Magdala de Nemure (NL)

Volumen 5

Capitulo 3: ¿Investigador?

Parte 4

 

 

Irine asintió con la cabeza, de buen grado, y salió de la habitación.

“Por suerte, hay mucho alquitrán en esta ciudad. Fue enviado no hace mucho, para recubrir los barcos de primavera y mantenerlos a prueba de agua. Alabado sea Dios.”

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Las cosas que se pueden utilizar en la alquimia también se pueden utilizar en otras áreas.

“Lo he probado. Puede funcionar.” “Entonces tenemos una forma de luchar.”

Irine salió de la habitación y cerró la puerta. Atrás quedaron Alzen, Kusla, Weyland y Fenesis. Se oyeron pasos frenéticos fuera de la puerta, y las antorchas encendidas brillaron a través de las ventanas. Toda la ciudad estaba envuelta en una conmoción.

“¿Así que la razón por la que no nos has enviado de vuelta al taller es…?” Preguntó Kusla.

“Por supuesto, no pido que se construyan catapultas para derrotar al enemigo.” Alzen golpeó el escritorio con los dedos, diciendo: “Pero si esto sigue así, perderemos.”

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En ese momento, Kusla asumió que había escuchado mal, y también Weyland, al parecer.

“¿Esa es alguna metáfora~?” “No.”

También Kusla comprendió que alguien como Alzen nunca mostraría debilidad tan fácilmente.

Seguramente fue la conclusión a la que llegó después de haber analizado la situación con calma y a fondo.

“El enemigo probablemente utilizará la catapulta para destruir el muro, con una bola de hierro ardiendo. Esto definitivamente causará muchas bajas. Esta catapulta fue algo que construyó un escuadrón de Caballeros; ellos dejaron estos materiales para escapar, y se mantuvieron en silencio al respecto, aun sabiendo que esta arma en manos del enemigo será usada contra nosotros.”

Probablemente sabían la gravedad de la situación cuando dejaron esta arma, pero no tenían otra opción. Ocultar el asunto era simplemente tratar de absolver su responsabilidad, típico de la gente.

Al final, tuvieron que rezar por lo irreal, y esperar que el enemigo no descubriera la enorme catapulta que quedaba en la ciudad.


“¿Qué pasará después de esto? Los mercenarios y los Caballeros podrían pensar que sus compañeros que esperaban destacar, que se ofrecieron como voluntarios, morirán un día no por una batalla gloriosa, sino por el error de sus aliados. Se suponía que debían creer en sus aliados.”

“Los que no podrán contener su rabia y su odio no serán los enemigos de fuera de la ciudad, sino sus propios aliados en la ciudad.”

“Además, las heridas causadas por estos errores no pueden ser reídas en los bares. Los mercenarios perderán las ganas de luchar. Además, ya hay un tema de conversación en la ciudad. Imagina la desesperación cuando el arma más fuerte que se utiliza en el enemigo se utilizará en nosotros. ¿Qué dirán los hombres?”

“… Que no hay Dios.”

La Iglesia de esta ciudad no tenía campana. Era una ciudad abandonada por Dios.

Sin la campana de la Iglesia, despertarse por la mañana sería un problema. ¿Cómo podrían los combatientes asaltar el campo de batalla con vigor?

“Pero no podemos ser derrotados aquí. De ninguna manera.” El hombre que declaró invadir Latria rugió.

Y Kusla, excepcionalmente sabio sobre esta tierra, no era diferente. Habiendo leído el texto de Korad, dejar la tierra de Latria significaría dejar la tierra de Magdala.

“Ya veo. En otras palabras…”

“Sí. Vas a construir una campana pase lo que pase. He oído que te encerraron en la cárcel porque quemaste los huesos de un santo en el horno, ¿no es así?”

Kusla se burló y se encogió de hombros.

“Puedes probar cualquier método. Cualquier cosa está bien. Los otros alquimistas recibirán órdenes similares. El trabajo posterior será problemático, pero racionalizaremos nuestros objetivos. Siempre y cuando consigas los resultados, tú…” Los ojos de Alzen estaban llenos de un poco de miedo y condescendencia. “Descubrirás la magia,

¿verdad?”

Convertir el plomo en oro, convertir el oro en plomo. O en una noche de luna llena, quemar sapos y lagartijas hasta convertirlos en cenizas, y hervirlos junto con el metal fundido en una olla para obtener un metal de otro mundo

Por supuesto, tales eran las supersticiones, y la mente de Kusla se llenó de algunas cuestiones prácticas.

La construcción de la campana era un asunto menor, pero se olía que había algo raro.

Los herreros no construirían la campana, pues consideraban las graves consecuencias de fallar. Sus talleres existían desde hacía generaciones y serían heredados por sus descendientes. Que sus nombres fueran profanados sería el fin del mundo para sus talleres.

¿Pero era eso? Kusla estaba tranquilamente receloso.

Lo que proponía Alzen era construir algo que se rompía a menudo.

Los alquimistas sabían que esa cosa llamada suerte seguía siendo rara en la Tierra.

La emoción de su corazón se disipó y volvió a ser un alquimista escéptico, diciendo: “Esto se acerca peligrosamente a la herejía.”

Pero la respuesta fueron ojos y palabras frías.

“¿Y qué pasa con eso? Te dije que lo hicieras, así que hazlo.”

Estaba tratando con su superior, y en los Caballeros, el superior era alguien que tenía poder sobre su vida y su muerte. No tenía ningún privilegio para negarse.

Él mismo tuvo que proteger su propia vida. Al darse cuenta, Kusla bajó la cabeza.

“… Entendido.”

Alzen no respondió. Por suerte, Weyland suspiró de mala gana.

Kusla miró a Fenesis y levantó la barbilla.

El deseo de Kusla y de los alquimistas era que sus superiores les permitieran utilizar cualquier medio. Alguien como Alzen debía esperar que pudieran resolver este asunto lo antes posible, sabiendo que la desidia sólo conduciría a la derrota. Lo más importante es que los fragmentos de Dios podrían permanecer dormidos en esta tierra, y Kusla quería seguir los pasos de Korad como fuera.

Pero Kusla sabía que era imposible construir la campana con medios ordinarios. Su instinto le advertía repetidamente que no se involucrara en ello.

Y, el mayor problema era que tenían que construir la campana sin importar qué.

Kusla resopló.

Por esa razón, quería mantenerse alejado de su construcción. Kusla y Weyland salieron sin palabras del Cuartel General de los

Caballeros, y fruncieron el ceño al ver los vientos fríos y las calles caóticas que les salían al encuentro.

En ese momento, Fenesis tartamudeó: “¿Q-Qué hacemos ahora?”

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Aunque inquieta, no había perdido el rumbo. Su voz estaba llena de determinación, y no pedía por comodidad, sino por el deseo de dar lo mejor de sí misma.

Después de leer el libro de Korad, Fenesis estaba completamente emocionada. Seguramente no le interesaba la piedra del sabio, el elixir inmortal y cosas por el estilo. Ella sabía que esos eran los sueños de Kusla, y sentía lo mismo que él.

Pero Kusla estaba preocupado por eso. “Weyland, ¿puedo usar ese taller tuyo?”

“¿Hm? Ahhh, claro~. Aunque la mitad es de uso exclusivo de Irine~.”

“Perfecto. Eso será bueno para la supervisión.” “¿Supervisión?” Weyland parecía desconcertado.

“Alzen dijo que debemos usar cualquier medio, pero es mejor no hacer nada raro.” Kusla contestó con disgusto, y Weyland estaba cada vez más desconcertado.

“Ul, ¿ha comido algo extraño?” “Er…”

Fenesis también sospechaba, pues típicamente, le preocupaba que Kusla pudiera hacer algo blasfemo contra Dios.

“En cualquier caso, no estoy de acuerdo con que hagas ningún experimento inhumano. Así que estoy de acuerdo… si no es nada peligroso.”

Cuando Fenesis dijo eso, miró a Kusla. “Por supuesto.”

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Kusla aceptó, naturalmente, y esto dejó a Fenesis aún más confundida, mostrando claramente su preocupación por Kusla. Weyland se rascó la cabeza, mirando de un lado a otro.

“También hay grandes campanas en otras ciudades. No hace falta ninguna habilidad extraña para hacer una campana. No digas nada raro.” Dijo Kusla con extrema sinceridad.

Razón por la cual Kusla y Weyland recodaron varias cosas. Y Kusla en especial se sentía más aterrado que la vez en que le apuntaron con una daga.

“Entonces, ¿qué se supone que debemos hacer?”

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Al ver la reacción de Weyland, Fenesis parecía un poco molesta por alguna razón.

“Creo que es algo bueno. Además, tu sorpresa es realmente insultante.”

“Eso, hm… ya veo~…”

Weyland, típicamente caballero con las mujeres, encontró incomprensibles las palabras de Fenesis, pero trató de aceptarlas.

“Sí. Finalmente ha aceptado las enseñanzas de Dios.” Dijo Fenesis, hinchando el pecho mientras sonreía a Kusla.

Por supuesto, este no fue el caso. Kusla la miró fríamente.

“Piensa bien en lo que acabas de decir.”

El rostro de Fenesis se congeló inmediatamente, como si alguien la hubiera rociado con agua fría.

Después de poner cara de asombro, argumentó ante un Kusla que se marchaba,

“No lo haré.”

“Bien dicho. Pero quiero que recuerdes lo que acabas de decir.”

Kusla respondió sin mirar atrás. Fenesis hinchó las mejillas como un sapo.

Después de caminar un rato.

“Ya veo~.” Dijo Weyland de repente. “Es como dices, Kusla~.”

Al escuchar cómo Weyland, que normalmente se inclinaba por ella, decía esto, Fenesis pareció dolida, y se volvió hacia él.

“Sr. Weyland, usted también…” “Hmm. No, bueno~.”

Al oír la risita de Weyland, Kusla supo lo que iba a decir.

Y así, Kusla no miró hacia atrás, ni tuvo intención de detenerlo. “Si decimos que podemos usar cualquier medio, hay algunas

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formas prohibidas de construir una campana~.” “¿Eh?”

“¿No es cierto, Kusla~?” Weyland sonrió.

Kusla sabía que era inevitable que hablaran de esto, un tema que no se podía evitar.

Miró por detrás a Fenesis, diciendo: “¿Sabes por qué las campanas suelen llevar nombres femeninos?”

“¿Eh?”

Los ojos verdes de la chica blanca miraban de un lado a otro a los dos hombres, como un gatito que juega con una bola de pelo. Su adorable mirada recordaba a la de una niña chica que debía ser protegida. Aunque en realidad tenía un corazón fuerte, y algunas veces era sorprendentemente obstinada.

Kusla suspiró y dijo: “Porque Dios ama a las mujeres jóvenes.

Cuando se funden metales, a veces se utilizan mujeres.” Fenesis le devolvió la mirada, ladeando la cabeza.

Weyland hizo una mueca y explicó, “Se tiran al horno mientras se funde~.”

“Ah.”

“Un sacrificio vivo~.”

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Había un método definido para construir campanas, pero había veces en que las cosas no salían bien. En esas ocasiones, la gente hacía cosas extrañas, como observar las constelaciones, salir por la puerta con el pie derecho primero o agarrarse la oreja derecha con la mano izquierda al fundir. Muchos sabían que añadir huesos al fundir aumentaba la maleabilidad del hierro o del cobre. Alguien pensó que echando a una chica recatada en el horno se crearía un metal más blando de bonitos sonidos.

“P-Pero… eso…”

Fenesis se quedó sin palabras, sus piernas se tambaleaban.

Weyland se rió mientras ponía la mano en la espalda de Fenesis. “Porque eres extrañamente decisiva cuando se trata de asuntos

extraños, Ul~.”

Si él no lo hubiera mencionado, ella misma podría haber saltado al horno. Ya había actuado de forma precipitada en el pasado.

Si mi vida puede permitirte cumplir tus sueños… Kusla miró a Fenesis con ojos fríos.

“Eres una tonta.”


“No soy una tonta.”

Fenesis refutó instintivamente, pero su voz carecía de todo vigor.

Parecía estar al borde de las lágrimas, sintiéndose incómoda.

Cuando Kusla se acercó al cruce, apareció un carruaje lleno de mercancías. Se detuvo y miró hacia ella.

“De todos modos, prométeme que…”

Kusla estaba a punto de continuar, pero parecía que a Fenesis le era imposible calmarse. Se detuvo y chocó contra él. La atrapó con pánico, y descubrió que Weyland la empujaba hacia adelante.

Permaneció inmóvil en las garras de Kusla, y Weyland soltó una risita.

Kusla no pudo evitar suspirar. “… Tú… eres malo.”

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La suave y cálida chica que tenía en sus garras refunfuñó.

La voz sonaba como el chirrido de un armario lleno de cosas interesantes, dejándolo débil. Parecía que si abría un poco, algo saldría.

Los alquimistas como Kusla arriesgarían su vida por ese armario repleto de sorpresas, pero él sentía que era diferente a lo que quería.

Sin embargo, ella era igualmente importante.

Kusla le dio un golpecito en la cabeza y se adelantó.

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