Hazure Skill Kage Ga Usui (NL)

Volumen 4

Capítulo 1: Realizando El Examen De Certificación

Parte 2

 

 

Miró al exterior y se dio cuenta de que el cielo se había nublado en algún momento. Cuando Roje estrechó los ojos, vio rayas blancas que caían desde arriba.

—¿Lluvia? Oh, esto no es bueno. Me pareció ver su ropa sucia afuera.

Se apresuró a salir por la parte de atrás y llevó un fardo de ropa sucia al interior.

—…Cuando volvió a coger una segunda carga, Roje se detuvo de repente.

—Estas… estas son las bragas… de Lord Rileyla… Y son increíblemente escandalosas… ¡El material es tan fino en algunos puntos… que es prácticamente transparente!

Incluso cuando la lluvia caía sobre ella, Roje estaba demasiado ocupada mirando la ropa interior de Rila como para darse cuenta.

—…

Después de comprobar su entorno, Roje desplegó lentamente la ropa interior, olvidando que se estaba mojando por la lluvia .

—Como su seguidor a , debo comprobar si son cómodos de llevar… especialmente porque Lord Rileyla, nuestro señor demonio en persona, debe llevarlos contra su piel desnuda…

Huff, huff. Roje respiró con fuerza por la nariz y metió la pierna por un agujero de las bragas…

—Oh mi. Oh mi, oh mi, oh mi, oh mi, oh mi… ¡Mi, mi, mi, mi, mi!

Roje se giró tímidamente y vio un destello de luz, y a la mujer iluminada por él.

Dey lucía su sonrisa habitual, pero sus ojos tenían un cierto brillo, como si hubiera encontrado un nuevo juguete.

—¡¿Has visto todo eso…?! —preguntó Roje titubeante.

◆ Roland ◆

Tras detener al carterista en la capital, lo llevé a Rila.

—¡Oh! ¡Mi bolso…! ¿Lo has recuperado para mí, bribón?

—Me lo encontré por casualidad.

—¡Claro que sí! Entonces… ¿por qué el niño?

El joven bestia, que estaba encogid o , miró a Rila con desagrado.

—Oye. ¿No tienes algo que decir? —Le dije.

—Lo… siento…

Rila, que no parecía especialmente molesta, suspiró y se agachó para estar a la altura del chico. —Ahora que has aprendido de esta experiencia, no volverás a hacerlo, ¿sí?

—Pero… no tengo dinero… —dijo el niño bestia, que parecía estar a punto de llorar.

—Mm-hmm… bueno, en ese caso…

Rila abrió su bolso de gato y sacó un billete.

—Deja eso, idiota. Eso no arregla el problema.

En la capital existían barrios marginales, como en cualquier lugar, y los niños no eran una excepción a la pobreza. Por otra parte… este niño había tratado de escapar fuera de la capital.

—¿A dónde te dirigías en ese barco? —Le pregunté al chico.

—…Casa… Mi madre… me está esperando.

—¿Y qué piensa tu madre del dinero que has ganado robando?

—Ella… pero…

El vigor de antes del chico no se veía por ningún lado. Gimoteaba y las lágrimas le caían por la cara. No parecía una historia de la que pudiéramos hablar mientras estábamos en la calle.

Nos dirigimos a un restaurante para comer y hablar.

El niño comió como si fuera su primera comida en mucho tiempo. Al parecer se llamaba Jita.

—Mi madre está enferma… y necesito dinero para curarla.

Miré a Rila, pero negó con la cabeza.

—No sé si ocurre lo mismo con la magia curativa humana… Sin embargo, nuestro tipo de magia suele aumentar la recuperación natural de un individuo. Se puede utilizar para curar una herida externa, pero curar una enfermedad es otra cosa.

La teoría detrás de la magia curativa humana y demoníaca era fundamentalmente la misma.

—¿Quieres decir que estás ahorrando para la medicina entonces, Jita?

—Sí…

Rila me miró como si preguntara si se podía hacer algo. Pero, francamente, no lo había.

A tenor de la situación, es probable que la madre no pueda trabajar, y los métodos de Jita difícilmente pueden calificarse de encomiables. Seguramente no tenían nada que comer si no podían ganarse la vida.

—¿Qué hay de l o s aventur eros ? —me preguntó Rila.

—Llevaría tiempo. Lo recomendaría si no tuviera familia, pero… —Me quedé sin palabras.

—Uno debe apreciar a su familia… —terminó diciendo el Señor Demonio, con bastante zafiedad.

No entendía muy bien las emociones que conllevaba tener una familia. Pensando en ello, había habido momentos en los que pensé que podría haberme acercado, pero mi profesor y yo no estábamos emparentados por sangre.

Según lo que nos había dicho Jita, la medicina costaba unos veinte mil rin por semana. Un niño no podría ganar esa cantidad por los canales adecuados.

—¿No podrías conseguirle un trabajo bien remunerado? —preguntó Rila.

—Podría, pero… aunque los elfos y la gente bestia se aliaron con los humanos durante la guerra, todavía hay discriminación contra ellos. Podría encontrarle un buen trabajo, pero su empleador probablemente lo explotaría.

—Vaya, los humanos son tan mezquinos.

Rila tenía razón. A los no humanos se les negaba a menudo el servicio incluso en los restaurantes más exclusivos.

Jita, que había estado engullendo comida, dejó de comer.

—¿Puedo… llevar esto a casa? Quiero compartirlo… con mi madre…

A Rila se le llenaron los ojos de lágrimas. Al parecer, la idea de que el Señor Demonio era despiadado y cruel era una mentira urdida por los humanos.

—Me gustaría hablar con tu madre —le dije a Jita. —¿Te importaría llevarnos hasta ella?

—¿Eh? ¿A mi casa? …Claro.

En lugar de que el niño se llevara a casa las sobras, pedí dos platos más frescos al tendero.

Nos fuimos y los tres subimos a la barca en la que Jita había intentado escapar. Lo utilizamos para salir de la capital por una estrecha acequia.

—Hay guardias problemáticos si te diriges directamente río abajo —explicó Jita.

Continuamos hasta llegar a un pequeño muelle junto a un molino de agua y nos detuvimos. No muy lejos, había un edificio solitario: la casa de Jita.

—Estoy en casa —llamó. Cuando Jita entró por la puerta, una mujer bestia se levantó de la cama.

—Bienvenido de nuevo, Jita. Ah, ¿y quiénes son nuestros visitantes?

—Me encontré con ellos y me compraron comida.

—¿Es eso cierto? Muchas gracias.

Entregué las comidas del comedor a Jita, y él se dirigió a la cocina con Rila, donde pude oírlas charlar.

—¿Sabes cocinar?

—Ha-ha-ha. No me subestimes.

En algún momento se habían llevado bien.

Rápidamente nos presenté a Rila y a mí a la madre.

—He oído que has estado enferm a durante bastante tiempo…

—Sí. No he causado a mi hijo más que dificultades… Le he dicho tantas veces que no se moleste con la medicina…

—¿Ya no lo quieres? ¿Por qué?

—Puede aliviar los síntomas, pero parece que hay pocas esperanzas de cura…

—…Ya veo.

Rila y Jita se divertían en la cocina.

Al parecer, la madre había hablado con Jita para que no tomara la medicina, pero él se había negado a escucharla y había insistido en que mejoraría.

—Tengo una idea de lo que tendría que hacer un niño bestia para ganar lo suficiente para mi medicina. Quiero que deje de…

Revisé la nota que el médico había escrito para ella. No entendía el tratamiento, pero la medicina debía ser una compra barata en cualquier botica de la capital.

…Espera, ¿pero no dijo que era incurable?

—Qué ceño fruncido. Vamos, no es nada que deba preocuparle, Señor Roland.

La madre señaló las arrugas de mi frente y se rió suavemente para sí misma.

Más tarde, comimos la cena que prepararon Rila y Jita, y luego descansamos.

—Roje puede conocer algunas hierbas que podrían funcionar —ofreció Rila—. Ella es una de las elfas más longevas de los bosques, después de todo.

—Sin embargo, diría que siete décimas partes de ella se han podrido.

—Si hay algo que pueda ofrecer, deberíamos escuchar. Debemos saltar a casa, bribón. Roje puede estar ya allí.

—Entendido.

◆ Roje ◆

—¿Comandante Roje? ¿Qué estaba haciendo con la ropa interior de Lord Rileyla?

—Uh. A-sobre esos…

Roje estaba de pie bajo la lluvia, con los truenos sonando en lo alto. Sus ojos iban de un lado a otro.

Dey sonreía alegremente.

—Yo-yo simplemente estaba ayudando a Lord Rileyla con las tareas domésticas. Su ropa se habría mojado si la hubiera dejado fuera, después de todo —Roje escondió hábilmente las bragas de Rila a su espalda.

—Pero no era eso lo que preguntaba. Comandante Roje, hace un momento… usted llevaba la ropa interior de Lord Rileyla.

—¡No hacía ! ¡ Yo no hacía !

— Elfa pervertid a . ♡

—¡No lo soy ! ¡ Retractate ! ¡Re tractate !

—Si Lord Rileyla se enterara, me pregunto qué diría —Dey soltó una risita maliciosa.

La elfo Roje parecía ahora un ratón acorralado por un gato—. Grrr… ¿Te atreves a chantajearme? ¿Qué quieres?

—Sólo ver la angustia en t u cara, Comandante Roje. ♡

—¡Eres aún más retorcid a de lo que pensaba!

—La comandante de la división mágica de la guardia imperial… Me pregunto si te habrías enrollado t u brasero en la cabeza si te hubiera dejado sol a un poco más.

—¿Te estás burlando de mí, Candice Minelad? —A pesar de sus mordaces palabras, Roje no pudo ocultar lo conmocionada que estaba tras ser descubierta—. ¡Quién pudiera mancillar a mi adorad a Lord Rileyla… y sus bragas de esa manera! Qué acto más incalificable!

La sonrisa de Dey se amplió. —Vaya, vaya. No eres nadie para hablar.

A este ritmo, Roje nunca vivirá esto.

Haciendo acopio de lo que le quedaba de ingenio, la elfa dijo: —Parece que tengo que encontrar la manera de hacerte callar.

Y su método elegido fue la fuerza bruta.

—Realmente no me importa mucho ya que estoy muert a … pero realmente eres tont a si esperas salirte con la tuya amenazando a un vampiro cuando es prácticamente de noche…

El cielo ya se había oscurecido. Roje había olvidado por completo la hora.

¿Ya está anocheciendo? …¿Qué hago? He escogido una pelea con ella… Esto no es bueno. No puedo luchar contra un vampiro en la oscuridad…

Sin embargo, ya no había vuelta atrás.

Roje se metió las bragas en el bolsillo.

—¡Me juego mi honor en ello! ¡Te haré callar!

Sus posibilidades de victoria eran escasas, pero huir arruinaría por completo su reputación. Sería el juguete de Dey por el resto de sus días. La única opción era intentarlo.

Roje lanza su magia favorita, Filo de Sombra, en sus dos manos. Dos espadas se manifiestan en respuesta.

Dey respondió de la misma manera. —Muy bien, te acepto. Me he sentido mal porque el maestro Roland no ha pasado mucho tiempo conmigo últimamente. Supongo que usted es una distracción tan justa como cualquier otra, comandante Roje. Me siento tan excitad a al pensar en luchar contra un miembro de alto rango del ejército del Señor Demonio.

Dey invocó su lanza chupasangre.

—…

—…

La tensión hizo que el aire fuera pesado. Amb a s se movieron a la vez. Sin embargo, al final, no intercambiaron golpes.

Los dueños del ratón y del gato habían llegado a casa.

—Dej en eso.

Roland había aparecido de la nada, agarrando a ambas mujeres por las mejillas.

—¡¿Fmgh?!

—¡Aww. No es justo!

—¿Qué creéis que estáis haciendo, tont a s? —Rila regañó.

◆ Roland ◆

Al día siguiente, hice la prueba escrita para la licencia de Maestro de Hierbas s en una sala de la sede del gremio.

Había otros dos hombres haciendo el examen conmigo. Uno era un trabajador del gremio con gafas. El otro, a mi izquierda, no estaba afeitado.

Iris me había dicho que la prueba sería difícil, pero no tuve muchos problemas con ella. Ni siquiera tuve que hacer una pausa mientras lo hacía.

— Aunque es tabú utilizar los conocimientos o las técnicas del bosque… — Eso es lo que había dicho Roje cuando le expliqué lo de Jita y su madre—. Hay una hierba llamada genosho . No es muy rara, pero en lo que respecta a las técnicas del bosque, es prácticamente una cura para todo… Bueno, supongo que no debería ir tan lejos como para decir eso, pero se acerca bastante. Vale la pena intentarlo.

Roje parecía tan emocionada de que Rila le hubiera pedido un favor que nos contó con gusto todo lo que pudo.

Al parecer, las costumbres del bosque sólo se transmitían entre los elfos. Esta raza, bastante aislada, era prácticamente un grupo de reclusos, por lo que probablemente conocían muchas cosas que los humanos no sabían.

Nunca había visto a Roje tan entusiasmad a .

Cuando le dije que le entregaríamos el genosho una vez que lo encontráramos, Roje dijo que tenía que hacer algunos preparativos y se fue con Dey.

—…

Sentí que alguien me miraba desde la izquierda. En realidad, lo había hecho durante un tiempo.

—Oye, chico, ¿tienes un segundo? —preguntó el hombre sin afeitar, que parecía tener unos treinta años. Aprovechaba que nuestro vigilante se había quedado dormido.

—¿Me dejarías echar un vistazo a tus respuestas? Aunque sea un vistazo rápido. Vamos, chico, parece que tienes una buena cabeza.

—No creo que signifique mucho si se hace trampa para tener éxito.

—Oh, vamos, no seas tan exigente.

No tenía intención de seguir con la discusión, así que le ignoré, lo que me valió un chasquido de lengua. El hombre no parecía un trabajador del gremio. Tener una licencia era una cualificación en sí misma, lo que la hacía deseable para cualquiera en la industria de la salud.

Aunque apenas lo parezca.

El supervisor, que se levantó bruscamente, dio por terminado el examen y recogió las hojas de respuestas.

A mi derecha, el trabajador del gremio suspiró y se puso de pie—. Pensé que este sería el año… pero creo que no puedo hacerlo. Renuncio a la prueba… —admitió antes de marcharse sombrío.

Había echado un vistazo a su hoja de respuestas durante la recogida. Estaba medio en blanco.

—Sin agallas —escupió el hombre sin afeitar.

—Bueno, entonces, parece que ahora sólo sois dos. Pasaremos a lo práctico. Por favor, recojan las hierbas nombradas en estos formularios para mañana al mediodía y vuelvan aquí.

Tras esta explicación, eché un vistazo al papel que me habían entregado. En él figuraban unas cien variedades de plantas utilizadas como ingredientes en la medicina.

Así que sólo tengo que recoger est a s, entonces.

—Por favor, tenga cuidado.

Cuando el supervisor se fue, el hombre sin afeitar miró mi papel.

—Eso es diferente a lo mío… Oye, muchacho, ¿quieres intercambiar información?

No veía en qué me iba a beneficiar eso, pues ya sabía dónde encontrar todo.

—Lo sé. Lo sé. Estás pensando que se supone que no debemos trabajar juntos, ¿sí? Pero el supervisor nunca dijo que no estuviera permitido. ¿Me entiendes?

—Supongo que tienes razón.

Teníamos un día para recoger un centenar de variedades de plantas por nuestra cuenta, pero lo haríamos sin supervisión. Era muy fácil hacer trampas si se quería. A pesar de ello, pocos consiguieron aprobar el examen, lo que sugiere algún tipo de truco.

La mayoría de las hierbas se podían recoger cerca, por lo que la prueba no exigía nada descabellado.

—Muchacho, antes hacías algo muy poco limpio, ¿no? No tienes que decir nada. Tengo una buena intuición para estas cosas.

—Si fueras tan perspicaz, lo habrías hecho mejor en la parte escrita.

—No me vengas con sarcasmos. Esta licencia es importante para mí. Piensa en ello como un acto de misericordia… ¿me entiendes?

Me sentiría negligente si le diera información concreta. En cambio, le dije que no tenía que ir muy lejos para la recolección y que las hierbas estaban todas en temporada.

—Ya veo… ¿Quién eres tú, muchacho? Sabes tanto como los que hacen los exámenes.

—Si vives en el bosque tanto tiempo como yo, lo coges todo de forma natural.

—Creci stes salvaje, ¿verdad?

Si me dirigía al bosque más cercano, podría terminar mi tarea al anochecer.

Cuando salí de la capital, el hombre sin afeitar me siguió hasta las llanuras. Recogí las flores silvestres y las hierbas de la lista y las metí en mi bolsa de yute.

Evidentemente, el hombre también tenía alguna idea de lo que estaba haciendo. También estaba recogiendo sus propias hierbas y hablando a veces, diciendo cosas como: — Vaya, no esperaba encontrar esto aquí .

—A pesar de las apariencias, dirijo una botica. Estoy algo familiarizado con las cosas, pero hay estas veinte especies de las que no tengo ni idea. Creo que cada planta recogida cuenta probablemente como un punto.

—Es probable —respondí.

—Si no tienes un conocimiento perfecto de todo esto, acabas fracasando —señaló.

—¿Es eso cierto? Pero si es así, ¿no puedes volver a hacer la prueba?

—Tengo algunos problemas de dinero, ya ves. Pero las cosas serían diferentes con una licencia. Demuestra que eres fiable, que pueden confiar en ti. En el gremio, sólo aceptan hierbas a precios regulados, pero si tienes tu propia tienda, puedes fijar el precio.

Parecía que planeaba obtener un mayor beneficio anunciando que tenía licencia.

—El único cliente que he tenido últimamente es este mocoso inútil, y mis pociones no se han movido desde que terminó la guerra. Bueno, todo va a mi cuenta de licor de todos modos.

Escuché en silencio al hombre sin afeitar refunfuñando para sí mismo sin que se supiera que estaba escuchando.

Mientras nos adentrábamos en el bosque, se lamentaba de su situación económica en cada pausa. Esto hizo que pareciera que estábamos trabajando juntos, pero en realidad, el hombre sin afeitar sólo había decidido seguirme.

Ignoré todas las preguntas que me lanzó.

—Maurey recibió una puntuación alta, así que supongo que sabía lo suficiente para pasar la prueba.

—¿Dijo algo?

Sacudí la cabeza.

Al poco tiempo, localicé un poco de genosho , que no tenía nada que ver con el examen, y arranqué un poco.

—Así que, como decía, una tienda realmente depende de los clientes habituales —Este tipo sí que sabía hablar de sí mismo. Sin embargo, hubo algo que dijo que me llamó la atención—. Hay un chico bestia que viene una vez al mes. Me imagino que ninguno de los otros boticarios le venderá nada. Ja, ja, ja. Sólo se lleva a casa la harina que le doy, todo agradecido por ello.

—…

El hombre continuó, como si estuviera contando un chiste, —¿Quién haría una medicina real para una persona bestia? Parece que el chico tiene dinero, aunque no lo creas. Siempre paga. Je-je-je —Se rió desagradablemente y en voz alta.

Me giré para mirar al hombre sin afeitar.

—Esa persona bestia…

—¿Hmm?

—…¿Vive fuera de la capital?

—Creo que mencionó algo por el estilo. No me sorprendería que fuera de los barrios bajos. El mocoso es asqueroso.

—¿Cómo se llama?

—…creo que era algo así como Jino? ¿Jina tal vez? Algo así.

Inmediatamente, agarré el cuello del hombre y lo empujé contra un gran árbol.

—¡¿Gah?!

—Te diré cómo se llama… Es Jita. ¿Tienes idea de cómo gana ese dinero con el que te paga? ¿Sabes por qué necesita esa medicina?

El hombre se retorció de dolor y me arañó el brazo.

—¿Qué te pasa, muchacho? ¿Conoces a ese mocoso o algo así? No pudo haber conseguido el dinero por los canales adecuados.

—Así es.

A continuación, lo golpeé contra el suelo tan fuerte como pude. Ni siquiera gritó. En cambio, se retorcía en una agonía silenciosa.

—Me sorprende que seas realmente un boticario”.

—…¿Cuál es tu problema? ¿Qué es lo que… te he hecho? Vi la nota médica. La madre de ese niño nunca mejorará.

—Eso sólo es cierto cuando se trata de tratamientos humanos.

—¡Mira, todo lo que hice fue venderle al mocoso la esperanza, la posibilidad de que su madre sobreviviera!

—Cállate, fraude. Si algo sé, es que no lo hacías con buenas intenciones.

Jita había estado trayendo a este hombre dinero a cambio de harina inútil…

—Pero es una persona bestia. ¿Por qué te preocupas tanto por él? Yo soy el que se pone a ayudar a alguien que no es humano. Eso es lo que hace la gente normal .

¿Acaso la gente bestia era tratada normalmente de forma tan terrible?

—Hace tres años, en la colina de Pickel, en el antiguo ducado de Bardenhawk, cien mil de la tercera división de los ejércitos aliados triunfaron sobre los ciento treinta mil del ejército del Señor Demonio. Atravesamos su línea de frente y aprovechamos el impulso para aplastar al enemigo… Esa es la imagen que todo el mundo pinta de ello. Pero en realidad, esa victoria fue una trampa destinada a atacar nuestros suministros.

Esto había sucedido hace mucho tiempo.

—Al establecer una Puerta, varios demonios lanzaron un ataque sorpresa contra nuestro centro de provisiones. Todas las fuerzas que gestionaban la zona perecieron. Los suministros que debían sostener un ejército durante un mes ardieron en llamas. La unidad más cercana ni siquiera se dio cuenta. En cambio, fue una persona bestia muy alejada del incidente. Se dieron cuenta de que algo iba mal usando sus agudos sentidos antes que nadie. Gracias a ellos, pudimos limitar el número de víctimas. Salvaron la vida de cien mil soldados.

Habríamos tenido que retirarnos temporalmente si hubiéramos llegado demasiado tarde para apagar el fuego. El objetivo del enemigo había sido probablemente perseguirnos durante la retirada.

—Mucha gente del ejército vio a la gente bestia de forma diferente ese día.

—Hmph. Apuesto a que es o fue un robó —coentó el tipo sin afeitar, sonriendo. Le agarré el cuello de la camisa.

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