Genjitsushugi Yuusha No Oukoku Saikenki

Volumen 17

Historias Cortas de Bonificación 17: Poncho Vuelve a Casa

En el barrio noble de Parnam, muchas propiedades habían pertenecido a los nobles corruptos que Souma castigó. Desde entonces, estas propiedades habían sido entregadas a los militares o funcionarios civiles recién

contratados por Souma (en lugar de a la vieja guardia, que no las quería por haber quedado deshabitadas) o se utilizaban para alojar a invitados

extranjeros. La mansión de Poncho era uno de esos casos. “Uf, por fin estoy en casa, sí.”

Tras regresar de un viaje al Reino de los Espíritus y hacer su informe a Souma, Poncho pudo por fin llegar a casa por la noche.

“Me pregunto cómo se las han arreglado todos sin mí, sí.”

Poncho fue recibido por los sirvientes de la mansión, que en gran parte eran dirigidos por Serina, al pasar por la puerta, y luego fue a abrir la puerta principal. Dos pequeñas figuras saltaron hacia Poncho en el momento en que lo hizo.

“”¡Padre! ¡Bienvenido a casa!””

Su habitual complexión, más rechoncha, habría absorbido el impacto, pero actualmente estaba adelgazado debido a que tanto Serina como Komain le exigían otro hijo, por lo que sintió el golpe impactando directamente en sus órganos internos.

“¡Gwugh…! Y-Ya estoy en casa, Marin, Maron.” Poncho se atragantó un poco antes de recuperarse lo suficiente como para dar una palmadita en la cabeza a sus dos hijas de cinco años.

Marin era la hija que había tenido con su primera esposa, Serina, y Maron con su segunda esposa, Komain. Parecían gemelas, ambas regordetas de la misma manera que su padre, pero la piel de Maron tenía un ligero tinte rojizo, lo que hacía fácil distinguirlas.

“Oye, oye, fuiste a ese lugar llamado Abroad, ¿verdad?” “¿Trajiste regalos? ¿Hay dulces?”

Las chicas pedían comida en cuanto él regresaba. Oh, sí, Poncho no podía tener ninguna duda de que se trataba de sus hijos con Serina y Komain.

Mientras les devolvía el abrazo, Poncho dijo: “Les he traído algo, pero antes me gustaría ver a sus madres, sí.”

Las gemelas se miraron entre sí.

“¡Padre se despidió de nuestras mamás con un beso!” “¡Ahora va a besar a nuestras mamás para saludarlas!” “N-No digas eso tan fuerte, sí.”

Poncho se sintió intimidado al ver a sus hijas ser tan directas al respecto. Los sirvientes que observaban desde la distancia se rieron.

Entonces, dos mujeres bajaron las escaleras. “Bienvenido a casa.”

“Bienvenido a casa, Poncho.”

Eran las esposas de Poncho, Serina y Komain.

Llevaban la ropa que acostumbraban a llevar en casa, un traje de doncella y un traje étnico tradicional. Marin y Maron, que estaban abrazadas a Poncho, gritaron cada uno “¡Mamá!” antes de saltar de su padre y correr hacia sus respectivas madres. Ambas acariciaron cariñosamente a sus hijas en la cabeza.

“Marín, ¿has saludado bien a tu padre?”

“¡Lo hice! Dije: ‘¡Padre! ¡Bienvenido a casa!’” “¿Y tú, Maron? ¿También lo saludaste?”

“¡Lo hice! ¡Dijo que también traía regalos!”

Las dos madres sonrieron irónicamente ante las bulliciosas sonrisas de sus hijas.

Poncho se acercó a las cuatro con paso relajado.

“Estoy en casa, sí. Serina, Komain, ¿me he perdido algo mientras estaba fuera, sí?”

“Nada tan importante… Si tuviera que buscar algo para contarte, sería que estuvimos, tal vez, un poco solos… Tanto por la ausencia de nuestro marido como por la consiguiente disminución del número de platos en la mesa”, dijo Serina sin una pizca de culpa, lo que provocó una sonrisa irónica en el rostro de Komain.

“No podemos probar tus platos experimentales cuando no estás cerca, después de todo. Es tan propio de Serina, mezclar el amor con el hambre… Nunca puedo decir cuál de los dos es mayor; su amor por ti o su apetito por la comida que cocinas.”

“¿No es lo mismo, Komain? Marin y Maron nunca habrían nacido si no fuéramos así.”

“Ah, ja, ja… Supongo que no.”

Poncho sintió un sentimiento cálido y difuso en su corazón mientras los observaba. Cuando entró por primera vez al servicio de Souma, nunca hubiera imaginado que un día sus esposas e hijas lo recibirían así en casa. Saboreó la felicidad mientras dejaba su bolsa.

“Ahora bien, he traído té de frijol y especias del Reino de los Espíritus, y voy a utilizarlos para preparar una deliciosa comida para todos nosotros, sí.”

“”¡Yay!””

Marin y Maron levantaron los brazos y saltaron en el aire cuando

escucharon que iba a haber buena comida. Incapaces de esperar, cogieron su bolsa y se fueron corriendo a la cocina con ella. Cuando se fueron, Serina y Komain se acercaron sutilmente a Poncho, plantando un beso en cada una de sus mejillas, y luego le susurraron al oído.

“Querido, hemos tenido un descanso por tu viaje, pero volvamos al trabajo esta noche.”

“Marín y Marón nos han estado molestando por un hermanito o hermanita, y tenemos que hacer lo mejor para ellas.”

Al oír esto, Poncho supo que no podría recuperar su peso en el futuro inmediato.