Kajiya De Hajimeru (NL)

Volumen 1

Capítulo 1: Mi vida Comienza En Otro Mundo

Parte 3

En las cuatro décadas de mi primera vida, mi mal sentido de nombramiento era la única debilidad de la que no había tenido oportunidad de librarme. Debería haber hecho que el Vigilante lo arreglara, pero era demasiado tarde para recordarlo ahora.

—Aunque no te guste tu nombre, tu familia te lo puso —dije después de que Samya se recompuso de su ataque de risa—. Además, creo que te queda bien.

—Oh, um, gracias —respondió. De vuelta a Japón, había un dicho: “El cuervo que llora ya ríe”. Sin embargo, en este caso sería: “El tigre que ríe ya es tímido” sería más preciso.  Básicamente, significa que el estado de ánimo de una persona cambia rápidamente.

—Muy bien, voy a rellenar nuestro suministro de agua. Está lejos de la cabaña. ¿Estarás bien por tu cuenta? —pregunté.

—Antes que te vayas… —ella interrumpió.

—¿Hmm? ¿Qué sucede?

—Todavía no me has dicho tu nombre.

—Oh, cierto. Soy Eizo Tanya —en mi antigua vida, me había presentado al revés. Eizo es mi nombre.

—Suena del Norte. Tienes nombre de familia y todo.

—Si tú lo dices.

Según los datos geográficos, en este mundo, la región similar a Asia estaba en el Norte, no en el Este. Los habitantes que viven allí se hacen llamar Nórdicos.

—Mi culpa, no quise entrometerme. Los nombres Familiares son raros aquí.

—Está bien. No te preocupes —dije—. Supongo que ya habrás adivinado por qué estoy montando mi forja en un lugar tan apartado como éste.

En este mundo, era raro que un hombre con “Apellido”—es decir, un hombre de una línea familiar establecida—se trasladara a otra región del mundo, y nada menos que para trabajar como herrero en un bosque remoto. Era impensable que alguien de tal estatus eligiera para sí la vida de un recluso.  Samya había atado cabos y había sacado sus propias conclusiones sobre mis antecedentes.

—Parece que tú también lo tienes difícil —dijo Samya en tono de camaradería.

—A mí me va bien —por ahora, al menos—. ¿Puedes ayudarme y usar sólo mi nombre?

—No hay problema, Eizo.

—Gracias, Samya.

Dejé que Samya descansará en la cama para ir a buscar agua. Era un bien vital ya que era la base de toda la vida. Planeé volver al lago con dos jarras de agua vacías de tamaño medio que había encontrado en la cabaña. Colgaban de los dos extremos de una vara para el hombro y tenían cuerdas ensartadas en la boca para facilitar su transporte.

—Parece bastante pesado —murmuré, pero era una tarea necesaria para allanar el camino hacia una vida lenta. Podría haber hecho que Samya me ayudará, pero se enfadaría si no fuera capaz de levantarlas. Así que me armé de valor y me cargué el bastón sobre los hombros.

En contra de mis expectativas, las jarras eran ligeras. No eran ligeras como una pluma, sino que pesaban lo mismo que un gran cubo de plástico de mi antiguo mundo. ¿De qué tipo de cerámica estaban hechas?

—Espera, eso no es todo…

Las jarras no eran ligeras; sólo eran fuertes. ¿Había juzgado mal al Vigilante que esa era la cantidad mínima de fuerza que necesitaría para sobrevivir en este mundo, o tal vez…? Deje esa pregunta para otro momento. Ahora mismo, tenía que recolectar agua, así que me dirigí al lago.

El viaje duró unos 30 minutos de principio a fin entre el tiempo de viaje y el llenado de las jarras. A partir de ahora, volvería todos los días. Los recipientes nunca se me hicieron demasiado pesados de llevar, a pesar de su volumen. No había duda de que podía levantar más que antes.

Cuando volví a la cabaña, desayuné con Samya una sopa de tofu y carne seca. Después, la llevé al dormitorio para que descansara y se recuperara, antes de dirigirme a la forja.

Allí encontré la respuesta a por qué era ahora tan fuerte.

Pensé en lo que debía intentar forjar primero y me decidí por un pequeño cuchillo. Un proyecto más grande me habría llevado más tiempo, y mi memoria muscular necesitaba la oportunidad de sincronizarse con los datos y experiencias de la herrería instalada. Pensé que debía empezar con una serie de objetos pequeños.

—Pero antes de eso, necesito un poco de magia —dije.

Conjure fuego para encender el horno y la hoguera respondió rápidamente a la magia. El lecho de carbón comenzó a arder y una luz roja intensa brilló entre los trozos de carbón. Sabía que la hoguera haría circular automáticamente las llamas que había producido para mantener una temperatura estable en el horno, pero no sabía exactamente cómo funcionaba. Como era de esperar de un objeto mágico, supongo. Menos mal no tuve que fabricar el fuego desde cero.

Con la fragua en marcha, dirigí mi magia hacia el soplador. Me imaginé bombeando energía a través de mi cuerpo, e invoqué un viento que salía de mis palmas. Era sólo una brisa momentánea, nada tan potente como para hacer volar a una persona. Al igual que la fragua, el soplador tomó el hilo de mi magia y empezó a funcionar—utilizó mi viento como combustible sin necesitar más intervención manual por mi parte.

Manipulé mi magia e hice funcionar la fragua y los sopladores para aumentar lentamente la temperatura del fuego, cada vez más caliente. Pensaba utilizar las barras de hierro de 4 cm de ancho y por 1cm de grosor del almacén de materias primas. Supuse que me las habían proporcionado gratis. Agarré una con las pinzas y la introduje en la olla de fuego.

—Creía que estaba preparado, pero esto es realmente sofocante —dije para mí mismo.

A 800°C, el hierro empezó a cambiar de color. Sin embargo, tenía que estar aún más caliente antes de que se volviera maleable, así que era natural que el aire cerca del horno estuviera ardiendo. Estaba empapado de sudor, así que me quité el chaleco de cuero. Aun así, me quedé con la camisa de algodón para protegerme de las chispas.

Utilizando el soplador, avivé el fuego para elevar aún más la temperatura, lo suficiente para calentar el hierro. Cuando el metal alcanzó la temperatura perfecta, lo saqué y comencé a golpearlo con el martillo. En ese momento, me di cuenta de la cantidad de músculo que se necesita como herrero.

—Ahora lo entiendo —dije con una sonrisa en la cara.

Las chispas saltaron en el aire por la fuerza de mis golpes mientras daba forma al hierro. Era exactamente igual que en los vídeos que había visto en mi vida anterior.

¡Qué emoción experimentarlo por mí mismo! Quería que tuviera la forma de una espada japonesa, pero no intentaría que fuera tan delicada. Cuando la barra tenía más o menos la forma correcta, la dejé enfriar mientras comía.

Mientras Samya y yo comíamos, le pregunté si había alguna ciudad cercana. Me dijo que había una, a un cuarto de día de viaje, aunque ella misma rara vez salía del bosque. Un viaje de ida y vuelta era técnicamente posible en un día, pero no sería un paseo.

Después de comer, obligué a Samya a volver a la cama para que descansara más y volví al trabajo. Cuando volví el fuego se había apagado y enfriado considerablemente. La alimenté con más carbón para volver a subir la temperatura, algo que todavía tenía que hacer manualmente.

A estas alturas, estaba en la parte final del proceso de forja. Los Herreros japonés tradicionalmente trabajaban de noche para poder determinar la temperatura exacta del fuego por su color. Sin embargo, como mis habilidades de herrero hago trampa, podía discernir la temperatura incluso cuando todavía había luz en el exterior. Una vez que la hoja se había calentado a la temperatura adecuada, fui a apagarla en agua fría para endurecer el metal. Para mi primera vez, quería que el filo y el dorso de la hoja se endureciera de manera uniforme, así que no cubrí ninguna parte con arcilla como habría hecho para el temple selectivo.

Cuando sumergí el cuchillo en el agua, un fuerte silbido llenó la habitación. Era similar al sonido producido por una sartén caliente sumergiéndose en el agua, pero varias veces más fuerte. sentí que el cuchillo se enfriaba en mi mano y después de un rato, lo volví a sacar. Un ligero vapor se enrolla alrededor del metal. Para el toque final, afilé la hoja en una piedra de afilar.

La pieza inaugural de mi forja ya estaba terminada. No había planeado utilizarla para nada en concreto, así que no había hecho una empuñadura con protección y había dejado la empuñadura sin templar. Tendría que envolverla con cuerda antes de usarla, pero lo importante era que lo había terminado.

Lo siguiente que quise comprobar era que tan afilado era la hoja. Aunque no tenía un uso específico para él, quería asegurarme de que cortaba cosas—después de todo, ése era el objetivo de un cuchillo. Cogí un tronco como mostrador improvisado y puse un manojo de paja encima.

Había cortado con el cuchillo hacia abajo.

El haz de la paja se separó…junto con el tronco.

¡¿Eh?! ¿Qué demonios acaba de pasar?

El cuchillo que había hecho como prueba cortó todo el camino a través de un tronco…eso fue un poco…de hecho, muy difícil de aceptar. ¡Era mi primer cuchillo! Claro, mis habilidades provenían de una trampa, y hay que admitir que me había esforzado más para mi primer proyecto, pero, aun así, este resultado era difícil de tragar. El cuchillo parecía casi un objeto mágico. De hecho, probablemente estaba demasiado afilado; podría herir de verdad a alguien.

¿Y si no fueran mis habilidades para fabricar cuchillos sino mis habilidades para manejarlos las que fueran de primera categoría?

Tuve que experimentar para averiguarlo.

Recuperé el cuchillo que había utilizado ayer para cortar la ropa de Samya y lo probé con la misma paja y el tronco. La hoja hizo un corte limpio en la paja, pero el tronco no sufrió daños. Mi nuevo cuerpo parecía poseer cierto grado de destreza con las espadas—¿o debería decir destreza con los cuchillos?—pero esto era una prueba de que el cuchillo que había fabricado era realmente de otro nivel.

En la Tierra, llamaríamos a esta situación “usar un mazo para romper una nuez”. Nadie en su sano juicio iba a comprar un cuchillo que rebanara la tabla de cortar junto con su carne. Sin embargo, el cuchillo tenía potencial como arma. Los cuchillos normales sólo eran eficaces contra un oponente sin armadura—la mayoría ni siquiera podía cortar el cuero. Mi cuchillo no tendría problemas contra el cuero, aunque el metal podría ser suficiente para detenerlo.

De todos modos, no tenía previsto vender este cuchillo. Había resultado mejor de lo que había previsto, pero lo había hecho como producto de prueba y era del lado más pequeño. Decidí conservarlo para la defensa personal.

Hice una funda para el cuchillo con el tronco que había partido accidentalmente. Corté dos tablones del tronco, que tenían el grosor del cuchillo y una forma ligeramente mayor. Tallé los centros, pegué los dos lados y coloqué una pieza de cuero sobre la embocadura. Era una funda sencilla, pero ahora podía llevar el cuchillo conmigo.

En el siguiente experimento—mi objetivo era probar y ver si todo lo que hacía era de esta calidad. Por favor, que la respuesta sea no.

Decidí hacer tres cuchillos, ligeramente más grandes que el que acababa de terminar, del tamaño de un cuchillo de supervivencia. Sin embargo, pondría diferentes cantidades de esfuerzo. El primero lo haría con el mismo esfuerzo que mi otro cuchillo; en el segundo, recortará algunas esquinas; para el tercero, aflojaría completamente. Cogí tres hojas de metal, encendí el horno y me puse a trabajar.

Los tres cuchillos me llevaron el resto del día para darles forma. Opté por terminarlos y probarlos por la mañana. Ahora era el momento de despertar a Samya de su siesta prescrita por el médico.

—Oye, es hora de cenar —dije—. ¡Levántate!

Gimió y se dio la vuelta en la cama, agitando las sábanas. Su voz sonaba algo erótica.

—El sueño es importante, pero también lo es la comida. No te sanaras si no comes. Vamos, despierta.

Le quité las sábanas y me encontré con una Samya completamente desnuda.

Así que era de las que duermen sin ropa… Ups, yo tendría más cuidado la próxima vez.

—¿Cuándo se hizo tan tarde? ¿Y por qué todavía me siento tan cansada? He estado literalmente dormida todo el día —se levantó con dificultad.

—Eso es natural después de una lesión grave. Es el mecanismo de supervivencia de tu cuerpo para conservar energía y evitar el exceso de movimiento mientras el cuerpo se recupera y repone la sangre perdida —respondí.

—Whoa, eres una enciclopedia andante.

—Nada de eso —era sólo el conocimiento combinado que tenía de dos mundos diferentes.

La habitación se había quedado a oscuras, así que cogí una lámpara. Era la primera vez que la usaba porque ayer me había dormido demasiado pronto para necesitarla. Por suerte, también era un objeto mágico, así que podía encenderlo con mis habilidades más básicas—sólo tenía que concentrar mi energía. Después de un momento, la magia salió de mí y llegó a la lámpara. Junto con la magia del fuego y del viento, ésta era la última de mis principales habilidades mágicas.

—¡¿También puedes hacer magia?! —Samya exclamó.

—Sólo lo básico —dije.

—Las grandes familias son otra cosa… —dijo asombrada.

Incluso tener el mínimo de habilidad mágica era raro. No estaba segura de lo extensa que era la magia, pero sabía que la gran mayoría de la gente no podía usarla.

Nos movimos a la sala para cenar. Añadí algunos tubérculos a la sopa que había sobrado del desayuno y la calenté. Alimentar a una boca más redujo la cantidad de comida, pero aún quedaba bastante. Por supuesto, no duraría más de un mes o dos. Tendría que buscar la manera de ganar dinero antes de que se acabara la comida, ya sea vendiendo mis productos en la ciudad más cercana u ofreciendo servicios de reparación. Sin embargo, no quería viajar antes de que Samya estuviera curada. No sería capaz de dormir si le ocurriera algo durante mi ausencia, sobre todo porque ya le había salvado la vida una vez.

Hablamos un poco mientras comemos. Ambos evitamos instintivamente hablar de nuestros pasados. Ella me habló de su vida cotidiana y yo recordé los paisajes de la Tierra. Me emocionaba mucho ver las imponentes montañas con sus picos siempre nevados. Ese tipo de información no iba a revelar nada importante.

Después de la cena, nos despedimos para ir a la cama. Acabé durmiendo en el escritorio del estudio, pero ya estaba acostumbrado a ello por mi trabajo de programación. Samya había insistido en que debía ser ella quien durmiera en el estudio, pero yo me opuse. Ella seguía recuperándose. Fin de la discusión.

Se retiró de mala gana al dormitorio, y así mi segundo día llegó a su fin.

◇ ◇ ◇

La mañana siguiente transcurrió de forma muy parecida. Me levanté, preparé el desayuno y desperté a Samya para que comiera. Calenté una ración de agua para que Samya se limpiara y luego me dirigí al lago a por más.

Cuando llegué a la orilla, pensé que debía darme un chapuzón. Salté al lago, con el agua salpicando a mi alrededor.

—¡Eyahhh! —grité conmocionado tras salir a la superficie.

El agua estaba mucho más fría de lo que esperaba—¡Estaba prácticamente helada! Pero, en cierto modo, era refrescante, sobre todo después de un día entero de sudar en la forja. Una vez que me sentí lo suficientemente limpio, volví a la cabaña con las jarras de agua llenas.

Lo primero que tenía que hacer era terminar mi experimento de los tres cuchillos. Continué donde lo había dejado y calenté los cuchillos a la temperatura adecuada. Los enfríe rápidamente para fijar su forma, afilé mínimamente sus filos y envolví sus mangos con un cordón de cuero. Me aseguré de variar mi esfuerzo para cada cuchillo, igual que cuando les di forma el día anterior.

Cuando terminé, ya era mediodía. El momento perfecto. Le pediré a Samya que me ayudé con el resto del experimento durante el almuerzo.

—Samya, ¿Puedes ayudarme después de comer? —pregunté.

—Claro —aceptó fácilmente—. Pero no sé nada de herrería.

—Está bien. Sólo necesito otro par de manos —dije.

—Muy bien. Ayer me pasé todo el día en la cama, así que tengo mucha energía.

—Te lo agradezco.

Cuando terminamos de comer, entramos juntos a la forja y le expliqué el procedimiento.

—He preparado tres cuchillos. ¿Puedes cortar estos fajos de paja con ellos, empezando por el de la derecha? Quiero probar lo afilados que están.

Quería separar las distintas capacidades del corte de los cuchillos, y no quería que interfiriera ninguna habilidad con la espada de la que había sido dotado. Si la hoja en la que más había trabajado cortaba la madera con Samya empuñando, podía estar seguro de que se debía a la calidad del cuchillo.

—Está bien, es sencillo —dijo ella.

Samya se sentó en el taburete de trabajo (dicho: tronco de árbol) y colocó el primer fajo de paja sobre el mostrador de troncos. Agarré el cuchillo que estaba más a la derecha—el que menos esfuerzo me había costado—y lo hizo caer con ganas. El fajo se deshizo, acompañado del suave sonido de la paja al caer. Sin embargo, ese cuchillo apenas arañó el tronco y sólo había cortado la paja.

—¡Wow, increíble! —exclamó—. ¡Tienes habilidad, Eizo!

—Gracias —respondí—. Ahora prueba el del medio.

—Lo tengo —dijo, pero con ánimos.

Seleccionó el siguiente cuchillo, el que no era tan bueno, con mucho ánimo. Cuando cortó un nuevo manojo, la paja se deshizo de nuevo con un suave crujido. Este cuchillo también mordió profundamente el tronco, pero no lo partió del todo.

—Hmmm, nada mal —comenté.

—¿Nada mal? ¿De qué estás hablando? ¡¡¡Esto es increíble!!!

Me alivió el entusiasmo de Samya. A juzgar por su reacción, no era necesario que me esforzara al máximo en la herrería. Un esfuerzo medio era suficiente. También me alegró mucho escuchar sus cumplidos, pero puse cara de póker porque no quería desencadenar sus agudos sentidos.

—Prueba el último.

—Oh, de acuerdo. Seguro —su entusiasmo vaciló contra mi fría fachada. Levantó el cuchillo con el que había trabajado seriamente y cortó el último manojo de paja.

El cuchillo se había hundido hasta la mitad del tronco, pero esta vez no hubo ningún crujido de la paja. Estaba completamente silencioso.

—¿Huh? —Samya lo dijo desconcertada.

—Saca el cuchillo —le indiqué.

—D-De acuerdo —cuando levantó el cuchillo, las mitades del fajo y del tronco se deslizaron lentamente. Era como una escena sacada de un manga o anime—. ¿Q-Qué acaba de pasar?

—Cálmate —dije—. Es peligroso que entres en pánico ahora mismo.

Salió de su asombro y miró hacia mí.

—Ah, t-tienes razón. T-Tienes razón —estaba aturdida—. Mi error…

—No te preocupes. Siento no habértelo explicado antes —respondí.

Por supuesto, cualquiera se sorprendería al ver cómo un cuchillo parte en dos un tronco. Yo también me habría sorprendido si no hubiera sospechado de antemano lo que iba a ocurrir.

Estos resultados confirman mi hipótesis: el truco me había dado habilidades de Herrero de primer nivel y la capacidad de fabricar objetos de primera clase.

—Bueno, supongo que no podré vender el tercer cuchillo —dije.

—¿Qué? ¿Por qué? —dijo Samya, sorprendida.

—Quizás si fueran espadachines, pero por lo demás, este cuchillo es demasiado peligroso para vendérselo a personas normales, Piénsalo—¿Qué pasaría si se lo vendiera a una familia normal y corriente y un día a la madre se le resbalara de la mano mientras prepara la cena? Podría perder un dedo.

La gente de aquí tampoco utilizaba tablas de cortar. En su lugar, cortaban las verduras y la carne sujetándose con las manos. Al parecer, las tablas de cortar eran más comunes en el norte.

—Oh, tienes razón —dijo ella. Parecía decepcionada.

—No estaría mal venderlo a alguien que supiera manejar una espada.

—Entonces dámelo.

—¿De verdad? —pregunté—. ¿Lo quieres?

—S-sí. Cuando estoy cazando, me facilitaría mucho el desollado y la limpieza de los animales.

—Muy bien entonces. Es tuyo.

Ya tenía el primer cuchillo que había hecho. Además, sería una pena que este cuchillo se desperdiciara, y prefería que lo tuviera Samya antes que un extraño.

—¡¿Seguro?!

—Sí, no me importa, pero tendrás que esperar un poco —dije—. Haré una vaina para ella cuando tenga algo de tiempo entre la fabricación de artículos para vender.

—¡Increíble! No me quejaré—reconozco una buena oferta cuando la veo.

—Bien, te lo devolveré pronto.

—¡Woohoo!

Era casi como intentar domesticar a un animal salvaje con comida. De hecho…ella ya vivía aquí, así que ya estaba bien metida en ese trayecto.

En cualquier caso, después de ver los resultados de mi experimento, ahora sabía en qué dirección debía llevar mi herrería; en lugar de hacer algo extraordinario, me centraría en la creación de objetos cotidianos. Podría tomarme mi tiempo, hacer cosas en dos o tres días, y aceptar también trabajos de reparación aquí y allá. Cantidad sobre calidad. Por supuesto, no iba a ignorar por completo la calidad. Quería que los clientes salieran satisfechos, así que me aseguraría de que todas las cuchillos y herramientas que forjara estuvieran más afilados que la media.

Durante los cuatro días siguientes, elaboré una serie de cuchillos y espadas cortas, además de azadas, hoces y hachas. No tuve que dedicarles mucho tiempo; puede que la rapidez fuera parte del truco, o tal vez fuera un efecto secundario de no tener que esforzarme mucho. Forjé algunos objetos de gran calidad para mi propio uso, pero en su mayor parte, sólo aspiraba a una calidad superior a la media.

Mientras yo trabajaba, Samya descansaba obedientemente. Evitaba moverse demasiado, e incluso cuando me ayudaba con mis experimentos de precisión, se lo tomaba con calma y no utilizaba mucha energía.

¿Se había debilitado por la falta de ejercicio?

Por curiosidad, le pregunté al respecto y me contestó: “Cuanto más rápido mejore, más rápido podré jugar con tus cuchillos”.

Tendría que hacer algo bonito la próxima vez, para no defraudarla. Además, me gustaban los cumplidos, incluso los indirectos.

A la mañana siguiente, Samya y yo estábamos comiendo juntos como de costumbre. Hoy, sin embargo, tenía que hacer un gran anuncio.

—¡He decidido tomarme un descanso hoy! —estaba agotado.

—Uh, de acuerdo —dijo Samya, apagada por mi entusiasmo.

Eran mis primeras vacaciones en este mundo. Ni siquiera había pasado una semana completa, pero la idea de unas vacaciones en sí era nueva para mí. En mi anterior trabajo apenas me había tomado tiempo libre. Una vez, incluso había trabajado 45 días seguidos sin fines de semana ni vacaciones. Poco antes de venir a este mundo, mi empresa había dejado de obligarnos a hacer horas extras peligrosas, pero no había sido por preocupación por el bienestar de los empleados, sino simplemente para evitar responsabilidades legales.

En este mundo, ya no estaba sujeto a un horario de trabajo de cinco días laborables a la semana. Podía hacer descansos cuando quisiera. Además, no tenía que preocuparme por agotar mis días de vacaciones pagadas. ¿A quién le importa que Samya piense que soy raro? Con estas ventajas, habría estado loco si no me hubiera entusiasmado.

Tenía un plan en mente para el día, pero no quería presionar demasiado a Samya ya que todavía tenía los puntos puestos. Le pedí su opinión.

—Quería hacer una exploración por los alrededores. ¿Te apetece?

—Claro, creo que puedo arreglármelas, pero…

—¿Pero…? ¿Hay algo que te preocupa?

—Todavía estamos en su territorio. Mis heridas se están curando, pero siempre hay una posibilidad de que nos ataquen de nuevo —lo dijo en voz más baja que de costumbre.

¿Ese oso seguirá vagando por la zona? Eso sí que sería peligroso.

—Daremos la vuelta a la primera señal de peligro —lo prometí—. Sólo quiero conocer mejor nuestros alrededores. Ahora mismo estoy más perdido que un bebé.

—Muy bien —dijo—. Acepto.