, o Cian Tuatha Dé. Se requeriría una persona de esa habilidad”.

“Dudo que tú o el Duque Romalung tengáis tiempo”.

“Sí, ambos estamos ocupados con deberes que darán forma al futuro del reino”.

“Y en cuanto a mí…”

“Puedes olvidarte de eso. Vas a perder toda tu libertad una vez que te conviertas en santo”.

“Eso deja a papá”.

“Haré que la familia real envíe a la Casa Tuatha Dé el trabajo. ¿Estás seguro de que esto es lo que quieres?”

“¿Qué quieres decir?”

“Puedes estar enviando a tu padre a la muerte.”

Papá iba a seguir al peón de un demonio. Ninguno de mis agentes había muerto aún, pero eso era sólo porque Naoise podía deshacerse de ellos sin atacar. Papá seguiría el ritmo, obligando a Naoise a ponerse violento.

“El clan Tuatha Dé blande su espada por el Reino de Alvanian. Estamos preparados para dar nuestras vidas”.

“Sólo prométeme que no me culparás por lo que pase”.

Ese fue el final de nuestra conversación. Acababa de encargarle a papá la peligrosa tarea de perseguir a Naoise… Estaba preocupada, pero confiaba en que estaría bien. Sabía que pasara lo que pasara, él daría prioridad a volver con información. No moriría.

***

La emoción en la ceremonia de canonización fue intensa. La multitud parecía aún más agitada que en mi ejecución.

Salí al escenario entre vítores de júbilo y miradas envidiosas, vestida con las ropas supuestamente bendecidas por la diosa. Muchos de los asistentes se quedaron prendados de la hechizante belleza de Dia mientras me acompañaba. La experiencia contrastaba con los abucheos y las pedradas que me habían lanzado diez días antes.

La Alam Karla esperaba en el escenario. Sostenía lo que parecía un velo de novia. Huh, este es de verdad. Sentí el poder de la diosa en el velo. También proyectaba poder como el de un tesoro divino… Tal vez fuera eso.

Me arrodillé ante la Alam Karla.

“Lugh Tuatha Dé. Yo, la Alam Karla, la voz de la diosa, te reconozco como elegido por lo divino. Te concedo este velo como prueba”. La Alam Karla colocó el objeto sobre mi rostro. A mis espaldas estallaron vítores ensordecedores, creando una onda expansiva que hizo temblar el velo. “Ha nacido el octavo santo de la historia. Lugh Tuatha Dé nos salvará a todos expulsando la oscuridad de los demonios. ¡Uníos todos a mí en la oración!”

Los vítores cesaron de inmediato. Decenas de miles de personas cerraron la boca y los ojos. Fue un espectáculo extraño. Siempre había un porcentaje de personas en una multitud que hacía caso omiso de las órdenes de guardar silencio, pero no esta vez.

Sentí una oleada del poder de la diosa. ¿Es esta ceremonia algo más que una simple formalidad? Decenas de miles de plegarias se transmitieron a mí y se convirtieron en fuerza. Era una sensación embriagadora, como si hubiera bebido el mejor alcohol del mundo. Entonces, sin ninguna señal, todas las personas de la multitud terminaron, abriendo los ojos a la vez para mirarme.

“Lugh Tuatha Dé, levántate y habla”, ordenó la Alam Karla.

Me levanté y me di la vuelta. Las palabras salieron con naturalidad.

“He recibido tus muchas oraciones. Haré de ellas mi fuerza y alejaré la oscuridad”.

La multitud vitoreó más fuerte que antes y las pasiones se desataron.

Mis ojos se fijaron en una persona de las muchas presentes. Era Naoise. Me dedicó una sonrisa despreocupada, me saludó con la mano y se marchó. Era un comportamiento casual que había visto en él innumerables veces en clase, pero esta vez me pareció diferente. No sabía por qué, pero me daba la sensación de que no volvería a verle.