Kimi to Boku no Saigo no Senjo, Aruiha Sekai ga Hajimaru Seisen

Volumen 11

Recuerdo Iluminado 1: Las Hermanas Y El Excéntrico

Parte 1

 

 

La fortaleza unida, el Imperio Celestial.

Este país, también conocido comúnmente como el Imperio, se vio reforzado por los yacimientos de mineral de hierro y metales raros que se encontraban en grandes cantidades. Gracias a sus descubrimientos, sus habitantes crearon maquinaria avanzada.

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Avanzaron con la maquinaria, mejorando sus residencias e incluso su armamento. Podían crear todo tipo de cosas, con el hierro como núcleo de sus vastas reservas de metales. Y así, hubo demanda de trabajadores en el Imperio.

Reunían a jóvenes de todo el mundo para explotar sus numerosos recursos. Por aquel entonces, el maestro de Iska, Crossweil Gate Nebulis, era sólo un tierno joven de quince años que había llegado al Imperio entre los demás inmigrantes.

***

 

La capital imperial, Harkenweltz.

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La Undécima Avenida, una zona de muchos edificios de varios pisos.

La enorme calle estaba sembrada de una mezcla de residencias de madera, construcciones prefabricadas de endeble acero e incluso flamantes edificios con armazón de acero. En una esquina de la calle, el joven Crossweil de pelo negro sostenía un mapa en la mano mientras caminaba.

…Plit.

Sintió algo pegajoso en la suela del zapato: debía haber pisado un chicle tirado.

¿O tal vez pintura o pegamento para muebles? No lo sabía, lo que demostraba lo caótica que era la calle principal, sobre todo con la multitud y el clamor habituales en toda la capital imperial.

―…Y el olor del humo.

Podía rastrear su origen hasta las chimeneas de las fábricas. Estaban literalmente por todas partes, ya que eran necesarias para procesar el hierro extraído de la tierra, por lo que el olor a productos químicos y humo era denso en el aire.

―Sabía que sería así, pero ¿de verdad esta sucia ciudad se va a convertir en mi hogar?…

Se ajustó la mochila y avanzó.

Su destino era el distrito residencial. No se dirigía a ninguna de las grandes urbanizaciones o condominios de lujo. El barrio estaba lleno de casas prefabricadas, del tipo que se podía construir de la noche a la mañana si era necesario. Era el lugar de reunión y residencia temporal de las jóvenes promesas que habían viajado al Imperio en busca de trabajo. Y una vez que estuvo en la zona adecuada…

La casa en la que se alojaría le pareció alucinante, en el mal sentido.

―…¿Qué clase de pocilga es ésta?

La estructura prefabricada era sencilla, en el sentido de que no habían hecho más que doblar endebles chapas de metal para construirla. De hecho, estaba hecha de una sola chapa. Las paredes estaban descoloridas por el óxido debido a su exposición a la intemperie.

―¿Realmente se puede llamar casa a esto? Parece más bien un cobertizo o un almacén. Creo que podría encontrar una casa para perros más bonita en el campo…

A partir de ese día, éste sería su hogar.

Llamó a la puerta vacilante, todavía luchando por aceptar su realidad. Recibió respuesta de inmediato:

―No hay nadie en casa.

—….. ¿Huh?

―No hay nadie.

Era la voz de una chica joven. Aunque su voz sonaba dulce, también era aguda, y no ocultaba su fastidio.

―¡Oh, vamos! Está claro que hay alguien aquí. ¡Acabas de responderme!

―Llamó a la puerta una vez más. Esta vez golpeó con el puño―. ¡Vamos, abre!

―No hay nadie.

―¡Mentirosa!

―Si estás aquí por las facturas, nuestra paga llega en cinco días, así que vuelve entonces. Si estás aquí para vender algo, no tenemos dinero para comprar nada, pero puedes volver en diez años.

―No, yo no…

―¡Oh, cállate!

La puerta se abrió de golpe.

Una chica de piel morena y pelo pajizo abrió la puerta de una patada con la fuerza de un cohete, y sus golpes se precipitaron sobre su cara con el mismo ímpetu.

―¡Gah!

Crossweil se desplomó cuando ella le lanzó un aluvión de patadas. La chica, que aterrizó a horcajadas sobre su cara, lo miraba. Ladeó la cabeza con curiosidad.

―¿Qué? Me parece que te he visto antes.

―…

Lo había golpeado tanto que todavía se retorcía de dolor. Le miró fijamente a la cara.

―Oh, sólo eres tú, Crow ―La chica morena se echó a reír.

Eve Sofi Nebulis. Su hermana adoptiva, de quince años y parentesco lejano, no había cambiado ni de aspecto ni de personalidad desde la última vez que la había visto, hacía dos años.

―Realmente me trae recuerdos. Eres tan larguirucho, pero has crecido.

Cuando nos bañábamos juntos, te escapabas porque no te gustaba el champú.

―…Me duele la nariz ―fue su única respuesta.


―Bueno, buen trabajo encontrando el camino hasta aquí. Las carreteras de la capital están tan desordenadas que casi te pierdes, ¿me equivoco? ―se rio Eve―. Bueno, parece que hoy empezamos los tres. Hagámoslo divertido,

¿de acuerdo?

La casa de chatarra (según Crossweil, al menos). Eve lo invitó a entrar.

―…Todavía me duele.

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―Ja, ja, ja, no te enfades tanto. Tu nariz acaba de tener un reencuentro con mi rodilla, eso es todo.

―Supongo que todos mis recuerdos de que eras amable eran falsos…


―Soy amable. Toma, bebe un poco de agua.

¿No se serviría normalmente té en esta situación?

Pero Crossweil se contuvo de hacer esa observación. No tenían lujos como el té. El café tampoco. Estaba más claro que el agua cuando vio el interior.

―Eh…

La taza que Eve le empujó estaba en el suelo.

―¿Ni siquiera tienes una mesa? ―preguntó.

―Eso sólo estorbaría para dormir. La habitación ya es bastante pequeña.

Él se sentó en el suelo, que estaba desprovisto hasta de un cojín para los huéspedes. Era duro y frío. No había más muebles que una lavadora y un frigorífico. Ni mesas ni estanterías. Como el espacio carecía también de armario, la ropa de los ocupantes estaba pulcramente doblada y colocada en un rincón. Como muchacho maduro, a Crossweil le costó saber adónde dirigir la mirada cuando vio lo que parecía ropa interior. La propia Eve, en cambio, no parecía preocupada en lo más mínimo.

―Bueno, esto es bastante normal entre los jóvenes que vienen al Imperio a trabajar.

―Pensé que el Imperio sería un poco más glamuroso.

―Para eso hay que estar por encima de la clase media ―le dijo ella, sin perder detalle―. Pero aquí ganamos mucho más como mineros que en cualquier otro país. Esa es la razón por la que vinimos a trabajar al Imperio, y por la que tú viniste aquí.

―Pero si la paga es tan buena, ¿qué pasa con esta casa?

―Enviamos la mitad de nuestra paga a casa cada mes. Pero, ¿qué tiene de malo? Vivir en un sitio destartalado como éste puede ser divertido a su manera Ah, claro, y lo del trabajo ―Eve dio una palmada.

Se dirigió a un rincón de la habitación donde había un montón de comida y otros trastos. Después de abrirse paso entre la montaña de cosas, sacó una sierra eléctrica y una pistola de clavos.

―Aquí tienes.

―…¿Qué?

Después de empujar los aparatos hacia él, ella señaló hacia el techo, de nuevo sin perder el ritmo.

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―Últimamente hay goteras. Ahh, me alegro de tener otro par de manos para ayudar ahora.

―¿Podría volver a casa…?

La nación más grande del mundo, con hermosas calles urbanas, era una civilización con deslumbrante maquinaria sofisticada. Era el mejor lugar del mundo para que los jóvenes encontraran empleo.

Así se lo enseñaron y así lo creyó.

Probablemente, los jóvenes de todo el mundo creían en esa imagen del Imperio.

―Todo era mentira…

Los que realmente disfrutaban de la prosperidad del Imperio pertenecían a la clase media y superior. El estrato inferior, que comprendía alrededor del cuarenta por ciento de la población, vivía para trabajar y no tenía más que frugales viviendas prefabricadas.

―Vine aquí para ganar más dinero. No puedo creer que vivamos en un sitio más pequeño y destartalado que en casa.

Miró al cielo gris y despejado. Aunque parecía contradictorio, no sabía cómo describirlo de otro modo. Era ambas cosas. Debido al humo que escupían eternamente las fábricas, el cielo tenía un tono sombrío constante.

―Las toxinas del humo suben y bajan con la lluvia. Así que realmente tenemos que reparar las fugas … allí.

Estaban martillando placas de metal sobre un gran agujero en el tejado. En última instancia, era sólo una solución provisional. Aunque hubieran tapado el agujero, la lluvia ácida seguiría corroyendo el metal, estaba seguro.

―¿Oh? ¿Esto es…? ―Una voz vino de la entrada.

Una chica que llevaba una bolsa de supermercado levantó la vista y, al verlo, sonrió.

―¡Sabía que eras tú, Crow! Sabía que llegarías en cualquier momento.

Le hizo un gesto dramático con la mano.

―Ha pasado tanto tiempo ―dijo ella―. ¡Has crecido tanto!

―¡Alice! Ha pasado demasiado tiempo.

Alicerose Sofi Nebulis, la otra hermana adoptiva de Crossweil. Eve y Alicerose eran gemelas, Eve siendo la mayor de las dos. Las recordaba exactamente iguales, tanto en rasgos como en estatura, pero…

―¿…? ¿Qué pasa, Crow?

―Eh… no, es que…

Bajó del tejado y se encaró con Alicerose. La chica que tenía delante había crecido en los últimos dos años, madurando hasta convertirse en una adorable adulta. Su deslumbrante cabello dorado era sedoso al ondear con el viento, y sus ojos rubí eran imponentes y dignos. Su perfil esculpido y sus labios rojos como la sangre eran elegantes y seductores.

Luego estaba su figura. El pecho desarrollado que lucía bajo el vestido distaba mucho de ser poco desarrollado. Para ser francos, no parecía que pudiera ser la gemela de Eve, y mucho menos su hermana menor.

―Uh, ¿estás segura de que no eras la mayor, Alice? Y que Eve es la menor.

―¿Eh? Oh, Crow, ¿de qué estás hablando? ―respondió Alicerose riendo―. Eve se enfadará si oye eso, ¿sabes? Ella ya…

―ESCUCHÉ eso ―La puerta se abrió de golpe y la otra hermana asomó la cabeza―. ¡Tú, Crow! ―Eve se paró junto a Alicerose―. Esa no es la reacción que recibí cuando me viste por primera vez. ¿Por qué actúas con tanto entusiasmo al ver a Alice?

―¿Eh? Uh, creo que te has hecho una idea equivocada… en realidad creo recordar que me saludaste con una patada directa a la cabeza cuando nos vimos. Claro que actué de otra manera.

―¡Cállate! Yo soy la mayor aquí. Será mejor que me muestres algo de respeto ―gritó Eve, poniéndose una mano en la cadera.

De las dos gemelas, Eve no había crecido significativamente en los últimos dos años, mientras que Alicerose había madurado tanto que parecía la mayor.

―¡Cielos! ¿Y qué si soy bajita y parezco más una niña? ―Hizo un mohín de mal humor. Eso la hacía parecer más niña, pero si él se lo decía, sabía que se enfadaría aún más.

―Eve, no puedes poner a Crow en un aprieto así…

―¡Todo esto es culpa tuya!

―¡Eep! ¡¿Q-Qué estás haciendo, Eve?!

Eve se había agarrado a la espalda de Alicerose-y de casualidad se había sujetado a los voluptuosos pechos de su hermana para estabilizarse.

―¡¿Qué son?! ¿Qué son estas cosas gigantes que estoy sujetando? Apuesto a que me están chupando todo el alimento que se supone que debería servir para mi crecimiento.

―¡¿E-Eve?! ―Alicerose se puso roja al ser manoseada―. ¡Tienes que parar… Crow puede ver!

―¡Tú eres la que los muestra! Todos me llaman terrible hermana mayor.

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¡Piensan que estoy poco desarrollada por tu culpa!

Kimi to Boku no Saigo no Senjo Volumen 11 Capitulo 2 Parte 1 

 

―¡Para… por favor, Eve!

No ocultaban para nada su pelea.

―Parece que están viviendo bien… ―dijo Crossweil en tono monótono.

Este fue el comienzo de su vida juntos en la capital imperial.

***

 

 

En la capital imperial de Harkenweltz había muchos trabajos.

Uno de ellos era excavar en busca de la abundancia de mineral de hierro y metales raros que había justo debajo de la capital. Los imperiales no eran los únicos que se dedicaban a la minería. Emigrantes de todo el mundo se habían reunido para el trabajo.

―Bienvenidos al quincuagésimo cuarto punto de excavación.

Esta era la zona minera.

Un hombre con uniforme de obrero alzó la voz delante de Crossweil y los demás reclutas novatos.

―Soy el capataz de la obra, Lavitch von Grehaim. Antes era un jornalero como ustedes, pero mi trabajo fue apreciado por los funcionarios de la capital y me abrí camino hasta la cima. Sus sueños podrían hacerse realidad en este trabajo. Las alturas a las que se puede llegar no tienen fin. Ahora, vengan conmigo.

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Había un agujero gigantesco en medio de la capital. Tenía cincuenta metros de diámetro. Mirando hacia abajo desde el nivel del suelo, parecía negro como el carbón, ominoso e interminable.

―… ¿Estás seguro de que esta cosa tiene un fondo?

Era tan espeluznante que la gente le habría creído si hubiera dicho que estaba conectado con el infierno o el reino de los muertos. Este era el punto de excavación.

Descendieron al interminable pozo utilizando un ascensor conectado por un endeble cable. Bajaron doscientos metros, luego trescientos.

―Estas son las líneas del frente que refuerzan la prosperidad del Imperio

―En el silencioso ascensor sólo sonaba la voz del capataz de la obra―. Lo llamamos el Ombligo del Planeta. No estoy seguro de dónde viene ese nombre, pero extraerán el hierro y los metales raros que son cruciales para mantener la gloria del Imperio. El trabajo parece bastante sencillo, ¿verdad?

―…¿Qué pasará cuando todo se acabe? ―Preguntó Crossweil, tontamente. Aunque lo había murmurado para sí, el capataz se giró hacia él.

―Entonces pasaríamos a una nueva fuente de energía.

―¿…?

Simplemente encontrarían una nueva veta.

Esa era la respuesta que Crossweil esperaba, pero en su lugar recibió una respuesta indescifrable a su pregunta. ¿Una nueva fuente de energía? ¿Qué significaba eso?

―¡Um! ―En el momento en que Crossweil intentó hacer otra pregunta, el ascensor se detuvo.

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―Bienvenidos al mundo a cuatro mil metros bajo tierra.

Las puertas del ascensor se abrieron. Donde el capataz señaló era, efectivamente, el mundo subterráneo.

Las minas que se abrían ante ellos estaban rodeadas de rocas marrones y grises. Como el espacio estaba iluminado por las luces naranjas, brillaba como el día, pero si un accidente cortara alguno de los cables de alimentación, seguramente quedarían envueltos en una oscuridad más profunda que la noche.

―Déjenme mostrarles el trabajo que realizarán los novatos. Su trabajo es mantener los taladros aquí.

Encorvaron el cuello para mirar el monolítico taladro. Las profundidades de la tierra no eran explotadas por manos humanas, sino por máquinas. De hecho, todas las personas empleadas aquí estaban principalmente allí para dar mantenimiento al equipo.

―¿Cómo lo hacemos?

―Pregunta a los otros mineros. Tengo una reunión con los funcionarios de la capital justo después de esto. Al fin y al cabo, soy el director del proyecto.

Y sin más, regresó a la superficie. Dejados atrás en la veta, los chicos y chicas, Crossweil incluido, se miraron unos a otros con expresión desanimada.

El punto de excavación a cuatro mil metros bajo tierra.

Eran mineros de clase C y, como aprendices, su trabajo consistía en dar mantenimiento a las perforadoras de la mina más profunda de la capital imperial.

―…Hicieron que sonara así de sofisticado, pero en realidad sólo hacemos trabajos de baja categoría.

Allí había mecánicos para reparar la maquinaria.

Aunque alguno de ellos hubiera mostrado interés en cambiar las brocas que se utilizaban para romper la dura roca, a los mineros no se les habría permitido poner un dedo en la maquinaria.

Entonces, ¿cuál era su trabajo? Simplemente, transportar las piezas de la máquina.

―Sólo ponemos los lubricantes y las piezas nuevas en contenedores y subimos las rotas a la superficie… Quiero decir, llamarlo mantenimiento suena mucho mejor.

En realidad, no era más que un trabajo manual en el que transportaban piezas que pesaban decenas de kilos. Además, hacía un calor sofocante bajo tierra y el aire era escaso.

―…Así que por eso… tienen que… reclutar gente…

El sudor también era interminable. Sólo hacer un viaje de ida y vuelta de un lado a otro de la zona minera era suficiente para minar sus fuerzas.

―Es caluroso y bochornoso… apesta a petróleo, y para colmo… están infringiendo un montón de leyes laborales. No me extraña que pierdan trabajadores.

Estaba en primera fila para ver de dónde venía la escasez de mano de obra.

Los jóvenes que llegaban a la capital en busca de empleos bien remunerados se veían obligados a abandonar sucesivamente por las intolerables condiciones de trabajo.

―…Ahora lo entiendo. Esto es el infierno… Me conseguí un trabajo en el infierno.

Hizo una pequeña pausa. Ni siquiera tenía fuerzas para soportar el peso de su propio cuerpo y se había desplomado directamente sobre el suelo. Crossweil miraba distraídamente la roca que rodeaba la explotación minera.

―¿Ya te desmayaste, Crow?

Eve lo miraba sonriente. La camisa que llevaba parecía haber visto días mejores.

―¿Qué te parece? Nos metimos en una mala línea de trabajo, ¿verdad?

Alice y yo también nos caímos de cansancio el primer día.

―Crow, ¿estás bien? ―Alicerose le dirigió una mirada preocupada. Aunque también llevaba una camisa raída como su gemela, había algo seductor en el tenue brillo de sudor que cubría su rostro.

―…La diferencia es ridícula. Es como cruzarse con un ángel después de ver a un diablillo del infierno.

―¿Quién se supone que es el diablillo en este escenario? ―Eve le pellizcó la mejilla.

A las gemelas se les había encomendado la tarea de llevar botellas de agua y almuerzos a los mineros. Aunque el trabajo no era tan duro como transportar piezas de máquinas, les pasaba factura.

―¿Cuántos años llevan trabajando aquí? ―preguntó Crossweil.

―¿Cómo? ¿Qué? ¿Ya estás pensando en dejarlo? ―Eve se sentó con las piernas cruzadas en su sitio―. Alice y yo llevamos aquí exactamente un año. Creo que originalmente había cincuenta reclutas, pero sólo siete u ocho terminaron quedándose todo ese tiempo.

―…¿Se supone que son la flor y nata o algo así?

―Si te quedas tanto tiempo, te evalúan mejor ―explicó Eve―. Además, enviamos dinero a casa.

―Y nos sale gratis el almuerzo ―añadió Alicerose, soltando una risita―. Ahorrar en el almuerzo es mucho más importante de lo que crees. Y puedes usar las duchas de las instalaciones, así no tienes que bañarte en casa.

―Ah, claro. Alice es asidua a las duchas ―Una sonrisa atrevida se dibujó en el rostro de Eve―. Abusaba tanto de las instalaciones que hasta la reprendieron.

―¡¿E-Eve?!

―Pero aquí las duchas son compartidas entre hombres y mujeres. Además, los chicos siempre le dan mucha importancia. A ellos les da igual que yo haga cola para enjuagarme, pero cuando Alice lo hace, la dejan ocupar su sitio en la fila. Ella les da las gracias y se ríe. Debe ser bonito, conseguir cosas sólo por tu aspecto.

―¡No es así en lo más mínimo! ―dijo Alicerose―. ¡Está tergiversando todo, Crow!

―¡Deja de refunfuñar! No he tergiversado nada. ¡Te veo usando tus artimañas femeninas!

―¡¿Eep?! ―Eve se abrió paso por detrás de Alice y agarró esta vez la curvilínea cadera de su gemela.

El grito de Alice resonó en las minas.

―¡Para, Eve… Crow puede ver!

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―¡Tú eres la que siempre se hace la sexy, no importa el momento ni el lugar!

―¡La gente a nuestro alrededor también nos mira!

―¡Porque siempre estás presumiendo! ¡Estas cosas enormes! ¡¿Así que ahora te da vergüenza?!

Los dos estaban teniendo una pelea en toda regla ahora. La más joven se sonrojaba mientras intentaba huir de su hermana mayor, que la perseguía. Crossweil dedujo que se trataba de algo cotidiano.

―…Voy a seguir descansando aquí ―dijo Crossweil, todavía tumbado en el suelo. Cerró los ojos.

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