Kimi to Boku no Saigo no Senjo, Aruiha Sekai ga Hajimaru Seisen

Volumen 11

Recuerdo Iluminado 2: El Día Que El Planeta Lloró

Parte 1

 

 

Habían pasado cinco semanas desde que Crossweil llegó a la capital. Su vida cotidiana había cambiado por completo.

Pasaba seis días a la semana en su trabajo. El día restante lo pasaba limpiando y lavando la ropa toda la mañana. Luego preparaba la comida para el resto de la semana y empaquetaba todo para guardarlo.


Una vez que había terminado todo eso…

―Oyeeee, Crow? ¿Adónde crees que vas?

―…De paseo ―le contestó Eve con indiferencia.

Entonces Crossweil salió de casa.

Se dirigió a un callejón de la Undécima Avenida. Era el lugar exacto donde habló por primera vez con el supuesto ladrón. Llegó al habitual descampado cercano.

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Cuando llegó a su destino, oyó el entrañable maullido de un gato.

―Ja ja ja, parece que no lo están haciendo nada mal.

El príncipe heredero Yunmelngen estaba allí, dando de comer a los gatos callejeros. Llevaba la misma ropa sencilla que cuando Crossweil lo conoció, junto con el sombrero destinado a cubrirle la cara.

―¡Oh, eres tú, Crow! ―Yunmelngen parecía encantado de ver a Crossweil mientras se quitaba la gorra.

―Apenas puedo distinguir cuál de ustedes es el gato ―comentó Crossweil.

―¿Qué? ¿Qué se supone que significa eso? ―El príncipe heredero miró a Crossweil con reproche. Pero el muchacho no parecía disgustado y su tono era optimista―. Bueno, está bien. Ven, por aquí ―dijo el príncipe, utilizando unos palos de hierro sobrantes en lugar de una silla.

Yunmelngen señaló a su lado e hizo un gesto a Crossweil para que se uniera a él.

Era el compañero de conversación del príncipe heredero.

Reunirse aquí se había convertido en una parte más de su rutina, y algo que ya había hecho tres veces. Por lo general, Yunmelngen era quien hablaba mientras él escuchaba. Durante las pocas veces que Yunmelngen se cansaba, Crossweil entablaba una pequeña charla.

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―Nos interesaba mucho saber cómo son los baños públicos ―dijo el príncipe―. Después de todo, siempre hay un gigantesco baño privado preparado para que nos bañemos.

―Lo dices como si fuera obvio, pero no tengo ni idea de cómo te aseas.

―Pues te lo acabamos de decir ―dijo Yunmelngen con naturalidad.

―Queríamos ver cómo son los baños de las mujeres. ¿Y qué pasaría si entráramos en uno? ―Continuó el príncipe heredero.

  • ¿Vamos otra vez?

―Pero cuando lo hicimos, nos atraparon y se montó un escándalo. Jeje

―el príncipe se rio mientras le sacaba la lengua burlonamente―. Ahh, fue un calvario. Incluso peor que cuando te robamos el bono, Cuervo. Tuvimos que esforzarnos mucho para que no saliera en los periódicos.

  • ¿Qué clase de pervertido eres?

―¿Hm? ¿Alguna vez dijimos que éramos un ‘chico’?

De reojo, Crossweil vio las comisuras de los labios de Yunmelngen levantarse con picardía. Volvió a recordar lo andrógino que parecía el chico.

―En realidad, también hubo revuelo cuando nos asomamos al baño de hombres ―continuó el príncipe.

―¡Así que eres reincidente!

―No, no, primero nos asomamos al baño de hombres y luego al de mujeres. Sólo queríamos ver qué pasaba con los dos, ya que podemos pasar por cualquiera de los dos sexos. Así que sólo queríamos hacer un experimento.

―…Entonces sólo estás creando problemas a los demás.


―Pero fue tan encantador.

Yunmelngen se rio de nuevo.

Por lo visto, el Príncipe Heredero tenía la costumbre de sembrar el caos por toda la capital. Hacer desaparecer esos problemas seguramente era una tarea difícil para los vasallos.

―Eso era todo de lo que queríamos hablar ―Yunmelngen se levantó.

Se quitó la suciedad del trasero y se puso el sombrero bajo para ocultarse la cara. Parecía que eso era todo lo que hablarían ese día.

El príncipe heredero tenía muy poco tiempo libre. Y con lo que se tardaba en hacer un viaje de ida y vuelta desde el Asiento de la Torre del Castillo, eso significaba que como mucho tenían veinte minutos para hablar.

―Nos vamos ―dijo Yunmelngen.

―Claro ―respondió Crossweil.

―Entonces, la próxima oportunidad en nuestro horario es… dentro de nueve días a las cuatro de la tarde. Bueno, ¡ahí lo tienes!

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―¡¿Eh?! ¡¿No vas a preguntarme si tengo planes?! ¡Tengo trabajo!

―Estaremos esperando aquí.

El excéntrico príncipe saludó mientras se mezclaba entre la multitud de la Undécima Avenida.

***

 


 

Nueve días después.

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Crossweil miró el reloj de pared de su casa.

―…¿Por qué estoy pendiente de la hora? ―comentó.

La cita le había sido impuesta sin su consentimiento. Ese día tenía trabajo, por supuesto… o mejor dicho, debería haber estado trabajando. Acabaron saliendo por la tarde. Los altos mandos imperiales querían otra inspección, por lo que él y el resto de los mineros fueron expulsados del lugar.

―No puedo evitar pensar que el Príncipe Heredero está haciendo algo en secreto…

Eran las tres de la tarde. Había ido cada vez que el príncipe le había llamado, pero tenía la creciente sospecha de que su relación se estaba convirtiendo en una de servidumbre. Fue entonces cuando empezó a acobardarse.

―…Tsk. De acuerdo. Si sólo quiere reunirse, al menos lo haré.

Se levantó, con el cuerpo plomizo. Decidió comprar un tentempié por el camino en uno de los puestos. Crossweil se preguntó qué pensaría el príncipe de la merienda de un plebeyo.

―Hola, Crow ―Mientras pensaba eso, Eve volvió a casa―. ¿Podrías reparar el tejado?

―¿Qué?

―Según el parte meteorológico, se supone que habrá una gran tormenta esta noche. Ese sitio que arreglaste antes se soltó, y tenemos una corriente de aire entrando.

Espera, casi dijo en voz alta, apenas deteniéndose. El timing fue horrible.

―Um, pero tengo planes ahora mismo…

―Tu prioridad debería ser arreglar ese tejado.

―…

No pudo decir nada.

Ella tenía razón. Él también sabía lo de la previsión de tormenta. Después de todo, el parche que se desprendió y la corriente resultante fueron errores suyos.

Pero él tenía planes…

―Contamos contigo. Alice y yo vamos a comprar para la cena de esta noche.

―……Entendido ―dijo. Su voz sonaba débil, pero fue todo lo que pudo decir.

Como dijo su hermana, el tejado tenía goteras. Terminó en la mitad del tiempo, probablemente porque ahora tenía experiencia.

Sin embargo… Eran las cinco.

Cuando guardó las herramientas, ya era demasiado tarde.

―…

El cielo estaba lleno de voluminosas y sombrías nubes de lluvia.

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No podía saber cuándo empezaría a diluviar. Incluso los transeúntes de la carretera principal caminaban deprisa, como si desconfiaran de la lluvia.

―Nunca conseguí llegar…

Había pasado una hora desde el horario de la reunión. Había dejado plantado al príncipe heredero. El príncipe también estaba tan ocupado que sólo tuvo ocasión de escabullirse de su residencia tras nueve días de espera. Era imposible que hubiera podido quedarse más de una hora para la reunión. Probablemente ya no estaba allí en el solar baldío.

Como plebeyo que dejó plantado al príncipe, después de haber esperado ya días a que se abriera su agenda, Crossweil probablemente había agotado toda la buena voluntad de Yunmelngen.

Sí. Era la primera salida del príncipe en nueve días.

―Eh… espera.

Pero entonces se dio cuenta de que había otra forma de pensarlo. Hasta entonces, sólo lo había estado viendo desde su perspectiva, así que no se le había ocurrido del todo.

…Decidió la hora sin siquiera preguntarme.

…E incluso me he quejado de que nunca tiene en cuenta mis horarios.

En ese caso, ¿Crossweil había pensado alguna vez en el horario del Príncipe Heredero?

―Hizo un hueco en su apretada agenda… y eligió pasar ese tiempo conmigo.

El limitado tiempo libre del príncipe era más valioso incluso que toda una fortuna. Teniendo eso en cuenta, ¿cómo podía simplemente descartar al príncipe y asumir que Yunmelngen se había ido directamente a casa?

Crossweil no tenía ni idea de si Yunmelngen ya se había ido.

―¡Uh!

Antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo, Crossweil prácticamente había derribado la puerta principal y corría hacia el exterior.

Corrió tan rápido como pudo por la calle principal. Pasó por delante de los trabajadores y las familias que volvían a casa, en dirección al callejón sin salida de la Undécima Avenida, y se quedó sin aliento.

―Haah…ugh…haah…uh……

Eran las cinco y media.

Llegó al pequeño claro del callejón justo cuando oscurecía.

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Allí estaba agazapado Yunmelngen, inmóvil y rodeado de gatitos.

―…

Crossweil no tenía ni idea de si fue su respiración entrecortada o sus pasos lo que le delató, pero

en el momento en que Yunmelngen se dio cuenta de que estaba allí, el príncipe levantó la cara.

Crossweil no podía decir si el príncipe estaba enojado o desolado. Sus ojos estaban llenos de un remolino de emociones que nunca terminaban de inclinarse hacia un lado u otro.

―Um…

Mientras aquellos ojos gigantes miraban fijamente a Crossweil, éste sólo pudo rascarse la nuca.

―…Lo siento. Llegué un poco tarde.

No se molestó en mencionar el tejado que había reparado. La excusa no habría significado nada para el príncipe.

―Es la primera vez para nosotros ―murmuró Yunmelngen en voz baja. Suspiró―. Es la primera vez en nuestra vida que ocurre esto, que alguien incumple una promesa y nos hace esperar eternamente.

―…

―Ya veo. Así que esta sensación de vacío es lo que se siente cuando se rompe una promesa. Hoy hemos aprendido algo nuevo… y que algunas cosas es mejor no aprenderlas nunca. Consideraremos que esta nueva percepción es suficiente para esta reunión.

El Príncipe Heredero levantó la vista hacia las nubes de lluvia. Las gotas caían sobre su flequillo azul.

―Está lloviendo. ¿Terminaste de reparar el tejado a tiempo?

―¡¿….. Huh?!

―Bueno, por supuesto que investigaríamos quién eres y dónde vives. Nunca nos reuniríamos simplemente con una persona que no conocemos

―Finalmente, los labios de Yunmelngen formaron una leve sonrisa―. Pero ahora debemos volver a casa. Estamos bastante ocupados y tenemos otra reunión a la que asistir esta tarde.

—  Lo siento.

―En serio ―El príncipe suspiró.

Sacó un comunicador de una cajita de buen gusto.

―Hicimos que alguien comprara esto para nosotros. Es el LinLin-X6, el último modelo disponible. Si piensas llegar tarde, deberías enviar una disculpa.

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El príncipe se lo ofreció.

—  ¿Esto es para mí?

―Asegúrate   de   llevarlo   siempre   contigo   ―continuó   Yunmelngen―.

También introdujimos nuestra dirección privada en los contactos.

Crossweil no se lo esperaba. Había pensado que el príncipe lo apartaría, pero en lugar de eso le facilitó el encontrarse.

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