Mushoku Tensei: Isekai Ittara Honki Dasu (NL)

Volumen 23

Capítulo 8: Un Dios del Norte, una Aventurera, y Más…

Parte 2

 

 

Atravesamos la frontera sin problemas. Creí que tal vez seríamos interrogados sobre cómo unos aventureros comunes y corrientes como nosotros llegaron a adquirir un permiso de tránsito de los Caballeros Misioneros de Millis. Yo incluso había inventado una excusa plausible en caso de que eso ocurriera—pero los hombres en la frontera simplemente miraron hacia nuestro permiso, con el desagrado dibujado en sus rostros, y nos dejaron pasar. Extrañamente fue el mismo rostro que me mostraron las Amazonas antes.

“No robaste eso ni nada parecido, ¿o sí? ¿Estás seguro de que no nos meteremos en problemas por esto?”

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“Todo está bien. No nos meteremos en problemas,” dije.

Que el permiso levantara tal escepticismo significaba que era mucho más importante de lo que creía. Todos sabían las consecuencias que le esperarían a alguien que aseguraba una asociación fraudulenta con los Caballeros Misioneros de Millis. Provocaría que toda la Iglesia de Millis fuera tras de ti.

Mi yo del futuro había dejado anotaciones en el diario detallando cómo la Iglesia había asesinado a Zanoba y Aisha, así que tenía una idea de lo aterradores que podían ser como enemigos. Aunque yo lo había obtenido a través de la Niña Bendita, así que no estaba preocupado.

“¡Ustedes, los aventureros de ahí, alto!”

Escuchamos una voz gritar a nuestro alrededor mientras avanzábamos. Miré atrás sobre mi hombro, y vi a tres caballos dirigiéndose directamente hacia nosotros desde la dirección de la frontera. No se preocupen, los caballos no fueron los que gritaron. No eran parientes de Nokopara. Uno de los caballeros montándolos había gritado hacia nosotros.

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Cuando los caballeros nos alcanzaron, ellos nos miraron desde arriba de sus monturas. Estaban usando armaduras plateadas de cuerpo completo inscritas con la bandera nacional del País Sagrado de Millis. Estos eran los Caballeros Misioneros.

Todas las Amazonas se pusieron mortalmente pálidas en el momento que se dieron cuenta de quiénes eran estas personas. Ellas susurraron muy bajo, “¿¡Qué hacemos!? ¡Qué hacemos!” La mano de Sara se movió hacia la espada corta en su cintura.

Miré hacia Eris. Ella ya había adoptado una postura de batalla. Alcé una mano para detenerlas y di un paso al frente.

“¿Hay algún problema?” pregunté.

“Recibimos un reporte diciendo que había un grupo de personas en posesión de un permiso de tránsito de Millis. ¿Estamos en lo correcto asumiendo que ustedes son ese grupo?”

Yo asentí. “Sí, esos seríamos nosotros.”

“No hemos recibido contacto de los altos mandos informándonos sobre ti y tu grupo.

Tendremos que inspeccionar su permiso.”

Mierda. Solo ha pasado cerca de una hora desde que usamos ese permiso de tránsito y cruzamos la frontera. ¿No es un poco pronto? ¿Me están diciendo que los Caballeros Misioneros están en todas partes? Qué miedo.

“Es perfectamente comprensible. Por favor, dele un vistazo.” Les mostré rápidamente el permiso.

Uno de los caballeros me lo arrebató de mi mano y comenzó a inspeccionarlo cuidadosamente. Él rápidamente levantó el visor de su casco como si estuviera sorprendido, para luego mirar entre mi rostro y el permiso en su mano y susurrarle algo a uno de sus camaradas. Su compatriota sacó una vara para magos principiantes, la cual usó para pinchar el permiso. La joya adornando la punta de la vara emitió una luz pálida. Los hombres intercambiaron miradas entre sí, asintieron, y se bajaron de sus caballos. El hombre que había tomado mi permiso me lo regresó de forma respetuosa, acunándolo en sus manos.

“¡Ofrecemos nuestras más sinceras disculpas por tal impertinencia! No teníamos idea de que ustedes eran enviados de la Niña Bendita-sama.”

Gracias a dios. Parece que estamos libres de sospecha.

“No hay problema. De hecho, les agradezco a ustedes por su diligente trabajo,” dije educadamente, recibiendo mi permiso. A mis ojos, todo lo que veía era un gran número de emblemas de Millis estampados a través de la parte frontal del permiso, pero aparentemente algo en él indicaba que venía de la Niña Bendita. Supongo que habían hecho más que una revisión de documentos rutinaria.

Se sentía extraño que un grupo de caballeros altamente distinguidos pusiera una rodilla al piso frente a mí de esta forma. Era algo como sacado de un drama histórico.

“Sin embargo, debo preguntar, ¿qué trae a este lugar a los enviados de Su Santidad?” “Estoy en busca de alguien,” expliqué.

“¿Podríamos saber de quién se trata?”

“El Dios del Norte Kalman. ¿Lo conoce?”

El caballero asintió. “Sí, pero el Dios del Norte ya no se encuentra en esta zona. Escuchamos rumores de que se fue hace bastante tiempo hacia Hammerpolka. Parece que recientemente también ha abandonado esa zona, así que su paradero actual es desconocido.”

Mierda, ¿en serio? Si él ya había abandonado la zona hace tres años, sí tenía sentido que ya se hubiese mudado de la nueva ciudad en la que se estaba hospedando.

“También estoy buscando a un demonio con cara de mono. El hombre se llama Geese.” “¿Un demonio? ¿Con qué fin?” Los ojos del caballero brillaron con hostilidad,

provocándome un escalofrío.

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“Bueno… él es mi enemigo. Quiero saber dónde está para poder derrotarlo,” dije.

“¡Conque ese es su objetivo! No estoy al tanto del nombre del hombre, pero un demonio con cara de mono recientemente ha sido visto en Hammerpolka.”

Oigan, esa que es información útil. Por otro lado, no creía que Geese fuera tan fácil de localizar. Fácilmente podría ser alguien más. Aún existía la posibilidad de que pudiéramos encontrarnos con él aquí de pura casualidad. Geese probablemente estaba moviendo sus piezas sobre el tablero, tal como yo.

“Si usted lo requiere, nosotros podríamos enviar a nuestro jinete más rápido ahí para apresar al hombre,” ofreció el caballero.

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Hm, ¿debería aceptar su oferta? Si era Geese y él se daba cuenta de que yo lo mandé a capturar, probablemente trataría de escapar, ¿no? Hmm.

“¿Cuántos Caballeros Misioneros tiene a su disposición?” pregunté. “Diez en Hammerpolka.”

“Ya veo. Por favor, capture al hombre.” “¡Sí, señor!”

El líder del grupo movió su mentón, dándole una señal a uno de los caballeros a su lado. Habiendo recibido sus órdenes, el hombre inmediatamente volvió a subir a su caballo, cabalgando en la dirección hacia la que nosotros ya nos dirigíamos. Me sentía un poco mal por pedirles esto. Después de todo, lo que yo estaba haciendo no era un asunto oficial de la iglesia.

“Muy bien,” dijo el líder, “entonces ahora regresaremos a nuestra misión.” “Por supuesto. Se lo agradezco mucho.”

“No hay de qué, señor. Aunque, si bien entiendo que es impropio de mi parte mencionar esto, si usted es un seguidor de Millis, debo cuestionarme cuán apropiado es para usted estar viajando junto a tantas mujeres.”

“Ah…”

Desde la perspectiva de un observador, esto probablemente se veía como si yo estuviera viajando con todo un harem. En la realidad, había una sola mujer en este grupo a la que tenía permitido ponerle las manos encima, y esa misma me daría un buen golpe en el rostro si lo intentaba. Por otro lado, si admitía que no era un seguidor, las cosas solo se complicarían más.

“Simplemente he contratado a estas mujeres como guardaespaldas.”

El caballero asintió pensativamente. “No quisiera asumir lo contrario, sin embargo…” “Si ninguna de las partes está inclinada a entablar relaciones íntimas, entonces su sexo

no debería importar, ¿o sí? Y por aquellas que están inclinadas, ser del mismo sexo no necesariamente les impediría de participar en tales actos. ¿O me equivoco?”

El hombre inspiró bruscamente. “¡Sí, usted tiene razón, señor! ¡Mis más sinceras disculpas!”

Después de todo, en el Reino de Asura había muchos hombres que eran gay. Los hombres hermosos que se rodeaban a sí mismos con aquellos del mismo sexo formaban un harem gay. Así que, en resumen, el sexo de tu grupo no importaba, ¿o sí? Por suerte, Millis no era tan cerrado de mente como para prohibir la homosexualidad. Aunque los harems estaban fuera de discusión, para cualquier sexo u orientación. Al menos eran equitativos sobre eso.

“¡Ahora bien, con su permiso!”

Los dos caballeros subieron a sus monturas y se fueron, viéndose sorpresivamente complacidos con la respuesta que les había dado. Yo simplemente estaba feliz de haber logrado esquivar un problema más. Al menos, si ellos más tarde descubrían que yo no era un seguidor de Millis, no les había mentido sobre eso. Esto al menos no debería causar ningún problema más adelante. Espero.

“¿Qué?” pregunté, dándome cuenta de la forma en la que Sara me estaba mirando. “Nada. Es solo que… al final era real, ¿eh?”

“¿Qué, creíste que usaría una falsificación y expondría a todas al peligro?”

Sara se encogió de hombros. “Quiero decir, no es algo que las personas puedan conseguir fácilmente.”

“Bueno, estoy en un tipo de trabajo donde esto es normal.”

La Sociedad del Dios Dragón siempre estaba pensando en el futuro. Por lo tanto, para proteger el bienestar de sus empleados, nuestro Director Ejecutivo había establecido conexiones impresionantes.

“¿Sí? Supongo que escalaste de posición en el mundo desde que te conocí. Ahora eres un pez gordo.”

Para ser honesto, no creo ser un pez gordo.

***

 

 

Esa noche acampamos a un lado de la carretera. Prendimos dos fogatas y asignamos a alguien para proteger cada una. Esa no fue una sugerencia que alguien hizo—era algo que las Amazonas hacían habitualmente. Supuse que, dada la mención de Sara de que algunas de las chicas realmente odiaban a los hombres, era un intento de distanciarse lo más posible de mí cuando durmieran.

A mí no me molestaba. Yo no era como esos hombres viejos que frecuentaban cantinas y se enojaban cuando la chica a la que le habían puesto el ojo no se sentaba a su lado. Eris dormía a mi lado, y eso era más que suficiente. Si terminaba realmente desesperado, yo además tenía un pequeño recuerdo de Roxy metido en mi bolsillo.

Tampoco era como si yo confiase en todas las integrantes de las Amazonas. Existía la posibilidad de que uno de los apóstoles del Dios Humano estuviera oculto dentro de ellas. Por esa razón, decidí que Eris y yo tomaríamos turnos por nuestra cuenta para vigilar en vez de dejarlo completamente en las manos de las Amazonas.

Eris se plantó sobre el suelo, y se apoyó contra un árbol, con su espada acunada entre sus brazos mientras se quedaba dormida. Ruijerd solía dormir de esa forma, con esa misma pose heroica y genial. Me pregunto cuándo había convertido en un hábito dormir así. Su rostro estaba sorpresivamente relajado mientras dormía. Yo estaba acostumbrado a ver su expresión disciplinada incluso cuando ella estaba profundamente dormida, pero por alguna razón Eris estaba muy feliz esta noche.

Tal vez está teniendo un sueño realmente bueno. La Eris actual era reservada y no compartía mucho sus emociones, pero en lo profundo, ella no era diferente de antes. Si bien era reconfortante verla madura, también era un poco triste.

Ya casi era hora de irme a dormir y dejarla que cubra su turno de guardia. Casi no tenía el corazón para despertarla.

“Estás haciendo un buen trabajo permaneciendo despierto,” comentó Sara mientras se sentaba a mi lado. Ella tenía dos tazas en sus manos, con hileras de vapor subiendo de ellas. Sara sostuvo una de ellas hacia mí, gruñendo como si eso fuera suficiente para que yo entendiera que debía tomarla.

Mushoku Tensei Volumen 23 Capítulo 8 Parte 2 Novela Ligera

 

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“Gracias,” dije, decidiendo complacerla. Dentro de la taza había un líquido rojo relativamente opaco. Yo nunca antes había visto algo así. No se veía como sopa de tomates. Cuando la olfateé, el aroma casi quemó mis fosas nasales. Sea lo que sea, sospechaba que era picante. “¿Qué es exactamente?”

“La sopa especial de Alisa contra la somnolencia.”

Hah, así que es una especie de tónico para quedarse despierto… No tiene veneno, ¿o

sí?

“Bueno,” dije, “entonces lo beberé con gusto.”

No podía recitar magia de desintoxicación justo en frente de ella. Sara se enojaría conmigo si lo hiciera. En cambio, decidí darle un pequeño sorbo y probarlo.

Solo permití que una pequeña cantidad goteara sobre mi lengua, la cual fue suficiente para que el sabor salado se esparciera a través de ella. Fue solo después de que me lo tragué que permaneció una sensación de cosquilleo tardía. Yo había imaginado algo horriblemente picante, pero sorpresivamente, no lo era tanto. Varios segundos después, sentí una sensación cálida en mi estómago y garganta—como la calidez gentil de un té de jengibre.

“Está delicioso.”

Sara sonrió. “¿Verdad?” Ella también comenzó a beber de su sopa.

Sí, señora. Pero ¿no crees que estás sentada demasiado cerca? Si cualquiera de nosotros se llega a inclinar ligeramente, nuestros hombros podrían tocarse… Nah. Probablemente solo me estaba pasando películas.

“Dime, Rudeus…” comenzó a decir Sara. “¿Qué estás haciendo ahora mismo?” “¿A qué te refieres?”

En este momento, yo estaba experimentando palpitaciones inusuales debido a que estaba sentado demasiado cerca de una chica. Vamos, contrólate. Sí, yo ya tenía tres esposas. Entendía completamente lo inapropiado sería cometer adulterio. En este momento yo estaba tratando de mantener un voto de celibato. ¿Acaso alguien de verdad puede culparme por sentirme un poco nervioso debido a que una hermosa mujer estaba sentada tan cerca? Metí mi mano en mi bolsillo, apretando la tela dentro mientras rezaba. ¡Dios, dame fuerza!

“Bueno, supuse que todavía estabas en Sharia realizando investigaciones con el Gremio de Magos o algo así. O que estabas trabajando como un profesor, enseñando magia a otras personas.”

“¿Yo? ¿Un profesor?”

“Eras bueno enseñando magia, ¿recuerdas?”

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¿Lo era? ¿Le había enseñado magia a Sara? No podía recordarlo.

Sara continuó, “O supuse que tal vez estabas en el Reino de Asura, trabajando como guardaespaldas de la Princesa Ariel junto a tu esposa. Espera, supongo que ella se coronó reina hace un par de años, ¿eh? Yo no estaba en Asura para todo eso, así que no tengo idea.”

“Sí. Yo ayudé para asegurarle el trono.”

“Así que ayudaste… Pero no es como si estuvieras directamente sirviéndole ni nada parecido.”

Ooh. Así que a eso se refería cuando preguntó qué estaba haciendo yo ahora mismo.

“Sirvo a alguien más,” dije. “¿Alguien más?”

“Al Dios Dragón Orsted.”

“¿El Dios Dragón…? ¿Uno de los Siete Grandes Poderes?”

Ah, supongo que ella sabe de ellos. En mi experiencia, no son tan famosos dentro de los aventureros… Así que esto era una sorpresa.

Yo asentí. “Así es. Trabajo como su subordinado, apoyando sus objetivos a través del mundo.”

“¿Entonces eres su sirviente? ¿Cómo diablos terminaste en esa clase de posición?

¿Acaso entregaste una aplicación o algo así y te lo ganaste? Algo como, ¡Juro que seré de utilidad para usted, así que, por favor, conviértame en su subordinado! ¿Algo así?”

“Es una larga historia.”

“Tenemos tiempo. Todavía no vas a dormir, ¿cierto?”

Yo había tenido la intención de ir a despertar a Eris para que me reemplace, pero… Como sea.

“Supongo que no. Bueno, ¿dónde empiezo…?”

Comencé a contar mi historia justo después. Partí contándole sobre el Dios Humano, y cómo yo había seguido sus consejos mientras viajaba. Que un día, el Dios Humano me aconsejó ir a revisar mi sótano. El cómo eso provocó que mi yo del futuro viniera a detenerme, diciéndome que seguir ese consejo del Dios Humano arruinaría a toda nuestra familia.

Pero ya era demasiado tarde.

El Dios Humano amenazó la seguridad de mi familia, forzándome a una confrontación directa contra el Dios Dragón Orsted. Hice todo lo que pude para derrotarlo, pero al final fue inútil. Yo en cambio terminé suplicando por mi vida, implorándole que al menos salvara a mi familia. Él se había rehusado, pero entonces Eris fue en mi rescate. Yo estaba casi muerto cuando Orsted propuso que en cambio me uniera a su causa, y yo acepté.

“Eso inició mi carrera como su agente secreto. Me esforcé al máximo por ayudar a colocar a Ariel en el trono de Asura, tomé parte de la guerra en el Reino de Shirone, secuestré a la Niña Bendita en Millis, y me convertí en una princesa en el Continente Demoniaco…”

“¿Qué hay de ese tipo Geese que mencionaste esta tarde?” preguntó Sara.

“Él es uno de los lacayos del Dios Humano,” expliqué. “Ahora mismo, yo estoy tratando de reunir suficiente poder ofensivo como para derrotarlo. Una parte de eso es reclutar al Dios del Norte Kalman.”

“Mmmm…”

No me había dado cuenta de cuando, pero yo me había bebido el resto de la sopa en mi taza. Sin embargo, tenía magia de agua a mi disposición, así que mi garganta no se secaría.

“Suena a que conocer a Orsted fue algo bueno para ti.”

Yo asentí. “Tienes razón. De seguro estoy feliz de haberlo conocido.”

“¿Qué clase de persona es? A partir de la forma en la que hablas de él, suena a que es una persona realmente amable y con una mente abierta.”

“Bueno, si tuviera que describirlo de la forma más breve posible…” Traté de buscar todos mis recuerdos sobre Orsted. De cuando establecimos nuestra oficina, cuando nos aventuramos juntos hacia el Reino de Asura, cuando Cliff y yo trabajábamos para encontrar una forma de combatir su maldición (o, más bien, creábamos un casco para contenerla) … Por encima de todo, la que más destacaba dentro de mis recuerdos era… “Él tiene un rostro aterrador.”

Sara estalló de la risa.

Aunque era cierto. Sí, Orsted era amable, magnánimo, y de mente abierta, pero nadie podía negar que él tenía un rostro aterrador. La constante en cada recuerdo que yo tenía de él era ese ceño fruncido permanente.

“Pfft… Jaja… ¡Jajaja! Qué diablos… ¿Este tipo realmente te ayudó, y todo lo que puedes decir sobre él es que su rostro es aterrador?”

Fruncí el ceño. “Lo digo en serio, de verdad es así. Además, todos lo odian a causa de su maldición.”

“¡Buajajaja!”

Sara debe haber encontrado esto verdaderamente divertido, ya que siguió riéndose a carcajadas por varios minutos, envolviendo sus brazos alrededor de su estómago. La única razón por la que se reprimió un poco fue para evitar despertar a aquellas que estaban profundamente dormidas a nuestro alrededor.

Cielos…” dijo ella cuando finalmente se tranquilizó.

“La única razón por la que fui capaz de arreglar las cosas con Eris fue gracias a mi batalla contra Orsted. En cierta forma, Orsted-sama es como mi propio cupido.”

Sara levantó una ceja hacia mí. “¿Un cupido con un rostro aterrador?” “Así es.”

Sara volvió a tener un ataque de risa que la dejó sin aire y tosiendo. ¿De verdad es tan

divertido? No entiendo a estos niños y su humor moderno.

“Fiu,” dejó salir ella al final, habiendo recuperado la compostura. Sara posó su mirada sobre mí. Tal vez era solo la luz de la fogata danzando en sus mejillas, pero parecía que estaba ruborizada.

Quizás está a punto de admitir que tiene sentimientos por mí… De ser así, tendré que rechazarla. Por supuesto, de una forma suave, como un verdadero hombre. Después de todo, yo ya tengo dos esposas y un esposo. A pesar de tirar chistes en mi interior para aliviar mi tensión, todo mi cuerpo se congeló de la expectativa.

“De seguro has cambiado, Rudeus,” comentó Sara. “Incluso más desde que eras guardaespaldas de la princesa.”

Sus ojos se nublaron. Vaya, ella era encantadora. Mi respiración se aceleró, y había gotas de sudor bajando a través de mi frente. Volví a meter mi mano dentro de mi bolsillo, apretando la reliquia sagrada en su interior.

“Ah, mira qué hora es,” dijo repentinamente Sara, interrumpiendo el momento. “Parece que nos perdimos en la conversación. Ya es hora de que me reemplace el siguiente turno.”

“Eh, sí. Tienes razón.”

Ella se alejó inmediatamente.

Gracias a eso pude dejar salir un gran suspiro de alivio.

Por alguna razón, en el momento en que el ambiente a nuestro alrededor fue en una dirección mucho más íntima, todo mi cuerpo se tensó. Tal vez era a causa de un trauma persistente de mi fallo a la hora de la verdad.

Alguien repentinamente se dejó caer sobre el tronco a mi lado, en el lado opuesto de donde Sara había estado momentos antes. Yo inmediatamente supe quién era sin siquiera mirar en su dirección; había sentido su mirada sobre mí ya por un tiempo.

“Eris, ¿desde cuándo estás despierta?” pregunté.

“Desde que dijiste esa cosa sobre Orsted siendo cupido.”

“¿Qué pensarías si te dijera que él realmente fue nuestro cupido?” “Qué asco.”

Uff, eso fue directo. Pero tal vez era esperable de alguien bajo los efectos de la maldición de Orsted.

“Pero si él es la razón por la que terminamos juntos, entonces… S-supongo que podría agradecerle,” admitió ella de mala gana, apoyando su cabeza contra mi hombro.

Aah, puedo sentir el amor.

“¿Eris?”

“Qué.” Eso sonó más como una afirmación que como una pregunta. Típico de Eris. “Déjame apoyar mi cabeza sobre tu regazo.”

“Bien.”

Ajusté mi posición, colocando mi cabeza sobre sus muslos. La rigidez que había sentido en mi cuerpo momentos antes desapareció. Tampoco seguía cubierto de sudor frío. Tal vez Eris había sentido que yo estaba siendo arrinconado y vino en mi rescate.

“Haré guardia hasta la madrugada. Puedes dormir hasta entonces,” dijo Eris. “Mm. Gracias.”

Los muslos de Eris eran un poco firmes para ser una buena almohada, pero me trajeron alivio. Mi pequeño ahí abajo parecía sentir que el peligro había pasado y levantó animadamente su cabeza, pero con o sin peligro, él no iba a tener nada de acción. Compórtate, lo regañé, como si él no fuera yo.

Y así, me quedé profundamente dormido.

***

 

 

Mientras recorríamos la carretera a la mañana siguiente, vimos un monolito que se elevaba hasta el cielo, lo suficientemente grande como para poder verlo incluso desde la distancia. Mientras nos acercábamos, el humo que salía desde la base se vio con claridad. Era una ciudad. Esta era Hammerpolka, la cual yacía en la frontera del País Mercenario de Markien.

Cuando nos acercamos a la entrada, vimos un gran cartel de metal a su lado. Decía: Hammerpolka, la Ciudad de la Herrería. En efecto, la industria de la herrería de Hammerpolka estaba en su apogeo. Debajo del monolito con forma de torre yacían depósitos de minerales de la mejor calidad, los cuales los habitantes de la ciudad procesaban para refinarlos. Con esto, ellos tenían transacciones comerciales sólidas con otros países.

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Los golpes del metal hacían eco a todo nuestro alrededor mientras entrábamos a la ciudad, tal como escucharías en un asentamiento enano. A pesar de esto, en la práctica, pocos se referían a este lugar como una ciudad herrera. La llamaban Hammerpolka, la Ciudad Mercenaria.

Era evidente a partir del nombre, así que no hacía falta decir que un enorme grupo de mercenarios había fundado esta nación. Ellos habían trabajado como comerciantes de la muerte, vendiendo sus servicios a (o los practicaban sobre) sus vecinos.

En esta economía, Hammerpolka era responsable de la producción de equipo militar. Era un gran lugar para el abastecimiento de los mercenarios del país. Eventualmente, mercenarios extranjeros también vinieron aquí para ese mismo propósito. Casi todos los grupos de mercenarios más famosos del mundo construían su cuartel general aquí.

Como podrían esperar, el Grupo de Mercenarios Rupan era una excepción a esa regla.

¿Qué, creen que tenemos una forma de hacerlo antes de ser mundialmente famosos? Bueno, tal vez. Pero con Aisha liderándolo y recibiendo trabajos, eventualmente llegaríamos ahí.

Como era de esperarse de una ciudad repleta de mercenarios, un montón de personas de apariencia ruda caminaban a través de sus calles. Aunque el ambiente no era ni de cerca tan opresivo como el del Santuario de la Espada, tal vez debido a que esta era una zona relativamente pacífica. O podría ser porque yo consideraba que los mercenarios eran más racionales.





Solo para dejarlo claro, no es que crea que los espadachines del Estilo del Dios de la Espada sean incapaces de tener una conversación humana básica. Es solo que… tienen una tendencia a usar sus espadas antes que sus palabras.

Muchos de los hombres que vimos en las calles lanzaron miradas hacia Eris. Ella miraría de vuelta hacia ellos, pero en vez de interpretar eso como un desafío y buscar pelea con ella, ellos sonreirían y se alejarían. Estábamos bien por el momento, pero no había forma de saber cuándo alguien sería lo suficientemente estúpido como para provocarla. Me aterraba tener una masacre en nuestras manos si eso ocurría.

“Estaba preocupada de que estuvieras demasiado confiado de que nuestro viaje terminaría bien, pero parece que fue justamente así.” Sara repentinamente dejó de caminar. “Nos has traído lo suficientemente lejos. Sabes, de verdad salvaste nuestros pellejos.”

“¿Están seguras de que esta distancia es suficiente? Si quieren, yo podría sacarlas de la Zona de Conflicto.”

Ella se burló, “¿Incluso aunque no podemos pagarte? No bromees.”

“Vamos. No es como si fuésemos extraños. Siempre puedes pagarme con tu cuerpo si te molesta tanto.” Mostré una sonrisa burlona, esperando sacarla de quicio. Incluso hice un gesto de sobar con mis manos. Todas las Amazonas se pusieron pálidas e hicieron una mueca hacia mí.

Eris tomó mi muñeca y me fulminó con la mirada. “S-solo estaba bromeando,” chillé en respuesta.

“Sí, lo sé,” dijo Sara. “Ya tuviste tu oportunidad anoche.”


“En serio, Sara, ¿podrías dejar eso? A este paso ella va a destrozar los huesos de mi mano.” Envolví una mano gentilmente alrededor de la de Eris, persuadiéndola de dejar de triturar mi muñeca, y ella finalmente cedió.

“No somos niñas. Podemos seguir desde aquí,” me aseguró Sara. “Entiendo.”

“Además, parece que tienes tus propios asuntos de los cuales preocuparte. Nos despediremos aquí, para así no meternos en tu camino.”

Meterse en mi camino, ¿eh…? Es cierto, si Geese estaba en esta ciudad, habría una batalla. No podía arriesgarme a que Sara y el resto de su grupo queden envueltas en eso.

“Incluso si quisiéramos contratarte como un guardaespaldas, mi cuerpo de todas formas no sería suficiente para ti,” dijo Sara.

Yo quería asegurarle que eso no era cierto, pero a juzgar por lo que ocurrió anoche, ella probablemente tenía razón. Su cuerpo no serviría como pago.

“Entonces aquí nos despedimos,” dije.

Sara asintió. “Sip. Estoy feliz de haberte vuelto a ver después de todo este tiempo.”

“Yo también.”

“De seguro has cambiado mucho. No sé cómo describirlo… te ves más distinguido que antes.”

Ladeé mi cabeza. “No veo en qué forma.”

“No, quiero decir… ya sabes. ¿Recuerdas cuando nosotros casi nos involucramos? Yo he estado siendo aventurera desde entonces, siempre haciendo lo mismo, sin ningún cambio…”

“No creo que eso sea cierto,” murmuré. Por mucho que ella le quitara importancia, Sara parecía mucho más madura que antes. Más adulta.

Mientras más hablaba con ella, más me daba cuenta de las sutiles diferencias. Solo habíamos pasado un par de días juntos, pero estaba seguro de que, si pasaba un mes entero con ella, me daría cuenta incluso de más. Todos cambian, incluso si les es difícil verlo en sí mismos.

Sara se quedó mirando hacia el suelo por un momento. Me pregunté si debía decirle algo, y de ser así, qué. Mientras yo estaba ocupando dándole vueltas a eso, ella pareció decidirse, levantando su cabeza repentinamente.

“¡Bien, ya me he decidido! ¡Dejaré de ser una aventurera!” “¿¡Qué—!?”

La repentina declaración de Sara provocó que las otras Amazonas dejaran salir un grito casi histérico.

Ella no se molestó en mirar atrás hacia ellas, pero yo creía que debió hacerlo. Ellas eran sus compañeras de grupo, ¿saben? Sara debería estar diciéndoles esto de frente.

“¿Qué vas a hacer si dejas de ser una aventurera?” pregunté. “¿Tienes en mente algún otro trabajo que quieras hacer o algo así?”

“Nop, no tengo ningún plan. Supongo que encontraré un hombre para mí en algún lugar, me asentaré, tendré hijos, y viviré mi vida cazando o algo.”

De hecho, eso sonaba un poco como un plan detallado, pero yo no iba a contradecirla.

“Bueno, eres hermosa. Solo me preocupa que algún desgraciado se aproveche de ti,” dije.

“Heh, no te preocupes. Voy a encontrarme a un hombre que no vaya a un burdel, se emborrache totalmente y luego diga cosas malas de mí.”

“Auch.”

Esa referencia debió haber dolido, pero para mi sorpresa, ambos sonreímos, compartiendo el mismo momento de nostalgia. Fue un malentendido provocado por mis propias acciones de mierda después de mi disfunción eréctil, así que tal vez yo no tenía nada de qué reírme. Pero si Sara me perdonó lo suficiente como para reírse al respecto, entonces yo me reiría junto a ella.

“Bueno,” dije, “si alguna vez te encuentras en problemas, contáctame y yo iré.” Sara asintió. “Sip. Y ten por seguro que lo haré si lo necesito.”

“Bueno, nos vemos.” “Sip. Adiós, Rudeus.”

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Sara agitó su mano brevemente hacia mí antes de dirigirse hacia el centro de la ciudad. El resto de las Amazonas se apresuraron tras ella. Escuché el eco de sus voces mientras demandaban una explicación de lo que quiso decir con retirarse. Ellas pronto irían a una posada y tendrían una buena discusión sobre su partida.

A pesar de las apariencias, Sara era muy decidida—o testaruda, si querían ser un poco menos generosos—así que dudaba de que alguien pudiera disuadirla de retirarse si ella ya se había decidido. Una vez que Sara y las demás salieran de la Zona de Conflicto, ellas ya sea se separarían o encontrarían una forma de seguir juntas sin ella. De cualquier forma, Sara pronto comenzaría su nueva vida.

De lo único que estaba seguro era que, a diferencia de una cierta persona que yo conocía, ella no trataría de aventurarse dentro de un laberinto sola para encontrar un hombre.

No sabía cuándo sería la próxima vez que vería a Sara, o si alguna vez lo volvería a hacer. Si lo hacía, esperaba que pudiéramos ser capaces de volver a hablar de esta forma. Yo además juré que, la próxima vez, también le preguntaría sobre ella, en vez de solo hablar y hablar de mi vida.

Ahí fue donde lo dejamos.

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