Monogatari (NL)

Volumen 12

Capitulo Romance: Final Hitagi

Parte 9

Sería difícil, en mi ostensible papel de padre de su amiga, persuadirlos de que me dejaran abrir el armario, y francamente imposible registrarlo a espaldas no de uno, sino de los dos, así que lo dejé para más tarde.

Bueno, ahora lo sabía.

Me enteré de su existencia.

Sólo por eso ya merecía la pena la visita a la casa de los Sengoku— les di a sus padres mi número de teléfono móvil, anoté el suyo, les dije que me pondría en contacto con ellos si descubría algo y que debíamos seguir en contacto, y me fui.

Dejando a un lado el armario (aunque lo abriera, el resultado podría ser nada más que un montón de libros traviesos alineados en su interior, como cabría esperar de un estudiante de escuela media), había conseguido saber, gracias a mi ligero registro en su habitación, que Sengoku Nadeko sí parecía tener un lado oscuro.

Sin embargo, puede que yo sea el único amargado en todo el mundo lo suficientemente amargado como para encontrar oscuridad en medio de esa habitación color fresa. Me imagino que lo soy. O tal vez sólo estoy asumiendo que cualquiera que se convierta en un dios a través de una misteriosa dolencia debe tener un lado oscuro.

Al parecer, había dedicado más tiempo del que pretendía a sentar las bases para ganarme la confianza de sus padres, porque cuando salí de allí ya era lo que podría llamarse razonablemente noche.

Pensé que no era demasiado pronto y llamé a Senjougahara.

“No he hecho nada brusco.” Inicié sarcásticamente con su propia súplica, y luego continué: “Ahora envíame una foto de Sengoku Nadeko.”

“¿Qué, ni siquiera sabes cómo es?”

Supuse que la celebración de Año Nuevo había llegado a su fin, ya que no bajó la voz en absoluto para esta respuesta mordaz.

“Nunca he conocido a la chica.” Dije. “Has insistido en que es mi víctima indirecta, eso es todo. Pensándolo bien, ni siquiera puedo estar seguro de que eso sea cierto.”

“¿Me estás diciendo que te estoy engañando?” Probablemente no quería escuchar eso de mí. Sonaba mortificada.

“Miré un álbum de fotos en su casa. Es una niña bonita, ¿verdad?

De las que se odian.”

“…” Hubo una larga pausa en respuesta a mi renovado sarcasmo, tras la cual admitió: “Sí.” Tan honesta, que no había forma de que me engañara. “Del tipo que más odio. Aunque las cosas fueran diferentes, nunca, nunca podríamos ser amigas.”

“Sin embargo, aún no he averiguado si la mimaron demasiado o si sólo actúa como un bebé. ¿Tienes su dirección porque has estado en su casa? Es decir, ¿has hablado con sus padres?”

“Claro que sí… Una de las hermanas de Araragi-kun era amiga de Sengoku Nadeko, así que los conozco, apenas. Por otra parte, la hermana de Araragi-kun podía hacerse amiga de cualquiera, así que eso no significa que fueran especialmente cercanas.”

Hmmm, la hermana de Araragi Koyomi… ¿Karen, o Tsukihi?

Dadas sus personalidades, Tsukihi parecía la opción más lógica.

“¿Son conscientes las hermanas de Araragi?” Pregunté. “¿De la situación de su hermano? Basado en las festividades de Año Nuevo, parece que sus padres, al menos, están en la oscuridad…”

“Sus hermanas tampoco lo saben. Ni la situación de su hermano, ni lo que ha pasado con Sengoku Nadeko. Los únicos que lo sabemos somos Araragi-kun, Oshino Shinobu, Hanekawa-san y yo. De hecho, yo también quería mantenerlo en secreto de ella… Pero el gato está fuera de la bolsa.”

¿Por qué Senjougahara añadiría eso juguetonamente? A fin de cuentas, ¿quién era esta Hanekawa?

“Eso es sólo como yo lo entiendo, por supuesto. Tal vez Araragi- kun habló con alguien y me lo está ocultando.”

“Hmm.”

Eso parecía totalmente posible. Una pareja que era apenas funcional, parecían guardar muchos secretos el uno de la otra. Estoy bastante seguro de haber oído algo sobre cómo prometieron no ocultar nada en lo que respecta a las excentricidades, pero quién sabe, tal vez esa promesa estaba plagada de lagunas.

Si Araragi buscara ayuda sin decírselo a Senjougahara, ¿a quién acudiría? Lo pensé, pero no se me ocurrió nada.

No tenía una buena noción de la amplitud de su círculo social; si tuviera que adivinar, ¿tal vez Kagenui u Ononoki? Esas dos cazadoras de inmortales parecían haber reconciliado sus diferencias con él, de forma bastante aburrida…

“¿Por qué lo ocultas tanto? Si lo hicieras público, podrías encontrar una solución inesperada.” Dije, aunque ya sabía cuál sería la respuesta. Reclutar a Kanbaru, cuyo brazo izquierdo parece haber sido tomado por una excentricidad, era una opción, por ejemplo; no sería especialmente deseable desde mi punto de vista, pero por lo que yo sabía, el cupo de deseos disponibles de esa Pata de Mono aún no se había agotado.

“Bueno… ella es simplemente salvaje. Sengoku Nadeko lo es.”

Salvaje, había dicho Senjougahara, eligiendo sus palabras. El hecho de que la joven de lengua ácida (al menos en mi experiencia) recurriera a una expresión tan directa fue inesperado.

Salvaje.

La palabra no se aplicaba a los humanos tan a menudo como se podría pensar. Se utilizaba para describir a una bestia o a un niño pequeño.

De todos modos, no es la forma en que uno describe típicamente a los estudiantes de escuela media, ni a los dioses.

No es lo típico, y sin embargo.

“Es como si no dudara en hacer bulto y deshacerse de cualquier persona a la que pudiéramos pedir ayuda… Originalmente esto es sólo un asunto entre ella y Araragi-kun, pero no tiene reparos en arrastrar a otras personas a ello, yo incluida.”

“…”

Ni siquiera yo fui tan grosero como para quejarme: Espera, ¿no significa eso que mi vida está en peligro? ¿Estabas perfectamente feliz de arrastrarme a esto aunque pudiera morir?

Lo había sabido todo el tiempo.

Había aceptado el trabajo con plena conciencia y conocimiento de las circunstancias subyacentes. Todo trabajo conlleva algún riesgo y, en última instancia, el trabajo consiste en equilibrar los riesgos y los beneficios.

Pero, ¿cuáles eran los beneficios de este trabajo? Más de la mitad de mi cuenta de gastos de 100.000 yenes ya se había ido en gastos de ropa.

“Ya veo, así que no puedes hablar con cualquiera.”

Por eso había querido excluir a esa Hanekawa, que claramente no era una persona común, si tan fácilmente había descubierto un secreto de vida o muerte que Senjougahara y Araragi estaban tratando de guardar.

Fueron las Fire Sisters y Araragi Koyomi, junto con Senjougahara Hitagi, quienes arrancaron la estafa que planté en la ciudad seis meses antes, pero—y esto es una conjetura, o más bien una especulación— puede que esta Hanekawa también ayudara con aquello.

“Espera, Kaiki. No me malinterpretes, fui contigo porque…”

“No importa. No me importa en absoluto, así que deja de lado las molestas excusas. Soy un profesional, me juego la vida todos los días.” Demasiado frío para su propio bien—ahora no es necesario impresionar a Senjougahara, esto no es hace dos años. “Lo que importa es que conseguí echar un vistazo a las circunstancias domésticas de Sengoku Nadeko… Pero Senjougahara, ¿qué pensaste realmente de ella?”

“¿No te interesan mis opiniones?”

“Como punto de entrada, no, pero por lo demás está bien. Piensa en esto como una charla, no como una sesión informativa formal. Del tipo que odias, salvaje, dijiste, pero bueno, quiero escuchar algunas anécdotas para acompañar tus impresiones generales.”

“…”

“¿Hm? ¿Qué pasa?”

“El hecho es que… nunca he tratado con Sengoku Nadeko.”

“¿Eh? ¿Hablas en serio?” Esto sí que fue una sorpresa.

¿Sengoku Nadeko quería matar a alguien cuyo rostro nunca había visto?

“Sí. Hicimos un trato, o… tuvimos una conversación por teléfono una vez, pero incluso eso fue después de que ella ya no fuera humana.”

“Ya veo. Creo que empiezo a hacerme una idea. De la situación insana en la que estás, me sorprende que hayas mantenido la cordura.”

“Yo también.”

“Salvo que, como fuiste a pedirme ayuda, tal vez hayas perdido la cabeza.” Dije, volviendo la mirada hacia el sol poniente. El atardecer, la hora de los encuentros feéricos.

“Kaiki, escúchame…”

“Por el momento, creo que iré a ver a Sengoku Nadeko. Puedo encontrarla en el Santuario Kita-Shirahebi, ¿verdad?”

“No necesariamente. Al menos, tampoco la he visto desde que se convirtió en un dios; debe odiarme mucho. Araragi-kun la encuentra una de cada cinco veces… y casi lo mata cada vez que lo hace.”

Podría matarlo en cualquier momento, pero supongo que lo dejará vivir hasta el día señalado, añadió Senjougahara de forma inquietante.

En ese caso la lucha continuó. Sin duda era una campaña larga.

“No estará allí hoy, ¿verdad? No tengo interés en encontrarme con él en el santuario.”

“No. Esta noche, él y yo… no importa.” Se interrumpió Senjougahara.

Vaya, vaya, qué dulce.

Parecía que, a medida que se desarrollaba la batalla, también lo hacía su relación amorosa; supongo que las pasiones aumentan cuando tu vida está en constante peligro. Nunca he estado en esa situación, así que no puedo asegurarlo…

“Bueno, si no la encuentro, que así sea. No puedo avanzar hasta que haya visto el lugar por mí cuenta.”

“Si te encuentras con ella, ¿qué harás? ¿Tienes el material para llevar a cabo una estafa?”

“No, en absoluto. Sólo voy a pasarme, a presentar mis respetos y, quién sabe, tal vez todo el asunto se pueda resolver con una pequeña charla.”

“Sí… dudo que eso ocurra, pero ve a por ello.” Qué charla de ánimo más discreta.

No me han animado, ni nada por el estilo.