Genjitsushugi Yuusha No Oukoku Saikenki

Volumen 17

Capítulo 4: Durante el Banquete Gaudí

Parte 1

—1º mes, 1553º año, Calendario Continental— “¡Hahhh!”

“¡Demasiado suave!”

Dos hombres luchaban con espada y lanzas en la cubierta del portaaviones Hiryuu. Uno era el capitán, Castor, y el otro el Oni Rojo, comandante de los Dratroopers, Halbert Magna.

Mientras Halbert blandía sus dos lanzas una tras otra, Castor paraba con la espada que tenía en una mano, invocando llamas en la otra para golpear a Halbert. A veces Halbert esquivaba esas llamas. A veces las desviaba mientras buscaba la oportunidad de asestar el golpe decisivo. Ambos

combatientes usaban magia de tipo fuego, pero como dragonewt, la de

Castor era más poderosa. Comprendiendo la desventaja que tendría en un combate a distancia, Halbert estaba desesperado por no dejar que Castor se alejara de él.

Castor era un guerrero lo suficientemente bueno como para luchar en igualdad de condiciones con Aisha, lo que le convertía en uno de los mejores del Reino. Sin embargo, Halbert estaba aguantando, por lo que no había un

claro vencedor. En consecuencia, eso significaba que Halbert también estaba entre los mejores luchadores del Reino — fruto de años de duro

entrenamiento.

“””¡Woooooo!””” la tripulación del Hiryuu y los subordinados de Halbert vitorearon mientras observaban desde la distancia. Sus ojos estaban pegados a esta batalla entre guerreros que habían sido elevados a una dimensión superior.

“¡Tch!” Harto del estancamiento, Castor desplegó sus alas y levantó el vuelo. Buscaba arreglar las cosas con un ataque mágico desde lo alto de Halbert, que no podía volar sin el dragón rojo Ruby.

Sin embargo…

“¡No va a suceder!” Halbert lanzó una de sus lanzas de serpiente gemelas hacia el cielo.

La lanza navegó sobre la cabeza de Castor en un arco. Mientras Castor y el público pensaban que había fallado, Halbert corría hacia el lugar donde iba a aterrizar.

“¡¿Qué?!” gritó Castor sorprendido al ver que la cadena que unía las dos lanzas formaba un anillo que pasaba por encima de su cabeza.

Halbert tiró entonces de las lanzas para enrollar la cadena. “¡Hi-yahhhh!”

“¡Argh!”

La cadena que se encoge se enrolla alrededor de las alas de Castor, haciéndole perder el equilibrio. Cuando estaba a punto de caer al suelo, se recuperó lo suficiente como para aterrizar a cuatro patas.

Pero cuando Castor levantó la cabeza, la lanza de Halbert estaba en su garganta. Castor miró a Halbert mientras le miraba amenazadoramente, pero pronto sus labios se curvaron en una sonrisa.

“Me tienes. Me rindo.”

“””¡Sííííí!””” Los espectadores soltaron un grito de júbilo cuando Castor admitió su derrota.

Halbert finalmente había logrado una victoria contra Castor. Los que

conocían la forma de ser de Halbert celebraron su victoria como si fuera propia.

“Te has hecho fuerte, Halbert”, dijo Castor, aceptando la mano de Halbert mientras lo ponían de pie. “Las razas cortas crecen rápido. El otro día no eras más que un niño para mí.”

“No me midas por los valores de las razas longevas.”

Las razas longevas, como los elfos, los dragonewts y las serpientes marinas, tenían la tendencia a pensar continuamente en las cosas debido a su longevidad. En consecuencia, sus habilidades se desarrollaban a un ritmo más relajado que las de los humanos o los hombres bestia. Eran idóneos para especializarse en algo y perfeccionar su capacidad. Pero los que tenían una vida más normal estaban acostumbrados a pensar en los límites de tiempo, y eran capaces de lograr resultados en un plazo corto.

Castor puso una mano en el hombro de Halbert. “Pero tú lograste vencerme a mí, un hombre con un siglo de experiencia. Puedes estar más orgulloso de eso.”

Halbert sonrió y negó con la cabeza. “Todavía me queda un camino por recorrer. Hay un tipo al que quiero vencer.”

Tras una pausa, Castor preguntó: “¿Es Fuuga Haan?”

“Sí. Si llega el caso, debo ser capaz de defender a mi familia y a mi país.”

Halbert miró las lanzas en sus manos. Parecía bastante alterado, pero Castor simplemente se encogió de hombros.

“¿No te dijo el rey que no tienes que cargar con todo tú mismo?”

“Soy un hombre. No quiero actuar con indulgencia. Quiero defender a la gente que me importa con mis propias manos.”

“Eres un verdadero guerrero. Lo reconozco.”

Mientras alababan la actuación del otro, dos mujeres se abrieron paso entre la multitud de hombres fornidos y se precipitaron al lado de Halbert.

“¡Caramba! ¿Qué crees que estás haciendo en un momento como éste?”

Ruby, la segunda esposa de Halbert, les reprendió. “¡Tenemos que estar en la boda en la capital! ¡No deberían tener uno de sus pequeños combates

ahora!”

“Eh, bueno… Teníamos tiempo de sobra, así que pensé en que el capitán me diera algunas lecciones…” Halbert intentó desesperadamente explicarse, pero…

“No hay necesidad de excusas, Lord Hal.”

Con un buen aspecto en su uniforme de la Fuerza de Defensa Nacional, una hermosa dama con un aire de inteligencia se puso delante de Halbert. Era

alta y delgada, con piernas largas, y la mitad inferior de su uniforme era de largo de pantalón caliente, no de pantalón completo como el de Liscia, por lo que mostraba sus impresionantes piernas sin reservas. Su piel morena y sus orejas de elfa la identificaban como una elfa oscura.

“Urkh, Velza.”

Era una de las amigas de Tomoe en la Academia, y se había unido a la Fuerza de Defensa Nacional después de la graduación. Con el apoyo de Kaede, la primera esposa de Halbert, Velza pudo cumplir su sueño de servir bajo las órdenes de Halbert.

Velza le señaló con el dedo. “¿Qué quieres decir con ‘urkh’? Eso es algo horrible para decirle a tu linda subordinada.”

“L-Lo siento… Pero, ¿deberías llamarte a ti misma linda?”

“Sin embargo, soy linda, ¿no es así? Soy bastante popular en el ejército,

¿sabes? Principalmente con las mujeres.”

“”Ah…”” Halbert y Ruby miraron a Velza con lástima.

Su pelo corto le daba un aspecto aniñado. Ser alta, además, con rasgos regulares, le daba la apariencia de un chico bonito con ropa de chica o de una elegante dama con ropa de hombre. Los miembros de la Casa Magna que conocían a Velza desde que era pequeña, sabían cómo le brillaban los ojos al ver comida sabrosa, así que tenían una fuerte imagen de que actuaba como una niña de su edad.

Velza se aclaró la garganta con fuerza. “Más importante, Lord Hal. Tenemos una invitación para la boda de Su Majestad. También he recibido invitaciones de una de las novias, Yuriga… erm, Lady Yuriga, y de Sir Ichiha, que anunciará su compromiso con Lady Tomoe. Sería imperdonable que llegáramos tarde.”

“Bueno, es sólo un vuelo corto para Ruby…”

“Eso no significa que puedas dejar que Lady Kaede se encargue sola de todos los preparativos en la capital, ¿verdad? El pequeño Bill (el hijo de Halbert y Kaede) debe estar esperando que vuelvas a casa también.”

“Claro…” Halbert agachó la cabeza mientras una mujer más joven le reprendía.

El valiente guerrero de momentos antes no aparecía por ningún lado ahora. Los espectadores se rieron de la escena hasta que Halbert les lanzó una mirada de muerte que les hizo huir.

Ruby, que había estado observando este intercambio, asintió con la cabeza. “Te has vuelto muy confiable, Velza.”

“Prefiero que la convenzas un poco.”

“No quiero hacerlo. Estoy con Velza en esto…”

Dicho esto, Ruby se transformó en un gran dragón rojo, estirando la cabeza hacia Halbert y Velza y hablando directamente dentro de sus cabezas.

“Pongámonos en marcha. Los dos, suban, chop-chop.” “S-Sí.”

“Entendido.”

Halbert y Velza respondieron y se subieron a la espalda de Ruby.

Velza se sentó frente a Halbert, atándose a él firmemente con una cuerda.

Normalmente, sólo la pareja de un dragón podía montarlos, pero Velza ya tenía más o menos garantizado que se casaría con Halbert, así que utilizaron la vieja justificación de “pareja de mi pareja” para eludir esa cuestión.

Una vez que estuvieron listos para partir, Halbert saludó a Castor, que estaba debajo de ellos.

“Hasta luego, capitán. Ya nos vamos.” “Cuídate. Yo mismo me iré más tarde.”

Una vez que Castor hizo un saludo al estilo de la marina, Ruby despegó hacia el cielo.

Después de despedir a los Magnas, Castor sintió un fuerte deseo de estar con su propia familia. Accela, Carla, Carl… Todos estarían allí para la boda, así que podría volver a verlos. Tras la restauración del honor de la Casa

Carmine, también se restauró la Casa Vargas, y con ella el permiso para ver a su familia. Sin embargo, como no le gustaban las miradas indiscretas,

Castor había decidido no volver a la casa por el momento.

Je… Será bueno verlos, pensó Castor mientras miraba en la dirección en que se habían ido los Magnas.

***

— Tarde del 1er mes, año 1553, Calendario Continental — Capital Real Parnam —

Era un día luminoso, con cielos despejados, aunque, la nieve que había caído el otro día aún permanecía en los tejados.

El evento multiboda centrado en la ceremonia de Souma, María y Yuriga

estaba en marcha en Parnam. Souma y su familia habrían preferido aplazar la boda hasta la primavera, pero en previsión de movimientos repentinos del Imperio del Gran Tigre de Haan, habían decidido celebrar la ceremonia mientras pudieran.

Ahora, los vasallos de Souma se casaban por toda la capital como parte de este evento.

La madre biológica de Tomoe, Tomoko, e Inugami, el segundo al mando de los Gatos Negros, eran una de esas parejas. Entre los asistentes se

encontraban Jirukoma, Komain y algunos amigos de Tomoko entre los refugiados que se habían trasladado a la nueva ciudad portuaria de

Venetinova, así como los lobos místicos que se dedicaban a fabricar miso y salsa de soja de la marca Kikkoro. La identidad de Inugami estaba oculta, por lo que ninguno de sus conocidos pudo asistir. Sin embargo, había recibido una pequeña montaña de flores y otros regalos de Kagetora y otros buenos deseos de los Gatos Negros.

Inugami llevaba un esmoquin, pero no se quitó la máscara, lo que hizo que los que no estaban familiarizados con su situación hicieran una doble lectura cuando lo vieron. Tomoko se rió al ver lo incómodo que se sentía al respecto.

“¡Felicidades! Padre, madre.” “Enhorabuena a los dos.”

El hermano pequeño de Tomoe, Rou, y su amiga Lucy vinieron a felicitarles.

Rou aún era pequeño cuando llegó al Reino, pero ahora tenía unos diez años. Habiendo perdido a su padre biológico a una edad temprana, y careciendo de recuerdos reales de él, hacía tiempo que había aceptado al protector de la familia, Inugami, como figura paterna.

Lucy, por su parte, estaba aquí de parte de Tomoe. Había traído una cesta de frutas caras como regalo.

“Estas son de Tomoe. Dice que vendrá corriendo en cuanto se anuncie su compromiso.”

“¡Oh, Dios! Gracias.”

Tomoe estaba en el castillo ahora para anunciar su compromiso con Ichiha.

Le hubiera gustado estar en la boda de su madre biológica, pero su

compromiso era un asunto de importancia nacional, así que Tomoko e Inugami le habían dicho que no se preocupara por ello.

Lucy se rió para sí misma. “Apuesto a que Tomoe vendrá corriendo con su prometido a cuestas.”

“Oh, Dios. Oh, Dios”, dijo Tomoko con una suave sonrisa mientras Inugami gemía de disgusto.

“Este debería ser el día más feliz de mi vida, y no tengo ni una pizca de

arrepentimiento por mis decisiones, pero… es una pena que no vaya a estar allí para ver el anuncio del compromiso de la honorable hermanita.”

Lucy sólo pudo reírse amablemente ante la sentida decepción de Inugami. “Ah, ja, ja… Estás seguro de que es difícil, ¿eh?”

“¿Qué quieres decir?” preguntó Rou, ladeando la cabeza adorablemente.

Lucy sonrió irónicamente y dijo: “Quiero decir que es un grano en el culo para tratar.”

“¡Padre, es un grano en el culo!” gritó Rou, levantando ambas manos con toda la inocencia de un niño. No había malicia detrás de sus palabras.

“¡Gwah!”

Inugami cayó rendido, como un boxeador noqueado tras un golpe crítico. Fue tan gracioso que todos, incluida Tomoko, estallaron en carcajadas.

Mientras tanto, en otro lugar de la boda, Mio Carmine, hija de Georg, antiguo general del ejército, celebraba una ceremonia con su novio, Gatsby Carmine.

Asistían el padre de Halbert, Glaive, debido a su conexión con Georg; el entrenador personal de Souma, Owen; y otros militares vinculados al padre de Mio. Por parte de Colbert estaban su amigo Julius y su esposa Tia; sus compañeros de trabajo en el Ministerio de Finanzas; y las loreleis como Nanna y Pamille a las que siempre ayudaba. Probablemente era inusual que los invitados de los novios se dividieran tan claramente en miembros de las alas militares y burocrática/cultural del país.

“¡Bien, aquí viene!”

“¡Whoa! ¡¿Madame Mio?! ¡Lo has lanzado demasiado alto!”

Terminada la ceremonia, Mio estaba tan encantada de estar unida a Colbert como marido y mujer que lanzó el ramo con todas sus fuerzas. Las mujeres presentes pretendían atrapar el ramo y conseguir algo de esa felicidad matrimonial para ellas, pero voló tan alto que decidieron que estar donde

cayera era demasiado peligroso, y todas huyeron.

El de Mio caía sin que nadie estuviera allí para atraparlo.

Julius se palpó la cara con exasperación antes de dirigirse a Lauren, la esposa de Jirukoma, que asistía como guardaespaldas de Tia.

“Madame Lauren, ¿podría, por favor?”

“Sí, señor”, respondió Lauren antes de correr hacia el punto de aterrizaje y coger el ramo. “Ya estoy casada, así que…”

Lanzó suavemente el ramo hacia las otras mujeres. La que lo cogió fue Pamille Carol, de la raza infantil kobito. Pamille pareció aturdida por un momento antes de romper a sonreír mientras las demás asistentes aplaudían. Mio estaba tan agradecida a Julius y Lauren por su rápida respuesta que inclinó la cabeza repetidamente.

Había una sombra que observaba el (innecesariamente) ruidoso proceso de la boda desde la distancia — el comandante de los Gatos Negros, Kagetora. No tenía ningún tipo de relación con la novia, pero asintió satisfecho al ver que el gran día de Mio era celebrado por muchos de sus amigos y conocidos.

“Podrías verlo desde más cerca, no desde aquí, ¿sabes?” “…!” Kagetora se tensó ante la repentina voz.

En algún momento, la difunta esposa de Georg, la madre de Mio, había

aparecido a su lado. Lo repentino de su aparición habría avergonzado a sus agentes encubiertos.

Kagetora miró la capa negra que lo envolvía.

“Esta capa tiene una magia que se supone que interfiere en la percepción que la gente tiene de mí…”, dijo en voz baja.

La mujer se rió. “Simplemente comprobé dónde era más probable que

estuvieras. Creí que no eras tan despiadado como para no venir, pero no te atreviste a acercarte. Supuse que estarías observando desde las sombras, ni muy cerca, ni muy lejos.”

“Me sorprendes…” La expresión de Kagetora se crispó bajo la máscara. Eso era porque se avergonzaba de su inmadurez, y se asombraba de la destreza de esta mujer.

Mio se percató de la presencia de ambos y los saludó con una amplia sonrisa.

La magia que impedía la percepción no era perfecta. Si alguien estaba con él y se fijaba en esa persona, también podía verlo. ¿Era sólo su madre a quien Mio estaba saludando? O quizás…

La esposa saludó a Mio, susurrando: “Con Mio encontrando un buen hombre, es una preocupación menos de la que nuestra casa tiene que ocuparse.”

“Hablas como si hubiera otros…”

“Sí. Todavía hay uno especialmente grande “, le dijo la esposa con una sonrisa.

Kagetora apartó la mirada, sin poder decir nada en respuesta.