Kimi to Boku no Saigo no Senjo, Aruiha Sekai ga Hajimaru Seisen

Volumen 11

Epílogo 1: La Última Bruja Del Mundo

El silencio era casi doloroso para los oídos. Ni una sola persona se atrevía a decir nada. El espacio subterráneo se llenó de una tensión que hizo que todos contuvieran inconscientemente la respiración.

Sisbell fue la primera en alterar el silencio dejando escapar un suspiro mientras se arrodillaba en el suelo.

―…Ah…uh…haah……¡Necesito un pequeño descanso…el poder de Illumination tiene su límite recreando una serie tan larga de eventos…!

Sisbell se puso una mano en el pecho y respiró hondo. La cresta astral que brillaba bajo las yemas de sus dedos parpadeó intensamente con su respiración.

―Gracias. Fue un poder maravilloso, princesa Sisbell ―Risya le dio una palmada en la espalda―. Su Excelencia, ¿deberíamos continuar?

―No. He visto más que suficiente de lo que necesitaba. Estoy satisfecho.

La cola de la bestia se agitó. Sus feroces colmillos se ocultaban tras sus labios.

―Ah, me alegro. Así que realmente fueron los Ocho Grandes Apóstoles. Ellos incendiaron la capital. Ahora puedo juzgarlos libremente. Y ahí lo tienes, Sucesor de Black Steel.

―Uh ―Iska se había enderezado inconscientemente.

Sucesor de Black Steel . Sabía que eso se refería a él, y también era consciente de que el Señor y los Ocho Grandes Apóstoles lo habían llamado así. Sin embargo…

Sólo entonces se dio cuenta de la trascendencia de aquel título.

―Mi maestro nunca me dijo nada de esto.

―Crow se ha vuelto cada vez más reticente en los últimos cien años.

Según él, se separó de su hermana tras una ‘pelea’.

Iska no sabía nada de nada. No sabía que su maestro tenía poder astral, ni que se había enfrentado a su hermana, la Fundadora Nebulis, para proteger al Imperio.

…Pero todo está conectado.

…Por eso la Fundadora se sorprendió por mis espadas astrales.

Ocurrió en las afueras de la ciudad neutral, Ain. Cuando la Fundadora se despertó por primera vez, parecía sentir un inusual apego por sus espadas.

―Hacía tiempo que no veía esas armas.

―Esas no las puede usar nadie excepto Crossweil. Él me desconcierta.

¿Por qué confiaría las espadas astrales a un vulgar soldado de infantería?

Ahora entendía por qué le resultaban familiares.

Quería decir que era la segunda vez que luchaba contra ellas. Y la segunda vez que la Fundadora Nebulis había luchado con un espadachín que empuñaba las espadas astrales. Sin embargo, Iska aún no conocía los detalles de cómo surgieron las espadas.

…Esta es una historia sobre mi maestro y la Fundadora.

…Podemos derrotar la calamidad en el núcleo del planeta. ¿Pero qué es la calamidad…?

Su maestro la había llamado esperanza. Era la esperanza de la chica llamada Alice, una de las primeras brujas del mundo y la hermana menor de la Fundadora. Era una forma de hacer realidad el deseo de la primera reina de Nebulis, que hasta su muerte tuvo dudas sobre la guerra total con el Imperio.

Eso es lo que son estas espadas astrales.

―Ugh, vamos… ―Iska se llevó la mano a la sien y dejó escapar un largo suspiro―. ¡¿Por qué siempre omite los detalles más importantes?!

―Um, ¿Iska…? ―La comandante Mismis se dirigió a él vacilante―. Así que Alicerose, la chica muy guapa de la recreación del poder astral de Sisbell…

¿fue la primera reina de la Soberanía Nebulis? ¿Y se llamaba Alice?

—….. Sí. Creo que sí.

―Creo recordar a cierta princesa que tiene el mismo nombre y es idéntica a ella, pero tal vez sea sólo mi imagi-eek… ―Fue interrumpida.

¡Un rugido!

Cuando el suelo retumbó bajo sus pies, todos los presentes se prepararon.

El suelo se agitó y las luces del techo parpadearon intensamente. Continuó temblando terriblemente, y la perturbación no parecía ser temporal. Se prolongó durante decenas de segundos y no mostraba signos de remitir.

―¿Qué es esto? ―gritó Sisbell mientras se arrastraba a cuatro patas―.

¡¿No habremos hecho realidad los ataques de la Venerable Fundadora porque observamos su pasado, verdad?!

―Esto es demasiado grande para que sea eso ―Jhin miró al techo―. Independientemente de si es la Fundadora o el ejército astral, atacarían en la superficie. Este temblor viene de abajo.

―¡Pero, Jhin! Estamos a dos mil metros bajo tierra ―gritó Sisbell―. ¡¿Qué podría estar debajo de nosotros?!

―El Ombligo del Planeta.

Lord Yunmelngen habló. Aunque hablaban entre ellos, sus palabras resonaron en la sala mientras continuaba el estruendo.

―Tú lo viste, Princesa Sisbell. La excavación de energía astral de hace cien años que llegaba a cinco mil metros bajo la superficie.

— ¡¿Pero ese agujero no fue rellenado?!

―Por la asamblea Imperial.

―…¿Eh?

―En la actualidad, la asamblea Imperial subterránea está establecida sobre la cueva que hace un siglo se llamaba el Ombligo del Planeta.

El estruendo continuó. Lord Yunmelngen contempló el poder que estaba surgiendo muy por debajo de ellos y entrecerró los ojos hasta una anchura de aguja.

―Es la guarida de los Ocho Grandes Apóstoles. Me pregunto qué habrá pasado.

***

La asamblea imperial.

También conocida como la Intención Invisible.

Su nombre se debe a que el edificio del régimen nunca ha sido anotado en ningún mapa. La ubicación sólo se transmitía de boca en boca de los superiores a sus subordinados, y nunca debía escribirse.

Cinco mil metros bajo tierra, la parte más profunda del Imperio.

En el pasado, había sido una excavación conocida como el Ombligo del Planeta.

Dentro   del   salón   de   actos,  las   luces  de   alarma  de   color   rojo   brillante parpadeaban.

Nunca se había entrado en él. El único medio de entrada era el ascensor de la base militar central. Y una bruja había entrado descaradamente en la base militar imperial.

―Todas las comunicaciones han sido cortadas desde la base central.

―Irrumpieron por el frente… No, han sido destruidas… ¿Ni una sola persona del equipo de comunicaciones ha sobrevivido?

Siete monitores mostraban imágenes de hombres y mujeres.

Eran los mismos sabios que habían servido al Señor anterior. O, para ser más precisos, eran los cibercerebros de aquellas personas.

Un siglo atrás, el octeto había buscado la energía astral, y ahora tenían el objetivo de obtener un poder que trascendiera el poder astral del núcleo del planeta. Aunque habían perdido a Luclezeus y ahora sólo eran siete.

―Increíble…

―¿Fuiste tú, Elletear?

Ah-ha. El sonido de una risa encantadora resonó en el espacio. Su voz, tan atrayente y amable como la de una diosa, y seductora como la de un demonio llegó hasta ellos.

―Ah-ja… ah-ja-ja… qué sensación tan maravillosa.

La bruja de pelo esmeralda bajó del techo de la asamblea. Atravesó las paredes de acero casi como un fantasma. Una bruja con el rostro de una diosa había descendido ante ellos, realizando actos que deberían haber sido imposibles para un humano.

Se volteó hacia los Ocho Grandes Apóstoles. Llevaba un vestido de novia negro…

…en lugar del típico atuendo de la Soberanía Nebulis. Su vestido era como la niebla negra. Aunque más de su piel estaba expuesta por el diseño del vestido, verla sólo trajo un vacío escalofriante.

―Te cambiaste de ropa, ¿verdad?

―Sí. Pensé que esto era mucho más propio de una bruja.

Ella asintió y se sonrojó. Sonaba extrañamente feliz, y sus ojos parecían tiernos.

―Hee-hee. Ah-ja-ja… Lo siento mucho, Ocho Grandes Apóstoles. Parece que a la calamidad que buscan le gustó mi cuerpo.

―Elletear, o más bien Sujeto E, tal y como Kelvina temía, hemos encontrado elementos en tu interior que te permitirán albergar el poder que dormita en el núcleo del planeta.

―Así que obtuviste el poder definitivo de este planeta.

Sólo unos pocos sabían la verdad. En el núcleo del planeta dormitaba una calamidad que trascendía los poderes astrales. Los Ocho Grandes Apóstoles habían anhelado tener el poder para sí mismos. Aunque el Señor y la Fundadora lo encontraron cien años antes, no fueron capaces de manejarlo. Como resultado, uno había cambiado de aspecto y la otra había perdido el sentido de sí misma.

―Creo que lo dijiste en el pasado. Que, si obtenías el poder, querías convertirte en una verdadera bruja. Que querías convertirte en la mayor y única bruja, la última del mundo.

―Sí.

―También dijiste que deseabas reformar la Soberanía. Convertirla en un lugar en el que el valor de cada uno no estuviera determinado por la cresta astral con la que nació y convertirla en una verdadera utopía en la que todos los magos astrales fueran iguales.

―Sí. Entonces, para empezar…

Extendió los brazos.

Se arqueó hacia atrás, como si enfatizara su pecho. Su voz resonaba con una emoción que no podía ocultar…

―Los Ocho Grandes Apóstoles ahora son un obstáculo para mí.

―…

―¿Qué dijiste?

―Oh, estoy segura de que eran conscientes ―Ella cacareó en voz baja―. Ahora que me he asimilado plenamente con ella, ninguno de ustedes es capaz de competir conmigo. Por eso ordenaron a Kelvina que se ocupara de mí antes de que pudiera ocurrir. Incluso secuestraron a mi hermana menor para usarla como último recurso. Creyeron que no podría tocarlos mientras hicieran eso.

Todos sus planes acabaron en fracaso. Desde el centro de investigación de Kelvina hasta la fuga de Elletear. Incluso Sisbell, que fue capturada, fue salvada por la Unidad 907.

―Por supuesto, mantendré mi promesa. Destruiré al Señor, al Imperio, a la Fundadora y a la Soberanía. De hecho, lo reharé todo maravillosamente.

Habló de destrucción a través de sus labios seductores.

―Buenas noches, tontos que buscaban el poder.