Magdala de Nemure (NL)

Volumen 5

Capitulo 3: ¿Investigador?

Parte 3

Ante eso, Fenesis volvió a suspirar. De hecho, cada vez que Kusla se relajaba, lo celebraba como un niño.

En cualquier caso, parecía que alguien más se había dado cuenta de la existencia de los Antiguos que encontró en Kazan.

Todo este tiempo, Kusla había asumido que él era el único que conocía sus existencias.

Pensaba que sus suposiciones simplemente no eran ciertas. En ese momento, sintió un fuerte empujón por detrás, apoyando su caso.

Lo que permanecía dormido en las Tierras de Latria, la tecnología perdida de entonces. Seguramente era…

Kusla se dejó llevar por sus pensamientos y estuvo a punto de salir de la habitación.

A menudo, el pan en expansión reventaba en esos momentos. “¿Eh?” Murmuró Fenesis con escepticismo.

En el momento en que estaba a punto de salir de la habitación, se volvió.

“¿Qué es?” Preguntó Kusla, pero ella lo ignoró y se quedó mirando la habitación. Justo cuando Kusla estaba a punto de preguntar de nuevo, Fenesis se tambaleó hacia el lado de la ventana y abrió los cristales de madera.

De repente, Kusla pudo oír algo de forma vaga. “¿Qué es? ¿Un incendio?”

Se puso detrás de Fenesis y miró por la ventana. Sin embargo, no había olor a humo. Entonces, ¿qué era? De repente, se oyó el sonido de metales chocando. Sonaba como si estuvieran martilleando una olla, un aviso de incendio.

“… Lo supuse.” Murmuró Fenesis. “… El enemigo…” “¿Qué?”

Entonces, un poco más allá, se oyó claramente el sonido de metales chocando, que venía de lejos. Parecía que los guardias estaban martillando las ollas, avisando.

“Porque la Iglesia no tiene campana… no, ¿qué has dicho?” Kusla volvió a preguntar a Fenesis.

Ella respondió lentamente: “Una incursión enemiga.”

Kusla no podía creerlo, y estaba a punto de preguntar de nuevo, sólo para darse cuenta de que no era necesario. Las voces de los guardias llegaron claramente a sus oídos.

“¡Ataque enemigo! ¡Nos están atacando!”

Gritaban mientras corrían de un lado a otro, golpeando ollas. Los peatones de las calles se quedaron atónitos.

“¡Estamos bajo ataque! ¡Consigan un arma y vayan al muro! ¡Nos atacan!”

Las ventanas de la posada de enfrente estaban completamente abiertas, al parecer, y cada habitante miraba a su alrededor.

¿En este momento? Todos se quedaron atónitos, y después de un rato, se apresuraron a entrar en acción.

La gente se arremolinó en las calles, y los mercenarios, rápidos de reflejos, ya estaban corriendo.

Kusla miró hacia la calle principal, vio más allá de la enorme muralla y no pudo evitar tragar saliva.

¿El enemigo estaba tratando de cruzar eso?

Aunque todavía incrédulo, no pensó que fuera una simple broma.

El cielo estaba completamente oscuro, y el ambiente que se respiraba parecía dar a entender que cualquier calamidad que se produjera no sería una sorpresa.

Kusla y Fenesis llegaron al bar de la planta baja de la posada, esperando las noticias con los demás mercenarios y caballeros. El guardia vino a informar de que se trataba de una información errónea.

Sin embargo, en el momento en que Kusla lanzó un suspiro de alivio, el guardia anunció que él y los demás habían sido convocados al cuartel general de los Caballeros.

Si se tratara simplemente de una información errónea, seguramente no sería necesario.

Tenía que haber una razón. “¿Puedes verlos?”

Soplaban vientos fríos y había algo de humedad, debido a la proximidad del mar. Los vientos eran algo húmedos. Sería una vista agradable desde un punto alto, pero después de la puesta de sol, esto sólo causaría malestar.

“Hm… sólo un poco… no parecen muy bien entrenados. Y son muy desorganizados.”

“¿Así que sólo están moviendo algo fuera?” “¿O tal vez solo están fingiendo?”

Irine parecía no estar preocupada. Parecía que estaba trabajando duro en la producción en masa de los dragones, sólo para ser arrastrada hasta aquí. Debía de tener el corazón helado, al haber sido llevada del horno abrasador a la torre alta, expuesta a los gélidos elementos.

“Además, dicen que es el último diseño. Tal vez el enemigo no puede saber cómo funciona~.”

Weyland puso un pie en la barandilla de piedra. No había sol, pero tenía una mano encima de los ojos, mirando a lo lejos. No muy lejos, había un grupo de personas mirando a la ciudad.

Aunque iban vestidos de forma diferente, destacaban extraordinariamente en que no se parecían en nada a la gente fina de la ciudad.

Kusla y los demás eran alquimistas que llegaron a esta ciudad junto con el ejército, ahora de pie sobre las enormes murallas que protegen a Nilberk.

“¿Pueden tus oídos escuchar algo?” Kusla se dio la vuelta para preguntar.

Fenesis se desplomó desinteresadamente detrás de él.

No lo hizo ni por el frío ni por el hambre, sino por el miedo a las alturas.

“…”

“… Mira, no te estoy tomando el pelo. Deja de mirarme así.”

Kusla no tenía ninguna intención de hacerlo, pero ella se asomó con una mirada angustiada, y él se quedó turbado. Finalmente, la regañó. Con aspecto desolado, Fenesis sacudió la cabeza entre la rabia y las lágrimas.

“Pero definitivamente no es algo bueno.” Dijo Kusla con disgusto, mientras sus ojos miraban unas luces brillantes en la oscura tierra vacía. Eran antorchas encendidas en el mar de oscuridad, y el enemigo estaba ocupado montando algo allí.

“Una catapulta, ¿eh?”

La catapulta era al menos una docena de veces más alta que una persona, y utilizaba las enormes maderas que sólo podían cosecharse en la región norte de Latria, junto con robustos tendones de bestia y abundantes metales. El alcance superaba con creces el de las versiones anteriores, al igual que la capacidad de destrucción. Normalmente, las catapultas disparaban bloques de metal, y no podían sobrevolar realmente las murallas, pero eso dependía de las especificaciones anteriores.

El ser humano sólo puede enfrentarse a lo que puede imaginar.

“Realmente se siente excesivo si tienen que escapar con esto en una redada~.”

Al oír a Weyland mencionar esto, Kusla suspiró. El suspiro quedó atrás en forma de niebla blanca, como si su suerte se hubiera desvanecido junto con los vendavales.

“Volvamos. Es inútil ver cómo la terminan.”

“Sí. No hay manera de que la terminen tan rápido. Mira, sólo están usando los mismos materiales una y otra vez. No se ve ningún líder. Si eso es un taller, nadie se quejará si los echan.”

Irine los criticaba como una maestra, pero su liderazgo era realmente sobresaliente, pues desde Kazan no había habido quejas sobre ella. A veces, era beneficioso para una mujer ser demasiado joven, al igual que Fenesis era vista como una Diosa de la Guerra en el campo de batalla.

Tal vez los que destacaban en el taller podían intimidar a esos hombres.

“Mejor notificar a Alzen de eso. La encarnación del Dios de la Herrería y el Trueno dijo esto.”

Kusla hizo una insinuación socarrona con una mirada seria. Irine entrecerró los ojos tras oír eso y se rió sin miedo.

“Sí. Tengo que aceptar ese título por tu culpa. Tan solo espero dar una buena pelea por él en caso de que venga a reclamarme.”

Kusla podía visualizar la escena en su totalidad. “Vamos a volver. ¿Puedes ponerte de pie?”

Kusla agarró a Fenesis por el brazo, arrastrándola. Al verla así de aterrada, perdió el interés en burlarse de ella como de costumbre. En el camino de vuelta, Fenesis tiró del brazo de Kusla con firmeza, dando tumbos, y sólo cuando empezaron a bajar las escaleras de las murallas se calmó por fin.

Las murallas de una ciudad ordinaria funcionaban como las paredes de una casa, pero para una ciudad masiva como Nilberk, las murallas funcionaban como una casa demasiado delgada. Las ventanas de las escaleras de la muralla se abrían, y los soldados podían disparar flechas o esparcir aceite abrasador desde allí. Así, la muralla contenía muchos recursos, lámparas para quemar aceite y pozos para sacar agua.

El reducido espacio estaba repleto de estos materiales, todos ellos destinados a este fin. Kusla recordó inadvertidamente su taller de alquimia, y se sintió nostálgico.

La luz de la luna brillaba en las paredes de piedra repletas de materiales. Kusla tenía la sensación de que si miraba por la ventana y reflexionaba, podría obtener una inspiración sorprendente.

Pero eso era algo que sólo se podía hacer en tiempos normales. En este momento, Nilberk no requería pensamientos, sino acciones reales.

Kusla y la pandilla se dirigieron al Cuartel General de los Caballeros, y llegaron a la habitación de Alzen.

Los ojos de Alzen eran extrañamente agudos.

“¿Qué opinas después de presenciar nuestra extraordinaria tecnología?”

La única respuesta fue una Irine de aspecto molesto, con las manos en la cintura.

“No está tan mal, pero la gente que se reúne es realmente terrible, estúpida.”

La calidad de la gestión encontró una cantidad de confianza otorgada.

Un gremio de artesanos puede parecer sombrío, pero la calidad que proporciona puede estar asegurada.

“Tardará mucho en montarse, ¿verdad?”

“De todos modos, no parece que vayan a terminar de reunirse ahora mismo. Llevará algún tiempo al menos, y como no son de mi gremio, no puedo dar una idea aproximada.”

Irine no sonaba en absoluto brusca, ya sea porque estaba demasiado fatigada o porque, para empezar, tenía agallas.

Fuera de una ciudad, era una chica que temblaba de miedo. Dentro de ella, es una hábil herrera que regaña a los hombres que blanden martillos.

“El plano se quemó, pero si alguien descubre un problema, todas las dificultades pueden ser resueltas. Los materiales están preparados, y lo más importante, esos compañeros trajeron una muestra completa en partes.”

“En ese caso, una vez que los ensambladores sepan cómo coordinarse, debería ser posible el montaje. Como mucho, habrá unos días de retraso.”

Kusla continuó entonces con lo dicho por Irine.

“Estoy de acuerdo con Irine. Entonces, ¿también construiremos una catapulta? El tipo que dibujó el plano es uno de nosotros, ¿no? Deberíamos ser capaces de hacerlo.”

Alzen suspiró sombríamente. Se decía que los vigilantes habían encontrado un montón de carros fuera de la ciudad, y se preguntaban si se trataba de esa catapulta que estaban construyendo.

Una vez que la noticia llegó al Cuartel General, un comandante confesó.

Mencionó que la catapulta fue hecha por sus fuerzas para atacar a Latria.

Pero cuando la Reina de Latria lanzó su emboscada por adelantado, se vieron obligados a huir, y también tuvieron que quemar los planos.

Sencillamente, el arma que muestra sus colmillos ante la ciudad fue fabricada por ellos.

¿Qué pensarían los que escaparon de las garras del enemigo? “Eso… bueno.”

La que contestó fue Irine. “¿Algún problema?”

“Sólo tenían un plano, ¿no? En ese caso, será como un recadero con mala memoria que escribe sus tareas en una placa de piedra con cal.”

Irine no sabía leer, pero sus conocimientos de metalurgia eran de primera.

Los artesanos solían permanecer en la misma ciudad durante toda su vida, construyendo las mismas cosas con otros. No necesitaban palabras escritas para transmitir sus habilidades a los demás, ni necesitaban dejar nada atrás.

“Ustedes, jóvenes, tienen unos ojos muy decentes.” En el tono de Alzen se percibía una astuta indirecta. Por supuesto, fue su mayor valoración de Irine.

“Le agradezco el halago. Es imposible construir una catapulta, a menos que dejemos de producir los dragones.”

“Esto también es un problema.”

Alzen se limitó a responder, y levantó la barbilla hacia Irine.

“Vuelve a tu taller. La producción de los dragones será nuestro sustento.”

“Sí.”