Kajiya De Hajimeru (NL)

Volumen 1

Capítulo 4: ¡Encargo! Dos Espadas Cortas, Por favor

Parte 3

¡Es implacable! Pero no tenía ninguna razón para negarme. Ya habíamos amueblado la habitación de invitados e incluso habíamos comprado sábanas. También acabábamos de volver de la ciudad ayer, así que habíamos repuesto las provisiones de comida. Me imaginé que querría ver algo en concreto, pero no pensaba preguntarle por sus motivos.

Volví a mirar a Samya y a Rike; ambas me dedicaron discretos gestos. Suspiré en silencio.

—Tú ganas. Puedes quedarte.

—¡Sí! ¡Justo lo que quería oír! —exclamó Helen y me dio una palmada en el hombro. Me dolió un poco, pero me recordó que estaba tratando con una mercenaria conocida.

Sin más dilación, acompañé a Helen a la habitación de invitados.

—¡¿Vives hasta aquí, pero tienes una habitación de invitados?! —hubo algo más que la sorprendió aún más—. No puedo creer que tengas una cama tan elegante…

Parecía que rara vez había visto camas para huéspedes con cabeceras adecuadas y estanterías incorporadas, ni siquiera en posadas bastante lujosas. Una cama ornamentada podría estar fuera de lugar en una cabaña de mala muerte como la nuestra, pero ¡ésta era mi manera de demostrar mi hospitalidad! Esperaba que lo aceptara como el gesto que era, sin hacer preguntas.

Había aceptado su encargo de dos espadas personalizadas, pero la tarea no era algo que pudiera hacer sin más. Sería mejor usar mi tiempo para cumplir con el pedido permanente de Camilo hoy. Por supuesto, quería que Samya nos ayudara.

Sospechaba que no íbamos a poder hacer tantos artículos como de costumbre. Sin embargo, la última vez habíamos vendido bastante a Camilo, así que no debería haber problemas…probablemente. Además, no conocía a nadie más que a él que nos hubiera enviado a Helen, y si ese fuera el caso, no debería tener ninguna queja. Si nos concentramos durante el resto del día, deberíamos ser capaces de hacer la cantidad mínima de productos necesarios para nuestra próxima visita.

Nos pusimos a trabajar. Samya hizo el molde y fundió las cuchillas. Rike y yo nos encargamos de pulir la superficie de las espadas, fijar su forma y afilar los filos. Éramos una máquina eficiente y bien engrasada, concentrándonos en nuestras tareas individuales en perfecto silencio.

Samya estaba ahora completamente acostumbrada al trabajo. A este ritmo, podría enseñarle a utilizar mejor el martillo y a aplanar el metal.

Mientras tanto, Helen se sentó cerca del taller y observó nuestra rutina. No tenía nada que hacer, pero parecía disfrutar viendo cómo se materializaban las espadas a partir del metal en bruto, una tras otra. Se quedó mirando todo el tiempo sin emitir una sola queja.

Antes de que se pusiera el sol, conseguimos fabricar un buen número de espadas cortas y largas. Mañana empezaría a trabajar en las espadas personalizadas de Helen.

Para la cena, decidí preparar una comida más extravagante de lo habitual. Al fin y al cabo, íbamos a recibir a nuestro primer invitado y quería ir a por todas.

Mientras comíamos, Helen nos contó la historia de su viaje por el bosque.

—De camino hacia aquí, ¡pasé junto a este enorme ciervo! No podía creer lo que veían mis ojos.

—Aaah, has visto un ciervo árbol. Son realmente enormes —coincidí.

Eran más grandes que la mayoría de la fauna del bosque y representaban una sólida amenaza, sólo por su tamaño. No querías acabar en el lado equivocado de su cornamenta.

—Una cosa más —continuó Helen—, también vi un oso en la distancia.

Al oír las palabras de Helen, Samya se puso inmediatamente rígida. Es probable que Helen captara la incomodidad de Samya—como se espera de una mercenaria entrenada—porque hizo una mueca de perturbación y preguntó:

—¿Cuál es el problema?

—Una vez la atacó un oso y casi pierde la vida en la pelea —expliqué, resumiendo los acontecimientos de aquel fatídico día.

Ahora que lo pienso, tampoco le había contado la historia a Rike, pero no parecía sorprendida. Tal vez ella y Samya lo habían discutido antes.

—Así que eso es lo que pasó… Si hubiera estado completamente armada, podría haber sido capaz de derribarlo —la respuesta de Helen fue inexpresiva y perfectamente seria. Le hice un gesto para que se callara y le dije en tono de reproche:

—No deberías hacer nada tan imprudente. Ahora todos somos amigos aquí. ¿Y si vas a enfrentarte al oso y ocurre lo impensable? Seríamos nosotros los que encontraríamos tu cuerpo… Ni siquiera me atrevo a pensar en ello.

Helen me miró con un vago aire de perplejidad, pero asintió con un: “Lo entiendo”.

***

Empezamos el día siguiente con nuestra rutina matutina habitual: desayunamos todos juntos y luego nos distribuimos. Rike y yo íbamos a pasar otro día en la forja, y le pedí a Samya que saliera a recoger hierbas medicinales y frutas, ya que hoy no tenía ninguna tarea en la que pudiera ayudar.

En cuanto a Helen, quería observar el proceso de forjado, pero de todos modos necesitaríamos dos días para terminar las espadas, así que le sugerí que fuera con Samya a explorar la zona hoy y que luego viniera a vernos en la forja mañana. Helen aceptó fácilmente, en contra de mis expectativas. Tal vez fuera porque el bosque había despertado su interés en su viaje hasta aquí, o tal vez fuera de las que prefieren estar siempre en movimiento.

Mientras las dos se dirigían a la salida, Samya sermoneó a Helen sobre los peligros de caminar por el bosque. No pude evitar sonreír al verlas juntas porque ya parecían muy amigas. Casi podrían haberse confundido con hermanas, aunque eran de razas diferentes. En mi imaginación, Samya era la hermana mayor y Helen la menor. ¡Qué familia tan interesante harían!

Rike y yo nos trasladamos a la forja. Mientras me arremangaba para prepararme para el día que me esperaba, declaré:

—¡Sin más preámbulos, es hora de hacer el primer modelo personalizado de esta Forja! Voy a poner mi corazón y mi alma en esto —me sentía más apasionado que de costumbre.

En primer lugar, seleccionamos suficientes planchas de nuestra reserva para una espada corta, y luego calentamos ese metal en el abrasador lecho de fuego. Una vez que se calentó por completo, Rike lo sacó y martilló la placa hasta que se hizo más fina y larga. Cuando le pareció lo suficientemente larga, marcó una línea en el centro de la placa con un cincel y luego dobló el metal en la costura que acababa de crear. Después, volvió a calentar y martillar, lo que hizo que el metal fuera aún más largo.

Una vez que le dio la forma adecuada, me tocó a mí.

Haciendo uso de mis trucos y conocimientos instalados, me aseguré de que el metal fuera perfectamente uniforme en todo el proceso. Cuando templé la hoja al final del proceso, quería que la espada resultara sólida pero no quebradiza. Mientras trabajaba, también tenía en mente el estilo de lucha de Helen.

Ahora que había terminado de dar forma a la hoja, esperé a que se enfriara antes de volver a martillarla, lo que aumentó la solidez de la espada. A continuación, utilicé una herramienta—parecida a una lima o un cepillo—para pulir la superficie hasta que quedara brillante.

Para la empuñadura, iba a unir una varilla metálica a la hoja. Esto requería cierto cuidado por mi parte; cuando conecté las dos piezas, tenía que asegurarme de que la espada no se rompería después en esa unión.

Calenté la varilla y la uní a la hoja con el martillo, asegurándome de poner toda mi concentración en la tarea. La espada recibió un último calentamiento en el lecho de fuego, centrándose específicamente en la unión entre la hoja y la empuñadura. El metal había adquirido una forma definitiva de espada, y una vez que estaba a la temperatura perfecta, lo retiré del fuego y lo sumergí inmediatamente en agua para enfriar y apagar el metal.

Ahora que había terminado de forjar la espada, quería probar su durabilidad. Aseguré la nueva hoja en su sitio y traje una de las espadas cortas básicas que había hecho el día anterior.

Agarré la hoja básica y lancé un gran golpe contra el modelo de espada corta de Helen.

*¡Clang!*

El agudo sonido resonó en la forja. La espada que empuñaba había hecho un contacto perfecto con la espada personalizada, pero ésta no tenía ni un solo rasguño. La golpeé unas cuantas veces más, pero su superficie seguía sin tener ningún rasguño. Parece que ha pasado la prueba.

Pero por otro lado…

—Supongo que ya no podré vender esta espada corta —me lamenté, mirando el modelo básico que tenía en la mano.

Cuando la inspeccioné detenidamente, me di cuenta de que la hoja estaba mellada en varios lugares. Sólo era un modelo básico, así que no me sorprendió que la hoja se hubiera desgastado rápidamente. En ese momento, Rike se volvió hacia mí, haciendo una pausa en su propio trabajo con un cuchillo.

—¿No puedes afilar el filo o volver a martillar la hoja? Quedaría como nueva.

—Eso puede ser cierto desde el punto de vista de la calidad, pero violaría mis principios estéticos poner en circulación una espada que ya he usado —expliqué, antes de añadir—. Por supuesto, eso no cuenta cuando pruebo la espada justo después de hacerla. Volveré a martillear ésta y la usaré yo mismo como arma personal.

Me permití el lujo de no tener que comprometer mis ideales porque, por suerte, teníamos suficiente dinero en este momento. No éramos ricos ni mucho menos, pero era suficiente para nuestro día a día. La historia hubiera sido diferente si estuviéramos escasos de dinero, pero yo también esperaba poder mantener mis convicciones de aquí en adelante. Se lo dije a Rike, y ella se rio.

—No me sorprende oírte decir eso. Eres uno de esos artesanos testarudos, ¿verdad, jefe?

—Tal vez —respondí, devolviéndole la broma con una sonrisa sarcástica.

Estaba un paso más cerca de mi estilo de vida ideal. El progreso despertó en mí una pequeña pero muy real sensación de placer.

En cualquier caso, la espada personalizada había superado la prueba de durabilidad, así que ahora tocaba dar los últimos retoques. Sólo tenía que dar un último pulido a la parte plana de la hoja y afilar el filo. En cuanto a la empuñadura, calenté y di forma a un protector para la empuñadura, y luego lo uní al cuerpo de la espada. Toda la empuñadura estaba envuelta en cuero que había recogido de uno de los ciervos árboles que Samya había cazado.

Para rematar mi primera espada personalizada, cincelé mi insignia, un Gato Regordete Sentado, en el pomo de la espada. Levanté la espada por encima de la cabeza. El metal reflejó las llamas parpadeantes del lecho de fuego y toda la espada pareció brillar.

—¡La primera! —grité.

Mientras recordaba los golpes que había intercambiado con Helena y la forma en que ella blandía sus espadas, le di a esta nueva hoja unos cuantos golpes experimentales. La espada corta era más ligera de lo que parecía, y se adaptaba perfectamente a mi mano.

Rike me miró fijamente todo el tiempo que estuve probando la espada, inquieta, y parecía que iba a explotar en cualquier momento.

—¿Puedo verla?

—Por supuesto —dije y le entregué la espada.

Rike lo examinó con tanta atención que parecía que no quería pasar por alto ni un solo átomo de la composición. La giró en todos los sentidos e incluso la balanceó ligeramente unas cuantas veces, absorbiendo cada pequeño detalle.

—¿Qué tal la calidad? —pregunté.

—Ningún herrero promedio podría hacer algo de este calibre. Ni siquiera un herrero bastante hábil sería capaz de acercarse a tu nivel —respondió—. Perdóname por mencionar tu pasado, pero sólo quiero decir que el pueblo nórdico sufrió una gran pérdida el día que te fuiste, independientemente de las circunstancias que rodearon tu ida.

—Esa es una evaluación de alto nivel.

Me miró con una cara perfectamente seria.

—Eso es la que se merece. No hay ni una pizca de duda en mi mente.

Bueno, por supuesto, no era una espada ordinaria. Había aprovechado toda mi habilidad al hacerla, igual que cuando hice el cuchillo que partió el tronco en dos. No había forma de que esta hoja se acercara a lo normal.

A diferencia del cuchillo, había dado prioridad a la durabilidad al hacer esta espada. Si golpeara una roca con ella, el filo cortaría la superficie, pero no partiría la piedra en dos. Por supuesto, incluso ese nivel de afilado ya desafiaba el sentido común.

Puedo hacer una espada capaz de atravesar un peñasco si así lo deseara. Hoy me he dado cuenta de ello mientras ponía en práctica todas mis habilidades trampas y los datos instalados para forjar la espada corta de Helen.

Sin embargo, había una limitación: podía forjar una espada que fuera extremadamente duradera o muy afilada, pero no ambas cosas a la vez. Esa era la limitación inherente del acero, y mis trucos no podían cambiar esa realidad. Pero en cierto modo, la limitación era un alivio y no un obstáculo. Gracias a ella, era libre de hacer modelos personalizados con el acero.

¿Cómo lo digo? Si consiguiera un material del que pudiera extraer tanto la durabilidad como el filo—por ejemplo, mithril u orichalcum—tendría que replantearme realmente mi alma antes de sentirme cómodo haciendo cualquier arma verdaderamente poderosa. Es poco probable que una sola espada haga estragos en la escala del universo, pero sin duda podría considerarse un peligro desde la perspectiva de una pequeña región. No estaba preparado para soportar la carga mental y emocional de que cualquier cosa que hiciera se convirtiera en un arma de guerra estratégica.

—¿Qué ocurre? —me preguntó Rike, con una expresión de preocupación en su rostro—. Pareces disgustado.

—No, no es nada. No estoy disgustado; sólo estaba pensando.

La tranquilicé con una sonrisa y le tendí la mano para acariciarle el cabello con suavidad. Estuve a punto de perderme en pensamientos angustiosos, pero gracias a Rike pude volver en mí.

Satisfecho con haber terminado una espada del par, decidí dar por terminado el día. La segunda espada gemela podríamos dejarla para mañana. Rike también había terminado el cuchillo en el que había estado trabajando.

Habíamos apagado el fuego y habíamos empezado a limpiar la forja cuando Samya y Helen volvieron de su cacería.

—¡Hemos vuelto! —Samya gritó.

—Bienvenidas a casa. ¿Cómo les ha ido?

—Hmmm —meditó y se detuvo a pensar—. Supongo que bien.

Helen dejó un cesto lleno de hierbas antifebriles y antisépticas, así como algunas frutas parecidas a la manzana y la frambuesa.

—Me parece una buena colecta —dije.

—Esto no es nada comparado con lo que puedo reunir cuando la temporada es adecuada —Samya se limitó a refunfuñar ante eso.

—Bueno, las hierbas son una cosa, pero la fruta se estropea rápidamente, así que más de esto se desperdiciaría. Creo que esta es la cantidad perfecta para nosotros. Gracias —dije, tratando de reconfortarla.

—De todos modos, Eizo, eso no es lo importante ahora —lo dijo con una expresión inusualmente seria. Me enderecé y le presté toda mi atención. Luego me miró a los ojos—. Los lobos estaban más inquietos que de costumbre hoy. Ahora estoy bastante segura de que Helen vio al oso negro.

Genial. Una preocupación más que añadir a mi plato.

—Lo tengo —acepté—. pero por ahora, vamos a comer.

Teníamos la mezcla habitual de platos, pero las manzanas—o sus primos—también estaban en el menú de hoy. La fruta fresca añadió una capa de lujo a nuestra comida.

En realidad, las frutas no se parecían a las manzanas por su aspecto, pero su sabor era idéntico. Sin embargo, no eran tan deliciosas ni dulces como las manzanas criadas selectivamente en la Tierra. De todos modos, me sentí reconfortado por el sabor nostálgico, aunque no era como si hubiera comido manzanas todos los días en aquella época.

Las mujeres charlaban sobre las manzanas mientras comíamos.

—Hay ocasiones en donde muerdes una de estas y termina siendo agria y es como ¡Qué agrias!  —dijo Samya.

—Tienes razón —comentó Rike—. Cuando era pequeña, solía intentar adivinar cuáles eran las agrias.

—Yo igual —Helen también expresó su acuerdo—. No me gustan las comidas ácidas.

Y yo que pensaba que el que había tenido ya estaba bastante agrio… Tal vez debería tratar de cocinarlos en su lugar. El calor probablemente suavizaría algo de la acidez.

Terminamos la cena con esta animada conversación de Samya, Rike y Helen sobre las frutas. Por lo visto, en este mundo también había frutas parecidas a las mandarinas y a las sandías. Un día de estos, vería si podía pedir algunas a Camilo.

***

Al día siguiente, Rike y yo íbamos a pasar otro turno de forja en el taller, y Samya iba a salir a cazar. Podía tomarse un descanso de vez en cuando si quería. Su rutina semanal podría ser algo así: cazar, forjar, recolectar, cazar, forjar, visitar la ciudad, descansar. También había planeado originalmente tomar días de descanso—¡supongo que tenía que recordarlo a partir de ahora!

Helen nos observaría hoy desde el taller. Ayer ya habíamos hecho una espada, así que podíamos ahorrarnos la prueba y error. Confiaba en que pudiéramos realizar una actuación fluida y pulida.

Y así, empezamos. Dicho esto, el proceso fue más o menos el mismo que el de ayer, quitando algunos experimentos, así que no voy a repetir todos los detalles. Con todo lo que habíamos aprendido al hacer la primera espada, pudimos terminar la segunda tres horas antes. Helen nos observó atentamente de principio a fin.

—Lo hicieron parecer tan fácil —murmuró agradecida cuando terminamos. Rike se adelantó para interrumpir el cumplido, presumiendo.