Kimi to Boku no Saigo no Senjo, Aruiha Sekai ga Hajimaru Seisen

Volumen 11

Capítulo 1: El Planeta Conserva Un Recuerdo

Parte 1

La ciudad más grande del mundo, la capital imperial, Yunmelngen.

La ciudad está dividida en tres sectores. En el primero se reúnen el gobierno y los centros de investigación. La asamblea se reúne allí y decide, con total autoridad, todos los asuntos políticos del Imperio.

El segundo de los sectores es el distrito residencial. Allí vive el setenta por ciento de la población de la capital imperial. Al lado está el distrito comercial, líder mundial, que visitan turistas de todo el mundo.

Luego está el tercero…

La residencia permanente de las fuerzas imperiales y sus magníficos campos de entrenamiento.

―Así que finalmente llegamos a la capital…

Estaban frente a un terreno baldío en el Sector Dos. Sisbell miró al cielo tras bajarse del coche. Ya era plena noche. El sol se había puesto más allá del horizonte y la tenue penumbra de las nubes se expandía.

No estaba completamente oscuro. A pesar de ser plena noche, el cielo sobre la capital imperial era brillante.

―Es demasiado brillante para ser de noche… me hace sentir incómoda

―Sisbell parecía algo exasperada mientras suspiraba―. La luz de los edificios del distrito comercial es tan radiante que ni siquiera puedo ver el brillo de las estrellas. Sería difícil creerlo si fuera la Soberanía.

―Shh, podrán escucharnos, señorita Sisbell ―susurró asustada la comandante Mismis.

Este era el peor lugar del mundo en el que podía estar una bruja. Si alguien hubiera escuchado a Sisbell, la policía militar habría llegado a la fuerza desde cualquier lugar.

―Eh, Hermano Mayor Jhin, por fin llegamos a casa, ¿verdad?

―El hogar sigue siendo el hogar, no importa cuánto tiempo haya pasado.

―Pero no estoy segura de estar feliz por ello… ―dijo Nene―. Creo que estoy más nerviosa.

―Tenemos un trabajo enorme por delante, eso seguro.

Jhin y Nene miraban al frente, al puesto de control.

―Bueno, todo el mundo entre. Tú conduces, Nene ―Risya les hizo señas desde el interior del coche.

Tenía la cara cubierta de vendas; también le envolvían el muslo sobre lo que parecía ser una dolorosa herida. Eran las secuelas de la pelea con Luclezeus, uno de los Ocho Grandes Apóstoles.

De camino a la capital, en lugar de encontrarse con Lord Yunmelngen esperándoles, cayeron en una trampa tendida por los Apóstoles. El Imperio no era un monolito. Los Apóstoles habían estado esperando vigilantes una oportunidad para atacar a Lord Yunmelngen.

…El cibercerebro de Luclezeus ha desaparecido.

…Sin duda cortamos vínculos con los Apóstoles después de esa batalla.

No podían bajar la guardia en la capital.

Asesinos al servicio de los Apóstoles podrían atacar en cualquier momento.

―Oh, pequeña Nene, sabes dónde está el Asiento de la Torre del Castillo,

¿verdad?

―S-sí… ―respondió Nené.

―¡Entonces en marcha! ―Risya proclamó―. No podemos hacer esperar a Su Excelencia.

El coche se puso en marcha. La Unidad 907, Sisbell y Risya, la oficial de Estado Mayor del Señor, se dirigieron hacia la residencia del mismo.

―¿Oye, Isk? ―Risya, que estaba sentada frente a Iska, lo miró―. ¿Qué te pasa? ¿Por qué esa cara tan triste?

―…Creo que se puede adivinar ―respondió Iska.

―¿Por todos los problemas que va a acarrear pelearse con los Apóstoles?

―También por eso ―respondió.

―Entonces, ¿es por los nervios de tener una audiencia con Su Excelencia?

―Esa es otra razón.

Pero había estado preparado para ambas cosas. En realidad, para lo que no estaba preparado internamente era para otra cosa…

“¿De verdad te sorprende que haya vuelto a la capital?”

Era su maestro, el hombre de pelo negro vestido con un atuendo del mismo color. No podía borrar la imagen de su mente.

―…No esperaba verlo tan pronto ―dijo Iska.

―¿Te refieres al hombre al que serviste, Isk?

―Yo no le serví, fue mi maestro.

El Gladiador Black Steel, Crossweil.

Era el antiguo guardia del Señor y el primer propietario de las espadas astrales. Vagó por todo el Imperio, buscando y entrenando a jóvenes prometedores. Iska y Jhin fueron sus únicos alumnos que soportaron su agonizante entrenamiento hasta el final. Tras dar a Jhin un rifle de francotirador especializado y a Iska las espadas astrales, su maestro se ocultó de pronto.

―Nos dejó y desapareció ―dijo Iska―. Entiendo que pudiéramos encontrarnos con él por casualidad. Pero no pensé que aparecería en un momento como éste…

“Si vas a ir a ver a Yunmelngen, deberías darte prisa”.

Fue demasiado repentino.

Nada más verse, les dijo que fueran a ver al Señor. Y no sólo eso, su maestro se dirigió al gobernante del Imperio tan a la ligera, lo que sorprendió a Iska.

…Risya, su oficial de estado mayor, llama al Señor “Su Excelencia”.

…Pero mi maestro no.

Dijo Yunmelngen. Casi como si el Señor fuera un conocido personal.

―¿Sabes algo de él, Risya?

―Hmm… sólo que es complicado entre ellos ―respondió ella―. Si tanta curiosidad tienes, ¿por qué no se lo preguntas a Su Excelencia en persona?

Ahí estaba Risya, diciendo eso como si fuera obvio. Se volteó para mirar por la ventanilla del coche como si algo se le hubiera ocurrido de repente.

―Justo a tiempo. Nene, gira ahí y para.

Habían llegado a un gigantesco edificio que se alzaba sobre sus alrededores. El Asiento de la Torre del Castillo, también llamado a veces el “edificio sin ventanas”.