Risou No Himo Seikatsu (NL)

Volumen 11

Capítulo 4: El segundo nacimiento, las tres promesas y las cuatro herramientas mágicas

Parte 2

La nobleza del Reino Gemelo, sobre todo la cercana a la familia Sharou, aprendió muchos hechizos que serían convenientes cuando se convirtieran en herramientas mágicas. Por supuesto, la propia familia Sharou también aprendía esos hechizos, pero era más eficiente que otro lanzara el hechizo en lugar de que el encantador lanzara ambos componentes.

Esto era aún más cierto si se tenía en cuenta el objetivo de Lucrecia de casarse con la Familia Capua y volver a ser de la realeza. Esforzarse en sus estudios de magia no era sorprendente. Sin embargo, la mayoría de sus esfuerzos estaban dirigidos al hombre con el que quería casarse.

“Ya veo. Qué diligente”, resumió antes de que Freya volviera a la conversación.

“Lady Lucrecia también tenía mucho que decir sobre la herramienta de purificación del agua, como la cantidad óptima de agua para un solo uso”.

Eso le incitó a mirar. Efectivamente, el barril sólo estaba lleno en dos terceras partes. Esa era probablemente la mejor cantidad, entonces.

“¿Hm? Creo haber oído que tú también eres capaz de lanzar el hechizo. ¿No sabrías ya la cantidad óptima?”.

Lucrecia respondió a su pregunta con bastante orgullo.

“Cuando la familia Sharou crea una herramienta mágica, puede aumentar un poco las capacidades del hechizo. La purificación y la creación de agua son dos áreas en las que se han centrado e investigado, por lo que son el doble de eficaces en comparación con el hechizo normal”.

Zenjirou dejó escapar un sonido de impresión.

“Permítame demostrarle, Su Majestad. Por favor, pruebe primero el agua del barril”.

Uno de los marineros de al lado utilizó una jarra de madera para sacar un poco de agua. Zenjirou la cogió y la inclinó con cuidado para que apenas le tocara los labios.

“Salada. Ciertamente es agua de mar”.

Freya preparó la herramienta mágica. La mayor de las dos piedras se hundió en el fondo del barril. Luego metió la más pequeña de las dos en un gran saco de cuero y ató fuertemente el cuello alrededor de la cadena que las unía.

“El Arrullo del Mar está activo en este momento, así que esto es innecesario, pero es para evitar que la sal se derrame en el mar. Ahora, sepárense”.

Su mano seguía en la cadena cuando pronunció la única palabra en el lenguaje de la magia, activando la herramienta mágica. No fue tan dramático e instantáneamente visible como con el Arrullo del Mar, pero si agudizaba el oído, podía oír algo parecido a verter arena del saco con la piedra más pequeña dentro.

El ruido no continuó durante mucho tiempo. Una vez que hubo cesado, más un poco más para estar segura, Freya aflojó con cuidado el saco. Una vez hubo confirmado que había sal en el saco y que había dejado de manar de la piedra, levantó la vista de la posición medio arrodillada que había adoptado mientras utilizaba la herramienta.

“Eso está completo. ¿Quieres probar el agua una vez más?”.

“Muy bien”, respondió él, sin tener motivos para negarse. Volvió a coger la jarra e hizo lo mismo que antes, apenas se mojó los labios, luego dio un sorbo más grande y después un trago normal. Una vez hubo tragado, dio sus sinceras impresiones.

“Es agua normal. No veo ningún problema en usarla para beber”.

Era casi demasiado normal. Aunque era insípida, como Zenjirou había dicho, sin duda saciaría la sed de alguien. “Entonces, ¿Esa es la sal?”. Le indicó la bolsa que aún sostenía para evitar que se derramara.

“Así es. ¿Te gustaría probarla también?”.

“Muy bien”, dijo él, llevando la mano hacia arriba mientras ella la levantaba y cogiendo una minúscula pizca del polvo blanco para colocársela en la lengua.

“Ciertamente es salada”, dijo al cabo de un momento. “Aunque es ligeramente más amarga y compleja”.

A diferencia de la sal que Zenjirou tenía en su mesa en la Tierra, ésta era ligeramente distinta. Bueno, tendría todas las demás impurezas presentes en el agua de mar, así que no era del todo sorprendente que no fuera cloruro sódico puro. Incluso podría ser que fuera la norma en Capua, pero desgraciadamente, aunque había comido comidas terminadas, no se había puesto la sal directamente en la lengua antes.

Fuera como fuese, la combinación inicial de agua y sal se había separado en sus componentes en unos instantes.

“Esto es realmente increíble. No puedo ni empezar a adivinar lo valioso que es en un largo viaje. Incluso fuera de las herramientas, supongo que es más eficiente que hacer sal a partir de agua de mar como lo haría normalmente”.

Freya asintió en respuesta a su asombro. “Así es. Si lo usamos el mayor número de veces posible, puede garantizar agua suficiente para saciar la sed de todos los marineros del barco”.

Era una ayuda increíble para los largos viajes por mar. No sería exagerado decir que el agua potable era la mayor preocupación de un marinero en un viaje largo. Aunque era indispensable para la vida humana, también pesaba y ocupaba espacio, además de ser difícil de almacenar debido a su estado líquido.

Poder resolver ese problema con nada más que una herramienta mágica y un barril vacío reduciría al menos a la mitad los problemas de los viajes largos. El espacio no ocupado por el agua podría utilizarse para comida extra, aumentando enormemente la distancia que podría recorrerse sin reabastecerse.

El Arrullo del Mar permitía torear las tormentas, y el purificador de agua hacía que la escasez de agua fuera cosa del pasado. Aunque seguía existiendo la preocupación fundamental de viajar en una embarcación hecha de madera, gran parte de los temores de Zenjirou se habían aliviado.

“Maravilloso. Es un progreso realmente innovador”. “¡Lo es!”, dijo Freya con una sonrisa confiada.

El Arrullo del Mar seguía vigente. Zenjirou consultó casualmente su reloj y vio que ya habían pasado más de treinta minutos. Era un resultado alentador para él. Aun así, tenía otras cosas que hacer además de matar el tiempo aquí.

“Princesa Freya. En realidad, tengo herramientas mágicas propias que me gustaría traer cuando partamos hacia el Continente del Norte.

Creo que ambas serán de ayuda durante la travesía, pero soy muy ignorante en lo que se refiere al mar y a los barcos. Por lo tanto, no puedo arriesgarme a exponer el barco al peligro y me gustaría contar también con su opinión. ¿Sería aceptable?”.

Levantó la bolsa que había estado sobre su hombro hasta ese momento. Lucrecia tuvo la reacción más dramática a sus palabras.

Su cola lateral se agitó como la cola de un caballo al galope mientras sus ojos azules se abrieron de par en par.

“¿Va al Continente del Norte, Su Majestad?”.

Al parecer, ella había sido completamente inconsciente de aquello hasta ahora. Ella estaba claramente considerando algo, pero Zenjirou centró su mirada en Freya en su lugar, sosteniendo la bolsa hacia ella.

Freya miró la bolsa unos instantes antes de tomar una decisión y asentir. “Muy bien, Majestad. Ciertamente puedo ofrecer mi opinión, pero la decisión final sobre si puede usarlas a bordo recaerá en el vicecapitán. ¿Le parece bien?”.

Al parecer, su afirmación de que era una figura decorativa era más acertada de lo que él pensaba.

“Muy bien, si quieres”, dijo él, sin tener otra forma de responder.

Una herramienta mágica estática como el Arrullo del Mar era una cosa, pero no había necesidad de explicarlas y demostrarlas en la cubierta. Una vez que lo condujeron a la habitación más grande del barco -los aposentos de Freya-, sacó las herramientas mágicas de barrera y llama estática y explicó su función.

Aunque estaban en sus aposentos, seguía siendo un camarote de un barco, por lo que el espacio era reducido. Aparte de los dos miembros de la realeza, sólo Skathi e Inés estaban presentes.

Sólo había una silla, así que Zenjirou e Inés se sentaron en dos camas. Una vez que él hubo explicado cómo funcionarían las herramientas y cómo veía que se utilizarían, la princesa tenía una expresión terriblemente conflictiva en el rostro. El componente más fuerte de esa expresión era la sorpresa. Había una mezcla a partes iguales de admiración y recelo, y los más leves indicios de felicidad. Parecía que las herramientas que había traído habían sido bastante impactantes.

Una vez que tuvo sus emociones en orden, Freya comenzó a hablar pensativamente. “Primero, la llama estática. Creo que es una herramienta muy eficaz. Sin embargo, no puedo decir definitivamente que sea segura, así que creo que el vicecapitán debería inspeccionarla y tomar una decisión final”.

La herramienta era exactamente como la había pedido. Se fijaba a una superficie, como un escritorio, con su base y permanecía en su sitio. En ese momento estaba fijada a una mesa de la habitación y no se separaría, aunque hubiera una ola fuerte. La única desventaja era que la fuerza con la que se sujetaba dejaba inevitablemente marcas en el objeto al que estaba sujeta.

Como su nombre indica, la llama desafiaba a la naturaleza para permanecer inmóvil. Estaba rodeada por una gran esfera metálica, por lo que no se salía de los confines de la herramienta, lo que permitía utilizar la llama con seguridad incluso a bordo de un barco en movimiento. Sin embargo, el metal que rodeaba la llama tenía varios agujeros pequeños, por lo que un trozo largo y fino de material inflamable -una hebra de paja, por ejemplo- podía introducirse en su interior, lo que significaba que la posibilidad de que la llama se propagara no era nula.

“El vicecapitán tomará la decisión final, así que esto es sólo mi suposición personal, pero creo que debería ser aceptable usarlo incluso cuando las olas están altas. Aunque, naturalmente, habrá condiciones”.

“¿Cómo qué, concretamente?”.

Los ojos azules como el hielo de Freya se dirigieron al techo mientras lo consideraba durante un rato. “Bueno… que no se dejara sin supervisión mientras estuviera encendida, que hubiera preparativos para extinguir un fuego si surgiera la necesidad, y que, si hubiera un incendio de cualquier tamaño, la herramienta estaría bajo nuestra custodia hasta el final del viaje”.

Todas eran condiciones sensatas y fáciles de entender. Zenjirou no tuvo reparos en aceptarlas en el acto.

“Entendido. No tengo ningún problema con nada de eso. ¿Qué hay de la otra herramienta?”.

Él había pensado que sería mucho más fácil de aceptar que la llama estática, por lo que su voz era ligera mientras hablaba. Sin embargo, la expresión de Freya era mucho más dura de lo que había esperado. Sus ojos azul hielo se entrecerraron aún más mientras tomaba una decisión en un solo suspiro.

“Le pido disculpas, pero la herramienta mágica de barrera tendrá que estar bajo nuestra custodia, para ser devuelta cuando desembarque. Si se perdiera en el mar, no podríamos reemplazarla, pero pagaríamos una tarifa adecuada. Sin embargo, le ruego que no traiga dicha herramienta a bordo de nuestro barco”. Todavía sentada, hizo una profunda reverencia.

“¿Podría compartir su razonamiento?”, preguntó él.

Era una pregunta obvia. Preferiría que la herramienta no se utilizara nunca, pero creía que se ganaría el pan en una situación en la que el barco se hundiera inevitablemente. En cuanto al peligro, había supuesto que la llama estática -ya que se trataba de fuego, el mayor enemigo de los barcos- sería mucho peor.

Sus dudas se desvanecieron al escuchar su explicación.

“Soy consciente de que no tienes esa intención, pero no puedo permitir que una herramienta que podría hacer que la nave simplemente se detuviera esté en posesión de otra persona”.

“Ah…”.

Era, ahora que ella lo había señalado, obvio. Aunque Zenjirou había dicho que sólo lo usaría en la última hora, eso seguiría siendo desde su perspectiva. Freya no tenía ninguna garantía firme de que sólo lo usaría cuando no hubiera otra opción. ¿Qué pasaría si Zenjirou lo usaba mientras el viaje estaba en marcha? Ni que decir tiene que el daño sería extremo. Cualquiera que trabajara en las cubiertas o mástiles probablemente sería arrojado al mar.

Freya no era tan optimista como para dejar algo tan peligroso en manos de un pasajero. Del mismo modo, Zenjirou no era tan egoísta como para insistir en lo contrario cuando comprendía la situación como lo hacía.

“Muy bien”, respondió con una pequeña sonrisa. “Entonces te pido que lo cuides mientras estemos en el mar”.

Con el tema casi zanjado, la conversación derivó hacia la cháchara. “¿Oh?”.

“Hemos empezado a movernos de nuevo”, comentó Freya.

El barco había empezado a balancearse de nuevo. El Arrullo del Mar había llegado al final de su periodo de vigencia. Afortunadamente, todos los presentes estaban sentados, por lo que nadie resultó herido ni siquiera por el repentino cambio en los movimientos de la nave.

“¿Es siempre alrededor de esta cantidad de tiempo?”, preguntó Zenjirou mientras volvía a mirar su reloj con indiferencia.

“Creo que sí”.

Tras comprobar la hora, la repitió firmemente en su cabeza para memorizarla. Cincuenta y dos minutos. Ese era el tiempo que la herramienta había permanecido en acción.

Por supuesto, sólo estaba comprobando su reloj, y no había garantía de que la duración del efecto fuera correcta al segundo -o incluso al minuto- cada vez que se utilizaba la herramienta. Aun así, era una aproximación útil.

Eso era todo lo que había venido a comprobar. “Debería irme, entonces”, dijo, poniéndose de pie.

Skathi no tardó en abrirle la puerta. “Por supuesto”.

“Muchas gracias”.

Los cuatro salieron de la habitación y fueron recibidos por los que no habían entrado: los guardias y Lucrecia.

“Buen trabajo”, elogió a los guardias. “Nos iremos ahora”. Salió a cubierta y el grupo se dirigió directamente a la pasarela.

“Permíteme acompañarle a la orilla”, dijo Freya. “Me encantaría”, respondió él.

Los dos intercambiaron alguna pequeña charla con sonrisas mientras avanzaban por el barco. La pasarela era más empinada que cuando embarcaron, ya que el barco era algo más alto que el muelle. Afortunadamente, estaba bien construida y tenía un pasamanos, por lo que no era especialmente difícil de usar, pero daría un poco de miedo cruzarla corriendo. Aun así, no se caería si prestaba atención.

Una vez en tierra firme, Zenjirou se giró para despedirse de Freya.

“Disculpe, Alteza. Tengo una petición”, llegó una voz temblorosa antes de que pudiera. Era Lucrecia. Aunque su voz temblaba, su expresión era seria.

“¿Tiene que ser ahora?”. Preguntó Freya tras una pausa con una mirada decidida a Zenjirou.

Lucrecia respiró hondo, sus nervios eran evidentes, pero aun así asintió con firmeza. “Así es. No puedo perder el tiempo, así que me gustaría hacer la petición ahora”, dijo antes de hacer prácticamente una profunda reverencia y hacer que su cabello rebotara. Nunca se podría decir que sus acciones fueran los modales refinados que se esperan de la nobleza, pero demostraban lo desesperada que estaba.

“¿Su Majestad?”. Freya preguntó brevemente.

Zenjirou hizo un breve gesto de reconocimiento. “No me importa”.

No podía decir honestamente que se sintiera particularmente positivo al respecto, pero era difícil negarse. Su mirada se dirigió a Lucrecia e, inevitablemente, también la de los demás.

Ya fuera por la atención que recibía o por lo que estaba a punto de decir, Lucrecia temblaba visiblemente. Sin embargo, habló con claridad. “Princesa Freya. Por favor, permítame acompañarla en la Hoja de Glasir”.

La peor opción que Zenjirou había imaginado daba en el clavo, y no tenía capacidad mental para prestar atención a nadie más. Se limitó a mirar al cielo y suspirar.