Kimi to Boku no Saigo no Senjo, Aruiha Sekai ga Hajimaru Seisen

Volumen 11

Capítulo 1: El Planeta Conserva Un Recuerdo

Parte 2

 

 

El Asiento de la Torre del Castillo.

Era el último edificio que quedaba tras la destrucción de la Fundadora Nebulis hace un siglo.

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―Éste es el único lugar en el que no puedo entrar basándome sólo en el reconocimiento ―dijo Risya al salir del coche.

La tarjeta de identificación que había fabricado utilizaba tecnología punta para la autenticación. Ni siquiera a la mismísima oficial del Señor se le permitía entrar y salir a su antojo sin verificar quién era.

―Risya In Empire, entrada aprobada.

―Muchas gracias.

Risya se dirigió de nuevo al coche.

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―Nene, puedes conducir ―dijo Risya―. Dirígete directamente a las instalaciones.

―Puedo sentir cómo se recortan los años de mi vida… ―Sisbell, que había estado conteniendo la respiración hasta ese mismo momento, replicó en lugar de Nené―. ¿Y si piden ver el interior del coche?

―Haz como si no supieras nada. Estarás bien, siempre y cuando no se te escape accidentalmente que eres la Tercera Princesa de la Soberanía Nebulis. Esa es la razón por la que vine aquí contigo.

―¿Pero qué pasa si los guardias de adentro se enteran?

―Oh, no, no funciona así. Puedes hablar libremente dentro.

―¿Qué?

―Todo el lugar está sin vigilancia ―dijo Risya, señalando el edificio marrón rojizo con la barbilla.

―La  residencia  del   Señor  está   vacía.  Ya  viste   el   aspecto  de   Su Excelencia.

En el interior del Asiento de la Torre del Castillo, Sisbell abrió los ojos ante la visión que la recibió.

―¿Cómo está tan tranquilo?

Estaba desierto. Aunque había cámaras de seguridad repartidas por el techo, el pasillo que se extendía decenas de metros frente a ellos estaba vacío. Ni una sola persona caminaba por él.

Clack…clack…

Sólo sus pisadas resonaban en el pasillo. No vieron ni guardias ni empleados.

―¿A esto te referías antes? Risya, o como te llames.

―Hay gente por aquí. Iska debería saberlo. Un Discípulo Santo permanentemente apostado aquí, en realidad. Es sólo que casi nunca nos encontramos en un lugar tan grande como éste.


―Me sorprende que consideres esto una buena seguridad.

―¿De verdad crees que hay alguien ahí fuera que intentaría algo?

Risya, que había estado al frente, se dio la vuelta para encogerse de hombros ante Sisbell.

―¿Quién demonios crees que se colaría en la residencia del Señor, que está en medio de la capital, escape pasando por delante del Discípulo Santo e intente ir por la vida de Su Excelencia?

―…

―Esa es la razón por la que mantenemos este lugar en secreto para ti, Princesa Sisbell, y el resto de la gente de la Soberanía.

―…No estoy segura de cómo sentirme con todo esto ―dijo Sisbell.

―De todos modos, ya casi llegamos ―declaró Risya.

El Asiento de la Torre del Castillo estaba dividido en cinco partes. El gigantesco edificio tenía cuatro torres y pasillos de cristal que conducían al interior. El quinto edificio era el Cielo entre la Visión y la Penumbra. Un solitario pedestal negro se erguía frente a su entrada.

―’Cielo arriba, cielo abajo, honor sólo para el emperador’… ups. Princesa Sisbell, tenga en cuenta que el código para abrir estas puertas también es secreto. Sólo lo conocen unas treinta personas en todo el Imperio.

Risya sonrió satisfecha cuando las puertas se abrieron ante ella, dando paso a una sala de recepción de color carmesí. Parecía fuera de lugar en el edificio, que hasta ahora había parecido tan carente de vida.

El suave aroma de las tablas de madera y el agudo picor de los juncos golpearon sus fosas nasales. El deslumbrante interior bermellón parecía casi de otro mundo, como si procediera de un lugar completamente distinto.

Y más adentro…

―Oigan. Por fin lo lograron, ¿verdad? 

Una persona bestia de pelaje plateado estaba tumbada encima de unos tatamis. Su cara parecía un cruce entre la de un gato y la de una chica humana. Sus ojos eran grandes como los de un gato pequeño y parecían casi amistosos.

Una persona bestia.

Aunque por fuera parecía un monstruo, esta persona bestia era la máxima autoridad del Imperio: Lord Yunmelngen.

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―Me estaba cansando de esperarlos. Ella también.

―¡Rin!

Había un pilar detrás del Señor. Cuando Sisbell gritó, todos se quedaron mirándolo. Una chica de pelo castaño estaba atada a él. Sus brazos y piernas estaban atados por cuerdas de paja tan gruesas como las muñecas de una persona.

―…Lady Sisbell… lo siento mucho… ―Rin apretó los dientes―. Pensar que permití que me viera en un estado tan lamentable después de haber sido capturada por el enemigo… Este es el mayor fracaso de mi vida…

―¡Rin! ¡Te salvaré ahora mismo! ―Sisbell apuntó con un dedo al Señor con determinación―. ¡Libera a Rin! Vine aquí, como tú querías. Así que libera a tu rehén como prometiste.

―De acuerdo ―dijo el Señor.

―Ya veo. No tienes intención de hacerlo. Bueno, te daré un poco de mi……

Espera, ¿qué?

―Acabo de decir que puede irse. Escuchas muy mal ―El Señor bostezó―. Y para que lo sepas, no he tenido a Rin atada. Ha sido libre de hacer lo que le plazca.

―…… ¿Cómo? ―Sisbell se quedó sorprendida. Parpadeó―. ¿Qué demonios quieres decir?

―Rin se ató sola a este pilar. Dijo que no quedaría bien que hubiera estado deambulando todo este tiempo, así que optó por atarse antes de que llegaras. Todo esto fue obra suya.

―¡Idiota! ―Rin gritó―. ¡Te dije que no se lo dijeras… ugh, en serio!

Las cuerdas que la rodeaban se desenredaron. Desde el principio no habían estado bien atadas. Un ligero tirón bastó para liberarla. Fue evidente para Iska en cuanto lo vio.

…Jhin, Nene, la Comandante Mismis y Risya, por supuesto, también debieron darse cuenta.

…Sisbell fue la única que cayó en la trampa.

La princesa parecía estupefacta.

Tras liberarse, Rin se arrodilló frente a la princesa y bajó la cabeza.

―Es como lo ve, Lady Sisbell.

―…¿Así que esta farsa fue idea tuya? Me parece que ahora mismo te mereces más una reprimenda que el Señor.

―Es como ve ―repitió Rin, con la cabeza aún inclinada―. El Señor no dio ninguna muestra de que fuera a hacerme daño de ninguna manera. Por mucho que deteste a esta bestia por liderar el Imperio, creo que tampoco le harán daño a usted, Lady Sisbell.

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―Estoy bastante seguro de habértelo dicho desde el principio.

El Señor comenzó a moverse lentamente. Se incorporó sin prisa para sentarse derecho.

―Tercera Princesa de la Soberanía Nebulis.

―Qu-qué pasa…

―No hay necesidad de asustarse. Viniste aquí preparada, ¿verdad?

―… ¿Preparada para qué?

―Preparada para ver el peor día del mundo.

La bestia plateada se puso de pie. Miró a Sisbell, luego a Iska y al resto de la unidad, y a Risya.

―Vengan conmigo ―dijo.

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