Kimi to Boku no Saigo no Senjo, Aruiha Sekai ga Hajimaru Seisen

Volumen 11

Epílogo 2: Los Primeros Hermanos Del Mundo

Territorio imperial, puesto de control fronterizo.

Decenas de coches estaban alineados y detenidos frente al puesto de control de entrada.

La estación separaba el Imperio del mundo exterior. Las fuerzas imperiales estaban apostadas permanentemente en el lugar, al igual que un gran detector de energía astral.

El detector estaba sonando como nunca antes lo había hecho, advirtiendo continuamente de la aproximación de una poderosa bruja. Continuó durante diez segundos… Luego durante minutos… Sin embargo, no había rastro de ningún soldado imperial corriendo hacia la máquina.

―Así que se retiraron. La mejor decisión que podrían haber tomado.

La zona de inspección de seguridad estaba en llamas. Un hombre de negro observaba, mirando las paredes derruidas mientras murmuraba para sí mismo.

El Gladiador Black Steel, Crossweil. Era el antiguo primer asiento de los Discípulos Santos, el maestro de Iska y el antiguo poseedor de las espadas astrales. Se adelantó hacia una depresión de unos diez metros de ancho.

―Está de mal humor después de haber sido despertada. No ha cambiado en los últimos cien años.

En lugar de un saludo, la cavidad fue la consecuencia de un misil directo, enviado por una bruja solitaria. Frente a su poder, las fuerzas estacionadas permanentemente no tuvieron más remedio que retirarse.

Ésa fue la decisión correcta. Si se hubieran enfrentado a ella con todas las armas y el personal de que disponían, no habrían sido rivales para ella.

―Es la mujer más fuerte y salvaje del mundo. La verdad es que yo también preferiría no verla. Estoy lejos de estar en perfectas condiciones. Y aunque no fuera así… ¡eh!

Sus ojos se abrieron de par en par. El corazón se le hundió en el pecho. Crossweil apretó los dientes al sentir una sensación como si la misma médula de sus huesos le estuviera quemando desde dentro hacia fuera.

―Tsk… esta es la razón…

Los incidentes de rechazo empezaban a empeorar. El poder astral de su cuerpo temía lo que estaba despertando en el núcleo del planeta. Eso era lo que Yunmelngen le dijo.

―Los Ocho Grandes Apóstoles… ―Eran la autoridad suprema que gobernaba el Imperio en secreto―. Han visto el estado en que me encuentro y piensan que esas cosas todavía son maravillosas…

Ocurrió hace un siglo. El Ombligo del Planeta había liberado dos cosas de su erupción. Una era poder astral. La otra era una calamidad que había dormido en el núcleo del planeta. Eso era lo que buscaban, un poder astral que trascendiera al propio poder astral.

―Después de verme… ¿siguen pensando que la calamidad es el poder ideal que deben tener?

No era algo que se pudiera controlar. La transformación de Yunmelngen fue el resultado de entrar en contacto con esa calamidad y ser incapaz de adaptarse, lo que provocó su rechazo. No se había dado cuenta hasta después de encontrar las espadas astrales.

Ningún mago astral podía luchar contra la Gran Calamidad Planetaria en el núcleo del planeta. Él no era una excepción. Incluso con las espadas astrales, se había dado cuenta de que no habría podido hacerlo mientras él fuera el portador de las espadas.

Por eso…

Para luchar contra la calamidad, buscó a una persona que no fuera un mago astral.

Continuó su búsqueda desde la muerte de su hermana Alicerose y su lucha con Eve.

―Iska.

Ese discípulo idiota. ¿Todavía recordaba Iska lo que le dijo?

―Iska, eres el último de los candidatos que traje conmigo. Seré directo, tú eres…

―¡¿Sí, maestro?!

— Eres el que tenía menos potencial.

―¡Podría ser un poco menos directo!

―Eres el más parecido a mí. Por eso pensé que tenías menos potencial.

Pero a mitad de camino, cambió de opinión.

Si tuviera que elegir un sucesor, se preguntó con quién habría sido más feliz Alicerose. Sólo Iska le vino a la mente.

El talento que quería en su sucesor era la estupidez. Por ejemplo…

Necesitaba a alguien con un optimismo infinito que creyera realmente posible que el Imperio y la Soberanía estuvieran en paz.

Necesitaba a alguien tan dedicado a mantener la paz que intentara liberar a una bruja encarcelada a pesar de ser imperial.

―¡Basta ya, gente!

―Por favor, escúchenme. ¡Nadie quiere esta guerra!

Hace un siglo…

Si un soldado Imperial como Iska hubiera estado en el campo de batalla, el futuro podría haber sido diferente. En lugar de apuntarles con armas, tal vez les habría ofrecido una mano. Por eso eligió a Iska.

…Estoy seguro de que estarías sonriendo, Alice.

…Que todavía hay alguien como él en el Imperio. Hasta tú te sentirías tranquila si es él.

Lo hizo querer hacer esa apuesta. Lo hizo querer confiar sus espadas a este Imperial.

―No lo olvides, Iska. Tu enemigo no son los magos astrales ni la Soberanía. Tu verdadero enemigo a desafiar es…

Hay algo que no puede ser derrotado sin las espadas astrales. En el núcleo de este planeta.

―Por eso este es mi papel aquí.

Miró al cielo. En el inmenso cielo azul, vio una mancha negra. Era una chica de piel oscura.

―…

La Fundadora Nebulis. Sus muchos mechones de pelo dorado ondeaban al viento mientras ella, la hermana de la que se había separado por medio de una pelea, lo miraba con desprecio.

―Has envejecido, Crow.

―Prefiero ‘madurado’.

Habían pasado cien años. Tras fusionarse con el poder astral, Eve seguía pareciendo una jovencita. La fusión menos potente de Crossweil le permitía que el tiempo le cincelara lentamente.

―Crow… Así que piensas volver a hacerlo ―Los ojos de la Fundadora brillaban con intenciones peligrosas, y su voz estaba llena de ira―. ¿Planeas interponerte en mi camino?

―Me gustaría charlar.

—….. ¿Qué?

Ella enarcó una ceja. Tras esperar un rato, Crossweil continuó.

―Hace tiempo que no hablamos. ¿Qué te parece si tenemos una agradable charla entre hermanos, sin que nadie se interponga en nuestro camino?

-FIN DEL VOLUMEN 11-