Kimi to Boku no Saigo no Senjo, Aruiha Sekai ga Hajimaru Seisen

Volumen 10

Capítulo 4: El Planeta, El Recipiente Y El Oratorio Del Alma

Parte 4

 

 

―Energía astral. ¿No crees que es algo insignificante?

La declaración de Luclezeus resonó en la gran sala.

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―Este recipiente en el que he puesto mi alma actualmente sólo puede utilizar un mero 30% de sus capacidades. Este es el límite cuando el poder astral es la fuente de energía. Nosotros, los Apóstoles, deseamos la plena funcionalidad de los recipientes… o mejor dicho, la energía que buscamos nos dará el 200 por ciento de utilidad.

―Suena como una quimera.

―Existe, Risya. Realmente existe ese poder que es la materia de los sueños.

Mientras Risya se limpiaba la sangre de la cara, el gigante la miró y avanzó haciendo retumbar el suelo a cada paso.

La acorraló contra la pared.

―El Señor no llegará al núcleo del planeta. Nosotros lo haremos.

Su puño descendió con la suficiente potencia como para borrar a una persona sin dejar ni siquiera un rastro.

―Vuelve al planeta, Risya.

―…¡Whoa! ―Risya saltó a un lado.

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Saltó del suelo con la potencia y agilidad de un gato salvaje. El puño de Luclezeus falló por un pelo.

―¡Ay! Podría haber abierto mi herida… ―Se sujetaba el hombro rojo e hinchado.

―¡Risya, un paso más! ―    Iska gritó.

No llegó a saltar lo suficiente.

El puño del gigante rompió el suelo, y cuando el pie de Risya quedó atrapado en la fisura, se congeló por reflejo. Luclezeus había intentado esto desde el principio.

―Por aquí.

El soldado mecánico extendió la mano.

Una cruz se abrió en su palma, y una intensa luz astral comenzó a desbordarse desde su interior.

La luz comenzó a condensarse.


…¡Esa luz!

…¡Va a disparar la energía astral de nuevo!

―¡Abajo!

Mientras gritaba, Iska saltó para cubrir a Risya. Si Iska intentaba cortar la luz, estaría arriesgando su vida por ese milagro. Si fallaba, recibiría el disparo. Rezó mientras se concentraba únicamente en hacer caer su espada.

―Nightgaze.

El destello de luz aplacó el aire. Intentó abrasar a Risya. Pero fue cortado por la mitad por la espada negra, y desapareció.

―¡Oh! Isk, eso fue genial.

―Todo en vano.

Luclezeus se volteó hacia Iska. Una luz más fuerte ya brillaba en sus gigantescas manos.

―…¡¿Puedes potenciarla todavía más?!

―La salida del recipiente es infinita. Drena la fuente de energía más rápido, pero cuando lo hace, todo lo que necesito es obtener más.

Estaba intentando disparar dos rayos a la vez.

Si ambos eran más potentes que los anteriores, entonces…

―Hmm… Esto podría ser algo malo ―murmuró Risya. Como susurró en voz lo suficientemente baja como para que sólo Iska la oyera, él estaba seguro de que esos eran sus verdaderos pensamientos―. ¿Ahora qué hacemos? Dime, Isk…

El sonido de un disparo ahogó el susurro de Risya. Clank…

La bala, que había impactado en el pecho de Luclezeus, no pudo atravesar su armadura y simplemente cayó al suelo.

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―…¿A qué estás jugando? ―Luclezeus se giró lentamente.

Se enfrentó a Jhin, cuyo rifle aún humeaba débilmente.

―Ya lo intentaste. Mi armadura exterior es tan dura como el cristal de la Fortaleza Planetaria. Ni siquiera un proyectil de un tanque podría rayarla.

―Ya lo sé.

— Entonces, ¿no te parece inútil? ¿Piensas darlo todo, luchando con ese inútil rifle tuyo?

―Eres muy quisquilloso.

―…¿Qué?

―Entonces, Apóstol ―Jhin bajó su arma. Era como si anunciara que ya no la necesitaba, y se mantuvo tranquilo y sereno―. Tienes un verdadero don para el dramatismo. ¿Ni siquiera un proyectil la rayaría? Si tu armadura es realmente tan fuerte, podrías habernos liquidado mucho más rápido que esto. Podrías bombardear toda la sala y volarla, o usar algún poder astral, o algo así. Entonces todos moriríamos, y tú serías el único que quedaría en pie. ¿Me equivoco?

―…

―Pero sigues eligiendo usar ataques localizados.

Había intentado atacar a Risya con sus puños. Incluso el rayo Nightgaze apuntaba directamente a sus objetivos. Las llamas que llegaron hasta el techo y los carámbanos que bajaron se concentraron en atacar a una sola persona cada vez.

Por eso habían seguido esquivándolos a duras penas.

…Jhin tiene razón.

…Risya y yo estábamos tan concentrados en esquivar que no nos dimos cuenta.

Por primera vez, Iska se dio cuenta de que algo estaba mal.

Si Alice los hubiera atacado, habría congelado toda la habitación. Kissing, la pura sangre, habría enterrado el lugar con sus espinas.

Incluso la Fundadora Nebulis habría volado todo el lugar sin reservas, tal como dijo Jhin.

Pero Luclezeus no lo había hecho, con armadura impenetrable o no.

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―Esta sala está rodeada por la barrera de poder astral. Así que si usaras un poder astral capaz de volarnos a todos, ni un rastro de eso escaparía al exterior, ¿estoy en lo cierto, Apóstol?

―…

―Ahora, ¿hay alguna razón por la que no puedas destruir este lugar?


―No sé a qué quieres llegar.

―Entonces te lo diré. Es esto.

Jhin levantó su arma. La levantó como un garrote y golpeó la pared detrás de él, rompiendo el pilar de piedra negra, que se hizo añicos.

―…¡El cristal astral!

―Este es uno de los pilares que sostienen la barrera, ¿verdad? Hay uno en cada esquina de la habitación, brotando del suelo. Hasta un idiota podría darse cuenta. Pero lo que realmente lo determinó fue tu terrible actuación.

―…¿Qué dijiste?

―Justo ahora, antes de disparar ese Nightgaze, levantaste dramáticamente los puños. ¿Por qué? Porque Risya estaba en una de las esquinas.

Él la dejó esquivar su puño a propósito. Al hacer eso, la había obligado a moverse. Porque una de las piedras que sostenían la barrera estaba directamente detrás de Risya.

Temía la posibilidad de dañarla.

―Lo has puesto en evidencia al ser tan quisquilloso. Esta barrera es súper frágil cerca de los pilares.

―¡Tsk! ―Luclezeus parecía no tener palabras.

Detrás de él, en dos esquinas…

―¡Comandante, apresúrese hacia allá!

―¡Déjalo en mis manos!

Nene y Mismis, que habían sacado los monitores de las paredes, lanzaron las pantallas hacia los pilares negros.

Las torres se rompieron.

Luclezeus ni siquiera tuvo tiempo de detener a las dos damas, ya que el segundo y el tercer pilar también fueron destruidos.

Quedaba uno.

―Ya veo. Por eso Iska y yo no nos dimos cuenta. Estábamos intentando desesperadamente esquivarte.

Risya se preparó. Levantó el puño casi como si estuviera a punto de lanzar una pelota.

―E-espera, Ris-

―Y ya van cuatro.

Clang-el pilar se rompió abruptamente por la mitad. Inmediatamente…

La cortina negra que cubría la habitación desapareció como si se rompieran las nubes.

―¡¿La barrera desapareció?! Eso es increíble. Funcionó tal como dijiste, Jhin- ―empezó a decir Mismis.

―Pero eso no cambia nada.

―¡¿Eek?!

Cuando Luclezeus miró a la Comandante Mismis, el rostro de ella se congeló.

―La jaula era sólo un extra. La utilizamos como medida táctica porque queremos evitar un conflicto problemático con el Señor si se entera de esto. Nada más.

El Señor seguramente percibirá la batalla. Pero él está lejos, en la capital. No podría hacer nada. El Apóstol tendría éxito siempre y cuando se ocupara de la princesa bruja.

―Ahora que la barrera ha desaparecido, ya no necesito retener mi verdadero poder. Puedo volar esta habitación usando el poder astral a gran escala que mencionaste. Todos ustedes serán-

―Así que ahí estabas.

Justo entonces, algo extraño sucedió. El techo se llenó de nubes oscuras.

―…¿Qué es esto?

Mientras Luclezeus miraba dubitativo por encima de su cabeza, la niebla se arremolinó y, lentamente, una chica delgada descendió. Su pelo iridiscente se agitaba. Los ojos de la maga astral más fuerte se encendieron con las llamas de la rabia.

―¿Creías que podrías escapar de mí, Imperial?

―¡¿La Gran Bruja?!

Por primera vez, el apóstol Luclezeus parecía desconcertado. Se dio cuenta demasiado tarde. Debido a que la jaula de poder astral se había roto, la gran energía astral que se había acumulado había surgido hacia arriba.

La intensa cantidad de energía astral debió haberla traído hasta aquí. No era el Señor del que debería haber desconfiado. No podía esperar que atrajera a la Fundadora.

―La perturbación que percibimos cerca del palacio Nebulis… supuse que podría ser una señal de tu despertar, ¡pero no esperaba que nos persiguieras hasta aquí, Gran Bruja!

―Desaparece.

―¡Sí, harías bien en desaparecer!

Todo sucedió a la vez.

La Fundadora Nebulis levantó su mano derecha, y Luclezeus levantó la izquierda. El poder astral y la luz que se dispararon entre sí chocaron.

La luz de Nightgaze atravesó a la Fundadora.

Sin embargo, el poder astral de la maga consistía sólo en luz. No creó ni el más mínimo fuego o explosión, sino que simplemente iluminó a Luclezeus por debajo antes de desvanecerse.

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―…¡¿No?!

Todo el cuerpo de Luclezeus se estremeció de sorpresa por lo que había presenciado.

Lo había pasado por alto y olvidó en qué edificio se encontraba este sótano.

―Lo he oído de boca de Risya ―dijo la princesa bruja con total naturalidad y solemnidad.

Se puso una mano en el pecho.

Su cresta astral Illumination brillaba débilmente.

―Esta es una fábrica imperial. Hace un siglo, las fábricas fueron quemadas por las llamas de la Venerable Fundadora y han continuado abandonadas. Y parece que esta es una de ellas.


―…Tsk.

―Así que tuve una idea. ¡En otras palabras, la Venerable Fundadora estuvo una vez en los cielos de este lugar!

Ella reprodujo la escena. La jaula de poder astral que cubría la habitación había sido finalmente destruida, y Sisbell pudo usar su poder de nuevo. Sólo necesitó un momento para que funcionara.

Después de engañar a Luclezeus para que pensara que era la verdadera Fundadora, sólo necesitaba que dirigiera su atención hacia arriba. Ese era el único momento que necesitaba. El Apóstol Luclezeus mostró una apertura que permitió a los dos Discípulos Santo atacar.

―Estuvieron todos increíbles. Gran actuación.

Crujido.

Los hilos que Risya había hilado se deformaron y agarraron las extremidades de Luclezeus.

―…¡Risya!

―Aquí abajo.

Iska saltó desde abajo de los pies de Luclezeus. Agarrando su espada astral negra, desgarró la armadura del soldado con la hoja.

―¡Todos ustedes-impertinentes, todos ustedes! ―El rugido del gigante

-o más bien de Luclezeus- hizo temblar el recinto de la fábrica―. ¡Risya, Sucesor de Black Steel, princesa bruja, cómo es que no entienden que todo es inútil!

Ya había demostrado que podía rasgar los hilos de Risya. Lo único que la espada de Iska podía cortar es la armadura de su pecho. Incluso el poder astral de Sisbell era una ilusión que no era nada temible una vez descubierto el truco.

―Se acabó. Todo ha terminado. Liberaré todo el poder que tiene este recipiente y abrasaré todo lo que me rodea. No tienen forma de escapar-

―¡Nene, dispara!

―¡Jhin, ahora!

―Mismis, asegúrate de no fallar.

Iska, Sisbell y Risya gritaron.

Sus voces sonaron maravillosamente juntas como un coro, como si respondieran al milagro que estaba ocurriendo.

Tres balas atravesaron el pecho de Luclezeus.

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Iska había atravesado la armadura y dejado al descubierto la jaula de poder astral que había en su interior, permitiendo que la jaula que aprisionaba el poder astral fuera alcanzada por tres balas y se rompiera.

―………¿Qué…? …

Luclezeus dejó de moverse. La fuente de energía de su cuerpo se había interrumpido bruscamente.

―El poder astral no se queda en una máquina. Al final de cuentas, acabas de decírnoslo ―dijo Nene, sosteniendo una pistola.

―Así que… si simplemente hacemos una abertura en la jaula que estaba reteniendo el poder astral, éste escapará solo. Ha perdido su fuente de energía y ahora no puede moverse ―La Comandante Mismis tartamudeó―  Sin embargo,

Jhin fue quien ideó todo el plan.

―¿A quién le importa eso? ―dijo Jhin, un paso detrás de ella. Llevaba su rifle favorito sobre el hombro.

Un misterioso brillo se filtró del gigantesco agujero en el pecho del Objeto y se elevó en el aire. El poder astral. La fuente de energía acababa de ser liberada.

Kimi to Boku no Saigo no Senjo Volumen 10 Capitulo 4 Parte 1

―Con cualquier pistola normal y un blanco a treinta metros de distancia. Ningún soldado imperial fallaría eso. Mientras el objetivo esté expuesto, podemos acertar con los ojos cerrados.

―…

―Nos subestimaste. Sólo somos soldados normales.

Ese fue el error de Luclezeus.

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No había tal cosa como un soldado imperial ordinario. Habían entendido el mecanismo detrás de la jaula de poder astral, rompieron los pilares y atravesaron el pecho del soldado astralnómico con sus tres balas. No fueron Iska ni Risya los únicos que lograron esas cosas. Cada miembro de la Unidad 907 había contribuido a ganar la batalla.

―…Ustedes…

Luclezeus se tambaleó y retrocedió mientras se desplomaba.

―…¿Pretenden… robar el futuro del planeta…? Si yo, si los Apóstoles no están aquí… entonces ¿quién controlará a esa bruja…? ―Murmuró como si fuera una maldición. Como si hubiera visto el futuro en sus últimos momentos. Y su advertencia resonó―: La bruja definitiva del mundo.

Entonces, después de usar lo último de su energía, el soldado astralnómico se quedó quieto.

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