Mushoku Tensei: Isekai Ittara Honki Dasu (NL)

Volumen 23

Capítulo 9: Un Dios del Norte, un Mercenario, y Más…

Parte 2

 

 

Esta dinámica me trajo recuerdos, y con ellos, felicidad.

“Bueno, de cualquier forma, de seguro me sorprendiste. Ahora eres todo un adulto, a pesar de que antes eras solo un mocoso que no tenía idea de nada. Recuerdo la forma en que te ahogaste en alcohol en ese entonces, tanto que creí que terminarías muerto. Y tu cara estaba llena de lágrimas y mocos cuando te llevé a ese burdel.”

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Oye. No tenías que mencionar eso.

“¿De qué están hablando?” demandó Eris.

¿Ves? Sabía que ella no lo dejaría pasar.

“Ah, entonces es hora de una historia, ¿no?”

“Um, Soldat, tal vez deberíamos dejar esto de lado y—”

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“Claro, porqué no. No es como si te siguiera molestando lo que ocurrió hace todos esos años, ¿cierto? Toda esa saga fue un gran éxito con los otros miembros del grupo de mercenarios,” dijo Soldat.

Así que la historia de mi horrible fracaso es un gran éxito, ¿eh?

Eris frunció sus cejas, y el ceño en su rostro se profundizó. “¿Qué saga?”

“La de este amigo de aquí. Ni idea cómo lo llaman ahora, pero cuando él era un aventurero, se presentaba a sí mismo como Rudeus el Pantano. Él les sonreiría a todos, actuaría todo formal y sería súper educado. Todo eso con el objetivo de ser un aventurero de primera clase. Y no es una exageración. Él derrotó a un Wyrm Rojo rezagado por sí solo.”

Er, yo no me puse ese nombre. O me presenté de esa forma. Ni tampoco derroté a ese rezagado solo. Pero… supongo que esta clase de historias se benefician de un poco de exageración.

“Cuando él todavía estaba debatiendo cómo hacerse llamar—cuando nuestro Pantano seguía siendo solo un charquito—olviden ser una persona encantadora, él ni siquiera hablaba con los demás. Tampoco sonreía, casi como si hubiese perdido la habilidad para formar una cuando todavía estaba en la barriga de su mamá. Nah, lo que él tenía era esta ridícula sonrisa vacía en su rostro, casi como si fuera una máscara barata que había encontrado en el mercado y que decidió comprar. Lo más loco era que, aun así, lo veías en sus ojos—él estaba despreciando a todos a su alrededor, casi como si creyera que era el sujeto más miserable en todo el mundo, y que ninguno de nosotros llegaría a entenderlo.”

Mantuve mi boca cerrada mientras él hablaba.

“Era solo un mocoso deprimido. No me agradaba.” Soldat se detuvo por un momento, como si repentinamente hubiese recordado la hostilidad que me había mostrado en ese entonces. Él miró brevemente hacia mí, dejó salir una pequeña risa, y luego regresó su atención hacia Eris. “Como sea, esa clase de niño era. Entonces, un día, él apareció en el bar que yo y el resto de Liderazgo Escalonado frecuentábamos. Él comenzó a vaciar jarras como si fuera todo un adulto. Eso de verdad me molestó. No puedo explicar bien qué fue lo que me hizo enojar tanto, solo no me gustó. Así que fui hacia él, suponiendo que lo molestaría un poco. El niño no tuvo las agallas para responderme.”

Lancé una mirada de preocupación hacia Eris. Ella estaba escuchando en silencio, pero había un brillo peligroso en sus ojos. No era como si yo estuviese esperando que ella fuera a sacar repentinamente su hoja y cortase al hombre ni nada parecido, pero no descartaría que lanzara un puñetazo en dirección de Soldat.

“El niño me golpeó en el rostro de la nada. Seguro, él estaba borracho, pero por sobre todo eso, estamos hablando de un mago golpeando a un espadachín. Aunque yo no le devolví el golpe, ya que Pantano estaba llorando como un bebé. ¿Cómo podría un sujeto respetable y adulto como yo levantar la mano contra un mocoso que estaba llorando y lanzando una pataleta? No podía.”

“Cierto,” dijo Eris, con su voz casi como un gruñido gutural.

Ah, ella está enojada, ¿no? Ojalá Soldat no siga con el tema por mucho tiempo.

Por otro lado, el único propósito de esta historia no era burlarse de mí; para el final, Soldat me estaba mirando a los ojos. Era por eso que yo estaba confiado en que podía dejar seguir la historia de Soldat, con la esperanza de que él tuviera la intención de clarificar las cosas para tranquilizarla un poco. Por supuesto, asumiendo que ella no lo golpeara a la mitad, lo cual podría hacer.

“Cuando le pregunté lo que pasaba, él me dijo que había una chica con la que intentó intimar. Justo cuando los dos estaban a punto de concretar la hazaña, él descubrió que no se le paraba—todo gracias a que la chica antes de esta lo había abandonado y lo dejó traumado. Triste, ¿no? El sujeto que había derrotado por sí solo a un rezagado no podía desempeñarse bien en la cama.”

Eris no respondió ante eso, ni tampoco yo.

“Aun así, yo soy una buena persona. Quería hacer algo por Pantano, para ayudarlo a recuperarse. Ah, pero solo para dejarlo claro, no estoy diciendo que lo toqué, ¿bien? No me gustan los hombres… Oigan, eso era un chiste. Tenían que reírse en esa parte.”

“¡Jajaja! No te preocupes. Tampoco eres mi tipo.” Forcé una risa y le respondí en lugar de Eris. Mientras tanto, el ambiente alrededor de la propia Eris se había vuelto tenso y opresivo. Casi podía jurar que estaba escuchando electricidad estática en el aire.

“Bueno, sigamos. Entonces decidí que le ayudaría con su problema, y ambos fuimos a visitar un burdel. Verás, supuse que esta clase de cosas es mejor dejárselas a las profesionales. Lo llevé a un burdel de alta calidad y me fui a un bar, esperando por las buenas noticias. No tengo idea de lo que le pasó dentro del burdel—más bien, lo que intentó para sanarse. Sea lo que sea, no funcionó. Él era un hombre roto que nunca volvería a ponerse de pie. O al menos una parte de él no lo haría.”

Ah, otro chiste. Se supone que te rías aquí, Eris-san. Vamos, muéstranos una sonrisa.

No más de esa mirada asesina.

“Si incluso las profesionales no pudieron arreglarlo, llegué a la conclusión de que no había nada que yo pudiera hacer. Pasamos la noche bebiendo más cerveza. Pero ni siquiera hemos llegado a la mejor parte—solo espera. Verás, mientras regresábamos, él estaba sobando a una de las damas del burde, diciendo, Una mujer con algo de rebote en sus pechos es mucho mejor que una mocosa plana. Pero de casualidad esa chica de su grupo estaba justo ahí. Sip, la misma con la que había intentado intimar para solo fracasar.”

Sí, yo recordaba muy bien ese momento. Aunque no la parte de estar sobando los pechos de alguien. Habíamos salido del burdel y estábamos de regreso en ese punto.

“¡Bofetada!” verbalizó Soldat, imitando el gesto de forma cómica. “¡Nunca vuelvas a aparecer frente a mí!” De hecho, era bastante divertido verlo contar esto. Podía darme cuenta de que él tenía bastante práctica.

“Eso fue lo que pasó. Después de haber sido completamente rechazado, Pantano tomó la decisión de dedicarse a la solitaria vida de un aventurero.”

Cuando Soldat terminó su historia, risas hicieron eco a través de la habitación, provenientes de los otros miembros que habían estado escuchando. Yo mismo casi me rio, ya que la risa era contagiosa.

Aunque supongo que sería más correcto considerarla una historia nostálgica en vez de una entretenida. Pasaron muchas cosas luego de eso. Después de separarme de Sara, yo fui hacia la Universidad de Magia, me encontré con Sylphie (quién resolvió mi problema ahí abajo), me reuní con Roxy, y perdí a Paul en ese laberinto. Yo ahora tenía cuatro hijos. Solo habían pasado algunos años, pero muchas cosas habían cambiado.

“Me trae muchos recuerdos,” dije.

“Claro. Yo todavía era joven en ese entonces. No tenía una buena razón para meterme en tus asuntos, pero lo hice,” dijo Soldat.

Le lancé una mirada. “A mí me parece que no has cambiado mucho. A menos que me equivoque.”

“¡Jaja! ¡Sí que tienes agallas, mocoso!” Él de nuevo envolvió su brazo alrededor de mi cuello, dejando caer su puño contra mi cabeza. No le tomó mucho regresar a la normalidad y mirar en dirección de Eris. “Ahora que lo pienso, supongo que esta en realidad no es una historia para esta belleza pelirroja que tienes contigo. ¿Quién es ella exactamente? Estoy bastante seguro de que en el pasado no te gustaba el pelo rojo.”

“Ah, eh…”

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Es cierto. Es mejor que explique todo esto.

“No tengo nada en contra del pelo rojo, ni lo odio, ni nada. Solo tenía un pequeño trauma. Eso es todo.”

Soldat sacudió su cabeza. “Ese es un término elegante para algo que odias.”

¿De verdad? Miré hacia Eris mientras contemplaba este cuestionable trozo de sabiduría. Ella tenía sus brazos cruzados sobre su pecho, y sus piernas abiertas a la altura de sus hombros, tal como siempre. Era casi imperceptible, pero podía darme cuenta a partir de la mirada en su rostro que ella estaba inquieta. Eris debe haber sabido que yo no tenía nada contra las pelirrojas. Dejé muy claro cada día lo mucho que yo—no. Era mejor no asumir nada y decirlo directamente.

“No odio el cabello rojo,” le dije. “¡Eso lo sé!”

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Soldat silbó. “Ooh, luciéndote en frente de mí, ¿eh? Y bien, ¿esta belleza de aquí es tu mujer?”

“Sí, su nombre es Eris,” expliqué. “Eris, estoy seguro de que ya te diste cuenta a partir de su historia, pero él es Soldat, quien me cuidó cuando yo estaba pasando un momento difícil.”

Ella mantuvo sus brazos cruzando mientras miraba hacia él. “Eris,” dijo ella, a modo de saludo.

“Eh, sí… y yo soy Soldat, como ya sabes… Esperen un segundo. ¿Eris? ¿Ese no es el nombre de la mujer que causó toda esa situación?” Soldat entrecerró sus ojos.

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“Ah, eh, permíteme explicarlo.” Tal como hice con Sara hace no mucho tiempo, yo le di una versión resumida de todo lo que había ocurrido. Para ser honesto, fue mucho más fácil hablar de todo esto con Soldat que con Sara.

“Mmmm. Bueno, siempre que estés bien con ello, supongo que no hay problema.” Extrañamente, la reacción de Soldat a todo ello fue una de mucha menos aceptación que la de Sara. Él hizo una mueca, mirando fijamente hacia Eris. “Mi amigo Pantano estaba en un estado realmente malo en ese entonces, ¿sabes? Estamos hablando de lo suficientemente malo como para cometer suicidio. Sabiendo todo eso, todavía tuviste la audacia de volver con él, ¿eh?”

Mushoku Tensei Volumen 23 Capítulo 9 Parte 2 Novela Ligera

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El cabello de Eris casi parecía estar de punta, como si estuviera emitiendo electricidad de la ira que sentía hacia él. Salté de mi asiento y traté de llegar hacia ella para poder contenerla. Incluso abrí mi boca, esperando apaciguarla con algunas palabras tranquilizadoras—decirle que Soldat no lo decía con una mala intención, así que no había razón para pelearse con él.

Pero antes de que pudiera hacer algo, Eris se dio media vuelta y salió corriendo de la habitación.

“Cielos. Parece que dije demasiado, ¿eh?” Soldat golpeó su frente con su mano, empujando hacia atrás su cabello. Él miró hacia mí. “¿No le contaste nada de eso?”

“¿Eh?”

“Quiero decir, ¿no le contaste lo mal que estabas en ese entonces?” “Creí que lo había hecho,” dije, ya no sintiéndome tan confiado.

Ahora que lo pienso, no habíamos tenido la oportunidad de hablar con nadie que me hubiese conocido en ese entonces. Soldat era el único que conocía con detalles lo mal que yo había estado. Sylphie de seguro habló con Eris sobre ese entonces. Yo también le había hablado de ello. Pero esta era su primera vez escuchando la historia con lujo de detalles, de alguien que realmente había estado conmigo en ese entonces.

Desde la perspectiva de Eris, esto probablemente servía como un recordatorio del horrible error que había cometido. A mí ya no me importaba. Pensaba en ello como una pequeña mancha de miseria que había sido borrada por mi actual felicidad. Y actualmente era libre como un pájaro, haciendo lo que me gustaba.


“Bueno, si me disculpas, voy a consolarla,” dije.

“Entiendo. ¡Nos vemos después, Pantano! ¡Y no olvides esa oferta que me hiciste sobre ofrecerme un trabajo incluso si pierdo un brazo!”

“No lo haré,” prometí mientras asentía. “Solo no pierdas la vida también.” “Claro que no. ¿Con quién crees que estás hablando?”

Esperaba que pudiéramos seguir con esta misma relación cada vez que nos volviéramos a ver. Yo me dirigí hacia la puerta con ese deseo en mente. Soldat me volvió a hablar justo cuando colocaba mi mano sobre el pomo.

“Oye, es cierto. No sé hacia dónde se fue este tipo Kalman, pero hace un par de años fui hacia un lugar del que debes saber mientras hacía un trabajo de mercenario.”

La información que me entregó no tenía nada que ver con mi búsqueda de Geese o mis planes de derrotar al Dios Humano. Sin embargo, era extremadamente relevante para Eris y para mí.

***

 

 

Encontrarme con mis viejos amigos Soldat y Sara había sido una total coincidencia. Ahora que lo pienso, habían pasado diez años completos desde que Eris me abandonó en la Región de Fittoa. En ese entonces no había forma de saber lo que me depararía la vida. Había estado demasiado ensimismado como para siquiera contemplarlo. Incluso si lo hubiese hecho, nunca podría haber predicho que regresaría aquí con Eris en busca del Dios del Norte. Yo tenía un hogar, esposas, e hijos con los cuales regresar—no habría predicho eso ni en mis sueños más locos.

No era como si mi vida fuese perfecta. El Dios Humano era mi enemigo. Resultó que Geese también lo era. Geese había sido mi amigo, un subordinado—bueno, durante mi tiempo en prisión—y un salvador.

Y ahora mismo, Eris estaba angustiada. Cuando la encontré, ella estaba en el límite de la ciudad, habiéndose dejado caer sobre una poco pronunciada ladera de una colina. Sus ojos estaban fijos en el cielo encima suyo. Me pregunté qué había dentro de su cabeza y recordé nuestro tiempo en Roa. Ella con frecuencia se dejaba caer sobre una pila de paja detrás de los establos y miraba hacia el cielo de esta forma cada vez que las cosas no salían como quería.

Caminé hacia ella y me senté a su lado. Ella se estiró y agarró mi mano tan pronto como lo hice.

“Te hice algo horrible,” dijo ella. “Yo no iría tan lejos.”

“No sabía que habías tratado de suicidarte.”

“Bueno… en realidad estaba muy borracho y no pensaba con claridad.” Sus ojos se posaron sobre mí. “¿Sylphie lo sabe?”

Me encogí de hombros. “Lo dudo.”

Todo el asunto del suicidio fue algo del momento, y Soldat inmediatamente lo impidió.

Yo nunca volví a pensar en eso. No creía que valiera la pena mencionarlo.

La pregunta más importante ahora mismo era cómo consolar a Eris. No tenía la sensación de que ella fuera a estar satisfecha si yo simplemente decía que lo que había pasado entre nosotros en ese entonces ya no me molestaba. Era un poco simple para la importancia del tema.

“¿Qué?” demandó de mala gana Eris.

“Nada. Solo estaba pensando que yo nunca habría conocido a Soldat o Sara si las cosas no hubiesen terminado así entre nosotros cuando estábamos en la Región de Fittoa.”

“Sí, bueno. Lo siento.”

“No estoy buscando una disculpa,” le dije. “Sara y Soldat son buenas personas, ¿no? Lo que estoy tratando de decir es que, ya que conocí a personas como ellos, en realidad no todo fue tan malo.”

Eris apretó mi mano con fuerza.

Ella había cambiado mucho. Eris no habría sido tan transparente en el pasado, ni mucho menos me habría dejado ver su debilidad de esta forma. Es cierto, yo era la razón principal por la que ella se sentía tan vulnerable en este momento.

“Como sabes, Eris, yo ahora mismo estoy muy bien. Hemos tenido hijos. Lo que está en el pasado está en el pasado.” Acaricié su mano, esperando que eso la tranquilizara.

“Supongo.” Ella repentinamente se inclinó hacia mí. Lo siguiente que supe era que Eris se había levantado y me había agarrado del hombro, empujando sus labios firmemente contra los míos.

Vaya, ¿qué significa esto? Sé que soy todo tuyo, pero… señorita, estamos en público, y el sol todavía está en lo alto del cielo. Aun así, ¿me besas sin previo aviso? A este paso, yo pasaría de Rudeus el Célibe a Rudeus el Amoroso.

“Nunca volveré a desaparecer sin decir nada. Nunca más,” juró Eris. “Entiendo.”

“Sylphie estaba molesta conmigo.” “Es cierto.”

¡Me quedaré a tu lado por siempre, mi apuesto príncipe! No, esperen. Este no era el momento para ser la damisela enamorada.

“Yo también seré más cuidadoso en el futuro,” dije. “Sí.”

“Ahora bien, ¿qué te parece si nos vamos? Terminamos con las manos vacías esta vez, pero para la próxima de seguro encontraremos al Dios del Norte Kalman.” Hice una pausa, repentinamente dándome cuenta de algo. Había un buen número de hombres viéndonos desde lejos. A juzgar por sus rostros, ellos parecían ser mercenarios, y sus miradas estaban dirigidas totalmente hacia Eris. Yo no sentía ninguna clase de enemistad proveniente de ellos. Tampoco sentía que estuvieran aquí para retarla a un duelo, después de haber descubierto que ella era una Reina de la Espada. ¿Tal vez están aquí para pedir que los entrene, como lo que ocurrió en el Santuario de la Espada?

“¿Necesitan algo?” pregunté, un poco preocupado de que pudieran estar aquí para regañarnos por tal muestra de afecto en un lugar público.

“Ah, eh, n-no es como si estuviéramos aquí para buscar pelea ni nada.”

Yo tampoco tenía esa intención. Tampoco era necesario tartamudear tanto, chicos. Por otro lado, yo tal vez los había asustado por hablarles solo porque estaban mirándonos.

“Existe una leyenda sobre el espíritu divino al cual nosotros la gente de Markien veneramos…”

Ladeé mi cabeza. “¿Sí? ¿Les importaría decirme a qué divinidad se están refiriendo?”

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“La Diosa del Bosque, Laine. Un espíritu divino de la guerra con el cuerpo de una bestia.”

¿Laine? Ese nombre sonaba familiar. La descripción de una mujer con cuerpo de bestia me hacía preguntarme si esta no era una religión de la gente bestia. No tenía mucho sentido que la gente de Markien hubiese desarrollado una fe basada en un dios de la gente bestia, pero igual.

Esperen, hablando de gente bestia… Laine suena horriblemente parecido a Ghislaine. Ghislaine definitivamente estaba tan lejos como era posible de la palabra diosa, pero en este mundo existía una tradición de ponerle el nombre de dioses o figuras respetadas a los hijos. Esa podría haber sido la inspiración para el nombre de Ghislaine. Ponerles nombres de bestias sagradas ancestrales de hace varias generaciones a sus hijos bien podría ser una tradición normal dentro de la gente bestia.

“Se dice que la Diosa del Bosque Laine estaba en busca de una chica con el cabello rojo fuego. Que, si le informabas la ubicación de esta chica, ella te concedería una bendición de victoria y buena fortuna.”

“¿De eso se trata?”

Ahora tenía sentido que tantas personas estuvieran viendo furtivamente hacia Eris dentro de la ciudad. No me sorprendería si hubiese más leyendas sobre mujeres de cabello rojo— nunca tener que volver a preocuparse por la comida si veías una, o ir al Valhalla después de la muerte, cosas así.

“Esa es la única razón por la que estábamos mirando,” dijo el hombre en nombre del grupo. “Pero sentimos haberlo hecho.”

“Ah, no. No se preocupen.”

Los hombres se fueron rápidamente después de eso.

“Bueno, puede que hayamos terminado con las manos vacías esta vez, pero hay un lugar al que me gustaría ir antes de regresar a casa. ¿Qué dices?”

“No tengo problema con eso.”

Yo asentí. “Entonces está decidido. Vamos.” La tomé de la mano, me puse de pie, y ambos salimos de la ciudad.

Nos tomó algo de tiempo encontrar la ubicación exacta que estábamos buscando. Todo lo que tenía para trabajar era lo que Soldat me había descrito, y no era como si yo conociera el lugar preciso. El nombre del país había cambiado, como también sus fronteras. Yo planeaba seguir la búsqueda por varios días como máximo, pero por pura buena fortuna nos cruzamos con el lugar. O tal vez Ghislaine me había descrito la zona en algún momento y ese recuerdo todavía estaba ahí. Más importante, terminó siendo mucho más cerca de lo que había imaginado.

Nuestro destino estaba a mitad de camino de una colina, en la base de un árbol. Pedazos de madera podridos y clavados en el suelo servían como indicadores improvisados. Uno estaba roto. Supuse que alguien había arrancado una parte para usarla como leña, o tal vez se había desmoronado a causa de los elementos y su pobre manufactura.

Estos indicadores, hechos por manos torpes pero determinadas, tenían por función indicar dos tumbas. El indicador roto solo tenía la mitad de un nombre—lda. El que no estaba roto decía: Phillip Boreas Greyrat. Probablemente era seguro asumir que el roto alguna vez había dicho: Hilda Boreas Greyrat. Las propias letras estaban pobremente escritas, con sus líneas creadas por manos temblorosas. Eran apenas legibles. Aun así, yo conocía a quien había escrito estos nombres. Conociéndola, ella debe haber estado sufriendo de una profunda negación en ese momento—rehusándose a aceptar que ambos habían muerto. Debe haber sido muy difícil. Yo ahora podía apreciar lo desgarrador y triste que debe haber sido. Esto debe haber sido parte de la razón por la que ella estaba tan agradecida de haber aprendido a escribir.

“Mamá y Papá murieron aquí, ¿eh?” dijo Eris después de una prolongada pausa. “Sí. Eso parece.”

El desastre hace todos esos años había teletransportado aquí a Phillip e Hilda. Para los residentes de la Zona de Conflicto, fue sospechoso encontrar aquí a dos nobles de Asura.

¿Por qué habían venido? ¿Y para qué fin? Ellos ni siquiera habían tenido permitido dar sus respuestas antes de que sus captores concluyeran que eran espías.

Recordaba que Phillip había sido un hábil orador. Calculador, inteligente. Nadie podía rebatir que él era un político experto. Supuse que él debe haber tratado de negociar con sus captores. Sin embargo, dado lo repentina de su teletransportación, él de seguro estaba en un estado de shock. Incapaz de explicar cómo o por qué había sido teletransportado aquí, él no tenía forma de verificar su identidad—ni tampoco habría sabido el ambiente político de sus nuevos alrededores, quién estaba a cargo, o siquiera el nombre del país.

¿Quién habría sobrevivido a una situación como esa? ¿Con su amada esposa a su cargo, necesitando de su protección, pero sin ningún aliado?

Eris y yo podríamos haber compartido el mismo destino, de no ser por la aparición oportuna de Ruijerd y el consejo del Dios Humano de confiar en él. También había otros casos como el suyo; Lilia y Aisha habían terminado en una situación precaria. Para muchas personas, sus vidas estuvieron condenadas en el momento en que fueron desplazadas.

El Incidente de Desplazamiento fue una calamidad casi incalculable. Yo no había considerado su gravedad en ese entonces, asumiendo que tales cosas eran bastante normales en este mundo, pero nada de una magnitud similar había ocurrido desde entonces. Me impresionaba que hubiésemos sido capaces de sobrevivir a tal desastre sin precedentes.

“Padre debió odiar como terminaron las cosas,” dijo Eris. “Estoy seguro de que fue así.”

“Si todavía estuviera con vida y pudiera vernos ahora, me pregunto qué pensaría al respecto.” Ella mantuvo su vista pegada a la tumba mientras hablaba. Yo estaba de pie detrás suyo, mirando hacia su espalda.

“Supongo que estaría feliz.”

Phillip había sido un hombre ambicioso. Él quería una unión entre Eris y yo para poder usarla para subir a la cima de la familia Boreas. Si el Incidente de Desplazamiento nunca hubiese ocurrido, él de seguro me habría empujado a hacer exactamente eso. Sin importar lo mucho que hubiera protestado sobre mi promesa con Sylphie de ir a la Universidad de Magia juntos, él habría tramado alguna forma de convencerme y arreglar que Sylphie en cambio fuese mi segunda esposa. ¿De verdad podría haber ganado poder político de esa forma? Nunca lo sabríamos.

“Supongo…” murmuró Eris.

En cierta forma, las cosas habían salido más o menos de la forma que Phillip había querido. La reina actual de Asura estaba en deuda conmigo, mis palabras habían ganado influencia, y yo tenía conexiones dentro de la nobleza de Asura. Yo difícilmente tenía alguna responsabilidad, pero eso no importaba. Si Phillip estuviese con vida—si solo hubiese sido teletransportado a otro mundo como yo, solo para regresar ahora, diez años después del hecho—entonces él trataría de usar mi posición actual para acercarse a Ariel. Gracias a lo bien que conocía su personalidad, podía imaginarlo ganándose una posición como consejero y manipulando las cosas detrás de escena.

“Madre también habría estado feliz, ¿cierto?” Yo asentí. “Definitivamente.”

Hilda siempre se había lamentado de que sus hijos fuesen arrebatados por la casa principal de los Boreas, lo suficiente como para que ella al principio hubiese descargado sus frustraciones en mí. No hacía falta decir que yo no había sido parte de nada de eso. Ella al final me había abierto su corazón, pero no fue mucho después, antes de que realmente pudiéramos tener una conversación, que ocurrió el Incidente de Desplazamiento. Nunca la volví a ver después de eso. Y nunca lo haría.

Sin embargo, Eris y yo nos habíamos casado y teníamos un hijo juntos—un hijo llamado Ars. Él era el nieto de Hilda. Cielos, ella lo habría adorado. Podía imaginarla preocupándose por él constantemente para compensar el no haber podido criar a sus propios hijos.

Aunque Hilda era una noble de corazón, así que probablemente habría discriminado a los hijos de Sylphie y Roxy. Eso habría causado algunas peleas… Pero no, tal vez debido a que ella era de la nobleza de Asura, Hilda habría sido más comprensiva que la mayoría sobre un matrimonio poligámico. Por otro lado, quizás ella le habría dicho a Eris, “¡Puede que seas la tercera esposa ahora mismo, pero solo necesitas envenenar a las otras dos para ganarte la posición de primera esposa!”

No, sé sensible. Ella no habría dicho algo así. Tal vez yo estaba un poco sesgado debido a los encuentros intimidantes que había tenido con ella.

Estaba seguro de que ella habría estado feliz por nuestro matrimonio. Eso era lo que importaba.

El silencio reinó sobre nosotros por un tiempo. Sospechaba que Eris también estaba perdida en sus recuerdos de su vida en Roa.

Eris había estado viajando desde que todo esto comenzó. Fue un largo viaje desde el Continente Demoniaco de regreso hacia la Región de Fittoa. Desde ahí, ella fue inmediatamente hacia el Santuario de la Espada y dedicó todo su tiempo a entrenar. Ambos nos reunimos, tuvimos un hijo, y mientras trataba de criar a Ars, ella me había estado siguiendo por doquier como mi guardaespaldas personal. ¿Acaso había tenido tiempo para descansar y perderse dentro de algunos momentos de nostalgia?

“¡Oye!” gritó Eris. “¿Qué estás haciendo?”

Yo había comenzado a quitar la tierra de la tumba con mis manos, lo cual había provocado su pregunta en pánico. “Estaba pensando en llevarlos a otro lado,” expliqué. “Este lugar simplemente es demasiado solitario para ellos.”

“Ah… tienes razón. Te ayudaré.”

Habría sido muy simple usar mi magia de tierra para quitar la tierra y llegar a sus restos, pero opté por hacerlo a mano junto a Eris. Cavamos a través de la dura tierra, hasta que encontramos sus huesos. Los lavé cuidadosamente antes de envolverlos en algo de tela que había traído conmigo.

“Muy bien,” dije. “Es hora de irnos.” “Bien.” Eris se puso de pie.

El Reino de Asura sería el mejor lugar para sus tumbas, ¿cierto? Sería más fácil para nosotros visitarlos si los sepultábamos en Sharia, pero yo creía que era más apropiado llevarlos a casa—al lugar al cual estaban más acostumbrados. La Región de Fittoa todavía estaba en medio de su reconstrucción. Ni siquiera una pizca de su antigua gloria había regresado. Yo creía que la capital, Ars, era el lugar más apropiado. Sí. El cementerio usado por la casa Boreas probablemente sería lo mejor.

“Rudeus,” dijo Eris, interrumpiendo mis pensamientos. “¿Mm?”

“Gracias por traerme aquí.”

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“Sí.” Asentí, conmovido por su sincera muestra de gratitud.

Luego de eso, Eris y yo fuimos al Reino de Asura, donde sepultamos a Phillip e Hilda. Le pregunté a Luke cuál sería el mejor lugar para darles un descanso, y él nos guio a una ubicación apropiada. Como mencioné antes, había un cementerio donde muchos de los miembros de la familia Boreas eran enterrados, pero las circunstancias nos forzaron a dejarlos descansar en un cementerio cercano. Este estaba un poco más apartado, creado por el anterior rey en secreto hace alrededor de diez años. El propio Luke se había enterado de su existencia hace poco.

Una tumba en este cementerio decía: Aquí descansa el león feroz. 

Nadie hizo ninguna alusión a quién podría estar refiriéndose esta frase. Los guardias del cementerio deben haber jurado que mantendrían el secreto, debido a que ninguna pregunta obtenía respuesta. Yo ya tenía una idea de la identidad de la persona, en parte porque explicaría la razón por la que Luke decidió traernos aquí.

Ahí fue donde pusimos a descansar a Phillip e Hilda. Eris y yo colocamos nuestras manos juntas respetuosamente en frente de sus nuevas tumbas y juramos que volveríamos a visitarlos.

***

 

 

Nuestra visita al Santuario de la Espada y nuestra búsqueda en la Zona de Conflicto del Dios del Norte Kalman III habían terminado en fracaso. Esos fueron dos fracasos seguidos, sin mencionar que habíamos tomado un considerable desvío de regreso. Estaba de alguna forma esperando ser reprendido por ello. Podía imaginármelo como uno de esos espectáculos de variedades—a Orsted jalando de una cuerda para que el piso cediera debajo de mí, enviándome hacia quién sabe dónde a través de un tubo.

Bueno, sin importar qué, yo no podía ser culpado por cómo terminaron las cosas. Ninguno de nosotros esperaba que el Dios de la Espada desapareciera repentinamente, y ya habíamos tenido en consideración la posibilidad de que no fuéramos capaces de localizar al Dios del Norte.

Sentía una gran sensación de impotencia por no haber podido encontrar a dos personas que habrían proporcionado un poder de fuego considerable para nuestro lado. Pero mientras más nos alejábamos de los bucles que Orsted conocía, nos encontraríamos con más cosas inesperadas.

Yo planeaba ser sincero con Orsted sobre dejar de lado el plan para visitar las tumbas de Phillip e Hilda. Eso había tomado considerablemente más tiempo que mi búsqueda del Dios del Norte Kalman, a pesar de que este último era el propósito original de nuestro viaje.

“He regresado, Orsted-sama,” anuncié. “Por desgracia, la búsqueda del Dios de la Espada y el Dios del Norte fue…”

“Hmph.” Él levantó su cabeza, con una expresión tan intimidante que me interrumpió.


Podía ver la ira en su rostro.

Lo sabía. Él está enojado conmigo por tomar ese desvío. Esperen, no. No está enojado.

Su cara se ve así siempre.

Incluso si no estaba enojado, a mí me daba curiosidad lo que él había estado estudiando antes de mi llegada. Orsted tenía un buen número de tabletas de piedra alineadas en frente suyo. Casi se veían como lápidas, pero recordaba que esos eran los dispositivos de comunicación que habíamos instalado hace un tiempo. Placas debajo de cada uno indicaban hacia dónde estaban conectadas. No era tanto problema cuando solo teníamos al Reino de Asura, Millis, y el Reino del Rey Dragón, pero después de habernos teletransportado a través de todo el mundo, sus números se habían incrementado. Ahora se veía más como una habitación de servidores que la oficina de un Director Ejecutivo.

“Mira esto,” dijo secamente Orsted. Sus ojos se posaron sobre una de las tabletas, la cual estaba brillando tenuemente. Esta estaba conectada a la fortaleza de Atofe. El mensaje escrito en ella era corto y preciso: Hemos capturado a Kishirika Kishirisu.

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