Magdala de Nemure (NL)

Volumen 5

Capitulo 3: ¿Investigador?

Parte 1

Kusla volvió a meter los libros rotos entre los demás. Como nadie más los leería, nadie se daría cuenta de que el pergamino había desaparecido, ni de que las encuadernaciones habían sido dañadas. Parecía que la mayoría de la gente del mundo se fijaría en el aspecto del libro, y no en su contenido.

A través de las palabras ocultas, Fenesis descubrió un pergamino escondido en el lomo.

Una vez que Kusla y Fenesis terminaron de leer, intercambiaron miradas.

Kusla no podía imaginar la expresión que mostraba. “Korad Abria. Es un nombre nostálgico.”

El hombre que hablaba era un comandante como Alzen, que dirigía uno de los 23 escuadrones que evacuaron de Kazan. Parecía una docena de años mayor que este último, y parecía ser un veterano administrativo adaptado a la negociación en una gran ciudad, más que al mando en un campo de batalla.

“Este compañero de aquí descubrió su nombre, eso dijo.”

Una vez que Kusla salió de los archivos, regresó al Cuartel General de los Caballeros, y sin revelar nada del pergamino descubierto, hizo que Alzen investigara sobre un hombre llamado Korad Abria.

Aunque sorprendido, Alzen supo, por la sombría mirada de Kusla, que éste hablaba en serio, e hizo que su subordinado preguntara a los ancianos de las otras fuerzas.

El que admitió conocer a ese hombre fue el comandante que le precedió.

“Se dice que es un inquisidor herético de la Iglesia.” Dijo Kusla. El anciano entrecerró los ojos.

Los Caballeros habían estado luchando contra la Iglesia al ser el principal representante de Dios, él no estaba mostrando disgusto por la Iglesia. Más importante aún, no estaba siendo condescendiente con los inquisidores, tan vilipendiados por los Caballeros. Era la expresión de alguien que miraba al pasado, y Fenesis de vez en cuando también mostraba esa expresión.

“Un inquisidor… sí que lo era. Pero era un poco diferente.” “¿Dices que tenía otros deberes?”

“No, no.” El anciano lo negó y mostró una sonrisa nostálgica. “Era un hombre interesante. Más que un inquisidor, se podría decir que era un investigador herético.”

“¿Investigador?”

“Sí. Recuerdo que ese tipo era apasionado con respecto a la inquisición. Su afición no… era normal.”

La expresión del anciano mostraba claramente que no estaba menospreciando a esa persona.

“En su día, ésta era una tierra pagana, situada peligrosamente cerca de la frontera, y Nilberk estaba a punto de caer. Los paganos eran poderosos, así que los Caballeros y la Iglesia debían atacar juntos. En este momento, esa idea está descartada. Yo me dirigía al Norte desde aquí en aquel entonces, junto con Korad y el ejército.”

Sus ojos se desviaron lentamente más allá de la ventana de madera, como si entonces se pudiera ver a Latria.

“A ese hombre le apasionaba investigar a los herejes. Nunca dejó pasar nada que los involucrara.”

Para los inquisidores de la Iglesia, era un trabajo. También eran un grupo de fanáticos religiosos, que creían firmemente en quemar en la hoguera a quienes se oponían a Dios, con la esperanza de purificar y liberar.

Los Caballeros también tenían una organización similar llamada el Coro. Por interés propio, elevaron a Fenesis a una herramienta maldita.

“Pero nunca mandó quemar a nadie en la hoguera.”

“¿Eh?” Soltó Kusla, y Alzen, sentado en una silla y bebiendo vino en la sala de mando del anciano, parecía especialmente intrigado.

“Hmmm. Extraño, ¿no? De día a noche, se encerraba en la celda de los paganos, incluso comiendo allí, interrogando fervientemente sobre las enseñanzas y los mitos de los paganos. Parecía que quería experimentar esa forma de vida.”

Aunque extremadamente aturdido, Kusla pudo entender algo.

Los pergaminos ocultos en el lomo estaban llenos de los aprendizajes de Korad.

“Pero aun así, ese hombre nunca olvidó su trabajo. Comía y convivía con los paganos, y obtenía la confianza de éstos, pero creía firmemente en la grandeza de Dios. Sus métodos de inquisición no eran diferentes de los habituales.”

“¿Sus métodos?”

“Sí. Refutaba a los paganos con largas peroratas de las enseñanzas de Dios. Si los paganos permanecían impasibles, los sorprendía con milagros.”

Era un método común para convertir a los paganos.

Pero no había nadie en este mundo que pudiera crear tales milagros.

Mientras Kusla tenía esos pensamientos, el viejo comandante miró hacia él, sonriendo.

“Sí. No fueron milagros. Se dice que Korad nació en una familia noble de cierto reino caído, y que originalmente pretendía ser un alquimista de los Caballeros. Debido a cierto incidente, se transfirió a la Iglesia en su lugar, convirtiéndose en un inquisidor herético. Hoy en día, esto es completamente imposible, pero era algo común en aquel entonces. Debido a esto, él usaba ‘milagros’, los falsos milagros que todos ustedes hacen. No, supongo que esos deben ser milagros reales usando las verdades del mundo creadas por Dios, ¿no?”

Las palabras del viejo comandante eran propias de un Caballero que priorizaba las ganancias realistas, los discípulos ardientes seguramente estarían totalmente furiosos.

“En otras palabras, Korad utilizó tales métodos para conmocionar a los paganos y convertirlos.”

“Ya veo… entonces, ¿dónde está?”

Kusla hizo una pregunta cercana al quid de la cuestión, pero la conversación se detuvo de repente.

El viejo comandante guardó silencio, abrumado por la tristeza. “¿Qué pasa?”

Continuó, su tono no es el de un oficial de alto rango.

“Probablemente no esté en la Iglesia ahora. No hay necesidad de alguien como él en la Iglesia.”

“Pero…”

Los inquisidores eran similares a los alquimistas, pero su destino era mucho peor. Debido a su ocupación, cualquier palabra suya sería suficiente para tachar a cualquiera de hereje, y todo estaría perdido.

La mayoría de los Papas que llegaron a la cima de la Iglesia fueron inquisidores.

Como a menudo estaban ocultos en la oscuridad, si no ascendían en la jerarquía, sería cuestión de tiempo que los asesinaran o los enviaran a misiones suicidas.

A pesar de eso, por lo que dijo el comandante, parecía que Korad seguía vivo.

Y mencionó la razón por la que Korad seguía vivo.

“Todavía lo recuerdo. Ese día nevaba, las carreteras estaban cubiertas de hielo, los muelles estaban congelados más tiempo del previsto. Estábamos atacando ciudades, convirtiendo tierras paganas, pero nos superaban en número. Por aquel entonces, nunca pensamos que íbamos a apoderarnos de las tierras; principalmente explorábamos las zonas desconocidas. Cuando los mercaderes que venían de lejos comentaron que los paganos iban a atacar en cuanto dejara de nevar, decidió retirarse. De hecho, la mayoría de los soldados esperaban retirarse. No podíamos llenar nuestros estómagos en tierras tan poco desarrolladas, y el clima era terrible. ¿Qué sentido tiene morir aquí? Sin embargo, Korad no pensó eso.”

“¿Se quedó?” preguntó Kusla, y el comandante asintió. Sonrió.

“No sólo se quedó, sino que se adentró en tierras paganas. Por aquel entonces, intentamos convencerle de que dejara de hacerlo, pero no quiso escuchar. Sus ojos brillaban, como un chico ansioso por conocer a la doncella que ama.”

Bajo el cielo despejado después de la nieve, el joven inquisidor Korad Abria se dirigió con entusiasmo al Norte bajo el brillante sol.

Esa era la imagen que tenía Kusla.

“En aquel entonces, le preguntamos por qué quería dirigirse al Norte. Si era para difundir el evangelio, podría haberlo hecho una vez que estuvieran hechos todos los preparativos. Esa actitud suicida suya iba realmente en contra de las enseñanzas de Dios. A pesar de lo que le dijimos, nos contestó.”

—Siento que hay algo que quiero allí.

“En el duro frío, no hay comida, y una vez que una persona está física y mentalmente inestable, todos los sentidos del frío desaparecerán. Los fuertes vendavales seguirán soplando, y uno se sentirá como si cayera por un agujero sin fondo, un delirio de luz. Los que no tuvieran fuerzas para caminar se levantarían de repente, y se tambalearían con ropas raídas. Algunos decían que habían sido convocados por Dios, o por el Diablo. A la mañana siguiente, la mayoría fueron encontrados congelados en la nieve, con el rostro en estado de trance. Esa era la cara que mostraba Korad cuando hablaba.”

El propio Kusla oyó hablar de esas cosas, pero nunca las presenció.

Sin embargo, Fenesis, que escuchaba atentamente a su lado, podría haberse encontrado con esos casos. Pensando en eso, miró hacia ella, pero no pudo ver su rostro con claridad.

“Desde entonces, no he vuelto a oír su nombre. En aquel entonces, pedimos a mercaderes más intrépidos que nosotros que buscaran su paradero, pero no hubo suerte. Puede que haya escapado, pensando que no podría ser inquisidor por mucho tiempo… pero supongo que no.”

“…”

El anciano que luchó por alcanzar su alta posición después de muchos años se regocijó como un joven.

“Supongo que se fue a perseguir sus propios sueños.”

Korad se fue a la tierra de Magdala, situada en algún lugar de este mundo.

“La gente embellece el pasado. Tal vez no sea el caso después de todo.” El anciano hizo una mueca, mirando a Kusla. “Pero, ¿dónde has encontrado el nombre de Korad? Si un hombre como él vivió otros veinte años, supongo que ahora es una persona famosa. ¿Está realmente vivo?”

Aunque el anciano estaba claramente bromeando, sus ojos parecían serios.

Esperaba que Korad estuviera vivo.

Un hombre que permaneció solo en el terror del enemigo, sin ser visto durante unos veinte años.

Kusla aguantó el pinchazo en su corazón, y sacudió la cabeza, dando la mirada fría de piedra de ‘interés’.

“Encontré este nombre en un libro en Kazan.” “Ahh. ¿Así que implica la creación de dragones?” “Sí.”

Podía mentir tan fácilmente como respirar.

Podía convertir el plomo en oro, y el oro en plomo. “Me preguntaba si esto implicaba la cuestión de la fe.”

“Ya veo… pero, probablemente no tengas que preocuparte. Nadie ahí fuera, ni siquiera la Iglesia, conoce el nombre de Korad.”

“¿Es así?”

“Hoho. Habiendo escuchado un nombre inesperado, terminé hablando mucho más.”

“Mis disculpas.”

Alzen se lo quitó de encima y el viejo comandante agitó la mano. “Sin las fuerzas del Archiduque Kratal, nuestras tropas no habrían

resistido. La existencia de los dragones fue un milagro para todos nosotros. Piensa en esta información como un pago por nuestro viaje a dedo. Ahora que lo pienso, todavía estoy en deuda contigo.”

“¿Quieres decir que hay más en el regateo?”

Alzen le devolvió el golpe. Mientras ambos bromeaban, se tanteaban mutuamente, y entonces, soltaron una carcajada propia de los gobernantes.

Kusla permaneció entre ellos, observando en silencio. “Y tengo una última petición.”

“¿Qué es?”

“¿Te importa contarme el camino que tomó Korad?” “¿?”

El hombre estaba aturdido, ciertamente, por lo que murmuró.

Llamó a su subordinado y le pasó un mapa marcado a Kusla. “Realmente hay varios tipos de personas en este mundo.” Volvieron a la habitación de Alzen, que comentó tal cosa.

“¿Y? ¿Es posible que haya dragones durmiendo en otras ciudades?”

Le preguntó a Alzen, mirando el mapa de su camino hace 20 años más o menos.

“Es difícil de decir. Creo que hay que investigar las ciudades por las que pasó.”

“Sí.”

Alzen asintió y levantó la cabeza,

“La Biblia afirma que no hay secretos eternos. Las habilidades se propagan como la peste. Eso significa problemas…”

“Ni siquiera la peste negra pudo sobrevivir al paso del tiempo.”

“Sí. Aunque Korad se diera cuenta de la existencia de los dragones, nadie se acuerda de él. Si jugamos bien nuestras cartas, el enemigo podría no darse cuenta.”

Kusla descubrió el pergamino que Korad dejó en la Iglesia, y fue a buscar a Alzen, inventando una razón válida para investigar. Dijo que había encontrado a un inquisidor llamado Korad en Kazan, y que éste estaba investigando la ciudad de Nilberk en ese momento. Aunque no se sabía qué estaba investigando, pero si estaba investigando sobre los dragones, tal vez existiera la tecnología de los dragones en otro lugar.

Alzen nunca dudó de esas palabras. “Si hay algo más, dímelo. Te ayudaré.” “Entendido.”

Kusla se inclinó pretenciosamente y se despidió.

Volvió a su alojamiento y sacó el pergamino de la bolsa de la cintura.

Había palabras en el pergamino.

No importaba cuántas veces las leyera, tenía náuseas de emoción.

Sin embargo, Fenesis permaneció en silencio todo el tiempo, e incluso estaba desganada cuando se sentó en el borde de la cama.

“¿No te sientes bien?” Preguntó Kusla sin pensarlo. Pero Fenesis se sacudió, encogiéndose al mirar a Kusla.

Evidentemente, parecía un poco distraída, y a pesar de ello sacudió la cabeza.

“Se siente, surrealista…” “¿Eh?”

“Bueno… no sé cómo expresarlo… pero es como si una ciudad de la que nunca he oído hablar apareciese de repente ante mí…”

Fenesis parecía estar narrando sobre los fantasmas que vio la noche anterior, y estaba al borde de las lágrimas.

Pero Kusla no se burló de Fenesis, pues tenía un vago presentimiento de lo que Fenesis quería decir.

“Eso se llama excitación.” Fenesis abrió los ojos ante Kusla “Pero tienes que seguir siendo racional.” Añadió Kusla, y Fenesis se sonrojó de inmediato. Parecía que había vuelto a ser la de antes. “De todos modos, lo hiciste muy bien esta vez. De alguna manera lo noté.”

“… P-Por supuesto…” Fenesis refunfuñó en voz baja, y Kusla se burló.