Watashi, Nouryoku Wa Heikinchi De Tte Itta Yo Ne! (NL)

Volumen 13

Capítulo 94: Varias situaciones.

“Hmm…”.

Reina acababa de salir de la biblioteca, de donde había sacado un nuevo libro—requiriendo un depósito exorbitantemente alto. El autor no era otra sino la favorita de Reina, Miami Satodele.

“Aparentemente, los Carroñeros y los golems son diferentes de otros monstruos, y no atacan humanoides… Mile, ¿qué piensas de eso?”.

“Uh, ¡s-s-sí! Hmm, me pregunto… Digo, según nuestro encuentro pasado, tendría que estar de acuerdo. Honestamente, no nos atacaron. Probablemente porque nos acercamos de forma amigable, en lugar de atacar como los cazadores de siempre, pero eso jamás habría funcionado con monstruos normales”, dijo Mile, luchando por dar lo que pensaba sería una respuesta segura a la repentina duda de Reina.

“Bueno, es verdad. Aunque también siento que eso funcionó sólo porque tú estabas ahí…”, continuó Reina. Mile tragó saliva. “Aun así, ¡creo que ya es tarde para preocuparse por eso!”.

“Supongo que sí…”, agregó Pauline. “Supongo…”, repitió Mavis.

“Y además…”.

“¡Es un secreto de familia!”¸las tres dijeron al mismo tiempo.

(¡T-Tragar!)

Mile estaba sudando. Ya se había equivocado. Era muy obvio que los golems y Carroñeros sentían afecto hacia Mile—o al menos, parecían considerarla una entidad aliada.

“Aun así, tal vez sea porque ella es tan idiota que ni siquiera la consideran humana. No estoy segura de si estar celosa o no…”, murmuró Reina.

“Yo prefiero no estarlo…”, respondió Mavis por reflejo. “Yo también”, aceptó Pauline.

“¿Qué…?”.

Por un momento, Mile se quedó sin palabras.

“¿Q-Q-Qué…?”.

Y entonces explotó.

“¡¿¡¿Qué les pasa, por qué son tan malas?!?!”.

***

Era medianoche, tan tarde que hasta las plantas dormían.

En medio de la oscuridad, los libros eran arrancados uno a uno de una estantería de la biblioteca y apilados sobre un escritorio. Alguien hojeaba enérgicamente todas sus páginas y luego los devolvía a sus lugares originales.

No había rastro de ninguna persona; era como si los propios libros bailaran. Sin embargo, si se observaba con más detenimiento, se veía que había algo parecido a un insecto gigante que transportaba los libros y pasaba sus páginas. Captaba todas y cada una de las páginas con sus lentes y registraba lo que veía.

El insectoide, después de trabajar durante un rato, limpió todos los libros como si hubiera terminado su tarea de la noche, antes de salir por una rendija, batir las alas y desaparecer en el cielo relampagueante.

[******. ]

El Carroñero encargado del análisis de inteligencia dejó de hacer lo que estaba haciendo. Una de las máquinas recolectoras de inteligencia de tipo insecto, enviada para infiltrarse en una ciudad humana y recabar información sobre los humanos, la raza humanoide más numerosa, había regresado con información de cierto tomo.

Este tomo parecía ser un libro de iluminación, en forma de ficción, que planteaba la cuestión de si ellos, los Carroñeros y los golems, que la mayoría de los humanoides consideraban un tipo de monstruo, no serían algo totalmente distinto, una fuerza no antagónica con la que sería posible coexistir.

[******. ]

Tras recibir esta información, el Carroñero ordenó a la máquina que diera prioridad a todos los demás tomos escritos por este autor.

El nombre de ese autor era…

***

“¿Nos estás diciendo que debemos creer esto?”

“No. Nuestro deber es simplemente informar de los hechos. Que los que reciban esta información la crean o no, no está bajo nuestra jurisdicción”

Eso era cierto. Esto no era un juicio, así que no era necesario que su público creyera lo que tenían que decir. Eso dependía de los altos mandos de la división de inteligencia, es decir, de sus jefes, y no de investigadores de bajo rango. Ellos simplemente reportaban, mientras que otros decidirían si sus reportes eran exactos y creíbles, y qué se podría hacer con la información.

“………”.

Dicho eso, ni siquiera tenía sentido ordenar una investigación si no podían confiar en el informe de los investigadores que ellos mismos habían enviado. Además, no sólo no tenían ninguna información que pudiera refutar este informe, sino que, si lo creían, entonces otras innumerables informaciones inexplicables que habían recibido encajarían de repente y empezarían a tener sentido.

Sin embargo…

“¡¡¡Es todo tan increíble!!!” 

Pacto Carmesí no había hecho ningún esfuerzo real para mantener en silencio a sus empleadores, los falsos mercaderes. Eran empleados de la Corona, que estaban llevando a cabo una investigación por órdenes oficiales. Era su deber para con su reino informar de toda la información que habían obtenido, y que lo hicieran sería tomado como prueba de su lealtad. Esto no era algo en lo que debieran interferir un grupo de cazadoras.

Sin embargo, las habilidades individuales de las cazadoras en cuestión, que no tenían nada que ver con la investigación, no eran parte de lo que se requería reportar. De hecho, exponer información personal sobre un cazador contratado que había salido a la luz en el cumplimiento de su deber era el más tabú de los tabúes. Si resultaba que los cazadores en cuestión eran nobles, o incluso miembros de la realeza, podía haber incluso cierta “recompensa” para quienes ignorasen esa norma. Esto podría convertirse en un asunto político a nivel gremial, o simplemente en un asunto personal para el cazador, pero lo que ambos casos tenían en común era que el tipo de “recompensa” que uno podría esperar por revelar los secretos de un cazador no era de la variedad que cualquiera desearía recibir.

Así pues, los hombres de la Corona no informarían ni de la magia de búsqueda de Mile ni, obviamente, del relato de Pacto Carmesí sobre lo que había sucedido bajo tierra. Además, aunque lo hicieran, era una historia tan absurda que nadie les creería.

“Así que los semihumanos estaban estacionados temporalmente en algún lugar con algún propósito u otro… Eso tiene sentido. Resulta que lo que buscaban estaba en otro lugar, así que se retiraron. Eso también tiene sentido… ¡¿Pero qué demonios es eso de la casa de verano de un dragón antiguo?!”, gritó su superior.

Sucesos increíbles aparte, el informe se había realizado y sus planes se habían ejecutado con eficacia en cuanto a presupuesto y personal. Además, sin importar cuánto dinero ganaran, su más valioso recurso—el tiempo pasado en la misión—jamás podría ser recuperado. Al final del día, esto debía considerarse un éxito.

El superior se agarraba el cabello, cada vez más fino, sin darse cuenta de que aún quedaba mucho por venir. No tenía ni idea del caos que les esperaba, cuando llegaran los informes sobre las misteriosas flechas llameantes que surgieron de las montañas del Imperio, la paralización de gran parte de las acciones del ejército imperial al desorganizarse sus tropas y provisiones, y el surgimiento de una nueva secta militar que rendía culto a una doncella sagrada. Esto, y muchas otras cosas desconcertantes, aún estaban por llegar…

***

“Por favor, deben estar dispuestos a perdonarme”, dijo

la princesa Morena, rompiendo a llorar.

En efecto, su corazón estaba a punto de romperse. Después de ser descubierta como la principal culpable de los planes de fuga de Wonder Trio—aunque, en realidad, cumplían una misión especial de la princesa, por lo que no se trataba realmente de una fuga— Morena había sido duramente censurada por sus padres, el rey y la reina; por su hermano mayor y su hermano menor, que estaban enamorados de Marcela; y por varios otros nobles que esperaban que Marcela se casara con sus hijos mayores. Adicionalmente, sus excursiones del palacio habían sido limitadas, su mesada cortada a la mitad, y sus horas de estudio incrementadas en un veinte por ciento, todo mientras sufría bajo las frías miradas de sus estimados hermanos mayores y queridos hermanos menores.

Y, sin embargo, éste no era un caso en el que alguien se sintiera inclinado a ser indulgente o a tener en cuenta circunstancias atenuantes.

Por supuesto, todos los que conocían las circunstancias que rodeaban el caso de la vizcondesa Ascham deseaban desesperadamente que la encontraran. Sin embargo, no podían movilizar tropas en suelo extranjero ni lanzar ninguna operación abierta de espionaje. Además, no tenían ni idea de por dónde empezar a buscar, por lo que no tendría sentido ningún tipo de acción contundente.

Ahora bien, ¿qué pasaría si tuvieran acceso a un grupo de jovencitas de la misma edad de la vizcondesa, que la conocieran desde hacía bastante tiempo y entendieran sus patrones de pensamiento y comportamiento? ¿Un grupo  de  jovencitas  todavía  de  tierna  edad, intrínsecamente poco sospechosas? Aun mejor, ¿y si se tratara de un grupo de cazadoras novatas, a las que no parecería nada extraño ver caminando por las tierras?

En efecto, el juicio de la princesa Morena era acertado. El hecho de que hubiera demostrado la sabiduría, la previsión y la astucia no sólo para idear este plan, sino para ejecutarlo sin que nadie lo supiera, la hizo merecedora de la estima de muchos. Aunque nunca lo dirían públicamente, habían empezado a pensar en ella como Morena la Inteligente y la Princesa de las Estratagemas.

“¡Aun así, esto y aquello son cosas completamente

distintas!”.

“¡¿Qué harás si algo le llega a pasar a Marcela?!”. “¡¡Hermana mayor, eres la peor!!”.

Una vez más, la princesa Morena se encontró entre lágrimas frente a las duras críticas de su padre y hermanos.

Después, estando a solas, golpeó sus almohadas, llorando. “¡¿¡¿Por qué no he recibido ningún reporteeeee?!?!”