Youjo Senki (NL)

Volumen 9

Capítulo 1: Erosión

Parte 1

Los habitantes de la capital se creen cuerdos.

Sorprendentemente, también se atreven a pensar que son los sensatos.

Carta personal del Salamander Kampfgruppe, tras pasar la censura.

29 DE JUNIO, 1927 DEL AÑO UNIFICADO, CAPITAL IMPERIAL BERUN

Un rail más vías es igual a ferrocarril. Al igual que el Camino Real o las calzadas romanas de antaño, son las arterias de los Estados. En la actualidad, los ferrocarriles son aortas de acero que atraviesan enormes distancias, unen ciudades entre sí y, por supuesto, la patria con el frente de guerra.

El ferrocarril destaca por conectar puntos críticos y facilitar la circulación de mercancías y ciudadanos. Y lo que es más importante, une orgánicamente en un Estado-nación entidades que de otro modo serían dispares.

Para el Imperio, una potencia militar terrestre, no podía haber mejor método de transporte en tiempo de guerra que el ferrocarril. Una infraestructura resistente y fiable es la piedra angular de cualquier maquinaria bélica.

Eso es lo que hace del ferrocarril la fuente de nuestro poder.

Así que llamar a la puerta de entrada de la capital imperial Berun, la Estación Central, el corazón que bombea vida a través de su red de vías y trenes podría incluso quedarse corto.

Después de todo, el nivel de tensión al que se somete regularmente este sistema sería demasiado para un cuerpo de carne y hueso. Sólo puede sostenerse con un corazón de acero, ferrocarriles arteriales y un núcleo densamente poblado que funcione a vapor.

Por lo que Tanya puede ver a través de la ventanilla del vagón de pasajeros, que entra lentamente en la estación, el flujo de trenes que llegan, de pasajeros que suben y bajan y de gente que se despide de ellos no tiene fin.

Aunque no está a la altura del lenguaje florido que aparece en el periódico que acaba de arrojar a un asiento vacío con disgusto… la escena habla sin duda de la “fuerza del Imperio”.

La mayor parte de la carga que se está cargando deben ser suministros militares. Prueba sucinta de que este Estado, el Imperio, envía constantemente suministros al frente y los recibe de las fábricas.

La vista del bullicio fuera de la ventanilla de primera clase es la misma de siempre.

“Supongo… que he vuelto.”

Las palabras, profundamente emotivas, escapan de los labios de Tanya en un murmullo silencioso.

… Qué afortunado giro de los acontecimientos que pudo abandonar el frente oriental antes de que llegara la estación seca, trayendo consigo la reanudación de las grandes operaciones de combate. Aunque los encarnizados combates continúan sin tregua en el frente oriental, el ejército mantiene al menos el mínimo de enviar unidades de vuelta para su reorganización y descanso.

Por eso, incluso el veterano Lergen Kampfgruppe ha tenido la oportunidad de volver a casa para recuperarse y reabastecerse. Tal vez el Teniente General Zettour nos está cuidando más de lo que pensaba.

Como si tal cosa fuese posible. Tanya sonríe irónicamente. “Nuestras pérdidas son demasiado elevadas para ser ignoradas. Y teniendo en cuenta la cantidad de equipo pesado que tenemos que reemplazar, no tiene nada de especial que nos roten.”

Algunos equipos pesados deben transportarse por separado, por lo que los capitanes Ahrens y Meybert se ven abrumados por la documentación de embarque y los formularios de requisición, lo que demuestra que la burocracia no deja de trabajar en nuestra reorganización en el país de origen.

Sabiendo que eso significa separarse de los gritos de los soldados de la Federación, de sus asaltos interminables y de su arsenal extrañamente bien blindado, hasta mis belicistas deben de estar contentos de meterse en algo de papeleo para variar.

Un ligero golpe en la puerta interrumpe esos pensamientos. Quien solicita la entrada es la Teniente Primero Serebryakov.

“¡Coronel, hemos llegado!”

Radiante mientras entrega su informe, la ayudante de Tanya parece increíblemente feliz por alguna razón. Tal vez sería más exacto decir que está despreocupada.

“Por fin en casa.”

“Sí, ha pasado tanto tiempo desde la última vez que estuvimos en la capital. Por fin hemos vuelto.”

La voz de su subordinada es alegre, pero está claro que Tanya no está de tan buen humor como para devolverle la sonrisa.

“Este regreso a casa tiene su propia cuota de problemas. La diferencia de temperatura entre el frente y la retaguardia puede volverme loca.” Tanya señala significativamente el periódico que acaba de tirar a un lado mientras continúa. “Cuando leí esto, no lo entendí en absoluto.”

“… Cierto, las cosas se han complicado un poco.”

“Teniente, es una forma de bondad llamar a esta gente por lo que realmente son: idiotas. No sé quién censuró esto, pero aparentemente la gente de la retaguardia no tiene ni idea de cómo es el mundo real.”

Mientras viajábamos en el tren que nos alejaba de la capital, una parte de mi mente se había cegado por la idea abstracta de la seguridad en la retaguardia, a pesar del peso de lo que Zettour me había contado.

Sólo después de ojear el periódico que se vendía en el tren, me di cuenta de que tenía que revisar mis expectativas.

“No puedo creer las tonterías que corren por la retaguardia. Es asombroso.”

Nos ha tocado jugar con los Comunistas en un saliente en las líneas más adelantadas, así que supongo que era inevitable un vacío de información que recuerda al de Urashima Taro.

“En el frente, tan lejos de la civilización, no hay acceso fácil a las publicaciones periódicas ni a las noticias. Pero leer una ahora me hace sentir como si me estuviera volviendo loca. ¿La guerra me quebró, o los de la retaguardia perdieron la cabeza en algún momento mientras yo no miraba? ¿Qué opinas?”

“… Ah… ja-ja-ja-ja.”

“¿Cómo puede alguien hablar de la superioridad del Ejército Imperial en el este con cara seria? Según este reportero, estamos disfrutando de tres comidas calientes de carne y abundante sopa cada día en el frente oriental… ¿Dónde demonios estaba yo cuando eso ocurrió?”

Seguro que hasta mi ayudante lo entiende. La censura sólo permite informar de la versión oficial de los hechos.

“Quizá deberíamos invitar a los censores a una visita. No me importaría dejarles ver cómo son nuestras comidas por un día.”

No habrá más que problemas a menos que empiecen a enfrentarse a la realidad.

Por supuesto, Tanya no necesita que nadie le diga que los periódicos de guerra son irremediablemente parciales y están repletos de propaganda.

Además, sé desde hace tiempo que, por lo general, acaban siendo excesivamente patrióticos o desesperadamente belicistas debido a la ingenuidad de los censores. Aunque hacía tiempo que no tenía un

periódico en mis manos, creo que entré con una idea decente de lo que me esperaba.

Pensé que simplemente tendría que leer entre líneas. Para cualquiera con un poco de sentido común, la verdad debería ser evidente.

Excepto que no lo era.

Si hubiera sido un artículo con un tono inaceptable, habría sido desagradable pero aun así tolerable. Al fin y al cabo, cómo interpretar la verdad es cuestión de la conciencia y la inteligencia de cada uno. Hay que respetar la libertad de pensamiento.

Eso está muy bien.

Si eso fuera todo, no habría ningún problema.

La descripción de las comidas hizo que todo el artículo pareciera un informe del cuartel general. Cuando incluso las descripciones de los logros imperiales y el estado general de la guerra llenan la página de medias verdades, me entran ganas de gemir, independientemente de quién esté mirando.

En el momento en que el periódico cayó en mis manos, estuve a punto de romperlo de rabia, pero en lugar de eso se lo lancé a mi desconcertada subordinada y llamé al ordenanza de guardia para exigirle: “O traes sopa caliente y carne para todas mis tropas, o me reúnes todos los periódicos de este tren.” La respuesta natural fue una montaña de periódicos.

En otras palabras, no habría una gran comida en el futuro. Al reunir todos los periódicos del tren, cualquiera que observara a Tanya describiría probablemente su expresión como un ceño temible. Una cara perfecta para desembarcar en la supuestamente agradable retaguardia.

“Teniente, la propaganda se supone que persuade a los demás, ¿no?”

“Ummm, sí.”

“Bueno, parece que en algún punto del camino, los propagandistas empezaron a creer su propio material inventado. Esto es lo que significa estar más allá de la salvación.”

La idea de cultivar un espíritu de perseverancia para apoyar el esfuerzo bélico no es una mala idea en sí misma. Pero cualquiera que regrese del frente casi seguro que tendrá un par de cosas que decir después de leer artículos que afirman que les daban tres comidas calientes al día y toda la carne que podían comer.

“Haaah.” Un pesado suspiro se le escapa a Tanya mientras se levanta de su asiento.

“… Siento aburrirla con mis quejas.”

“No, la disparidad entre el estado de ánimo en el frente y en la retaguardia es muy palpable… Entiendo cómo se siente, señora.”

Entre la sonrisa cortés y la forma de responder, la ayudante de Tanya sabe realmente cómo llevarse bien con la gente. En otras palabras, es capaz… pero no todo el mundo es igual.

Los subordinados de Tanya también son humanos. Es decir, son individuos únicos. Incluso las nueces de guerra vienen en diferentes sabores. Tal vez por eso…

“Ah.” Dice, recordando algo. “Mi vida sería mucho más fácil si todos fueran tan listos como usted, Teniente. Asegúrese de que todos en el Kampfgruppe estén debidamente informados antes de salir.”

“Sí, señora.”

Justo cuando Tanya responde: “Bien”, oye una ovación desde fuera del vagón. Los soldados deben de estar emocionados por pisar su tierra por primera vez en mucho tiempo.

Comprendo muy bien ese sentimiento.

“Parece que todo el mundo ha desembarcado. También deberíamos ponernos en marcha.”

Tanya es una oficial que regresa del frente, por lo que sus efectos personales están en su equipaje de oficial, mientras que cualquier botín que pudiera haber contado como recuerdo del frente oriental está empaquetado con el resto del equipo del Kampfgruppe.

Lo único que le queda por hacer es recoger su bolso.

Luego, ignorando el escalón, un poco alto dada su estatura, Tanya salta a la plataforma, plantando sólidamente los pies en suelo patrio.

La amada patria.

La segura retaguardia.

Es lo que todo el mundo anhela.

Por supuesto, Tanya no es una excepción. Cada día de ausencia le parecía mil años, e incluso veía este momento en sus sueños.

“Disculpe, ¿es usted parte del Lergen Kampfgruppe? Er, ¿puede dirigirme a un oficial?”

“¿Hrm? Usted no es parte del Estado Mayor, ¿verdad?” “Soy del Reichsbahn… ¿Podemos hablar?”

“Lo dejo en sus manos, Teniente.”

Dejo que mi ayudante se encargue, y vuelvo a sumirme en mis pensamientos. Me he distraído con la idea de tres comidas calientes, pero demasiadas otras cosas requieren mi atención. Sin embargo, en el frente oriental, el tan crucial tiempo libre había escaseado desesperadamente.

La preparación nace de la redundancia. Para lograr el máximo rendimiento, hay que perseguir tanto la eficiencia como la redundancia.

Precisamente porque no tengo que preocuparme por un ataque enemigo, puedo pensar con claridad.

Por supuesto, no estoy impulsando un proyecto que merezca la pena, ni planificando los recursos humanos con vistas a un futuro esperanzador, ni siquiera ideando una estrategia de marca corporativa que contribuya a la sociedad; no, estoy dedicando todo mi tiempo a reflexionar sobre una guerra absolutamente improductiva.

Qué desperdicio de trabajo intelectual. El hecho de que sea inevitable es especialmente detestable.

Es muy sencillo empezar una guerra. Cualquier tonto puede hacerlo disparando una sola bala.

Basta con mirar a Sarajevo.

Incluso un hombre sabio puede morir a consecuencia de una estupidez sin sentido. Y al tonto responsable rara vez le importan las consecuencias. Precisamente porque están tan descerebrados son capaces de apretar el gatillo en primer lugar.

Desde tiempos inmemoriales, las personas con convicciones inquebrantables han soñado con armarse de valor e iniciar a regañadientes una guerra justa. Un idiota demasiado seguro de su rectitud y ebrio de su marca personal de justicia está seguro de causar muchos problemas al mundo.

Es muy sencillo: una carrera de ratas entre los imbéciles que actúan como bufones y los limpiadores que tienen que limpiar el desastre que dejan.

La Teniente Coronel Tanya von Degurechaff se encuentra en la plataforma militar de la capital imperial con un único pensamiento en la cabeza: Cuando una persona se convence de que es la única cuerda que queda, ¿qué tipo de pañal debe tener a mano?

Esto no es una guardería. ¿Por qué debería preocuparme por este tipo de cosas? A pesar del ceño fruncido, cuando recuerdo la ansiedad que me producían los calcetines en el frente oriental, me resigno a la idea de que el trabajo siempre se deslizará en direcciones inesperadas.

“… Bueno, maldita sea, esto es pesimista incluso para mí.”

Me las arreglo para no suspirar delante de las tropas, pero he estado acumulando tantas preocupaciones que estoy casi convencida de que mi mente está experimentando un calentamiento global. Al menos no tengo que preocuparme de que me apliquen un impuesto sobre el carbono.

Sacudiendo la cabeza y levantando la vista, Tanya se da cuenta de que su ayudante regresa. El personal que se mueve con tanta urgencia es difícil de encontrar.

Pero el informe que se apresura a traer no es bueno.

“Coronel, el Estado Mayor despachó camiones para nosotros, pero… aparentemente están retrasados.”

“¿Qué?” Tanya revierte su ceño parcialmente fruncido. “Ah, no importa. Gracias, Teniente. Entonces podemos esperar aquí.”

Ni que decir tiene que la impuntualidad es inexcusable. La puntualidad es esencial para el buen funcionamiento de cualquier empresa. Y en el ejército, es prácticamente una ley. Pero estamos hablando del Estado Mayor. Presumiblemente, hay una razón por la que están atrasados.

Molestar a la gente que trabaja duro no cambiará nada.

Cualquiera que culpe al mensajero de las malas noticias es estúpido, inepto o irresponsable; en cualquier caso, son tontos aptos para el pelotón de fusilamiento.

Dejando eso a un lado, es hora de ponerse manos a la obra.

“Teniente, vea si el Reichsbahn tiene algún lugar específico donde quieran que esperemos. Somos un grupo grande. Si nos quedamos en la plataforma, estorbaremos.”

“Sí, señora. ¿También debo proceder a enviar nuestra carga?”

“Por mí, bien. Y si es necesario, también empieza a hacer los preparativos para conceder el permiso a las tropas. Eso incluye la emisión de los documentos pertinentes.”

No hay que perder el tiempo. Tenemos que hacer lo que podamos cuando podamos.

“La mayor parte probablemente tenga que pasar por el Estado Mayor, pero al menos confirmemos con el Reichsbahn que hay asientos para la gente que viaja a casa. Una cosa es decir que hay suficiente espacio; otra es saber realmente si podremos acomodar a nuestra gente en los trenes.”

“Entonces miraré primero los trenes de larga distancia.”

“Hmm. Por ahora, probablemente podamos hacer que los soldados lo soliciten ellos mismos. Si es por permiso, incluso los que odian el papeleo probablemente rellenen los formularios correctamente.”

Yo también quiero tiempo libre. Tengo que entregar mi propia solicitud.