Mahou Shoujo Ikusei Keikaku (NL)

Volumen 9

Capitulo 8: ¿Nuestras Vidas Reales Son Satisfactorias?

Parte 1

 

 

Esta historia esta ambientada tiempo antes de los sucesos del Proyecto de crianza de chicas magicas Jokers.

***

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“Últimamente no ha habido ningún trabajo bueno.” Dijo con un suspiro. Las otras tres chicas presentes habían estado mirando los menús y discutiendo con expresiones serias: “Este sabe mal.” “Este en realidad está bien.” Se giraron para mirar a la que hablaba, Kafuria.

“¿Qué quieres decir con un buen trabajo?” Preguntó una de sus compañeras.

Kafuria resopló y tomó un sorbo de su taza. Su café ya estaba completamente frío. “Bueno, un trabajo por el que puedes conseguir mucho dinero, por supuesto. ¿Qué otro tipo hay?”

“Dinero, hmm… ¿Pero qué tal algo un poco más extravagante…?

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¿Qué tal un trabajo en el que conozcas a alguien?”

“¿Un encuentro? Ya he tenido bastante con los hombres.” Las tres compañeras sonrieron. Kafuria tiró el paquete de azúcar vacío que había junto a su plato, haciéndolo volar hasta la esquina de la mesa.

“Estás muy hastiada, Kafuria.” Comentó su otra compañera. “¿Puedes culparme?”

“En serio, sin embargo, se trata de conocer a alguien.” Dijo su primer compañera. “Si puedes casarte con un rico, entonces eso resuelve tus problemas de dinero, ¿no? Aunque sé que no vas a conocer a nadie, Kafuria.”

Kafuria estaba a punto de dejar su taza con bastante fuerza, pero entonces se tomó un momento para morderse ligeramente el labio antes de colocarla con suavidad en su platillo, que era algo grande. Si utilizaba más fuerza, rompería tanto la taza como el platillo y, en el peor de los casos, también la mesa. Si eso ocurriera, ya no se les permitiría estar aquí.


Este lugar, una cafetería de cosplay en cierta prefectura de cierta ciudad, Hora del Té Mágica, prestaba disfraces a los clientes, pero no decía nada sobre si se podía llevar el propio. Sin embargo, tampoco lo prohibían. Ofrecían algunas aclaraciones sobre el código de vestimenta, como “dentro del rango del sentido común” o “exceptuando cualquier cosa obscena”. Gracias a que estas normas eran tan difusas y vagas, las chicas mágicas podían utilizar subrepticiamente este lugar mientras estaban transformadas. Este era el único lugar que encontrarían, incluso si buscaban en todo Japón. Sería un desperdicio que les prohibieran la entrada al café.

Entre todo el revoltijo de decoraciones había cadenas de papel, estanterías con peluches y figuritas, y carteles de anime que se emiten esta temporada, así como algunos de hace diez e incluso veinte años. Las chicas disfrazadas de anime sonreían con los clientes, y el dueño, con bigote y moño, limpiaba los platos en silencio. Las chicas mágicas se mezclaban aquí y allá entre la clientela. Aunque los clientes y el personal podían pensar: “Qué cosplay tan increíble” o “¿Qué pasa con ese disfraz?”, nunca lo decían en voz alta. De vez en cuando, se les preguntaba a las chicas si estaba bien hacerles una foto.

Haciendo una pausa, una vez calmada, Kafuria continuó. “Hasta yo he conocido a uno o dos hombres. Pero la última vez fue hace dos o tres años, cuando me colé en una fiesta del Departamento de Relaciones Públicas.”

“¿Hace dos o tres años? Eso es hace bastante tiempo, ¿no? Y nada desde entonces…” Comentó la chica de la coleta.

“Entiendo que quieras hacer un comentario sarcástico, pero escuchemos primero la historia de Kafuria. Entonces, ¿qué pasó?” Preguntó la chica enmascarada.

La música de fondo que sonaba en la cafetería pasó de ser el tema de apertura de un anime de batalla a la canción final de una comedia romántica. Con esa suave balada de fondo, Kafuria comenzó: “Un hombre que realmente parecía un tipo del mundo del espectáculo se esforzaba mucho conmigo. No paraba de lanzarme cumplidos clichés, como: ‘Tienes una belleza tradicional de la que carecen las frívolas chicas mágicas del anime; realmente mereces que te llamen la chica mágica de Japón’. Cuando pregunté por él después, descubrí que era una persona bastante importante. Dijeron que no era del Reino Mágico, más bien una figura del entretenimiento.”

“Ohhh, vaya. Así que te hablaba tipo: ‘Eres la ídolo de la próxima generación’.” Exclamó la chica enmascarada.

“Bueno, fue bastante cauteloso, sin embargo. Como: ‘Tal vez usted no es muy adecuado para el anime’.”

“¿Qué diablos se supone que significa eso?”

“Quiero decir, ¿crees que soy adecuada para un anime?”

“Oh… Um, tal vez no te sientas como el nuevo éxito de masas.”

“Pero dijo que quería conocerme mejor y quería mi número.” “Bueno, supongo que podría llamar a eso… un tipo que es honesto en muchos aspectos.”

En la cara de Kafuria había una sonrisa. Como la mayor parte de su rostro estaba oculto tras un velo, las otras chicas sólo podían determinar que sonreía por sus labios. “Le di un número falso.”

“¿Eh…? ¿Por qué hiciste eso?”

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“Se oyen muchas historias en las que empiezas a salir con un hombre que te halaga como chica mágica, pero luego, cuando ve cómo eres en forma humana, te trata como un fraude y te deja. ¿Me equivoco?”

“Ahhh… Sí, tienes razón.”

“¿Pero no crees que es el tipo de buena persona que no se consigue tan a menudo? No tienes que mostrarle tu cara como humano.”

“No intentes que los demás hagan algo que tú no puedes.” Dijo Kafuria. “Oh, hablar de cosas desagradables me da sed. Perdóneme, mesera. Me gustaría añadir un ‘Batido del Fin del Mundo’ a mi pedido.”

Cuando la mesera disfrazada trajo un vaso y lo puso sobre la mesa, alguien se lo arrebató rápidamente a Kafuria. Con su gigantesco afro, extrañamente plateado, en extraña combinación con el típico disfraz de chica mágica, esta chica destacaba más que nadie en la cafetería, inclinando hacia atrás el batido de una manera elegante que chocaba con su sentido de la moda.

Al ver cómo le robaban su bebida, los labios de Kafuria se torcieron con desagrado. “Auro, ¿por qué te llevas el batido que he pedido?”

“¿Hmm? ¿No lo has pedido para mí?”

Las otras dos chicas de la mesa se rieron al mismo tiempo mientras observaban el intercambio de Kafuria y Auro. Kafuria hizo un mohín. En realidad no estaba tan enfadada como actuaba, y  las otras lo entendieron.

Ese día habían venido cuatro chicas mágicas. Todas ellas eran autónomas, chicas mágicas de carrera no afiliadas a ninguna organización que se ganaban la vida en el negocio de las chicas mágicas.

“No hay nada más ridículo que intentar que un hombre te apoye en esta industria.”

La chica mágica Kafuria: su habilidad le permitía saber quién de un grupo sería el primero en morir. Cuando le contaba a la gente sobre su magia, siempre se mostraban perturbados. Cuando sólo era eso, estaba en el lado bueno: no era raro que la gente huyera o le gritara. Personalmente, le gustaba su traje, que era del estilo de los atuendos de luto, pero cuando iba a eventos elegantes, destacaba de mala manera.

“Eso son cosas que te dices a ti misma cuando ya ha pasado. Deberías haber salido con él de inmediato.”

La chica mágica que llevaba una máscara de zorro en un lado de la cara, Kokuri, utilizaba magia para mover monedas a voluntad. Sin embargo, sólo podía controlar una moneda a la vez y, además, no podía hacerla ir más rápido que el paso rápido de un humano. Básicamente, no podía utilizar su poder más que para manipular un kokkuri-san — un tablero de Ouija— como quisiera, pero al ser sorprendentemente supersticiosa, Kokuri dijo: “Si hiciera algo así, me maldeciría.” Y no lo utilizó para mal.

“Tengo una especie de sensación de uvas agrias.”

Negino, cuyo cabello verde se ataba en coletas con pinzas en forma de cebolla verde, era una chica mágica de estilo cebollero que siempre estaba en lo más alto en los eventos relacionados con la cebolla, pero parecía que tales eventos sólo eran necesarios una vez al año. Ella misma insistía en que su magia —generar el olor de las cebollas verdes—, era más útil que nada cuando se quería disfrutar del olor de las cebollas. Eso, y las réplicas del grupo al respecto, era una de sus bromas habituales.

“Una chica mágica saliendo con un humano normal no es más que un problema.”

Auro, que lucía un gran afro plateado, tenía simplemente un afro mágico. Su protección mágica evitaba que su cabello se estropeara. Se metía en el cabello pequeños objetos, como su teléfono mágico y sus útiles de escritura, y los sacaba cuando los necesitaba, y aun así su afro mantenía una forma perfecta. Sólo la gente que la rodeaba, no la propia Auro, consideraba que el afro era demasiado grande y molesto en espacios reducidos.

Las autónomas —las que no están afiliadas a ninguna organización y se ganan la vida en el negocio de las chicas mágicas— eran tratadas con dureza por la sociedad de las chicas mágicas. Las “chicas mágicas normales” que trabajaban duro para ayudar a la gente sin remuneración y ganaban el dinero para mantenerse por otros medios, las veían como unas avariciosas que estaban en contra del servicio público. Las chicas mágicas a tiempo completo que recibían un salario por su trabajo en los distintos departamentos afiliados del Reino Mágico las despreciaban, pues las consideraban un grupo de rufianas indisciplinadas, codiciosas y calculadoras que no tenían el talento suficiente para conseguir un trabajo de verdad.

Sólo unas pocas especialistas eran tratadas con cortesía. La mayoría eran consideradas como basura que no podían ser asalariadas legítimamente, y aunque se burlaban de ellas, se ganaban la vida desesperadamente.

No era que fueran incompetentes. Y no era que estuvieran fingiendo. Una chica mágica incompetente no podría ganarse la vida como autónoma. En este negocio, donde ser engañada, utilizada y desechada era algo cotidiano, sobrevivían gracias a sus habilidades.

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Negino y Auro se habían graduado en el círculo del caos que era la Escuela de Preparación Archfiend. Negino estaba entre las seis mejores en los diez mil metros lisos, mientras que Auro había quedado entre los ocho mejores en un campeonato de lucha de brazos. Pero incluso siendo tan buenas, como parecían tontas y su magia provocaba risas, no se les invitaba a unirse a los grupos más pequeños de la Escuela de Preparación Archfiend, como los “Cuatro Reyes Celestiales” o las “Ocho Legiones”.

Kokuri se había convertido en una chica mágica al ser reconocida por Músico del Bosque, Cranberry, que era conocida por la rigurosidad de sus exámenes. Al parecer, Cranberry la había elogiado con entusiasmo: “Incluso cuando te pones frenética, mantienes una visión de pájaro de ti misma, y con un gran talento atlético y un excelente sentido del combate, siempre tomas las decisiones óptimas. Ese es el talento más necesario en el campo de batalla.” Pero aun así, los exploradores no habían llegado.

Kafuria era como ellas. No tenía tanta confianza en sus habilidades como las otras tres, pero seguía siendo más capaz físicamente que la chica mágica media. Además, cuando se trataba de volar, nadie era rival para Kafuria y sus alas. Escaramuzas, observación a gran altura, operaciones encubiertas, acrobacias… podía hacer cualquier cosa. Y no sólo para el combate. También dominaba las habilidades de apoyo a las misiones, como el análisis de información, la negociación e incluso el trabajo administrativo.

Lo que las unía era lo único que tenían en común: sus habilidades mágicas más bien escasas. Se habían descubierto las unas a las otras en un trabajo para el que habían sido contratadas y habían refunfuñado juntas de su magia, e incluso después de terminar el trabajo, habían acordado reunirse regularmente a pesar de sus diferencias de edad y de carrera. Y ahora, habían creado una especie de pequeña reunión.

Como sabían que sus habilidades eran del tipo que sólo conseguirían burlas de los demás, hicieron de su conexión un secreto. Dejando de lado los trabajos en solitario, que eran por orden de llegada, si había un trabajo para varias personas, entonces compartían esa información, y al acomodarse unas a otras, construían una red que beneficiaba a todas. Como nadie les garantizaba un salario regular, tenían que cuidarse a sí mismas. E incluso el hecho de quejarse las unas con las otras en este lugar antes de que la gente se burlara de sus habilidades o se riera de su aspecto y demás, era lo suficientemente significativo.

“A mí también me han acosado antes.” Dijo Auro.

“¿Tú? ¿Un acosador?” Kokuri reflexionó. “¿Tenia un fetiche con los afro?”

“Cerca. Un fetiche de cabello.”

“Por eso no soporto a los hombres.” Se quejó Kafuria.

“No, no era un hombre; era una mujer. Una chica mágica acosadora.”

“Tampoco soporto a las mujeres.”

“Kafuria, ¿eso no significa que no soportas a la gente en general sin importar el género?”

“Eres joven, Negino, así que no entiendes lo fea que es la gente.” “Tenemos la misma edad.”

“De todos modos.” Dijo Kokuri. “¿Al final qué pasó con tu acosadora, Auro?”

“Empezó a seguirme un día y luego me soltó de sopetón: ‘Tu cabello es muy bonito, pero no es de mi gusto’. ¿Te lo puedes creer?”

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“Vaya, qué grosera.”

“Simplemente horrible.” Coincidió Kafuria. “Demasiado mezquina.” Dijo Negino.

Las cuatro suspiraron y dieron un sorbo a las bebidas que tenían delante. Sólo Kafuria carecía de bebida —ya que Auro se la había robado—, así que se humedeció la garganta con un vaso de agua. “El dinero por encima del amor.”

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“Supongo que un buen trabajo no caerá simplemente en nuestro regazo, ¿verdad?” Dijo Negino.

“He oído que Recursos de Chicas Mágicas está reclutando gente de forma temporal.” Dijo Auro. “¿Qué pasa con ellos?”

“He oído que pagan bastante bien.” Añadió Kafuria.

“Entonces sería una buena idea comprobarlo.” Dijo Kokuri.

“¿Qué tal el Departamento de Investigación y Desarrollo?” Preguntó Negino.

“Quizá sea un prejuicio por mi parte…” Dijo Kafuria. “Pero siento que te tratarían como un sujeto de investigación.”

Kokuri asintió. “Ohhh, ya lo creo.”

“Ya que todas nosotras tenemos una magia rara.” Aceptó Auro. “Hablando de no querer que la gente vea tu forma humana.” Dijo Kokuri. “Sería bastante triste que te diera vergüenza incluso dejar que la gente vea tu forma humana, ¿eh?”

Esta vez, todas rieron juntas. O tal vez sería más exacto llamarlo una risa amarga.

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Pasaron un rato charlando sobre los buenos trabajos que habían tenido en el pasado, hasta que finalmente, cuando ya no había nada más que hablar aparte de la mala economía —en ese momento Auro empezó a tirar de su cabello con la mano derecha—, dieron por terminado el día. Auro tenía la costumbre de juguetear con su cabello cuando empezaba a hartarse de una discusión. Las otras tres eran conscientes de ello y, aunque se reían de la falta de concentración de Auro, lo aceptaban.

Poniéndose un chal sobre los hombros como cobertura mínima para ocultar sus alas, Kafuria salió de la tienda. En momentos como este, una chica mágica sensata se convertiría en humana antes de volver a casa. Kafuria no lo hizo porque le había costado demasiado cambiarse, y no había querido lavar más ropa, así que se había transformado estando en pijama. Así que no tuvo más remedio que volver como una chica mágica.

Aunque tenía un motivo de luto, su ropa no era realmente un atuendo de luto. Alguien con un atuendo así paseando por la ciudad llamaba mucho la atención. Incluso quitando el velo, el atuendo sólo pasaría dentro de un café de cosplay. No obstante, Kafuria se lo puso, ya que, de lo contrario, sería una molestia. Se felicitó inútilmente por tener al menos el suficiente sentido común como para no pensar: No me importa que me vean, así que volveré volando.

Una vez que vieron a Kafuria, los chicos de secundaria susurraron entre ellos. Una anciana exclamó: “¡Vaya!” Con expresión de sorpresa. Un niño gritó en voz alta y trató de señalar, pero fue retenido por su madre. Si Kafuria se arremangara el velo y mostrara su rostro ahora, esos comentarios desagradables hechos entre susurros se convertirían en comentarios de asombro y admiración, y en la época en que Kafuria acababa de convertirse en una chica mágica, eso habría satisfecho su orgullo.

Ella no pensó en hacer eso ahora. A estas alturas, estaba harta.

Las cosas que hablaba con sus amigas también habían cambiado con el paso de los años. “Me dan pena esas chicas mágicas asalariadas, al estar tan restringidas; no tienen ninguna libertad. Las chicas mágicas deberían vivir la vida libre: ¡tenemos la libertad que las chicas mágicas deberían tener!” Así era como hablaban en los viejos tiempos.

Ahora ninguna de ellas decía cosas así. Envidiaban a las asalariadas y, si era posible, querían llegar a ser así. Como no podían, se veían obligadas a ser autónomas, manteniendo los ojos bien abiertos en busca de trabajos rentables.

Al llegar a la parada del autobús, subió a él ignorando las miradas que la rodeaban. Al ver un asiento de ventanilla libre a la derecha, el segundo más atrás de la primera fila, estaba a punto de dirigirse a él cuando recibió un golpe en el hombro.

“Se te cayó esto.”


Era un chico que parecía estar en la preadolescencia. No le molestó en absoluto el aspecto inusual de Kafuria, y le ofreció un pañuelo con una sonrisa natural. El dibujo del pañuelo le resultaba familiar. Era el suyo.

“Oh, gracias.” Expresó su gratitud y lo aceptó, luego tomó asiento y cerró los ojos. En su mente apareció el hombre del Departamento de Relaciones Públicas que la había felicitado por su belleza tradicional.

Antes había hablado de ello de forma desenfadada con sus amigas, pero sus preocupaciones al respecto eran más serias. El hombre la había felicitado por lo atractiva que era, pero cuando ella le había preguntado: “Entonces, ¿podrías convertirme en protagonista de un anime?”, él había movido claramente la cabeza para decir que no. Había dicho rotundamente que ella no era apta para el anime.

Eso había enfadado a Kafuria, pero pensándolo después, se le ocurrió que en realidad había sido sincero en su actitud. Un hombre que estaba acostumbrado a ver a las chicas mágicas del Departamento de Relaciones Públicas, las que podríamos llamar la cristalización del glamour, había hecho un cumplido a Kafuria fuera del trabajo. No quería ni contar las veces que había pensado que debería haberle dado su número, las veces que había rechazado esa idea y las veces que se había arrepentido.

Sacudió la cabeza. Era demasiado para su imaginación saltar de un chico que había tomado su pañuelo sin sentirse intimidado por su atuendo al hombre que una vez le había hecho un cumplido.

Miró por la ventana. La estatua de la rana frente a la farmacia se había caído.

Kafuria ya había olvidado cómo se había sentido cuando recién se convirtió en chica mágica. No es que no recordara el momento en el que empezó a darse cuenta de que tal vez su magia era un fiasco, pero no quería pensar en ello, así que no lo hizo.

Kafuria volvió a prestar atención al interior del autobús y entrecerró ligeramente el ojo derecho bajo el velo.

Era fin de semana, así que quizá por eso el autobús estaba bastante lleno. Todo tipo de personas, aparte de Kafuria, ocupaban los asientos.

El que tenía la marca de la calavera colgando sobre su cabeza era un chico sentado frente a ella que parecía tener edad de estar en la escuela media. Era el chico que había recogido su pañuelo. Antes había estado cara a cara con él y había ocupado la mayor parte de su campo de visión, por lo que había ignorado la marca de la calavera. Pero incluso cuando había otras personas en su campo de visión, la marca de la calavera seguía flotando sobre su cabeza.

Para Kafuria, la marca de la calavera sólo formaba parte del fondo. Si dejara que la molestara cada vez, no podría vivir su vida. Pero cuando flotaba sobre la cabeza de alguien joven, sí la molestaba. Si se trataba de alguien que había sido amable con ella, entonces especialmente. No era que ella pensara que la gente debía morir por orden de edad, pero había mucha gente en su campo de visión que era mayor que él. Había hombres y mujeres de la edad de sus padres paseando. Un anciano apoyado en un bastón estaba a punto de bajar del autobús, y allí estaba la anciana ayudándole a salir, y el anciano que pasaba al lado del chico, caminando hacia el asiento de detrás; había montones de personas apiñadas en su campo de visión, así que era realmente deprimente que el primero de ellos en morir fuera un chico joven.

Suspiró.

La calavera no era en absoluto absoluta. Cuando la gente se enterara de la calavera, por intervención de Kafuria, su futuro podría cambiar. Por otro lado, podría no cambiar en absoluto, o podría cambiar a peor.

La propia Kafuria no sabía qué hacer para obtener qué tipo de resultado. Pero si ella no hacía nada, entonces nunca cambiaría.

En cualquier caso, no pensó en intervenir. Podía seguir al chico, seguir observándolo desde las sombras y hacer que viera a un médico antes de que se viera afectado por una enfermedad incurable; o podía agarrarlo y volar por los aires si parecía que iba a tener un accidente. Entonces, la marca de la calavera que flotaba sobre su cabeza podría desaparecer, pero simplemente acabaría flotando sobre la cabeza de otra persona. ¿Qué sería de la vida de Kafuria si fuera a intentar salvar a cada persona? E incluso si sólo se tratara de este chico, ella no sabía si su muerte sería en diez segundos, o en diez años.

Así que Kafuria no lo salvaría. Aunque se sintiera mal por ello, actuaría como si no hubiera visto la marca de la calavera.

El autobús se detuvo frente al supermercado y los pasajeros subieron y bajaron. Había más de los primeros, abarrotando aún más el autobús. Aunque era invierno —no, porque era invierno y la calefacción estaba encendida—, hacía mucho calor. Kafuria agitó su velo para abanicar su cara.

El autobús partió. Kafuria volvió a mirar al frente y frunció el ceño bajo el velo.

Algo extraño estaba ocurriendo. Una calavera flotaba sobre el chico sentado en el asiento de delante. Esto no era diferente de lo anterior. Pero también había una flotando sobre la mujer que se sentaba a su lado, de unos veinte años. También había calaveras flotando sobre el par de chicas adolescentes sentadas en los asientos del otro lado del pasillo.

La magia de Kafuria no medía estrictamente en unidades de milésimas de segundos. Basándose en su experiencia hasta el momento, supuso que contaba a las personas que morirían en el plazo de un segundo como muertes simultáneas, y sabía que cuando había varias personas que morían al mismo tiempo, las calaveras flotaban sobre todas sus cabezas.

Las dos chicas parecían conocerse, pero el chico y la mujer parecían estar cada uno por su cuenta, y no se hablaban. Kafuria deslizó la mano bajo el velo para frotarse los ojos y miró una vez más hacia delante. Las calaveras flotaban sobre las cabezas de los cuatro: el chico, la mujer y las dos chicas. Ahora se dio cuenta de que había otra persona con una calavera flotando sobre su cabeza. Era el conductor.

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Una orden de muerte muy poco natural operó, en cierto modo, también como una premonición. Sería un accidente. ¿Una explosión del tanque de combustible o del motor? El posicionamiento de las personas no indicaba eso. Caer de algún sitio, chocar con algo, quedar atrapado en una explosión… fuera lo que fuera lo que ocurriera, sería un desastre.

Kafuria alargó la mano para pulsar el timbre. Tenía que bajarse ahora mismo, pasara lo que pasara. No sabía específicamente qué tipo de desastre iba a ocurrir en este autobús, pero estaba claro que algo iba a pasar. No podía quedarse aquí tan despreocupadamente.

Golpeando el timbre una y otra vez, gritó: “¡Perdón! ¡Me duele el estómago! ¡Hay un hospital justo ahí!”

Se acercó a la parte delantera del autobús y la gente empezó a murmurar como loca. “¿Está teniendo algún tipo de brote? No, tal vez sean dolores de parto.” En tiempos como estos, el truco consistía en hacer que la gente te considerara una gran molestia. Al poco tiempo, el autobús se detuvo en el arcén de la carretera, y Kafuria pagó su billete y se bajó. Tras bajarse, se volvió para ver que las múltiples marcas de calaveras seguían flotando allí.

“Mala suerte, vete.” Murmuró y se fue rápidamente.

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