Watashi, Nouryoku Wa Heikinchi De Tte Itta Yo Ne! (NL)

Volumen 13

Interludio: Un hombre cuyo corazón arde sin control.

Parte 3

 

 

“Y como ven, después de una feroz batalla, nuestras tropas fueron diezmadas. ¡Luchamos hasta el final y luego reunimos todas las fuerzas que quedaban y nos apresuramos aquí para solicitar la ayuda del ejército real para recuperar nuestras tierras!”.

Durante una audiencia en el palacio se dio un inesperado informe de emergencia. El que daba este informe era el lord de la baronía que colindaba con la frontera con el Imperio de Albarn, el barón Arreighman. Detrás de él se encontraban su hermano menor, comandante de sus fuerzas, y dos miembros de otras familias del linaje del barón.

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Su presencia, pensó el Barón, era sin duda suficiente para demostrar que él y sus vasallos lo habían dado todo en defensa de la baronía.

El rey que escuchaba tenía una expresión difícil de leer. No parecía ni conmocionado, ni enfadado, ni impresionado, ni especialmente preocupado.

Esta reacción totalmente inesperada del rey hizo reflexionar al barón Arreighman.

“M-Majestad, yo…”.

Finalmente, incapaz de soportar el silencio, el barón comenzó a hablar de nuevo, hasta que el rey, inexpresivo, preguntó: “¿Así que me estás diciendo que tus tropas fueron aniquiladas y la baronía perdió?”.

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“¡S-Sí, Majestad! Esperaba que tal vez pudiera solicitar ayuda inmediata de las fuerzas reales para recuperar esas tierras, o si eso no puede hacerse, tal vez algunas otras tierras, como recompensa por apostar nuestras vidas en la defensa del reino…”.

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La solicitud era una sinvergüenza, aunque en realidad, habían precedentes de este exacto tipo de ocurrencia. No era inusual ver a una persona de mérito promovida a nobleza, o al menos reubicada a una mejor tierra, en caso de que no fueran suficientemente competentes para una promoción completa. Entre ellos había lords que habían luchado hasta el final contra los invasores y finalmente habían perdido sus tierras, a los que se les podía conceder algún territorio vacío que hubiera estado en ese momento bajo el control de la corona o de algún otro gobernador… Sin embargo, esto ocurría muy raramente y se limitaba a aquellos que habían luchado con excepcional valentía y habían demostrado una destreza superior en la batalla.

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Por supuesto, no eran pocos los lords que se negaban a ser trasladados a otro lugar, pues no querían abandonar las tierras y el pueblo que sus familias habían protegido durante generaciones. (Dicho esto, rechazar un traslado a un territorio menor destinado a servir de castigo estaba fuera de toda discusión).

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“¡Aha! Entonces, supongo que eso significa que tanto la Baronía de Arreighman como todos sus soldados ya están perdidos…”, repitió el rey, haciéndose eco de las palabras del Barón. El Barón, suponiendo que Su Majestad estaba simplemente petrificado por el shock, respiró aliviado… hasta que el rey continuó: “En ese caso, el feudo que existe dentro de mi reino ya no es tierra del Barón, ni los hombres que lo han defendido son sus hombres. Sí, comprendo. La Baronía de Arreighman se ha perdido de estas tierras, ha sido destruida. En esos términos, te libero de tus deberes como lord de esas tierras.

“En su lugar, nombraré al joven noble que encabezó sus propias fuerzas para rechazar a los invasores y preservar esas tierras para mi reino. El que servirá como el nuevo gobernante de esas tierras es… El nombre era Kelvin, ¿verdad?”.


“¡Sí, Majestad! Kelvin von Bellium, quinto hijo del barón Bellium”, confirmó el primer ministro, que permanecía a la espera junto al rey.

“¡¿Qué…?! Eso no puede…”.

El barón intentó retroceder frenéticamente, con los ojos desorbitados por la sorpresa, pero al pensarlo mejor se dio cuenta de que no tenía nada que decir. Él mismo había afirmado que sus hombres habían “luchado hasta el final, y el feudo había sido destruido”, por lo que afirmar que las fuerzas victoriosas habían sido las suyas, o que había sido él quien había hecho retroceder al enemigo, significaría que había intentado engañar al rey con un informe falso.

Y, además, significaría admitir que había huido del campo de batalla sin esperar a ver la conclusión de la batalla…

Si bien esto no era traición, sin duda era deserción. Era una clara violación de sus obligaciones como noble. Además, informar falsamente al rey sobre algo tan crucial como una operación militar era una ofensa de la mayor gravedad. Si admitía tal cosa, no sólo su familia quedaría arruinada, sino que todos los implicados se enfrentarían con toda seguridad al hacha del verdugo. Rechazar las palabras del rey, cuando el hombre claramente estaba tratando de engañarlo— malinterpretando el reporte del Barón a su beneficio— sería un acto de literal suicidio.

“Uh… yo, uh…”.

El Barón no podía sino murmurar, su boca abriéndose y cerrándose como la de un pez moribundo, mientras el rey fríamente entonaba: “Tonto. Un mensajero ya ha llegado y comunicado que entregaste el control de tus fuerzas a Kelvin, un oficial novato. Lo sé todo: promoviste por la fuerza a un oficial en entrenamiento—un niño—y le pusiste el peso de enfrentar a un ejercito invasor sobre sus hombros, escapando antes de que siquiera empezara la batalla en tus carruajes cargados de objetos de valor. ¡Quizás incluso fue el peso de tu riqueza la que retrasó tu llegada a este sitio!

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“Aun peor, escapaste no solo con los fondos de tu propiedad privada, sino también con los usados para gobernar tus tierras. Por supuesto, deberás regresarlos—confiscaremos los fondos y tu propiedad privada para restaurar las tierras devastadas por el ataque”.

El rey fulminó con la mirada al barón Arreighman y luego proclamó: “Tanto la familia Arreighman como el resto de su linaje quedan despojados de su título de nobleza. La familia principal, hasta el tercer grado de parentesco, será desterrada. No necesito nobles que huyan y abandonen a sus vasallos aquí, en mi reino. Pueden ir a donde quieran, ¡al Imperio incluso! Realmente deberías ser decapitado por esto, así que puedes tomar mi misericordia como muestra de mi gratitud hacia tus ancestros que han servido a la Corona y protegido un feudo tan pequeño y alejado. No escucharé quejas, ni has de esperar más amabilidad, y si no te sientes satisfecho, te concederé el castigo ideal para tu crimen… Así que, ¿algo que quieras decir?”.

Las perspectivas eran escasas para un noble despojado de su título y expulsado del país, sin dinero. Sin embargo, comparado con la alternativa—la decapitación—este castigo era tan leve que podría decirse que la Diosa había sonreído al barón Arreighman. Así, se limitó a postrarse en silencio.

Luego, cuando el grupo del Barón se marchó…

“Aún  así,  pensar  que  ese  nombre  surgiría  en  un

momento como este…”.

“De hecho, nunca pensé que escucharíamos el nombre

  1. A. aquí. Supongo que la Diosa realmente nos ha mostrado su favor, como patria de la niña que es su recipiente…”, dijo el primer ministro. El rey asintió solemnemente.

“Sí, el informe decía que Adele von Ascham—nombre clave ‘A. A.’— acudió en su rescate, pero quizá fue en realidad obra de la Diosa apoderándose de la conciencia de A. A. Aunque, me pregunto, ¿por qué no es la imagen de una diosa la que me ha venido a la mente, sino la de un demonio?”.

“No tema, Majestad. Yo he imaginado lo mismo…”.

Aunque no sabía exactamente por qué ni cómo, el rey se sintió algo aliviado.

“¡Mm-hmm sí, por supuesto! ¡Sigo pensando con claridad! Aun así, pensar que ella ha estado aquí mismo, en estas tierras… Bueno, no, estaba cerca de la frontera, así que es posible que haya estado en otro lugar y solo estuviera visitando su tierra natal. Aun así, de cualquier forma…”

“¡Sí, el recipiente de la Diosa en la tierra, la bendita

joven A. A., ha vuelto una vez más a casa!”. “Bwaha…”.

“Je je je…”.

“¡Wa ha ha ha ha!”.

Mile había estado tan concentrada en montar un espectáculo para Kelvin que había olvidado abstenerse de hablar de sí misma… Un error fatal. Aun así, no había necesidad de que Kelvin fuera a preguntar al Gremio quién era ella cuando ya sabía su nombre y su aspecto, además de que se referían a ella como “A. A.”—Adele von Ascham—y el nombre Mile nunca salió a la luz.

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Tampoco es que el Gremio fuera a responder a una petición de dar información personal de un cazador, aunque esa petición viniera de la familia real…

En cualquier caso, gracias a otros malentendidos del rey y compañía, Mile pudo escapar de una muerte instantánea. De hecho, fue como el alivio de salir viva, pero con heridas que amenazaban su vida, ¡aunque no está muy claro por qué eso debería ser un alivio!

***

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El padre de Kelvin, el barón Bellium, leyó la misiva que había recibido de un mensajero del palacio, con el rostro inexpresivo.

“Comprendo. Por favor, permítame un momento…”

Era práctica común ofrecer algún tipo de pequeña recompensa a un mensajero que hubiera entregado este tipo de mensaje. Obviamente, el mensajero esperaba esto mismo.

Era un poco desmañado dar monedas como regalo, pero lo normal era esperar algo que pudiera convertirse fácilmente en oro, como un cuadro u otra obra de arte, un juego de té de plata pura o algo cuyo valor no pudiera juzgarse fácilmente in situ. En otras palabras, correspondía al obsequiador decidir exactamente en qué podía consistir el obsequio.

Sin embargo, dada la expresión estoica del barón, el mensajero empezó a preocuparse de no recibir gran cosa, pensando que al hombre le disgustaba oír noticias así sobre un hijo que no había nacido de su esposa principal, sino de una amante.

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Mientras el mensajero regresaba a casa, el Barón se dirigió solo a sus aposentos… y abrió su botella de vino favorita. Poco después, las risas de júbilo que resonaban en la habitación del barón provocaron varias miradas de sospecha entre los distintos miembros de la familia Bellium.

Más tarde, el mensajero se quedaría atónito al comprobar que la obra de arte que recibió como recompensa valdría casi cinco veces más de lo que se esperaba para este tipo de ocasiones…

Mientras tanto, Kelvin, que había estado ocupado ocupándose de las secuelas de la batalla, se quedó sin habla cuando recibió un aviso del palacio.

Kelvin von Bellium, te concedo el título de Barón. Los detalles oficiales serán—

“Pero, ¿cómo…?”.

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