Koujo Denka (NL)

Volumen 7

Capitulo 2: No Conozco Los Detalles

Parte 3

“¿Qué pasa con la edad, Sui?” replicó. “¿Es por eso que tu prometida te abandonó?”

“¡Cabeza dura!” espetó Sui.

Ah, amistad.

Levanté mi espada en alto y disparé una Esfera Abrasadora hacia la línea enemiga. El hechizo avanzado atravesó sus barreras resistentes al fuego y abrió un agujero en sus filas.

“¡Fuego! ¡Sigue el ejemplo del vicecomandante!” una joven dama caballero, Valery Lockheart, ladró detrás de mí. Hechizos ofensivos de todos los elementos se vertieron en la brecha que había creado, magnificando la confusión y obligando a los rebeldes a retirarse. Sus estandartes los proclamaban como una colección de unidades de segunda fila dirigidas por barones y barones, y su moral estaba baja.

“Yo llamaría a eso una victoria” —murmuré, luego dejé escapar el aliento y envainé mi espada. No se sentía del todo bien, ya que no era mi espada de confianza—Allen la había robado—pero finalmente me estaba acostumbrando.

“¡Lleva a los heridos dentro del Gran Árbol!” ordenó Tomás.

“¡Descanso por turnos!” Sui agregó. “¡Shizuku, averigua quién está herido!”

Sus subordinados reconocieron las órdenes y se pusieron a trabajar. Me preocupé cuando los rebeldes dejaron fuera de combate a Rolo, pero la actuación de la milicia demostró que mis temores eran infundados.

“Bertrand, deberíamos… Oh, casi lo olvido.” Me interrumpí y me rasqué la cabeza. Mi segundo al mando se había quedado en New Town con Allen. Estos días de batalla constante me estaban desgastando.

“Por favor, descansa también, Vice Comandante.

¡Construiremos nuevas fortificaciones mientras no estás!” Valéry me instó con entusiasmo. Estábamos tan presionados que ya no podía permitirme mantener a mi caballero más joven, que llevaba su largo cabello verde pálido recogido en un moño áspero, lejos del campo de batalla. La milicia estaba en la misma situación que su miembro más joven, Shizuku.

Los otros caballeros detrás de ella me miraron, al igual que Toma y Sui. Todos sus ojos transmitían el mismo mensaje: “Descansa”.

“Está en tus manos”, le respondí finalmente. “Avísame de inmediato si detectas movimiento en el campo enemigo”.

Me retiré del puente de regreso al Gran Árbol. A mi alrededor, un flujo constante de gente iba y venía. Pero a pesar de su actividad, todos estaban en sus últimas piernas.

Cuando estalló la insurrección, habíamos levantado nuestras barricadas en la vasta plaza al otro lado del puente del Gran Árbol. Sin embargo, desde entonces, los rebeldes nos habían obligado a retroceder hasta la mitad del Gran Puente. Nuestra primera línea actualmente se encontraba a una distancia considerable del Gran Árbol. Un flujo constante de bajas había reducido a la mitad nuestro poder de combate y privado tanto a mis caballeros como a la milicia de la mayoría de nuestros oficiales. Aun así, no podíamos permitirnos llamar a Shima, del clan de las liebres, al combate activo, excepto como último recurso; nunca hubiéramos podido mantener la línea tanto tiempo si ella no hubiera estado dentro del Gran Árbol, organizando los esfuerzos médicos. Sin embargo, tampoco podría enviar a Karen a la batalla. Era incluso más joven que Valéry.

E incluso en estos apuros desesperados, el consejo de jefes permaneció en silencio.

No llegaron noticias de otros lugares. Ni siquiera sabíamos qué le había pasado a Allen o a quienes se habían quedado con él. Para empeorar las cosas, nuestros enemigos retenían el núcleo de su ejército, obligándonos a desgastarnos luchando contra tropas menores día tras día. Teníamos reservas de agua y provisiones, pero estábamos perdiendo el control de las vías fluviales.

Dejé el camino. Inspeccionando los restos de las góndolas que flotaban en el vasto canal, saqué mi pitillera… luego la volví a guardar. Solo me quedaba uno.

Una risa estridente interrumpió mis pensamientos. “Parece sombrío, Red-sama. Escuché que probablemente te encontraría aquí”.

“Dag”, respondí apáticamente cuando se acercó el ex jefe adjunto del clan de las nutrias.

Me hizo un gesto, así que lo seguí. Conseguimos una mesa y sillas para sentarnos uno frente al otro en medio del ajetreo y el bullicio.

“Esto podría ser suficiente para nosotros”, dijo la vieja nutria abatida, con la pipa entre los dientes. “El jefe del clan de los simios es el único miembro del consejo en funciones que asomó la cabeza por los niveles inferiores, y parecía astuto. Necesito que me hagas un favor”.

“Qué casualidad: estaba a punto de preguntarte lo mismo. Pero primero…” Lancé un hechizo para amortiguar el sonido, aunque no muy bueno. Una vez que nuestras voces ya no eran audibles, miré a Dag. “No puedo guardarte secretos. Nuestra situación militar es desesperada. Necesitamos sacar al menos a las mujeres, los niños, los ancianos y los heridos antes de que caiga el Gran Árbol. Seremos tu retaguardia”.

La vieja nutria reflexionó sobre eso por un momento. “Prepararé algunos botes. Pero con una condición: el favor que mencioné”. Golpeó su pipa sobre la mesa. Vi una profunda tristeza en sus ojos. “Sacaremos de contrabando a los heridos, mujeres, niños… ya todos los miembros de otras razas que se hayan refugiado en el Gran Árbol. Todos los excaciques, diputados y la mayoría de las personas influyentes ya se han puesto de acuerdo. Queremos que vayas con ellos para protegerte”.

“Pero…” Busqué una respuesta.

“Sabes, Allen solo era alto cuando lo conocí”. Dag se rió, ilustrando con sus dedos. La mano que sostenía su pipa temblaba. “No era mucho más alto que Karen, no tenía mucho maná para hablar, y tampoco era un atleta. Y debido a su apariencia, se destacaba como un pulgar dolorido en los distritos de gente bestia. Solía llorar mucho en mi regazo cuando montaba en mi góndola, sollozando sobre cuánto mejor sería la vida si tuviera orejas y cola de bestia”. Hizo una pausa y luego agregó: “Eso queda entre nosotros. Ni siquiera se lo he dicho a Nathan, Ellyn o Karen”.

Asentí levemente. Había buscado en el pasado de Allen después de ese asunto con Gerard, y había leído que las bestias habían sido menos que acogedoras con él durante un tiempo.

Dag se volvió para mirar a lo lejos, hacia New Town. “Pero él nunca se dio por vencido. ¡Trabajó, trabajó y siguió trabajando! Y se metió en la Royal Academy sin ningún respaldo. Me escribió una carta después de aprobar el examen. ¿Qué crees que dijo?

Guardé silencio e invité a Dag a continuar.

“’Estoy verdaderamente agradecido por todas las lecciones invaluables que he aprendido de usted. Espero que algún día me des otro paseo en tu góndola. ¡Hasta que nos volvamos a ver, abuelo Dag!”, recitó la vieja nutria. “No hice nada por él, solo le di algunos paseos en bote. Yo… yo nunca he podido hacer nada por él, pero… pero él… Las lágrimas rodaron por sus mejillas.

“Lloré esa noche. ¡El camarón lo logró! ¡El pequeño Allen, que solía sentarse en mi regazo y escucharme hablar sobre los viejos tiempos, lo hizo bien! Dag se cubrió la cara con una mano temblorosa. “Nunca lo dije, pero él… él era como un nieto para mí. Y… no moví un dedo para salvarlo. Escucha, Red-sama”. La vieja nutria bajó la mano, revelando una mirada de determinación en sus ojos enrojecidos. Me di cuenta de que amaba profundamente a Allen. Y, por supuesto, Allen también lo amaba. “Nos hartamos de escondernos detrás de nuestros hijos y nietos para ganar tiempo extra para nuestros viejos huesos.

¡Hemos tenido más de eso de lo que podemos soportar! Es lógico que ahora sea nuestro turno. Entonces, Su Excelencia, Richard Leinster, cuando llegue el momento, cuide bien de nuestras esposas, hijos, hijas, nietos y todas las personas de otras razas varadas aquí”.

***

Después de separarme de Dag, caminé de regreso al pie del Gran Puente. Estaba pensando que ya era hora de que regresara al frente cuando alguien me llamó: “Richard-sama”.

Me giré para ver a un hombre del clan de los lobos con gafas desgastadas por el tiempo y manchas de hollín metálico en las mejillas: el padre adoptivo de Allen, Nathan. El cansancio y el dolor pesaban sobre él.

Me incliné profundamente. Era lo único que podía hacer.

“Por favor, espera. No olvides que eres el hijo de un duque”, protestó. Luego lo escuché suspirar y me entregó una pequeña placa de metal grabada con un diseño intrincado. “Quería que tuvieras esto”.

“¿A mí?” Pregunté, levantando la cabeza y aceptando el amuleto. “¿No es este uno de los artefactos encantados que por poco salvó la vida de Rolo?”

Nathan asintió levemente. “Es un talismán experimental para protegerse contra la magia. Puede evitar un golpe fatal, pero solo una vez”. Se quedó en silencio por un momento. “Ese es el último que puedo hacer con los materiales que traje aquí”.

“No puedo aceptar esto”, protesté, sobresaltado. “No tengo derecho”.

“Tus caballeros y tú han defendido el Gran Árbol todo este tiempo. Si caes… estaremos condenados. Le he dado los otros a mi esposa e hija.”

Lo que significa que no guardó uno para sí mismo.

Me incliné de nuevo.

“Si todavía tienes dudas”, continuó, “¿escucharías un poco de mis quejas?”.

“Por supuesto”, respondí lentamente.

Nathan se quitó las gafas y miró el Gran Árbol. Por alguna razón, parecía haber más grifos verde mar volando por sus ramas desde el estallido de la rebelión. Por fin, murmuró: “Allen era… un hijo demasiado bueno para nosotros”.

“¿Cómo es eso?” Pregunté, confundido.

Debes haber investigado sus antecedentes. La Casa Ducal de Leinster no podía dejar de investigar a un chico del clan de los lobos tan cercano a Lydia-Ojou. Nathan habló con naturalidad, y el brillo de sabiduría en sus ojos me recordó que estaba entre los mejores artífices mágicos de la ciudad. “Ellyn y yo no estamos relacionados con Allen por sangre. Lo encontramos y lo acogimos. En ese momento, habíamos dejado nuestra tierra natal para vagar por el continente, y solo buscábamos un lugar para establecernos”.

Según el informe que había leído, el linaje de Allen era “totalmente desconocido”.

“La vida en la capital oriental nos trajo paz y tranquilidad. Incluso tuvimos a nuestra hija, Karen. Pero como nuestras vidas eran tan felices, tardamos en darnos cuenta del aislamiento al que se enfrentaba Allen”.

Cita el informe: “Allen sufrió un período de ostracismo tras la muerte de una chica del clan zorro en New Town”. Pero la investigación de mi casa había sido incompleta. ¿Qué podría haber hecho de la muerte un secreto de estado?

“Ellyn y yo no sabíamos qué hacer. Salir de la capital del este hubiera sido lo mejor para Allen. Por otro lado, Karen todavía era muy joven. Al final, decidimos quedarnos”. Nathan cerró los ojos y le temblaron los hombros. “Pero si hubiera sabido que llegaría a esto… ¡Preferiría haber probado suerte en cualquier otra ciudad del reino! Tomé la decisión equivocada”.

La voz de Nathan, suave pero persistente, detuvo a los transeúntes en seco.

“Pasó lo mismo con la Royal Academy. Podría haber avanzado antes a la siguiente etapa de su educación: tenía las calificaciones para eso, y las escuelas en la capital occidental admiten estudiantes más jóvenes. Pero queríamos aferrarnos a su sonrisa todo el tiempo que pudiéramos. Así que lo mantuvimos en el nido, incluso después de que tuvo las alas para volar”.

Lo que significa que podría no haber conocido a Lydia. Supongo que todo dependía de la más mínima posibilidad. ¿O fue el destino?

“No tengo la fuerza de mis antepasados. Ellyn y yo nunca podríamos haber llegado tan lejos si no fuera por ese chico. Nunca podría pagarle, excepto convirtiéndome en su escudo. Y sin embargo, yo…”

“Allen no querría eso. Y muchos soldados te deben la vida”, dije, mirando directamente a Nathan. Parecía a punto de colapsar bajo el peso de su vergüenza. Sin embargo, esas barreras portátiles resistentes a los rayos habían sido idea y obra suya.

De repente, sonrió. Lo hizo parecerse mucho a Allen. “La supervivencia de ningún padre vale la vida de su hijo. Estoy seguro de que el mundo está lleno de personas que piensan diferente… pero no me moveré. ¡Los padres viven para amar y proteger a sus hijos! Al menos, así es como creo que debería ser”.

La audiencia de Nathan asintió en silencio.

“Esto es solo una suposición”, dije, “pero creo que simplemente quería pagarte por todo lo que has hecho por él”.

Siguió un largo silencio. Luego, Nathan repitió: “¿Él quería… pagarnos?”

“Sí. Él ama a sus padres, a su hermana y a toda su familia de bestias con todo su corazón, y quería hacer todo lo posible para pagarte todo lo que le diste. Estoy seguro de que siente lo mismo por mi hermana. El prejuicio contra las bestias sigue siendo fuerte en la capital real, pero ella lo ha apoyado desde su examen de ingreso a la Royal Academy. Creció siguiendo tu ejemplo. De eso, no tengo ninguna duda.”

Pero eso no significa que te dejaré libre cuando termine esta guerra, Allen. Tienes un futuro brillante por delante, te guste o no. Me niego a dejarte morir.

“Mantente orgulloso”, continué, colocando una mano sobre el hombro de Nathan. “¡No has hecho nada malo! Estoy seguro de que sin ti, él no habría podido seguir adelante hasta donde lo ha hecho. Richard Leinster siempre estará orgulloso de haber luchado aquí junto a Allen del clan de los lobos”.

Nathan lloró cuando, entrecortadamente, respondió: “Gracias”.

“¡Vicecomandante!” Valery gritó desde el Gran Puente. La urgencia en su voz era inconfundible. “¡Actividad en el campo enemigo! ¡Están ondeando los estandartes de los guardias Algren y la Casa de Zani! ¡Incluso Grant Algren puede haberse unido a sus filas!”

“¡Entendido!” Le devolví la llamada, fingiendo serenidad. “¡Valery, alerta a Shima también!”