Mushoku Tensei: Isekai Ittara Honki Dasu (NL)

Volumen 23

Capítulo 10: El Segundo Ojo

 

 

El Fuerte Necross, ubicado en el Territorio de Gaslow del Continente Demoniaco, era conocido por ser el más impenetrable de todos. En lo profundo de sus entrañas, dentro de un calabozo raramente usado, residía una prisionera.

“¡Grrrrr!”

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Las manos de la prisionera estaban restringidas con grilletes, y una bola de metal estaba conectada a su pie. A ella incluso se le había dado un pijama azul y blanco para hacer juego con el lugar. Se veía lamentable.

“¡Grrrrr!”

El gruñido grave que hacía eco a través de las paredes no era, en realidad, la voz de la chica. Era su estómago vacío. Gruñía para expresar todo su descontento, en sincronía con la frustración que ella sentía por sus actuales circunstancias. Por otro lado, tal vez solo estaba vacío.

“¡Sal!”

La puerta hacia su celda se abrió para revelar a dos figuras imponentes, ocultas bajo armaduras de un color negro azabache. Ellos la forzaron a ponerse de pie y la arrastraron fuera de ahí. La prisionera no tuvo más opción que ir con ellos. Un desagradable sonido reverberó a través del pasillo mientras ella arrastraba la pesada bola de metal detrás suyo. Sin embargo, la prisionera no parecía estar esforzándose a pesar del peso. Ella era más fuerte de lo que aparentaba.

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Ella salió del calabozo guiada por los caballeros negros. Su camino los llevó a través de un largo corredor y subiendo unas escaleras. Finalmente, su viaje terminó en la sala del trono de la fortaleza.

“Apresúrate. ¡Muévete!”

Sus manos golpearon su espalda, lo que provocó que se inclinase hacia el frente. Ella se tropezó dentro del espacio circular, iluminado por candelabros púrpura. Era la clase de lugar en el cual esperarías que castigaran a un criminal. Cuando logró levantar su cabeza, ella pudo ver el trono más arriba. Era un lugar que la prisionera había ocupado en el pasado, pero ahora, era una reina demonio la que estaba sentada sobre él.

“Atofe…” murmuró la prisionera.

La reina demonio estaba usando la misma armadura negro azabache que sus subordinados. En el momento que la prisionera posó sus ojos sobre Atofe, sus mejillas enrojecieron de la ira.

“¿¡Cuál es el significado de esto!?” La prisionera rugió con todo el poder que pudo reunir, con su voz surgiendo de la base de su muy, muy vacío estómago. Tal vez eso fue lo que le dio su poder.

En contraste, la reina demonio ante ella—la más temida en todo el Continente Demoniaco—apenas ajustó su postura y frunció el ceño ante su prisionera.

“Qué miserable,” dijo la prisionera. “¡El fallecido Necross lamentaría verte de esta forma!”

“¡Padre me dijo que viviera como quisiera!” gritó en respuesta Atofe.

“¡Solo porque eres una idiota que no escucha a las demás personas! Él debe haber sabido que esa era la única forma en la que podrías vivir. ¡Se dio por vencido contigo!”


“¡No soy una idiota!”

La Reina Demonio Atofe estaba absolutamente furiosa, pero la prisionera no retrocedió.

En cambio, ella resopló con una risa burlona.

“Sin duda eres una idiota. La reina de los idiotas. Incluso tú debes entender eso. Todo lo que tiene que hacer alguien es colgar algo tentador frente a ti, y no lo pensarás dos veces antes de lanzarte de cabeza por ello.”

Atofe sacudió su cabeza vigorosamente. “¡Eso no es cierto! ¡Kal dijo que yo era lista!

¡Que soy rápida para aprender!”

“Atofe, eso fue…” La prisionera hizo una pausa significativa, como para alargar el momento. Las siguientes palabras que ella tuvo para decir provocarían una herida profunda— y ella sabía que estas en particular eran las que nunca debía decir frente a Atofe. “… solo un cumplido.”

“¡Graaaaaah!”

La ira de la reina demonio se desbordó. Los caballeros negros a su alrededor volaron hacia ella para tratar de detenerla, pero ella los mandó lejos fácilmente. Aun así, los caballeros negros no debían ser subestimados. Ellos tomaron una posición similar a la de una jugada de rugby y contuvieron a su ama.

La reina demonio agitó sus puños a través del aire mientras se retorcía. “¡Pequeña desgraciada! ¡Te mataré! ¡Te destrozaré miembro por miembro! ¡Vas a arrepentirte de todo lo que dijiste antes de que termine contigo!”

“Sí, sí. Si te molesta tanto, aprende a contar.” “¡Graaaaaah!”

Las burlas de la prisionera provocaron que la reina demonio reuniera su poder para apartar del camino a sus caballeros.

“¡Kishirika-sama, por favor, deje de provocarla! Si sigue provocando a Atofe-sama, ella—”

“¡Cállense!” les gritó en respuesta Kishirika. “¡Yo solo vine porque me prometieron dulces deliciosos, y miren cómo me han tratado! ¡No estaré satisfecha hasta que haya vociferado todas mis quejas!”

Sí, la prisionera Kishirika en realidad había sido atraída hacia una trampa. Uno de ellos se había quitado su armadura negra insignia y la había tentado diciendo, “Pequeña, te daremos algunos dulces si vienes con nosotros.” Así fue como ella terminó aquí.

Era cierto; Kishirika fue quien había caído ante la promesa de algo tentador sin pensarlo demasiado. Ella había mordido el anzuelo ante la posibilidad de comida deliciosa—fue solo después de eso que ella se dio cuenta de que había sido engañada. Aún peor, los hombres ni siquiera habían honrado su palabra. ¡Ella no recibió ningún dulce!

“¡Ustedes ni siquiera me han dicho la razón por la que me tienen cautiva! ¿Qué aseguran que hice mal? Yo no he…” Kishirika vaciló por un momento. “No he hecho nada malo, ¿o sí?” Ella comenzó a ponerse nerviosa, acariciando sus manos. Había demasiadas posibilidades a descartar. Kishirika se aventuraba en todo tipo de maldades—uno podría decir que demasiadas. Incluso ella estaba lo suficientemente consciente como para darse cuenta de que la mayor parte del tiempo hacía cosas malas. No sería una gran sorpresa si alguien estuviera enojado con ella por eso.

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Pero para su sorpresa, la reina demonio declaró, “¡Hmph! ¡No has hecho nada malo!”

Solo había tomado un par de segundos para que su ira apaciguara. Atofe sabía lo inútil que era estar enojada con esta prisionera en particular.

“¡Entonces dime por qué!” demandó Kishirika. “¡Sin importar lo irrazonable que seas, tú no eres lo suficientemente malvada como para capturarme sin ninguna razón en lo absoluto! Las únicas veces en que haces algo así es cuando entendiste mal algo, o alguien te ha engañado…” Su voz se fue apagando mientras se daba cuenta de algo. “Entonces es eso.

¡Alguien te ha vuelto a engañar!”

“¡No! ¡Nadie me ha engañado!” gritó en respuesta Atofe, negando la acusación de Kishirika.

“¡Eso es lo que dicen las personas engañadas! ¡Muy bien! Si de eso se trata todo esto, entonces cuéntamelo todo. Tenemos suficiente tiempo. Puedo salvarte antes de que sea demasiado tarde y hagas algo irreparable. ¿Entonces por qué primero no remueves estos grilletes?” Kishirika empujó sus manos en frente suyo, manteniéndolas en el aire.

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Atofe no la estaba mirando. Ella miraba hacia la distancia, perdida en sus pensamientos. “La conversación solo lleva a la decepción. Ese no fue el caso para nosotros. Nosotros luchamos. Luchamos el uno contra el otro, y al final, yo admití la derrota.”

“¡Mentirosa! ¿¡Tratas de decirme que alguien tan ridículamente competitiva como tú admitió la derrota!?”

“Aquel que me forzó a admitir mi derrota… ¡es este hombre de aquí!” Atofe apuntó su dedo en la dirección de un mago usando una túnica gris. Él tenía una expresión horrible en su rostro. La clase de expresión del tipo servil y pervertida que uno podría esperar encontrar en un hombre que tenía tres esposas a sus pies. O tal vez simplemente era que él se estaba esforzando mucho en su sonrisa.

“Eres… Eres tú…” tartamudeó Kishirika. “¡Rubeus!” “Cerca, pero no tanto.”

“S-supongo que podría ser posible, con esa ridícula cantidad de poder mágico que tienes, ser capaz de…” Kishirika se estremeció del miedo. Ella ya se había encontrado con este humano dos veces. La primera vez ella se había reído por la espeluznante cantidad de poder mágico que poseía. La segunda vez, ella se había reído de su destreza mágica por ser capaz de repeler a la Reina Demonio Atofe.

Ella no se estaba riendo esta vez. Un hombre que podía darle órdenes a Atofe y convencer a la reina demonio de capturar a Kishirika no era algo para la risa. Para nada.

“Jeje.” Sin embargo, el mago rio mientras miraba hacia ella desde arriba, con sus labios formando una sonrisa inquietante. “A decir verdad, hay algo que quiero darle.”

“¿Q-q-qué podría ser?” demandó Kishirika, con su voz temblando incontrolablemente. “¿Alguna clase de extremaunción?”

“Jajaja, algo mucho mejor que eso.” Él rio a carcajadas y su sonrisa se extendió todavía más.

“¡N-no seré engañada! ¡Ustedes los humanos siempre son así! ¡No trates de engañarme con tus palabras dulces!” A pesar de que Kishirika trataba de resistírsele, ella no tenía hacia dónde correr. Kishirika empezó a escanear la zona, en busca de algún método de escape mientras cruzaba sus piernas, tratando de mantener su compostura a pesar del miedo.

“¿Me pregunto si todavía será capaz de decir eso después de que vea esto?” El mago bajó la mochila que había estado cargando. Su mano desapareció en su interior, pero salió inmediatamente junto a una caja negra.

“¡Hii!” chilló Kishirika. ¿¡Una caja negra!? Su terror se acumuló imaginando lo que podría contener su interior. ¿Qué podrá ser? No era una caja negra normal—era una caja muy, muy negra. Negra como la medianoche. ¡Ella sabía que debía haber algo aterrador en su interior! ¿¡Por qué otra razón tendría un tono de negro tan oscuro!?

“Una vez que tenga esto, querrá hacer todo lo que le pida.” “¿¡Q-qué!?”

Él abrió la caja. Su contenido era un objeto con forma de anillo tan grande como un puño. Era dorado, con una extraña crema blanca cubriéndolo. Casi se parece al moho, pensó ella. Todos los pelos de su cuerpo se erizaron. A pesar de lo espeluznantes que eran su color y forma, este objeto emitía un aroma dulce y empalagoso.

“¿Q-qué es esa cosa?” ¿Qué… planeas hacer con eso?”

“Jaja, esto es lo que haces con ella.” El mago la tomó en su mano y la acercó a ella, llevando el objeto hacia su boca. Al mismo tiempo, dos caballeros negros flanqueándola colocaron sus manos sobre sus hombros para restringirla. No había escape.

“Diga aaah.”

“N-no… Detente… ¡Detenteeeeee!”

***

 

 

Rudeus

La Gran Emperatriz del Mundo Demoniaco Kishirika Kishirisu mordisqueaba la dona que le había traído mientras lágrimas bajaban a través de sus mejillas. “¿De verdad existe algo tan delicioso? ¡No puedo creerlo…!”

Aisha me había hecho el favor de crear esto, ayudada por los huevos frescos y el azúcar que habíamos conseguido en el País Sagrado de Millis. Aparentemente, Nanahoshi le había contado al respecto; Aisha había logrado recrearla gracias a su diligente estudio. Fue tan simple como reunir los ingredientes necesarios, ya que nuestra casa ya cocinaba un montón de comida frita.

“Me cuesta concebir esto… ¡Tal vez la verdadera razón por la que nací fue para saborear esta deliciosa creación!”

 

Había pasado mucho tiempo desde la última vez que vi a Kishirika, y al principio ella había estado de muy mal humor. Ahora se veía perfectamente bien. ¡Ah, la magia de las donas! Yo de hecho le había pedido a Roxy probarla antes de traer una aquí, y había sido increíblemente efectiva. No creo haberla visto nunca tan feliz. Por desgracia, eso quería decir que yo había perdido ante una dona.

No, no, me convencí a mí mismo, yo fui quien estableció la ruta para que estos vienes pudieran llegar desde Millis. En ese sentido, yo era quien había provocado esa sonrisa. Suegro, suegra, estoy haciendo feliz a su hija, tal como lo prometí. Bueno, también eran las donas de Aisha, pero igual. La reacción de Roxy probó que las donas eran superefectivas contra los demonios.

“Ah…”

Sin embargo, tal como el poder mágico es limitado, lo mismo era cierto para la magia— o más bien, para el número de donas. Después de comerse doce de ellas, Kishirika se dirigió a mí con una gran tristeza.

“¿De verdad esto es todo lo que tienes…?” “Sí.”

Hubo un largo silencio.

“Si me das más, te concederé lo que sea que desees. ¿Qué dices?”

“Esas son precisamente las palabras que quería escuchar.” Mostré una sonrisa hacia ella.

Los ojos de Kishirika se abrieron completamente del shock. Ella envolvió sus brazos alrededor de su cuerpo, como protegiéndolo. “Khh… Así que al final lo que quieres es mi cuerpo. Sin importar lo deliciosa que sea la comida que ofreces, este cuerpo le pertenece a Badi. Pero después de darme algo tan lujoso, yo… ¡Khh!”

“Actualmente estoy manteniendo un voto de abstinencia, así que no hay necesidad de eso,” le dije.

“¿De verdad? Abstenerse demasiado es malo para el cuerpo, sabes.”

“Bueno, si termino incapaz de seguir resistiéndolo, se lo pediré a una de mis esposas.” “¿Esposas? Ah, es cierto. Ya estás casado. Vaya, ustedes los niños humanos sí que

maduran rápido…”

Sin embargo, yo no había recorrido toda esta distancia para hablar. Había algo que necesitaba pedirle. Los rumores decían que Kishirika recompensaría a aquellos que le daban comida, lo cual era la razón por la que le había pedido cocinar estas donas a Aisha.

“Primero, Kishirika-sama, me gustaría que use su poder para informarme el paradero de Geese.”

“¿Oh? ¿Has dicho Geese?”

Yo asentí. “Sí. Sus rasgos más característicos son…” Procedí a describirle detalladamente al hombre, incluyendo el cual yo creía que era su verdadero nombre. Bueno, era el que él había usado para firmar su carta dirigida a mí.

“Mm, sí, sí. Siento que ya he escuchado antes el nombre de esta persona… Espera un momento.”

Ella usó su ojo, mientras la crema todavía machaba abundantemente sus labios. Su ojo giró en su lugar, casi como una máquina tragamonedas, hasta que cambió al que ella tenía la intención de usar, deteniéndose repentinamente. Este ojo en particular era conocido como un Ojo de la Clarividencia. Con él, ella miró hacia la distancia, frunciendo su rostro.

“¿Oh? Mm… Esto es… Ah, sí, eso se ve delicioso.” Ella murmuró para sí misma mientras continuaba mirando hacia lugares muy lejanos hasta que, al final, se congeló. “Lo encontré.”

Eso no había tomado mucho tiempo.

“Él está en el extremo oriental de los Territorios del Norte, en el Reino de Biheiril. Ahí, en las profundidades de un bosque, parece estar hablando con alguien. Vaya, el hombre sí tiene la cara de un villano,” destacó Kishirika antes de reírse. Ella se inclinó un poco más hacia la dirección en la cual lo encontró, impulsada por la curiosidad. “Ahora bien, veamos… con quién está hablando… ¿Mm?” Su expresión se nubló inmediatamente. “Ya no puedo verlo.”

La expresión de Kishirika de pronto se volvió realmente seria mientras cerraba sus ojos. Ella inclinó su cabeza hacia atrás, permitiendo que sus ojos descansaran por algunos momentos. Fue solo varios segundos después que ella finalmente los volvió a abrir.

“Esta sensación… sí, la conozco. Tu actual enemigo es el Dios Humano… ¿correcto?”

El comportamiento jovial y malicioso que ella usualmente mostraba ya no estaba por ninguna parte, siendo reemplazado por uno más solemne y reservado. Aun así, yo respondí su pregunta honestamente.

“Sí.”

“Y si estás luchando contra el Dios Humano, ¿eso debe significar que te has aliado con el Dios Dragón?”

Vacilé por un momento antes de decir, “Sí.”

“Mmm…” Kishirika cruzó sus brazos y bajó su cabeza, adoptando una postura pensativa. Después de varios segundos, ella volvió a mirar arriba hacia el cielo, como un alma pensativa miraría directamente hacia la luna. Es cierto, era de día afuera y para rematar soleado, con nada más que algunas nubes atravesando el de otra forma vacío cielo azul. “Y Atofe, ¿tú te has aliado con este niño?”

“Sí.”

“Entonces así son las cosas. Supongo que esto debe ser obra del destino.”

Kishirika no estaba comportándose de la forma estúpida y bromista de siempre. De hecho, ella se parecía más a un sabio. ¿Qué demonios estaba ocurriendo con ella? ¿Acaso alguien agregó algo sospechoso a las donas?

“Kishirika-sama, ¿trata de decir que usted conoce al Dios Humano?” pregunté.

“Sip. Ambos tenemos un poco de historia. Francamente hablando, me gustaría evitar volver a involucrarme con él.”

Ladeé mi cabeza. “¿Acaba de decir que tienen una historia juntos?”

“Nada tan importante. Solo que, hace apenas 4200 años, él nos manipuló a Badigadi y a mí. Estaba tras la vida de Laplace.”

¿Hace cuatro mil doscientos años…? Ella se estaba refiriendo a la época de la Segunda Gran Guerra entre Humanos y Demonios, ¿cierto?

“Si recuerdo correctamente, eso fue cuando el Dios de la Lucha luchó contra el Dios Dragón,” dije.





“Así es. Badi vistió la Armadura del Dios de la Lucha para protegerme y enfrentar al Rey Dragón Demoniaco Laplace.”

Parpadeé hacia ella. “Espere… ¿Habla de Su Majestad Badigadi?” Mi sorpresa era inconmensurable.

¿Acaso esto quería decir que Badigadi en realidad fue el Dios de la Lucha todo este tiempo? Orsted no me había dicho nada de eso, aunque sentía que ya había escuchado algo similar en alguna parte… Ah, creo que fue de Randolph. ¿Entonces lo que él dijo era cierto? En ese entonces, no pude determinar si estaba hablando o no del mismo sujeto que yo conocía.

“Ha pasado mucho tiempo desde que perdió la Armadura del Dios de la Lucha… Pero si Badi aparece, es mejor tener cuidado. Él todavía se siente muy en deuda con ese podrido Dios Humano, incluso después de todo este tiempo. Él podría terminar siendo tu enemigo.”

Yo asentí después de una larga pausa. “Entiendo.”

Badigadi era un hombre increíblemente alegre y simpático. De ser posible, no quería luchar contra él. Aun así, tenía que tomar una nota mental sobre que él podría terminar apareciendo del otro lado. Si fuese posible, yo esperaba que él pudiera olvidar cualquier deuda que sentía y en cambio unirse a nuestro lado.

“Bueno, ya que tienes a Atofe de tu lado, dudo que Badi vaya a ser un gran desafío para ti en tu situación actual. Aunque me gustaría pedirte que perdones su vida de ser posible,” dijo Kishirika.

Badigadi era el hermano menor de Atofe y el prometido de Kishirika. En otras palabras, era familia. A partir de mi experiencia, los demonios olvidaban bastante rápido sus rencillas, pero no eran tan magnánimos como para quedarse de brazos cruzados mientras su familia era asesinada.

“Muy bien,” accedí. “A pesar de que, él de todas formas no es alguien fácil de matar.” “No, no lo es. El punto fuerte de los demonios inmortales es su tenacidad.” Kishirika dio

un vistazo hacia Atofe mientras hablaba. Esta última estaba posando de una forma bastante

orgullosa, pero yo tenía la sensación de que Kishirika no estaba exactamente halagándola. “Y también… acércate un poco más.” Ella me hizo señas con su mano.

Yo obedecí y me incliné. Ella se llevó una mano a su boca, presumiblemente para susurrarme algo. “Acerca tu rostro un poquiiito más.”

“¿Qué sucede?”

“¡Caíste, toma esto!” Ella repentinamente metió sus dedos dentro de mi ojo izquierdo.

Un dolor indescriptible recorrió toda mi cuenca ocular.

“¡Gaaaaaah!” grité con toda la fuerza que pude, tratando de alejarme de Kishirika instintivamente. Ella me agarró del cabello, restringiéndome para no dejarme escapar. Yo estaba usando mi Armadura Mágica—la Mark II—¿¡y ni siquiera con eso era capaz de escapar!? ¡Esto sí que duele!

Ah, esperen, sé lo que está pasando. Tal vez lo correcto es no huir.

“¿Oh? Has decidido comportarte, ¿no?”

Le permití hacer lo suyo por voluntad propia. Claro, era doloroso—un dolor pulsante y desgarrador asaltaba todo mi cerebro. Esto había ocurrido sin previo aviso, y ella estaba escarbando dentro de mi cuenca ocular, pero al menos sabía lo que estaba haciendo. Ya había pasado por esto con mi primer ojo.

“Listo, terminé,” declaró ella, sacando finalmente sus dedos.

El dolor intenso y abrumador se mantuvo, y no podía ver nada a través del ojo que ella había estado manoseando. Sin embargo, no había razón para entrar en pánico. Ya sabía que esto no era permanente.

“Es mi política personal recompensar a una persona con un ojo cada vez que me da de comer algo delicioso,” explicó Kishirika.

Yo no dije nada en respuesta. “Este será tu segundo ojo.”

Presioné una mano sobre mi ojo izquierdo mientras el dolor cedía lentamente y me arrodillé en frente de Kishirika.

“No me importa para nada esta batalla suya, pero sí tengo ganas de molestar al Dios Humano después de lo que hizo. Es por eso que te estoy dando esto como un obsequio de despedida.”

Alejé mi mano de mi ojo. Mi visión era doble. Era una visión discordante, como si estuviese sosteniendo la palma de mi mano sobre uno de mis ojos, dándome dos cosas diferentes que ver al mismo tiempo. Cielos, esto va a causar algunos dolores de cabeza.

“Es un Ojo de Visión Distante,” me informó Kishirika. “Todo lo que te permite hacer es ver en la distancia, pero debería probar ser de utilidad.”

Un Ojo de Visión Distante, ¿eh? Lo probé cerrando mi ojo derecho y canalizando poder mágico en el izquierdo. Funcionaba igual que el derecho; ajustando la cantidad de poder mágico que canalizaba hacia él, yo podía ver muy lejos hacia la distancia.

Miré hacia abajo, y mi visión pasó a través de la fortaleza hasta la entrada, donde uno de los caballeros negros se había quitado su casco para rascarse la cima de su cabeza. Moví mi cabeza y volví a concentrar poder mágico en el ojo. Mi visión parpadeó, elevándose a través del cielo, y mirando hacia la distancia. Era casi como una cámara con una función de acercamiento.

A continuación, vi un cráter con una ciudad construida en medio. Sin embargo, no pude ver la totalidad de la ciudad. Cuando traté de mirar incluso más lejos en la distancia, concentrando más poder mágico en mi ojo, descubrí que mi visión no podía ir más allá de unas montañas. Podía distinguir los patrones detallados sobre las rocas de la montaña y una Tortuga Gigante, la cual levantó su cabeza para bostezar, pero no más. Si había algo obstruyendo mi vista, mi visión se detendría ahí.

Corté el flujo de poder mágico hacia mi ojo, e inmediatamente regresó a mi visión normal. Este nuevo ojo demoniaco solo me permitía ver un poco más lejos. No era increíblemente poderoso, ni tampoco parecía particularmente fácil de usar. Aun así, yo ya estaba pensando en escenarios en los que podría ser de utilidad.

“Tal como estás ahora, dos ojos demoniacos no deberían ser difíciles de manejar para

ti.”

Yo le dije de la forma más sincera y agradecida posible, “Gracias.”

“Sí, sí. ¡Ahora bien, Rudeus! ¡Siéntete libre de pedir mi ayuda si alguna vez vuelves a necesitarme! ¡Si no es algo que involucre al Dios Humano, estaré feliz de ayudar!” Kishirika removió sin problemas los grilletes de sus manos, para luego bajar de costado su mano en un movimiento de karate, removiendo la bola y la cadena restringiendo sus piernas. Finalmente, ella se quitó el pijama que había sido forzada a usar, revelando su traje de cuero de siempre.

“¡Adiós! Yo—¿¡bwah!?” Kishirika había saltado hacia el aire con la intención de realizar su escape, pero ella cayó de cara hacia el suelo gracias al firme agarre que Atofe tenía de su tobillo.

“Espera,” dijo Atofe.

“¿Qué es lo que quieres? Sí que tienes agallas para interrumpir mi gran salida.” Estaba brotando sangre de la nariz de Kishirika. Ella estaba mirando fijamente hacia Atofe.

Atofe miró abajo hacia ella, sin preocuparle en lo más mínimo. “También hazme un favor.”

“¿Qué significa esto? Me tomaste prisionera sin ninguna razón y me lanzaste a una celda. No te haré ningún favor. Suéltame. ¡Shu, shu!” Ella apartó de un golpe la mano de Atofe, usando la otra para limpiarse la línea carmesí bajando de su nariz.

Atofe no era alguien que se daba por vencida fácilmente. Ella agarró a Kishirika del cuello. El agarre de Atofe jaló del apretado top de cuerpo, levantándolo lo suficiente como para revelar el pecho plano debajo.

¡Ooh! Sacudí mi cabeza. No, yo soy Rudeus el Célibe. ¡Debo resistir tal tentación! ¡Khh!

“Dime dónde están Al y Alex. Rudeus necesita luchadores fuertes de su lado, ¿cierto?

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Esos dos deberían ser perfectos para esto.”

“¿Qué?” Kishirika frunció el ceño. “Ya le di a Rudeus su recompensa hace solo momentos y le dije la ubicación de alguien. Incluso le di un ojo demoniaco como un extra. No puedo dar más.”

¿Al y Alex? Estaba bastante seguro de que esos eran los apodos de los dos Dioses del Norte que estaban vivos. Aquellos cercanos a ellos tendían a llamarlos por esos apodos. No recordaba haberle mencionado a Atofe que yo estaba buscando a esos dos, pero ellos eran su familia. Tal vez ella no había necesitado ninguna razón para traerlos de nuestro lado.

“Dímelo,” demandó Atofe. “¡Ya te dije que no!”

Kishirika parecía poco dispuesta a conceder la petición de Atofe. Era bueno haber descubierto la ubicación actual de Geese, pero aún no sabía nada sobre lo que estaba tramando. De ser posible, necesitaba incrementar el número de mis aliados. Necesitábamos toda la ayuda que pudiéramos conseguir.

De ser posible, ¿eh? Repentinamente se me ocurrió una idea. Es cierto. ¡Tengo esto! De pronto recordé el anillo siniestro y con forma de cráneo en mi dedo—el anillo de Randolph.

“¿Kishirika-sama? Su majestad, por favor, mire esto,” le supliqué.

“¿Mm? ¿Qué es eso? Siento que ya lo he visto antes en alguna parte… y me da escalofríos.”

“Considere esto una petición de Randolph.”

“Mm… Randolph, ¿eh? Ahora lo recuerdo. ¡Ese era su anillo!” Su expresión casi fue teatral; todo el color dejó su rostro. “Ahora lo entiendo, sí. Es su petición, ¿no? Él ciertamente cuidó de mí. Siempre me pregunté la razón, y cada vez que lo hizo, él diría, Puede pagarme por esto más adelante. En algún punto en el futuro, ¿bien? ¡Jejeje! Y con esa sonrisa espeluznante. Cada vez que veía esa sonrisa, no podía evitar temblar de miedo, preguntándome qué tipo de solicitud vil podría hacerme.”

“Haga lo que le pedimos, y puede considerar saldadas todas sus deudas con él.”


Su rostro se iluminó. “¿Dijiste todas? ¡Bueno, supongo que no me queda opción! ¡Sí, solo esperen un momento!” Una vez más, ella apuntó con su ojo hacia la distancia. Solo le tomó unos segundos de búsqueda encontrar lo que estaba buscando.

Ella sí que es un buen motor de búsqueda, pensé.

“No estoy segura sobre Al. Creo que él está en algún lugar dentro de Asura, pero el poder mágico ahí es denso. O él está usando algo para impedir que mi habilidad lo vea. De cualquier forma, todo está borroso. Alex está caminando a través de una carretera. Tal parece que va en la dirección del Reino de Biheiril.”

“¿De verdad? Perfecto. Rudeus, cuando vayas al Reino de Biheiril, busca a un hombre llamado Alexander. Él debería prestarte su fuerza,” dijo Atofe.

“Entiendo.”

¿El Dios del Norte Kalman III se estaba dirigiendo hacia el Reino de Biheiril? ¿El mismo lugar en el que estaba Geese? Me hacía preguntarme si eso era una coincidencia. No, conociendo al Dios Humano, él había previsto que Kishirika rastrearía a Geese, ¿cierto? Entonces de seguro era una trampa. Tenía que serlo.

“Ahora bien, eso es todo, ¿cierto? Ahora me voy. Todas mis extremidades están libres, y nadie me va a volver a poner las manos encima, ¿cierto? Muy bien. ¡Me voy! ¡Buajajaja!

¡Buajajajajaja! ¡Buajaja! ¡Buajaja!”

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Atofe se quedó ahí de pie con sus brazos cruzados sobre su pecho. Kishirika desapareció detrás suyo, dejándome contemplando toda la información que me había entregado. Su risa ensordecedora hizo eco una y otra vez, haciéndose cada vez más débil hasta que se dejó de escuchar completamente.

Yo tenía la sensación de que ella se había dejado capturar a propósito. Kishirika de verdad era como una tormenta, apareciendo y desapareciendo en el momento menos esperado. Fueran cuales fueran sus motivos, esta visita había sido fructífera. Yo ahora tenía un Ojo de Visión Distante recientemente implantado e información muy útil.

***

 

 

Me despedí de Atofe y regresé a Sharia. Había sido una visita productiva; conocía la ubicación de Geese, y sabía que el Dios del Norte Kalman III, uno de los Siete Grandes Poderes, también se dirigía a esa ubicación. Extrañamente, ni la ubicación del Dios de la Espada ni la del Dios del Norte Kalman II eran fáciles de averiguar.

Tenía un mal presentimiento sobre eso.

La pregunta importante era, ¿ahora qué? De ser posible, yo quería disminuir mi número de enemigos mientras incrementaba mi número de aliados. Si Geese sentía que yo estaba cerca, sospechaba que él correría por su vida. La única situación en la cual él no lo haría era si ya había reunido una cantidad sustancial de fuerza de su lado. En ese caso, lo más sabio para mí era correr.

Mmm… Tal vez lo más prudente sería hacer un reconocimiento preventivo. Podía usar ese tiempo para sellar su escape, esparcir mis propias unidades, y encontrar una forma de arrinconarlo.

Era una lástima que Kishirika hubiese desaparecido tan pronto. Con ella, yo podría haber obtenido un reporte mucho más detallado de la situación por allá. ¿No hay alguna forma de que pueda convencer a ese pequeño y conveniente motor de búsqueda de quedarse en un solo lugar por un tiempo? Si creaba una fábrica de donas y enviaba sus productos directamente hacia una guarida preparada especialmente para ella, eso podría funcionar.

Me abrí camino a casa mientras sopesaba mis opciones.

“Ah, bienvenido, miau.”

“Nosotras también estábamos regresando. Qué coincidencia.”

Me encontré de casualidad con Linia y Pursena al regresar. Era raro verlas aquí. Las dos estaban ocupando el sillón de mi sala de estar, sentadas orgullosamente como si el lugar les perteneciera.

No, ellas no eran las que se veían arrogantes, me corregí a mí mismo. Esa sería Eris. Las dos mujeres bestia estaban descansando sus cabezas sobre el regazo de Eris, permitiendo que ella acaricie sus orejas. Ellas estaban siendo completamente dominadas por sus caricias. Era como una escena de harem.

“Bienvenido,” dijo Eris. Ella siguió acariciando a las dos mujeres bestia, sin inmutarse por mi mirada.

“Jefe,” dijo Linia, “tengo un reporte para ti, miau.” “Son buenas noticias,” agregó Pursena.

Ninguna de ellas parecía tener la intención de alejarse. De hecho, sus gargantas parecían estar vibrando, ronroneando a causa de toda la atención. Eris las tenía a ambas dominadas bajo sus dedos.

“Aquí tienes.” Pursena permaneció en la misma posición mientras me entregaba una solitaria carta.

No es un comportamiento muy profesional, pero lo dejaré pasar, pensé.

“Llegó un reporte desde el este, miau. Dicen que encontraron a alguien que es igual a esa figura—cabello verde, y con una gema roja en su frente. Un Superd. Bueno, eso es lo que está escrito en el reporte, miau.”

“¡Oh! ¿¡De verdad!?” le arrebaté la carta emocionadamente y revisé el contenido.

Este reporte era increíblemente preciso. Contaba el descubrimiento de un comerciante extranjero haciendo un trato con el hombre. El hombre tenía un arma: un palo blanco con tela cubriendo la punta. Él usaba una bandana de metal sobre su frente y estaba usando una gruesa túnica con una capucha sobre su cabeza para ocultar sus ojos. Fue solo gracias a una repentina ráfaga de viento que su cabello verde fue visto; también expuso la ropa humana debajo de su gruesa túnica. El hombre se había movido en secreto, tratando de evitar que las personas se dieran cuenta de su presencia mientras compraba algo de medicina. Nuestro informante falló a la hora de confirmar qué medicina había comprado, pero la apariencia del hombre encajaba muy bien con la de Ruijerd.

“¿Qué?” jadeé mientras leía la línea final del reporte.

Ubicación del Descubrimiento: Reino de Biheiril, a casi medio día de su segunda ciudad más grande, Irel, en una aldea cerca del valle boscoso del Wyrm de Tierra.

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El Reino de Biheiril. Era la tercera vez que yo había escuchado esa misma ubicación en un solo día. Sin importar lo despistado que fuera, incluso yo podía darme cuenta de lo que estaba pasando aquí.

“Ahora lo entiendo…”

Geese, el Dios del Norte Kalman III, y Ruijerd. No había forma de que todo eso pudiera ser una coincidencia. Definitivamente algo estaba a punto de pasar en el Reino de Biheiril. No, eso no era correcto. Geese estaba tratando de hacer que pase.

Era posible que esta carta fuese una de las trampas de Geese. ¿Acaso tenía la intención de usar a Ruijerd en mi contra como un escudo? ¿Ya había reclutado a Ruijerd para su lado? No tenía idea de cuál era, pero lo descubriría. Si existía incluso la mínima posibilidad de que Ruijerd estuviese en peligro, entonces yo iría. Tenía que ir.

El tiempo de los preparativos había terminado. Era la hora del enfrentamiento final.

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