Mushoku Tensei: Isekai Ittara Honki Dasu (NL)

Volumen 23

Capítulo 1: El Bebé de Cabello Verde

 

 

Mushoku Tensei Volumen 23 Capítulo 1 Parte 1 Novela Ligera

 

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Sylphiette

Una vez tuve un sueño. Fue durante el tiempo que Rudy fue hacia el Reino del Rey Dragón. En mi sueño, una niña estaba llorando. Un grupo de sombras negras la rodeaban. Ellas se reunieron alrededor de la niña y le arrojaron pedazos completamente negros de algo. La niña trató de huir desesperadamente, pero las sombras no paraban de seguirla.

La niña corrió hacia la luz. Mientras se acercaba a ella, esta arrojaba esferas de luz hacia las sombras, y estas desaparecían. La luz luego envolvió gentilmente a la niña mientras se quedaba dormida.

Cuando tuve ese sueño por primera vez, creí que era sobre el pasado. Un sueño sobre los viejos tiempos, cuando los niños de la aldea me acosaban. Yo creía que estaba soñando sobre ello después de todo este tiempo como una señal de lo mucho que amaba a Rudy. Eso era lo que pensaba mientras me recostaba y sonreía felizmente, tal como una niña.

Varios meses después, cerca del tiempo donde Rudy estaba fuera en el Continente Demoniaco, yo tuve otro sueño tal como este. Esta vez, las cosas fueron diferentes.

Esta vez era un niño con cabello verde. Pero en vez de tener mi rostro, el niño tenía el del Rudy. El niño con cabello verde con el rostro de Rudy estaba siendo perseguido por sombras oscuras. No había luz en la dirección que se dirigía el niño. Entré en pánico y corrí hacia el niño, desesperada por protegerlo de las sombras. Sin mi magia, yo solo podía tratar de alejar a las sombras con mis manos desnudas. Las sombras eran tenaces. Se rehusaban a irse. Podía sentir al niño temblando en mis brazos.





Después de este sueño, me preocupé de que le pudiera pasar algo a Rudy. Él tal vez había sido herido o capturado. No, por supuesto que no. Él fue con Eris y Roxy…

Pensé por mucho tiempo qué hacer para ayudar, y, al final, regresé a casa ese mismo día. Calmó mis preocupaciones sobre mi esposo… pero nuevas preocupaciones aparecieron en su lugar.

Mi barriga ahora era grande y redonda. ¿Qué tal si ese sueño era sobre el niño dentro de ella?

Me estoy preocupando por nada, me dije rápidamente a mí misma. No había forma de que Rudy no fuera a proteger a nuestro hijo. Tenía que haber una luz esperando por él. Me convencí a mí misma de que los nervios del embarazo solo me estaban jugando una mala pasada. Saqué ese sueño de mi mente.

Rudy eventualmente regresó del Continente Demoniaco. Le pregunté sobre un nombre para el bebé. Ya habían pasado seis meses desde que él me dijo pensaré en uno. Pude haber esperado por él hasta después de dar a luz, pero dije que quería saberlo antes en caso de que él pronto emprendiera otro viaje.

“Lo siento. Todavía no he pensado en el nombre.”

En ese momento, el recuerdo de ese sueño revoloteó a través de mi mente. La visión de ese niño rodeado de sombras oscuras sin nadie para ayudarlo. Luego, algo peor pasó por mi mente: ¿Rudy siquiera ama a este niño?

Por supuesto que sí. Estaba segura de ello. Sin embargo, esa noche, yo volví a tener ese sueño. Las sombras se reunieron alrededor del niño, quien estaba mucho más allá de mi alcance. Corrí tan rápido como pude para ayudar… pero no lo logré. Las sombras ya se habían ido cuando llegué con el niño… y estaba muerto.

Desperté empapada en sudor. Fue solo un sueño. Solo eran los nervios del embarazo. Quería creerlo, pero mi mente no podía parar. Si el bebé heredaba mi cabello verde… casi con seguridad enfrentaría discriminación por aquello. De la misma forma que yo. Si bien lo peor con lo cual tuve que lidiar fueron los acosadores del vecindario, no había garantías de que mi hijo fuera a ser tan afortunado. Algo mucho, mucho peor podría estar esperando por él.

Sabía que Rudy lo protegería sin importar su color de cabello. Eris haría lo mismo, como también Roxy. Mi cabeza me decía que lo harían, pero mi corazón seguía preocupado.

No me tomó mucho tiempo darme cuenta de la razón.

Yo sabía sobre el Rasgo de Laplace. Sabía por qué el color de mi cabello era verde, y por qué Rudy se había puesto un poco nervioso sobre el tema hace un tiempo.

¿Qué tal si el niño que dé a luz resulta ser Laplace?

Me pregunté, ¿Qué haría Rudy? No era su prioridad ahora mismo, pero él estaba reuniendo fuerzas para luchar contra Laplace en ochenta años. Entonces, si mi hijo fuera Laplace, dado lo que Rudy había hecho hasta ahora… Bueno, no podía evitar preguntármelo.

Yo creía en Rudy. No dudaría de él ni por un segundo. Pero… ¿qué haría él? ¿Qué quería yo que hiciera? Mi mente giró sobre estos pensamientos por tanto tiempo que no puede volver a dormir esa noche.

Me consolé con el hecho de que no había forma de saber si el cabello del bebé sería verde. Si su cabello resultaba ser de otro color, todo estaría bien.

Pero fue verde.

***

 

Rudeus

El nombre del bebé sería Sieghart. Los nombres de mis hijas, Lucie y Lara, venían de sus madres, mientras mi hijo Ars fue llamado así en honor a un famoso héroe de la historia humana. Decidí inspirarme en el héroe invencible de mi antiguo mundo, Siegfried. Consideré dejarlo solo como Siegfried, pero Ranoa tenía muchos nombres que comenzaban con algo y terminaban con hart, así que decidí seguir esa costumbre en el último momento.

Lo llamaríamos Sieg para abreviar.

Sieg se veía como un niño perfectamente normal. Él lloraba, dormía, se orinaba, y se hacía caca tal como esperarías. Bueno, dado que Lara apenas lloraba y Ars rompería en llanto en el momento que yo lo sostenía, Sieg en comparación parecía bastante normal.

En cuanto a ser la reencarnación de un cierto alguien… Bueno, no hay razón para ser vago. Me refiero a Laplace. Y no, Sieg no se parecía a él.

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“Bueno, no por lo que puedo notar,” me dije a mí mismo. “Pero, en serio. ¿Qué sucede con mi hijo?”

Ya habían pasado tres días desde que Arumanfi apareció y me contó sobre el llamado de Perugius. Ahora mismo, era mitad de la noche. Sentado frente a mí estaba Orsted. Entre nosotros yacía Sieg, quien dormía plácidamente dentro de su cuna; él había estado llorando hasta hace solo momentos, pero ahora estaba profundamente dormido. El propio Orsted parecía estar un poco cansado.

Eris estaba de pie detrás de Orsted. Ella tenía una mano sobre la espada en su cadera, mostrando mucha más precaución de la necesaria.

“Hmph. ¿No me entendiste la primera vez?”

“¡Ah, no! ¡Por supuesto, lo entendí completamente, y creo en usted! ¡Laplace aún no ha nacido, así que nuestro hijo no puede ser Laplace! ¡Cierto, por supuesto! ¡Lo entiendo perfectamente bien!”

“…”

“Pero, ya sabe, usted lo dijo antes, ¿no? Ahora que Pax está muerto, ya no sabe cómo nacerá Laplace. ¡Por lo tanto! Tal vez mi presencia sacó todo de curso. Tal vez Laplace aparecerá antes, o quizás es a causa de la interferencia del Dios Humano… Y eso, bueno, tal vez lo haría posible…”

Me encogí en mi asiento mientras mis súplicas continuaban. Orsted simplemente suspiró; él se veía exasperado de tener que volver a explicar las cosas.

“La muerte de Pax significa que ya no sé dónde nacerá Laplace… pero los Rasgos de Laplace todavía no se han reunido completamente. Podría suceder en cerca de cincuenta años más, pero Laplace no nacería ahora. Bajo ninguna circunstancia.”

Yo no recordaba que los rasgos necesitaban reunirse… pero, por ahora, si le creía… “¿Entonces qué es mi hijo?”

“Simplemente tu adorable bebé,” dijo Orsted mientras estiraba una mano hacia Sieg. Sin embargo, él la retiró después de escuchar el sonido de la espada de Eris siendo sacada de su vaina. Vamos, Eris, bien podrías dejar que el tipo acaricie la cabeza del bebé. No hay necesidad de ser un padre sobreprotector.

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“Y bien, ¿qué hay de su cabello verde?” pregunté. El cabello de Sieg era verde. Era de un tono similar al que tenía Sylphie en el pasado. El cabello todavía era delgado y esponjoso debido a que Sieg era un bebé, pero definitivamente era verde.

“Simplemente es verde. Podría ser debido al Rasgo de Laplace, o a causa de su genética, pero no hay nada más aparte de eso.”

Entonces… solo era un bebé con cabello verde, ¿eh?

“Este niño no es Laplace,” continuó Orsted. “Eso te lo puedo asegurar.” “Entiendo… Muchas gracias.”

Le agradecí, pero aún tenía algunas dudas. Orsted no era infalible. Puede que no haya ocurrido en los bucles anteriores, pero este bucle había probado que había una primera vez para todo. Orsted ya había hecho algunos malos cálculos. Era por eso que yo no podía sacudirme la posibilidad de que, después de que Perugius examine a Sieg, él concluya que era Laplace, decidiendo matarlo en el acto. Eso, o la posibilidad de que Perugius sea el que cometa un error.

No existían garantías cuando se trataba de cómo podían actuar las personas. Incluso los héroes legendarios se equivocaban a veces.

“Si no le molesta,” pregunté, “¿podría tal vez acompañarnos cuando vayamos hacia el castillo de Perugius-sama? ¿Y tal vez protegernos si él dice que Sieg es Laplace?”

“Mmm… Muy bien,” dijo Orsted después de dejar salir otro suspiro. Él estaba irritado de que el idiota que estaba tratando de convencer propusiera algo tan inútil.

Bueno, para ser claro, yo sabía que pedirle a Orsted acompañarnos para calmar mis propios nervios crispados estaba fuera de límite. ¿Bien? Como dicen, errar es humano. Por otro lado, Perugius sabría que debía ser cuidadoso si yo tenía a Orsted respaldándome. ¡No quieres meterte conmigo si sabes lo que te conviene, amigo!

En fin, eso decidía las cosas. Bueno, al menos por ahora. “…”

“Esa es una mirada muy sombría. ¿Qué, todavía estás preocupado por algo?” “Bueno, un poco…”

Sylphie ha estado melancólica desde el parto. No cambió nada sobre cómo actúa, pero bajaba su cabeza con mucha más frecuencia. Tal vez se sentía responsable por el cabello verde de Sieg.

Nadie en la familia la culpaba. Lo máximo que vi fue a Roxy aconsejando un poco a Sylphie. Pero la melancolía de Sylphie persistía. Yo mismo traté de comenzar una conversación con ella muchas veces, pero no tenía idea de cómo regresarle su sonrisa.

“Pero ese es un problema familiar.”

“Ya veo. Y bien, ¿cuándo nos iremos para ver a Perugius?” “Iremos una vez que Sylphie se recupere un poco más.”

Le pedí a Arumanfi esperar un poco. Le dije que no podíamos ir inmediatamente después del nacimiento de mi hijo. Arumanfi dijo que lo entendía y se fue sin decir otra palabra, pero Perugius probablemente se estaba impacientando. Después de todo, él no perdió tiempo para enviar a un mensajero…


Orsted dijo que mi hijo no era Laplace, pero Perugius no estaría satisfecho solo con nuestra palabra. Él querría comprobarlo por sí mismo.

No iba a ser fácil, pero yo haría que Sylphie fuera con nosotros. Tenía la sensación de que eso sería lo mejor.

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***

 

 

Pasaron veinte días.

Por ahora, no parecía haber nada malo con nuestro hijo. De hecho, él parecía tener una salud perfecta.

Por otro lado, Sylphie… Si bien su salud se había recuperado, su ánimo no. Ella constantemente tenía una mirada triste en su rostro. Pero durante el día, ella sostendría al bebé firmemente en sus brazos. Yo veía muchos destellos de determinación en sus ojos mientras lo hacía, como declarando que ella no le entregaría su hijo a nadie.

“Sylphie, creo que deberíamos permitir que Perugius-sama vea a Sieg,” le sugerí.

Sylphie se vio perpleja, sosteniendo a Sieg incluso más cerca de ella. “No quiero…”

Ella hizo un pequeño puchero en respuesta, sonando como si hubiese regresado a su niñez. La mirada en su rostro también se revirtió, pero no a la que siempre me había mostrado. Esta debe ser la cara que ella le había mostrado a sus acosadores.

“¿Por qué…? ¿Por qué dices eso?” preguntó Sylphie.

“Porque necesitamos que Perugius-sama entienda que nuestro hijo no es Laplace.” Sylphie bajó su cabeza.

“Pero… Si él es Laplace, ¿entonces qué?”

“¿Eh? Ya te lo dije, Orsted dijo que él no es Laplace…” “Pero él pudo haber cometido algún error…”

Orsted no era perfecto. Él podría haber sido cegado por la lindura de Sieg y asegurado que no era Laplace a pesar de tener todas las señales ahí. No es como si pensara que él fuera a hacer algo así…

“Si eso ocurre…” “¿Entonces?”

“Entonces protegeré a Sieg, incluso si tengo que derribar la fortaleza flotante para lograrlo.”

Sylphie también bajó su cabeza ante esta respuesta. Su voz bajó hasta ser un murmullo para decir, “Bien.”

***

 

 

Partimos hacia la fortaleza flotante. Nuestro grupo estaba formado por Sylphie, nuestro bebé Sieg en sus brazos, además de Eris, Orsted, Zanoba y yo. Traje a Zanoba porque supuse que no hacía daño tener a más personas que Perugius no podía ignorar.

“Buenos días, por favor, pasen.”

La respuesta de Sylvaril a nuestro gran grupo fue la misma de siempre. La muestra de gran respeto por Zanoba, Eris, y Sylphie. La muestra de un respeto superficial por mí. La actitud de claro disgusto por Orsted. Sip, la misma de siempre.

Yo sentía que ella de verdad debía aprender a no demostrar tanto su opinión personal de otros… pero si lo hubiese dicho en voz alta, ella probablemente se habría enojado conmigo y dicho que la fortaleza flotante Martillo del Caos no tenía una sección de servicio al cliente.

“Ahora bien, síganme. Perugius-sama los espera.”

Ella nos guio por la ruta usual hacia la cámara de audiencias. No hubo conversación.

Sylphie caminaba a mi lado, arrastrándose sin vida mientras acurrucaba a Sieg. Al otro lado de mí caminaba Eris, quien tenía apoyada su mano sobre la empuñadura de su espada, lista para defender a Sylphie de cualquier amenaza. Zanoba caminaba detrás de mí. Él había sido informado de las circunstancias y se veía un poco ansioso como resultado. Orsted caminaba junto a Zanoba y usaba un casco para mantener oculto su rostro.

Nuestro grupo pasó por debajo de la puerta que Zanoba una vez había alabado sin parar. Cuentas de luz blanca fantasmales repentinamente emanaron de Sylphie y Sieg; probablemente también estaban saliendo de mí. Lo único que me pareció extraño era que no salía ninguna cuenta de Orsted; ¿tal vez él no tenía ese Rasgo de Laplace?

“…”

Sylvaril miró en nuestra dirección, pero permaneció en silencio. Ella nos guio rápidamente dentro. Tomé como una señal su falta de reacción.

“¿Ves, Sylphie?” la tranquilicé. “No va a pasar nada.” “Bien…”

Ninguna reacción estaba lejos de ser una prueba. Sylphie tampoco había reaccionado mucho.

Sylvaril siguió caminando sin darse la vuelta hacia nosotros. Pasamos a través de pasillos alineados con lujosas decoraciones hasta que terminamos de pie frente a una gran y hermosamente diseñada puerta. Tal vez ver castillos alrededor de todo el mundo había cambiado mi perspectiva… Estaba comenzando a entender por qué Zanoba alabó tanto este castillo en ese entonces. Aunque decir algo de eso aquí en voz alta probablemente terminaría pareciendo lamebotas.

Sylvaril abrió la gran puerta. “Por favor, entren.”

Entramos a la cámara de audiencias ante la solicitud de Sylvaril. No había cambiado en nada desde la última vez que la vi. Los pilares tan anchos como troncos, los candelabros gigantes, las cortinas bordadas con los emblemas de la humanidad y la gente dragón, y los doce hombres y mujeres enmascarados de pie a ambos lados de la alfombra roja de terciopelo. En el trono estaba sentado el Rey Dragón de cabello plateado.

La estética de este lugar podría ser descrita como imponente, gloriosa, o incluso divina. Podrías recorrer el mundo en busca de una cámara de audiencias que inspirase la mitad de asombro y nunca te acercarías a ello. La adición de Sylvaril sería la pieza final del rompecabe—esperen, ¿acaso no hay alguien de más? Ah, Nanahoshi está ahí. ¿Qué estaba haciendo aquí? ¿Acaso ahora tiene un trabajo como uno de los espíritus?


“Rudeus. Finalmente llegas.”

“Así es. Ha pasado tiempo, Perugius-sama.”

Bajé mi cabeza, pero permanecí de pie. Tanto Sylphie, como Eris y Zanoba se arrodillaron. Yo normalmente también me habría arrodillado, pero recientemente había aprendido que, como subordinado de Orsted, debía tratar de imponer algo de respeto en vez de arrodillarme.

Comprobé sus reacciones para estar seguro; Sylvaril parecía un poco molesta, pero Perugius no dijo nada al respecto. Sin embargo, no podía atribuir esto a su humor, el cual era malo.

“Ciertamente me hiciste esperar.” “Bueno… Mi hijo acababa de nacer.”

“Arumanfi ya me lo ha informado, y a causa de eso estuve dispuesto a esperar. No sería tan compasivo si tu razón hubiese sido una más fútil.”

Él puede calificar el nacimiento de un hijo como fútil, pero no me castigaría por mi decisión. Era un monarca verdaderamente magnánimo. Él siguió tocando ansiosamente el apoyabrazos de su trono.

“A partir de la mirada en tu rostro, asumo que conoces la razón por la que te llamé aquí.” “Así es.”

“Y asumo a partir de tu grupo que estás preparado para luchar dependiendo del avance de esta conversación. Esa es una resolución encomiable.”

“Sí… lo estoy.”

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Perugius miró gélidamente hacia Orsted. No podía ver la expresión de Orsted debajo del casco negro, pero podía suponer que era tan intimidante como siempre. El viejo y confiable Orsted.

“Sin embargo, Perugius-sama, creo que no llegará a eso.”

“¡Escuchen eso! ¿Dices que no llegará a convertirse en una batalla? ¡Veo que tienes mucha confianza en tu posición!”

“No tenemos ninguna razón para luchar. Ahora bien… ¿Sylphie?”

Hice que Sylphie se pusiera de pie y le mostrara a Perugius el bebé en sus brazos. “Le presento a mi cuarto hijo.”

“Mmm… ¿Y bien? ¿Qué hay con ello?”

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“Bueno, tiene que ver con lo que dijo hace un tiempo. Perugius-sama, usted fue quien me solicitó traer al niño nacido de la unión entre Sylphie y yo.”

Perugius dejó de moverse. Su irritado toqueteo de su apoyabrazos también se detuvo.

Yo de todas formas seguí.

“También hice que Orsted lo examinase, y podemos confirmar que este niño no es Laplace. Sin embargo, asumí que usted no estaría satisfecho a menos que lo viera con sus propios ojos. Consideré rechazar la idea de mostrárselo, pero para mantener nuestra relación amistosa, decidí que lo mejor era permitirlo.”

“…”

Perugius permaneció en silencio.

“Sin embargo, si Orsted tal vez estaba equivocado, y si este niño realmente es Laplace…”

“¿Y bien? ¿Entonces qué?” “Entonces lucharemos.”

La ceja de Perugius se estremeció.

“¿Acaso no has estado viajando a través del mundo con el solo propósito de derrotar a Laplace en la batalla que ocurrirá dentro de ochenta años más?”

“Así es.”

“Aun así, ¿lucharías para defender a ese mismo Laplace?”

Ahora que él lo menciona, yo me estaba contradiciendo. Protegería a este niño, a pesar de saber que era Laplace. Mandaría a la basura todo lo que yo había pasado haciendo todos estos años.

“Si mi hijo crece, y si de verdad incita una guerra contra toda la humanidad… entonces responderé de una forma acorde a lo que hemos estado preparando todo este tiempo.”

“¿No considerarías cruzarte de brazos ante este problema?” “No… no lo haría.”

Si mi hijo fuera Laplace… Ese era un pensamiento aterrador. Evitaba pensar mucho en eso. Laplace comenzaría una guerra en ochenta años. En respuesta, yo estaba negociando con países alrededor del mundo para ayudar a aliviar la carga de Orsted. Si Laplace apareciera en este preciso momento, probablemente yo mismo lucharía en la guerra.

Detente por un momento y piénsalo bien. Si nunca estallaba una guerra, ¿entonces qué? Si Laplace recobraba sus recuerdos y renunciaba a la guerra, ¿entonces qué? Digamos que Laplace acaba de nacer; habría mucho tiempo para hacerlo entrar en razón. Su educación podría hacer una diferencia. Si le informábamos a Laplace todo lo que había ocurrido y todo lo que llegaría a pasar, él incluso podría convertirse en aliado de Orsted…

No. Orsted fue claro; Laplace tenía que ser asesinado. Él debe obtener el tesoro de la gente dragón. Eso quería decir que llegaría el día en que Orsted tomaría la vida de mi hijo… Maldición. Otro callejón sin salida.

Espera un poco, Rudeus. Tranquiiiilo. Si pensaba detenidamente cada paso, podría encontrar un camino que quisiera seguir.

“Mi familia siempre será la primera de mis prioridades. Me convertí en subordinado de Orsted debido a que había fuerzas trabajando en las sombras para lastimarla. Si Orsted estuviese planeando lastimar a mi familia, entonces tendría que hacerlo sobre mi cadáver.”

“¿Incluso si la causa fuese tu propio hijo?”

“Mi plan… es enseñarle adecuadamente la diferencia entre el bien y el mal. Mis hijos pueden ser jóvenes, pero si bien todavía son niños—al menos hasta que cumplan quince— yo los protegeré. Si ellos dejan de lado mis enseñanzas luego de aquello, entonces será mi responsabilidad lidiar con ellos.”

“Vaya, vaya. Lidiar con ellos, ¿eh? ¿Puedo saber cómo?” “Los… educaré de nuevo. Lo mejor que pueda.”

Lo mejor que pudiera. En cuanto a lo que no pudiera, bueno, ser un niño no sería excusa… O, esperen…

“Entonces… No dirás que los matarás.”

“Todos cometen errores, así que me gustaría que mis hijos tuvieran una segunda oportunidad.”

Eso era todo lo que podía decir. No quería expresar nada más allá de eso. No quería pensar en un futuro en el cual Lucie, Lara, o Ars se hicieran enemigos de Orsted y fueran brutalmente asesinados.

Pero sin importar lo grandilocuentes que puedan ser mis lecciones, habría ocasiones en las que simplemente no serían suficiente. Los niños raramente crecían de la forma en que lo planeaban sus padres. Demonios, mi propia vida apenas fue de la forma que yo planeaba. Puede que sean mis hijos, pero no podía esperar que vivieran para cumplir cada una de mis expectativas. Ellos eran personas independientes. Es por eso que yo al menos quería darles una oportunidad. Un compromiso.

“Yo no tengo hijos. Por lo tanto, no consigo entender estas ideas tuyas. Ideas de permitir que la semilla de la desgracia crezca solo para sepultarte.” Perugius rio ante su observación.

“Pero tú eres un hombre lo suficientemente estúpido como para buscar una pelea a muerte por el bien de proteger a tus esposas. Por supuesto que yo no lo entendería. No puedo entenderlo… pero puedo darme cuenta de lo fuerte que es tu convicción.”

Perugius descendió de su trono y caminó lentamente hacia nosotros. Él se detuvo justo frente a mí, con su imponente estatura demandando que yo mirara arriba hacia él.

“En vista de esto, te concederé una oportunidad y una prueba.” “¿A qué se refiere?”

“Lleva a tu bebé y viaja hacia el templo bajo la Colina Aluce, para que así pueda ser bautizado.”

“¿Colina Aluce?”

Era un lugar del que nunca antes había escuchado. Miré a mi alrededor; casi todos estaban ladeando sus cabezas de la confusión. Orsted no lo estaba, pero tampoco podía ver su expresión a causa del casco. Por supuesto, tampoco pensaba que él no hubiese escuchado el nombre.

“Nanahoshi, ¿eso es suficiente?” preguntó Perugius mientras yo todavía estaba procesando la orden anterior. Miré en su dirección, curioso del porqué mencionaron su nombre.

“Todavía no entiendo muy bien todo esto… pero te debo mucho, Rudeus, así que estaré bien.”

Nanahoshi suspiró mientras respondía, como si estuviese algo deprimida. ¿Tal vez ella tenía otros asuntos aquí? Ella necesitaría una buena razón para estar de pie dentro de los familiares.

Lo siento, pero yo tenía que robarme el protagonismo ahora mismo. La familia era primero.

“Perugius-sama, ¿dónde está esta Colina Aluce?”

“Búscala por tu cuenta… es lo que me gustaría decir, pero debo decírtelo. No vale la pena mantener el secreto cuando Orsted de seguro lo sabe.”

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“Ah, es cierto. Me disculpo, pero aprecio el esfuerzo.”

Él pronunció el nombre del continente que yo aún no había pisado, con una voz clara y resonante.

“El Continente Divino.”

 

Mushoku Tensei Volumen 23 Capítulo 1 Parte 1 Novela Ligera

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