Mahou Shoujo Ikusei Keikaku (NL)

Volumen 8

Prologo: Patricia.

Kanoe sospechaba de Mamori. Y sus sospechas parecían aumentar día a día.

Mamori Totoyama no podía ocultar cosas a Kanoe Hitokouji, una chica que podía determinar los pensamientos de alguien leyendo sus rostros. Y como Kanoe veía a Mamori con más frecuencia que a su propia familia, interpretar sus sentimientos a partir de su expresión no era ninguna molestia. Podía hacerlo con los ojos cerrados.

Hasta ahora, cada vez que Mamori se había dado cuenta de que Kanoe había descubierto que ocultaba algo, se había rendido rápidamente. Sabía por experiencia que todos los intentos de resistencia eran inútiles. Si sabía que cedería a la presión y acabaría levantando la bandera blanca, lo mejor era rendirse de inmediato.

Pero esta era la única vez que no podía hacerlo.

El otro día, unos ladrones habían entrado por la fuerza en la mansión secundaria de la finca Hitokouji. A Mamori le había quedado claro que Kanoe Hitokouji —la chica mágica Pfle— ocupaba una posición importante en el mundo de las chicas mágicas.

Cuando un ladrón entraba en la casa de una persona muy estimada, era natural que se realizara una investigación adecuada. Pero Pfle había intuido que había algo más detrás de todo esto. Tenía la corazonada de que alguien estaba utilizando la investigación como pretexto, y su verdadera intención era indagar en sus secretos.

Pfle también había notado que la forma de la intrusión del ladrón había sido poco natural. No parecía que se tratara de una simple extensión de las luchas de poder o de alguien que sólo quería acabar con Pfle. Los que se dedicaban a actividades sucias —Kanoe Hitokouji en particular— tenían fuertes presentimientos en momentos como éste.

Pfle había sido quien inició el “proyecto de chicas mágicas artificiales”. Era algo grande, algo que iba a hacer temblar los cimientos del Reino Mágico, y ella había pensado que tal vez eso era lo que buscaba el culpable. Si alguien lo suficientemente poderoso como para entrometerse en la investigación se había enterado del plan de alguna manera, entonces esa persona podría hacer que se incautara de todo como parte de la investigación para luego tomarlo secretamente para sí misma. Esto era lo que Pfle más quería evitar.

Tomó una decisión rápidamente.

Antes de la investigación, Pfle se había deshecho de todo lo que pudiera servir de prueba de algo turbio. También había utilizado la magia para eliminar todos sus recuerdos relacionados con cualquier tipo de actividad ilícita para poder actuar como una persona honrada y sin complejos. Su encubrimiento había evitado que sus malas acciones salieran a la luz, y había salido bien parada.

Al mismo tiempo, todo lo relacionado con el proyecto de la chicas mágicas artificiales, desde la tecnología hasta los resultados actuales, se había hecho público de forma anónima, sin dejar una sola prueba que implicara a Pfle, por supuesto. Como era de esperar, hubo un gran revuelo, pero así se evitó que una de las partes monopolizara ilegítimamente la tecnología.

Durante esta serie de encubrimientos, Mamori —la chica mágica Shadow Gale— había asumido un papel importante.

A Mamori se le había confiado el cristal de la memoria de Pfle, o más bien se le había impuesto. Se le había indicado claramente que debía devolver los recuerdos una vez que todo se hubiera asentado.

Pfle había previsto que si podía ocultar sus recuerdos, podría superar las cosas por el momento. Había estado en lo cierto hasta la mitad del proceso, cuando Mamori, que había mirado en secreto los recuerdos que le habían confiado, había decidido que no debía devolverlos. Después de agonizar, Mamori había confiado los recuerdos a otra chica mágica, Snow White, apodada la Cazadora de Chicas Mágicas. La vida de Pfle continuaba hoy en día sin sus recuerdos perdidos, mientras sentía que algo no funcionaba.

Esto era lo que Mamori Totoyama —Shadow Gale— escondía.

Ella no creía que todo lo que Pfle intentaba hacer fuera malo. Pfle tenía ideales que claramente seguía, y se dedicaba a intentar cambiar el estancado y podrido Reino Mágico.

Pero en aras de esos objetivos, Pfle creía que el fin justificaba los medios. Si pensaba que reunir a cien candidatas a chica mágica para desafiar a una chica mágica malvada sería menos eficiente que obedecer a la chica mágica malvada para matar a esas cien, elegiría, sin dudarlo, lo segundo. Cuanto más se acercara Pfle a sus objetivos, más sacrificios haría. Alguien tenía que detenerla. Y nadie más podía hacerlo, nadie más que Shadow Gale, a quien se le habían confiado sus recuerdos.

Mamori no estaba deteniendo a Kanoe por el bien de los que podrían morir. Tal y como lo veía Mamori, Kanoe, luchando por su objetivo, corría un terrible peligro. Incluso si lograba superar este episodio, estaba claro que en algún momento se desviaría de su camino y se estrellaría. Si Kanoe había llegado al punto de verse obligada a confiar sus recuerdos a otra persona, Mamori podía suponer que Pfle estaba tan cerca del borde que no estaba a un paso, sino a medio paso.

En cualquier caso, Mamori no iba a devolver los recuerdos a Kanoe. Ésta era la única vez que, por mucha presión que ejerciera Kanoe sobre ella, por muchas trampas que le tendiera, Mamori se juró a sí misma que nunca lo revelaría. No le devolvería los recuerdos a Kanoe. En el peor de los casos, estaba preparada para morderse la lengua.

A pesar de haber dejado tan pocas discrepancias en su memoria como fuera posible, Kanoe seguía sintiendo que algo estaba mal, pero nada más que eso. Utilizó varias técnicas para tratar de averiguar lo que Mamori ocultaba, desde preguntas capciosas hasta intentos de soborno. Fuera como fuera, Mamori no dijo ni una palabra.

Los problemas empezaron aquí. Aunque Mamori no dijera ni una sola palabra, eso no significaba necesariamente que Kanoe no se diera cuenta de las cosas a base de hipótesis y perspicacia. O, más que “necesariamente”, sería prudente asumir que el momento se acercaba cada vez más.

Retener los recuerdos de Kanoe no era más que una medida provisional. A fin de cuentas, sólo retrasaba lo inevitable. Tener esa laguna en la memoria de Pfle no era prudente, y dependiendo de las acciones de la parte que había enviado a esos ladrones a atacar la mansión secundaria, podrían acabar en un peligro aún mayor. Mamori sabía que tenía que idear algo, pero no se le ocurría nada que mereciera la pena. Kanoe era la que ideaba buenos planes, pero era la única persona con la que Mamori no podía discutir esto.

Shadow Gale no tenía muchos amigos. Esencialmente no tenía conexiones. Incluso su número de conocidos era lo suficientemente escaso como para contarlo con una mano. Y si se restaban las personas que podían ser cómplices en los complots de Pfle, ese número disminuía aún más.

Quería mantener a Clantail al margen de asuntos de esta naturaleza en la medida de lo posible. Mamori quería mantenerla alejada de cualquier cosa mínimamente sucia, como engañar a la gente y atraparla. Quería que la chica se centrara en convertirse en zoóloga.

Eso dejaba a Snow White como la única persona con la que podía hablar. Tal y como habían acabado las cosas, parecía que estaba confiando los recuerdos a Snow White sólo para arrastrarla a esto. Mamori se sentía tan mal por eso que quería desaparecer, pero por mucho que se devanara los sesos, no había nadie más a quien pudiera pedir ayuda.

Entonces, un día en que Mamori seguía escribiendo y reescribiendo un mensaje a Snow White, sintiéndose cada vez más sin recursos, Kanoe la convocó al patio, donde ella, transformada en Pfle, estaba sentada con una chica mágica que Mamori nunca había visto.

“Esta es Patricia.” La presentó Pfle. “Patricia, esta es Mamori.” La desconocida la saludó. “Hola, hola, me alegro de conocerte.”

“Oh, sí, me alegro de conocerte…” Respondió Mamori. “Señorita,

¿quién puede ser?”

“Ya te lo he dicho. Esta es Patricia.”

“No, no me refiero a eso.”

“Le he confiado tu seguridad personal.”

“¿Perdón?”

Pfle le había contado cómo el incidente del robo en la segunda mansión de la finca seguía sin resolverse, y que ni siquiera habían capturado a los lacayos que habían sido enviados a hacerlo. La entrada de la casa estaba acordonada con cinta amarilla y, a día de hoy, las chicas mágicas seguían apostadas en la residencia Hitokouji bajo el pretexto de la seguridad. Además, parecía que Mamori le ocultaba algo: todo era inquietante.

Después de decir lo que quería, la boca de Pfle se relajó en una sonrisa. “Así que me imagino que también te asignaré una guardia… siendo que ni siquiera he comprendido bien cuál es el peligro.”

Patricia le ofreció alegremente su mano derecha. Atónita, Mamori le ofreció la suya como respuesta. Patricia le apretó la mano con tanta fuerza que hizo que Mamori se estremeciera.