Kimi to Boku no Saigo no Senjo, Aruiha Sekai ga Hajimaru Seisen

Volumen 11

Recuerdo Iluminado 2: El Día Que El Planeta Lloró

Parte 2

 

 

Ocho días después, dos de la tarde.

Estaba en el claro habitual junto al callejón sin salida a la hora que Yunmelngen le había indicado.

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―…Llega muy tarde.

Sin embargo, Yunmelngen nunca llegó. Al darse cuenta de que no podía volver a llegar tarde, Crossweil había llegado treinta minutos antes e incluso se había preguntado si había acertado con la hora mientras esperaba nervioso. Pero la hora de la reunión ya había pasado.

―¿Esto es una venganza por la última vez? ―preguntó en voz alta―. En serio…

Sonó el comunicador. Una ligera melodía salió del aparato.

―Hola.

Era la voz de Yunmelngen.


Sin embargo, faltaba su frivolidad habitual. De hecho, parecía débil y más un susurro ronco que otra cosa.

―Suenas como si fuera el fin del mundo o algo así ―comentó Crossweil.

―Nos resfriamos… este dolor de garganta nos ha estropeado la voz.

El príncipe se aclaró la garganta.

―Parece que nos contagiamos por estar bajo la lluvia mientras esperábamos a cierto alguien.

―…

Cierto…

En cuanto el príncipe mencionó un resfriado, Crossweil armó el rompecabezas.

―Siento lo de antes. Entonces, ¿qué te gustaría hacer? ¿Quieres que compre algo y te lo lleve?

―Sí, gracias.

―¡Eh! ¡Espera, era una broma!

―Te invitaremos al Asiento de la Torre del Castillo como huésped.

―¡Dije que esperaras!





La Torre del Castillo era, por supuesto, la residencia del Señor en persona. ¿Y se suponía que él, un simple plebeyo, iba a entrar en ese dominio? Además, ese día llevaba una camisa sencilla. Seguramente sería detenido en la puerta por los guardias, y eso sería todo.

―Te enviaremos información para una ruta secreta ahora mismo.

El comunicador volvió a sonar. Un mapa con la residencia del Señor en su centro apareció en la pantalla. Incluso estaba marcado con una línea azul que le llevaba desde su ubicación actual hasta el edificio.

―¿……Hm? ¿Pero esto no lleva al Asiento de la Torre del Castillo?

―preguntó Crossweil.

En su lugar, conducía a las colinas bajas justo detrás de la residencia.

―Así es como volvemos normalmente.

―¿Pero no estás allí ahora mismo?

―Es un camino secreto. ¿No lo aprendiste en clase de historia? Todos los jefes de Estado preparan una vía de escape de emergencia en cada época, por si ocurre lo impensable.

―Eso ya lo sé.

―Las colinas tienen un pasaje oculto que conecta con el Asiento de la Torre del Castillo.

―Espera. ¡Eso suena como algo que sin duda no deberías estar diciéndome!

No había duda de que esto era un secreto nacional. Si alguien descubría que el Príncipe Heredero filtró la ruta de escape secreta de la residencia del Señor, sería un escándalo. Y él estaría en peligro incluso por saberlo.

―Sólo somos un niño. Si se nos escapa un secreto, quién nos reprenderá, considerando que somos menores.

―…Eso no es excusa.

―Pero ten cuidado. Tendremos un gran problema en nuestras manos si te atrapan.

―Espero de verdad que eso de la ruta secreta no sea real ―respondió Crossweil con desgana y empezó a caminar hacia su destino.

Tardó unos treinta minutos.

―…¿En serio era real? ―dijo Crossweil con estupor.

La colina daba a la capital y dominaba el Asiento de la Torre del Castillo, de color marrón rojizo.


Había un pasadizo oculto.

Estaba en el bosque, a unos cincuenta metros detrás del monumento de piedra que señalaba la colina.

Cuando introdujo la mano entre un gigantesco montón de rocas, las yemas de sus dedos se encontraron con un interruptor, frío al tacto. En el momento en que lo pulsó, el espacio entre las rocas se abrió varios centímetros y creó un agujero lo suficientemente grande como para que pasara una sola persona.

―¿No hay moros en la costa?

―Sí,   había  algunas  personas  en   lo   alto   de   la   colina,  pero   nadie deambulaba hacia el bosque.

―Entonces entra. Una vez dentro, pulsa el interruptor y la puerta se cerrará.

―…De acuerdo.

Un misterio menos.

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Se había preguntado cómo era posible que Yunmelngen se escapara con frecuencia de casa. Por lo visto, el príncipe había estado despistando a sus guardias utilizando la ruta secreta.

―Aunque todavía no estoy seguro de que debieras haberme hablado de esto…

El pasadizo descendía bajo tierra. Probablemente había sido construido hacía décadas. El camino era estrecho y estaba lleno de olor a polvo y moho.

Se dirigió colina abajo hacia la zona situada bajo la residencia del Señor. Desde allí, subió por unas escaleras de caracol y abrió vacilante la puerta de la salida de emergencia.

Conducía a un deslumbrante palacio interior decorado con vidrieras.

―Pero qué… ¿Estoy realmente dentro del Asiento de la Torre del Castillo?

No lo atraparon los guardias ni lo vieron las cámaras de seguridad. Un plebeyo normal como él se había colado directamente. Sería una catástrofe si algún personaje desagradable descubriera la ruta.

―Espero no hablar dormido ni nada…

Una gigantesca puerta decorada con un diseño dorado se alzaba frente a él.

―¿Estás aquí?

―Estoy en el quinto piso de este edificio superdecorado y frente a una puerta superfantástica ―respondió Crossweil―. Me preocupa que los guardias puedan irrumpir en cualquier momento.

―Entonces voy a abrirla. Entra una vez que lo esté.

Crujido…

La puerta mecánica se abrió con un sonido imponente.

Un candelabro iluminado colgaba del techo y una alfombra personalizada de aspecto caro estaba a sus pies. Pinturas que recordaban épocas pasadas se alineaban en las paredes. Incluso las vistas le hacían sentir como si estuviera en el ático de una suite de un hotel.

―Me parece que tus muebles valen mil o diez mil veces más que los nuestros…

―Admira los muebles todo lo que quieras, pero ¿no es costumbre empezar con un saludo para la persona a la que visitas? 

La cama con dosel estaba rodeada por una cortina de encaje nacarado. Yunmelngen le hizo un débil gesto para que se acercara mientras seguía tumbado.

―…Hola ―dijo el príncipe.

―No parece que te vaya muy bien. Compré esto en la ciudad. Es pudin.

Toma un poco.

―Es muy considerado de tu parte, Crow. No estamos seguros de si lo disfrutaremos, pero dejando eso de lado… ack.. ―El príncipe tosió mientras sonreía.

―¿Seguro que estás bien?

―Estamos mucho mejor que antes, aunque no lo parezca. Nuestro cuerpo nunca fue especialmente resistente. Somos tan enfermizos y efímeros como una flor… ahh, esperamos despedirnos pronto de esta forma de vida.

―¿Hm?

Algo no encajaba. ¿Qué quería decir el príncipe con despedirse de la vida?

―Pronto,  el  mundo  tal  y  como  lo  conocemos  se  transformará

―Mientras Yunmelngen yacía recostado, miró hacia el dosel de la cama―. Los humanos pronto obtendrán una nueva forma de energía ―continuó―. Hasta existe la posibilidad de que cure nuestra frágil constitución. Estoy seguro de que tú también debes estar deseándolo, Crow.

―…

¿De qué está hablando el príncipe?

Sabía que Yunmelngen era excéntrico desde el día en que se conocieron, pero ésta era la primera vez que no era capaz de comprender las palabras del príncipe en lo más mínimo.

―Lo siento, pero no estoy seguro de lo que quieres decir ―dijo Crossweil.

―Todos la están excavando, ¿verdad? La energía que yace en el punto más profundo del planeta puede traernos milagros incluso.

¿Estaba excavando eso?

…¿Una energía que duerme en el punto más profundo del planeta? ¿Qué se supone que significa eso?

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…Sólo estamos extrayendo vetas de metal. Sólo mineral de hierro y metales raros.

Sin embargo…

El lugar de excavación se llamaba el Ombligo del Planeta, y ni una sola alma había visto extraer mineral de hierro del lugar.

―Creo que estamos hablando de cosas totalmente diferentes aquí. Sólo hemos estado extrayendo mineral de hierro en el yacimiento.

―¿Qué?

―Al menos, eso es lo que le han dicho al último nivel.

―…¿En serio?

Ahora Yunmelngen se quedó en silencio. Siguió mirando hacia arriba como si estuviera pensando seriamente en algo.

―Ah,   ya   vemos.   Entonces   ahora  mismo   se   está   ocultando   la información a los ciudadanos ―concluyó el príncipe.

―Esto empieza a sonar peligroso…

―Aunque   creemos   que   podrían   anunciarlo   sin   más.   ¿Sientes curiosidad? Estamos seguros de que debes de tenerla.

Para ser franco, Crossweil en realidad no quería saber.

Teniendo en cuenta que Yunmelngen acababa de admitir que la información estaba bajo orden de silencio, no era tan tonto como para no darse cuenta de lo peligroso que sería para un plebeyo como él conocer la verdad.

A pesar de comprenderlo, la curiosidad le ganó.

―… ¿Así que la excavación no es para el mineral? ―preguntó Crossweil.

―Así es. Pues claro que no. No habríamos ido personalmente a observar una de las muchas, muchas minas de hierro.

―…Cierto.

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―Te dejaremos entender lo que realmente está pasando como un regalo especial ―Yunmelngen sonrió―. Ustedes están desenterrando una fuente de energía completamente nueva por allá.

―¿Qué?

―Los humanos sólo viven en la superficie del planeta. Sin embargo, esa energía fluye dentro de la parte más profunda, casi como la lava. Periódicamente, esta energía fluye hacia una zona muy cercana a la superficie. Y, excavando mucho, se puede hacer brotar una fuente de ella del planeta.

―…Una fuente por cavar profundamente en el planeta, ¿eh?

―Así que ahí lo tienes.

―Claro.

Así que ese era el Ombligo del Planeta.

Crearon un punto de excavación en el centro de la capital y perforaron cuatro mil metros para recuperar esa energía.

―¿Por qué no le han dicho al público sobre esto? ―preguntó Crossweil.

―No lo sabemos. Es uno de los proyectos más secretos del Señor y de los Ocho Grandes Ancianos, así que tal vez esperan hacer un gran anuncio para sorprender a todo el mundo una vez hecho el descubrimiento.

Casi sonaba demasiado bueno para ser verdad. Si Crossweil hubiera oído en las calles del Imperio una historia sobre una energía insondable que dormía en las profundidades del planeta, no se lo habría creído.

―¿No parece un sueño hecho realidad? ―Yunmelngen sonrió―. Si son capaces de excavar esa energía, el mundo entero avanzaría un paso entero hacia el futuro. Hasta existe la posibilidad de que se desarrolle tecnología médica para que resfriados como éste puedan curarse al instante.

―¿De verdad crees que las cosas irán tan convenientemente?

―Cada uno es libre de soñar ―respondió el príncipe, casi como si se lo dijera a sí mismo. Asintió, aunque débilmente a causa de su enfermedad―. Y ese día llegará pronto ―añadió.

―…¿Cuándo? ¿Cuándo llegará ese futuro demasiado bueno para ser verdad?

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―En unas dos semanas.

―¡Eso es cien veces antes de lo que imaginaba!

―Si no, nunca habríamos inspeccionado el lugar.

El príncipe era convincente. Seguramente sólo había hecho una visita porque el proyecto estaba casi terminado.

―En este momento, han alcanzado una profundidad de cuatro mil ochocientos metros, ¿verdad? Esa energía aún desconocida se ha acumulado a cinco mil metros bajo la superficie del planeta. Sólo te quedan doscientos más.

―… Entonces, está prácticamente delante de nosotros.

―Como dijimos, el día en que nuestros sueños se hagan realidad está cerca…

Klack.

Justo en ese momento, ambos se vieron sorprendidos por unos golpes en la puerta.

―¡Oh, no! ―gritó el príncipe―. ¡Puede ser el médico o un vasallo que viene de visita!.

Yunmelngen frunció el ceño.

―¡Escóndete, Crow!

―¡¿Dónde?!

―Eh, detrás de las cortinas… No, esas son transparentes, y el armario no servirá… ¡así que debajo de la cama! 

Se sumergió tal y como le dijeron. Estaba oscuro como boca de lobo, y lo único que podía hacer era escuchar para saber qué estaba pasando. Oyó abrirse la puerta.

―Príncipe Heredero, Su Alteza, ¿cómo se siente?

―Su Excelencia el Señor está terriblemente preocupado.

―Por favor, cuídese. Le trajimos regalos para nuestra visita.

Oyó sus pasos.

Parecía que eran tres, o posiblemente cuatro, personas. No, parecía haber muchas más. Siete… no, ocho.

―…Es sólo un resfriado ―dijo el príncipe―. No hace falta que vengan hasta aquí, Ocho Grandes Ancianos. Los vasallos creerán que estamos terriblemente enfermos.

La cama tembló ligeramente.

Yunmelngen se había incorporado con todo el entusiasmo que pudo desde la cama. Sonaba más animado que antes, casi como si no se hubiera sentido mal en absoluto.

…¿Yunmelngen?

…Suenas bastante duro ahora mismo.

Pero lo que más le inquietó fue el disgusto en la voz de Yunmelngen.

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―Volveremos a los asuntos oficiales mañana ―dijo el príncipe―. Lo ven, estamos bastante bien.

―Qué terriblemente descortés de nuestra parte. Nos enteramos de que Su Alteza tenía mucha fiebre y estaba bastante enfermo. Su Excelencia incluso planteó retrasar el próximo Festival del Espiritismo dentro de dos semanas.

―No es necesario ―dijo el príncipe en tono hosco―. Ahora, pueden retirarse. Estamos bastante ocupados.

―Como quiera. Por favor, cuídese.

Los ocho pares de pasos salieron de la habitación. La puerta se cerró sobre ellos, casi como si los estuviera espantando.

―¡Ack… tos! …¡Cough……ugh…ah…! ―Yunmelngen cayó de rodillas.

Se arrodilló en el suelo alfombrado, tosiendo espantosamente. Incluso desde la cama, Crossweil pudo darse cuenta del estado en que se encontraba el muchacho.

―Yunmeln…

―¡Espera!

Crossweil intentó salir de debajo de la cama, pero el príncipe se lo impidió.

―Espera. Espera hasta que te digamos que puedes salir…

―¿…?

―……No queremos que veas nuestra ropa de dormir… como…… bueno, entonces sabrías…

―¿Saber? ¿Saber qué?

―…Por favor, espera.

Yunmelngen casi se derrumbó sobre la cama. Luchó por respirar durante algún tiempo después de eso.

―…Gracias por esperar.

Crossweil salió de debajo de la cama. Cuando se dio la vuelta, encontró a Yunmelngen sonrojado y cubierto por una manta que le llegaba hasta el cuello. El príncipe lo miraba fijamente.

―…Nos gustaría que estuvieras aquí, cerca de nosotros, durante más tiempo.

―Como dije, ¿qué fue eso?

―… ―Yunmelngen miró hacia el dosel―. Hablemos de hipótesis.

Supongamos que hay padres que desean hijas, y otros que desean hijos.

―Bueno, obviamente los hay ―dijo Crossweil.

―Pero escucha. Hablamos de un caso concreto. Un padre que perdió a su hijo demasiado pronto. Y otro que sintió la necesidad de proteger a su siguiente hijo. 

Toda la conversación era tan extraña que Crossweil no la entendía. No tenía ni idea de lo que el príncipe heredero intentaba decirle.

―Entonces, cualquier niño sería sensible al afecto de sus padres,

¿no es así? Un niño sabría que, sí, su padre quería un hijo. Y el niño podría tratar de cumplir los deseos de su padre por el deseo de ser alabado. De hecho, uno podría intentar llevar una vida para satisfacer las expectativas ideales de su padre.

―¿…? No entiendo lo que dices.

―Se acerca el Festival del Espiritualismo ―dijo el príncipe.

―…¿Y cómo se relaciona esto con lo que decías?

―Simplemente volvimos al tema que nos ocupa. Estábamos hablando de ello antes de que los Ocho Grandes Ancianos nos molestaran.

Una energía inexplicable que dormitaba en las profundidades del planeta. Y el Ombligo del Planeta era el lugar de extracción de la energía.

―El Festival del Espiritualismo conmemora haber alcanzado el punto más profundo de la excavación. Como dijimos antes, el punto más profundo, a cinco mil metros de profundidad, está justo delante de nosotros.

―Ninguno de los mineros ha oído hablar de esto ―contraatacó Crossweil.

―Es probable que el capataz esté al tanto. Nosotros y el Señor también asistiremos al Festival del Espiritualismo.

―¡¿El Señor?! …Ah, claro ―recordó Crossweil―. Es tu padre.

Con el tiempo, se había vuelto menos sensible a ese sentimiento. Estaban manteniendo una conversación ordinaria, pero la persona que tenía delante era, en efecto, el Príncipe Heredero.

…Sin embargo, me sorprendió mucho oír que el Señor haría una aparición en aquel lugar.

…Pero ya es una gran cosa que el Príncipe Heredero haya venido para una inspección.

A sólo doscientos metros de distancia.

Un nuevo tipo de energía dormitaba debajo de donde excavaban, una forma de energía inimaginable.

―Puede que se anuncie que se está utilizando el Ombligo del Planeta para excavarla. El calendario del Festival del Espiritismo ha sido finalizado.

―…Todo esto es tan grande que ni siquiera parece real.

El mundo entero estará clamando al respecto. Hasta el propio Yunmelngen soñaba con que esta nueva energía revolucionaría el mundo.

―Bueno, está bien. Esto no es algo en lo que plebeyos como yo deban siquiera pensar… De todos modos, ¿no te gustan esos ocho tipos vasallos o quienes fueran? Realmente sonabas cortante con ellos.

―¿Te refieres a los Ocho Grandes Ancianos?

El consejo del Señor también era conocido como los ocho sabios. Cada uno de ellos era líder en su campo: medicina, química, biología, física, estudios militares y lingüística.

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―No nos gustan ―respondió Yunmelngen. Al levantar la vista, sus ojos se entrecerraron y el disgusto se hizo evidente en su rostro―. El Señor sólo ha tenido oídos para ellos desde su llegada. Lo han convertido en su marioneta. Una vez que nos convirtamos en Señor, nos aseguraremos de expulsarlos.

―…Suena como un montón de problemas, siendo el Príncipe Heredero.

―Pero hoy estamos de buen humor. ¡Ya que viniste, Crow- tos, ugh…tos…! ―Yunmelngen se dobló. Parecía que el príncipe estaba lejos de encontrarse bien.

―No te esfuerces ―advirtió Crossweil―. Yo también debería ponerme en marcha pronto. ¿Puedo usar la misma ruta para volver?

―…Tos…puedes…

―Asegúrate  de  descansar.  Vas  a   ir   a   ese  evento  del   Festival  de Espiritualismo o lo que sea, ¿verdad?

…Sí. 

Por alguna razón, el príncipe parecía más dócil que de costumbre. Asintió débilmente desde su lecho de enfermo.

―..Puedes usar la ruta secreta de la que te has enterado cuando quieras, Crow.

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