Dungeon Busters (NL)

Volumen 2

Prologo: Limitándose A Vigilarlo

Los soldados luchaban por parejas, rechazando oleadas y oleadas de criaturas que nunca habían visto. Como no tenían armas, no había más remedio que blandir sin cesar sus puños.

“¡Carajo! ¡Soy un puto soldado! ¿Qué carajo se supone que debo hacer sin una maldita arma?”

Más y más “monstruos” fantásticos comúnmente representados en la animación japonesa continuaban vertiéndose a través del pasaje de adelante. Un soldado tras otro sucumbió ante la abrumadora cantidad. Aunque les habían prometido 10.000 dólares de paga por riesgo, la vida no tenía precio. Los soldados golpearon sin cesar a los enemigos que saltaban hacia ellos, maldiciendo todo el tiempo a los altos mandos. Después de recibir varios golpes, los monstruos se convertían en humo y dejaban caer pequeñas piedras negras. De vez en cuando, incluso podía haber una carta. La misión de estos soldados era recoger estas piedras y cartas, pero el peligro era demasiado grande. Y sobre todo, ninguno de estos hombres tenía un interés personal en la batalla.

“¡Capitán, señor! ¿Permiso para retirarse?”, gritó uno de los soldados con desesperación.

Si esto hubiera sido en el teatro de operaciones de Oriente Medio, podrían haber llamado al mando por radio para pedir permiso. Sin embargo, se trataba de una dimensión totalmente separada, sin posibilidad de contactar con los de la superficie. Era el oficial al mando presente quien debía decidir cosas como cuándo retirarse. Viendo lo insostenible de continuar el combate cuerpo a cuerpo con semejante desventaja numérica, el capitán se decidió.

“¡Muy bien, nos retiramos! ¡Rick, Hauser, ustedes dos lleven a los heridos! ¡Anson, Johnny, traerán la retaguardia conmigo! Tendremos que ganar tiempo para que todos se alejen. ¡Apúrense!”

Todos los soldados llevaban camisas y chalecos a prueba de puñaladas, pero a varios de ellos les habían arrancado con saña las orejas o la nariz. Aunque la hemorragia era bastante grave, por suerte, ninguna de las heridas parecía mortal. El grupo emprendió la retirada, dejando a los miembros de cuerpo grande con los golpes más potentes protegiendo su espalda. Sin embargo, el número de enemigos era mucho más de lo que tres personas podían manejar. Poco a poco se iban encerrando y la retirada empezaba a parecer imposible.

En ese momento, otro escuadrón se acercó por detrás. Los dos cambiaron de lugar, y el nuevo escuadrón retomó la lucha mientras el primero se desprendía finalmente con éxito.

***

“¡Envíen más soldados! ¡Dígales que cualquiera que traiga una poción recibirá una medalla!”, gritó un dictador de cierto país de África, con su saliva volando por todas partes.

Los que habían entrado en la mazmorra del país habían descubierto una misteriosa habilidad llamada “Ranuras”. Resultó que Ranuras podía generar las llamadas panaceas que superaban con creces lo que la medicina moderna era capaz de hacer. No hacía falta ser un genio para predecir que tales productos alcanzarían precios altísimos en el mercado negro.

Este dictador, que necesitaba un buen flujo de divisas para comprar sus lujosos condominios, coches deportivos y relojes de marca, se había dado cuenta de que era mucho más eficaz acumular riqueza a través de las mazmorras que exprimirla de sus pobres ciudadanos.

“¡Niños! ¡Ancianos! ¡No me importa! Sólo hay que arrojar a las mazmorras a tantos como sea posible y hacerlos luchar.”

La vida de su pueblo no significaba nada en la mente de este dictador. Como en todos los países pobres, cada familia de su país tenía cinco o seis hijos como mínimo. La gran mayoría de ellos estaban tan hambrientos que con gusto arriesgarían sus vidas sólo para tener un tazón de congee de maíz. Los niños eran desechables. No es que tuvieran una larga vida por delante de todos modos.

“¡Jejeje, puedo comprar muchas más armas y tanques, más que suficientes para aplastar a esa molesta resistencia! Entonces invadiré los otros países y finalmente haré mía toda África.”

El dictador se quedó mirando las numerosas cartas de poción que tenía en la mano, con la mente envuelta en sueños de sangre y conquista.

***

Mientras todos los países que veían la aparición de esos espacios subterráneos llamados “mazmorras” dentro de sus fronteras despachaban sus ejércitos para investigar, explotar e interactuar de alguna manera con esas mazmorras, un hombre y una chica simplemente deambulaban dentro de una mazmorra ubicada en cierto país sudamericano.

“Esto es trigo. ¿Esas extrañas criaturas dejan caer comida cuando mueren?”

“Mm. Debe haber mucha gente muy hambrienta por aquí.”

El hombre agarró el garrote en su mano y lo hizo caer sobre la cabeza del monstruo que se abalanzaba sobre él. Habían pasado varios días desde que pisó por primera vez este espacio. Al principio, lo había pasado muy mal debido al hambre, pero eso ya no era un problema. Comer las manzanas que dejaban caer los monstruos era más que suficiente para mantenerlo. Se había enterado de la verdad de este espacio y del futuro condenado del mundo por la chica. Desde entonces, luchaba como un poseso. Su cuerpo adelgazó drásticamente, pero sintió que el poder aumentaba en proporción inversa. Después de pasar varios días aquí abajo, había regresado a la superficie para abastecerse de agua y ropa y luego volvió a bajar. Hizo girar las ranuras, obtuvo una nueva armadura y siguió luchando. Hacía tiempo que había dejado de contar el número de monstruos que había masacrado.

“¿Tengo razón? ¿O me equivoco?”, murmuró el hombre repetidamente en voz baja mientras deambulaba por la mazmorra como un fantasma.

Finalmente, encontró las escaleras que llevaban al siguiente piso. Los monstruos eran cada vez más fuertes y difíciles de enfrentar, así que invocó más monstruos que había obtenido a través de las ranuras. Poco a poco, su “ejército” de monstruos fue creciendo.

“¡Hihihi… hihihihi!”

El hombre había empezado a volverse loco. Y, sin embargo, la chica no dijo nada, limitándose a vigilarlo.