Monogatari (NL)

Volumen 12

Capitulo Romance: Final Hitagi

Parte 14

A la mañana siguiente, esperé la hora de apertura y me dirigí primero a una librería del distrito comercial. No porque fuera el día en que sale una revista que leo regularmente. En primer lugar, no lo hago.

¿Revistas? ¿Para enterarme de chismes de famosos?

Consultando el mapa de la tienda justo en la puerta automática y viendo que el “Rincón de los niños” estaba en la séptima planta, entré en el ascensor.

Encontré lo que buscaba enseguida.

Un Compendio de la Cuna de Gato—era una librería relativamente grande, así que es muy probable que hubiera una guía más seria y orientada a los adultos en algún estante, pero sería demasiado complicada.

No para mí. Para Sengoku Nadeko. Mm-hmm, este parecía estar en el nivel adecuado para su intelecto.

Odio que le pongan una sobrecubierta genérica al libro en la caja registradora, pero el dependiente puso una sin preguntarme. Me irrité un poco, pero sólo un poco. No era algo por lo que un adulto debiera molestarse.

Naturalmente, no tenía intención de llevar el libro al Santuario Kita-Shirahebi tal cual, eso lo arruinaría todo. Si lo ofreciera, Sengoku Nadeko podría agradecérmelo, pero su admiración sería por el libro y no por mí.

En su lugar, memorizaría el libro, añadiéndolo a mi almacén de conocimientos, y mostraría mi maestría a Sengoku Nadeko. Entonces, mis acciones se revalorizarían con toda seguridad.

Tratar de impresionar a una ingenua chica de escuela media me parecía mezquino y vanidoso, y me odiaba un poco por ello, pero un trabajo es un trabajo. No, no me odiaba en absoluto.

Es natural ir con todo para alcanzar el éxito.

Salí de la librería y entré en un Starbucks cercano. Pedí un café negro grande.

Leyendo al azar en Un Compendio de la Cuna de Gato, empecé a memorizar técnicas junto con sus respectivos nombres, hasta que me di cuenta de que no tenía sentido aprender los movimientos cuando no tenía una cuna de gato encima.

Habría estado bien que tuviera un poco de cuerda a mano, pero no, no hubo suerte. Me lo pensé un momento, me levanté y volví con un montón de servilletas de papel.

En ellos dibujé con bolígrafo los diagramas de las técnicas; sólo copiaba el contenido del libro, pero al igual que los mapas de visualización que dibujo antes de comenzar un trabajo, la imagen se graba en mi cerebro una vez que la he dibujado con mi propia mano. En cuanto a si podía realizar realmente las técnicas, lo descubriríamos cuando llegara el momento…

“Bien. Lo tengo.” Dije experimentalmente. Probando las palabras para ver si eran adecuadas. Naturalmente, no había necesidad de memorizar todo el libro en un día; por el momento, sólo necesitaba recoger algunas técnicas que un niño podría encontrar interesantes.

Sintiendo que había llegado a un buen punto de parada, cerré Un Compendio de la Cuna de Gato, y cuando lo hice, naturalmente mi campo de visión se amplió. Como resultado, descubrí que había alguien sentado al otro lado de la mesa.

No estaba tan lleno como para que la gente tuviera que compartir mesa, y aunque lo hubiera estado, no creí que nadie fuera tan atrevido como para sentarse conmigo. No llevaba lo que Senjougahara denomina mi “traje funerario”, así que quizás esta ocasión era diferente, y además el intruso era un conocido mío—la shikigami Ononoki Yotsugi.

Misterio resuelto.

“Yaaay. Onii-chan. Paz, paz.” Sosteniendo el brebaje azucarado que aparentemente había pedido para sí misma en una mano, con la otra Ononoki hizo un signo de paz de lado y se lo llevó a los ojos.

“…”

Otra vez sus rasgos de carácter habían cambiado. Parecía que se había mezclado con la gente equivocada.