Mushoku Tensei: Isekai Ittara Honki Dasu (NL)

Volumen 22

Capítulo 7: Enfrentando a los Cuatro Principales de Atofe

Parte 2

 

 

“¡Yo soy Calina! Una caballera de rango Real del Estilo del Dios del Norte y parte de los Cuatro Principales de Atofe-sama: ¡Calina del Viento!”

El primer guardia que dio un paso al frente era una mujer. Ella inmediatamente se sacó su casco y lo lanzó fuera de la plataforma. Los otros guardias se apresuraron para atraparlo—su equipo era costoso y ellos estarían en problemas si lo perdían.

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“¡Paladines! ¡He estado esperando por ustedes!” El rostro de la mujer debajo del casco era uno reptiliano. Ella tenía escamas amarillas, un cabello como una masa de agujas, y una nariz puntiaguda; todo su rostro estaba cubierto de cicatrices que contaban su larga vida como una guerrera.

“¡Yo entreno en el salón de entrenamiento especial del Fuerte Necross!

¡Tengo muchos estudiantes! ¡El nieto de Atofe-sama es uno de esos estudiantes! ¡Yo los entreno con dureza! ¿¡Ustedes tienen algún estudiante!?

¡Tienen que conseguir alguno! ¡Los estudiantes las respetarán!”

“¡Pueden estarse preguntando por qué estoy entrenando en un lugar como este! ¡Todo es para que, un día, yo pueda desafiar a Atofe-sama! ¡Por cada héroe y paladín que yo derrote, me ganaré el derecho de desafiar a Atofe-sama!”

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“¡Ahora, paladines, vamos a luchar! ¡Pierdan rápido para que yo pueda usarlas para volverme todavía más fuerte!”

Calina siguió con su discurso sin consideración alguna por quien lo estaba escuchando. Mientras tanto, Eris desenfundó su espada en silencio. A ella no lo importaba ni una mierda lo que Calina tenía que decir. La persona ante ella era su oponente. Los oponentes que hablan tanto antes de la batalla eran usuarios del Estilo del Dios del Norte y del Estilo del Dios del Agua. Eris, una practicante del Estilo del Dios de la Espada, no hablaba. Ella de todas formas nunca había sido buena dando discursos. Eris levantó su espada sobre su cabeza.

“Ups, lo siento. Estoy hablando demasiado, ¿no?” dijo Calina, deteniéndose. “¡Es hora de luchar! ¡Aquí voy! Solo—”

Eris se movió mientras Calina decía, “Aquí voy.” Ella fue rápida y eficiente. Su espada estaba levantada en lo alto sobre su cabeza y ella la balanceó hacia abajo. Era un movimiento que ella había practicado cien veces cada día desde su época en el Santuario de la Espada. Debe haberlo hecho decenas de miles de veces.

Eris cortó hacia abajo en diagonal. Incluso mientras su hoja comenzaba a moverse, ya era demasiado rápida como para que el ojo humano pudiese percibirla: esta era la Espada de Luz. No hizo ningún sonido. Antes de que cualquiera supiera lo que estaba pasando, ya había terminado. Su hoja se detuvo al otro lado de Calina, después de lo cual Eris levantó lentamente su espada de vuelta sobre su cabeza.

Bueno, no era—estrictamente hablando—preciso decir que nadie supo lo que estaba pasando. Calina lo sabía. Ella tenía una habilidad especial, un sexto sentido que le permitía ver el peligro acercándose. Mientras ella decía, “Aquí voy,” Calina había sentido su muerte pasar frente a sus ojos.

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Esta habilidad suya era un tanto diferente del Ojo de la Premonición de Rudeus. Ella la había tenido desde niña. Cada vez que enfrentaba una muerte inminente, ella lo sentía y sabría que, a menos que actuara en ese preciso momento, iba a morir. Calina no sabía si su sensación de peligro era precisa, ya que ella nunca la había ignorado como para comprobarlo. Todo lo que sabía era que su habilidad la mantuvo con vida. La salvó de las garras de la muerte una y otra vez, y era por eso que ella había tocado a la puerta del Estilo del Dios del Norte. Así que cuando ella dijo, “Aquí voy,” y su muerte pasó frente a sus ojos, Calina salió de su camino.

Ella no evitó completamente el ataque. Logró mover su parte superior cerca de diez centímetros fuera del camino. Diez centímetros fueron suficientes para salvar su vida. Ella sintió de una forma perfectamente clara la hoja cortando a través de su cuerpo. Calina la vio cortando hacia abajo desde la parte superior izquierda, entrando por su hombro izquierdo y saliendo donde su pierna izquierda se conectaba con su torso. Ella vio tanto su brazo como su pierna siendo separados de su cuerpo—un perfecto diagrama transversal de un conjunto de armadura. Ella nunca antes había visto un corte tan limpio. Su pierna izquierda fue cercenada e, incapaz de permanecer de pie, ella se cayó hacia el suelo provocando un fuerte sonido metálico. Su brazo golpeó el suelo al mismo tiempo, dejando solo su pierna cercenada, cubierta por su armadura, todavía de pie.

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“Eso fue demasiado rápido…” murmuró alguien. Tal vez fue Calina, tal vez otro de los guardias. No importaba. Todos sabían quién había ganado. Eris miraba abajo hacia Calina tal como lo había hecho antes, ahora sonriendo.

La arena estaba en silencio. ¿Acaso Eris le daría el golpe final? Nadie se movió para detenerla. La guardia personal de Atofe luchaba hasta la muerte. Incluso podría ser considerado vulgar que alguien que había llegado al nivel de los Cuatro Principales pidiera misericordia. O tal vez todo estaba ocurriendo demasiado rápido y nadie estaba siguiendo los eventos.

Eris se mantuvo de pie ahí con su espada en lo alto por varios segundos. Pero luego su expresión regresó a la normalidad, y ella preguntó dubitativamente, “¿Ya terminó?”





Calina sintió un escalofrío recorrer su espalda. Eris estaba diciendo que la batalla aún no había terminado. Ella de verdad creía que su oponente, ahora sin un brazo y una pierna, no se había dado por vencida; que la batalla todavía estaba en curso. Y Calina entendió que, si Eris estuviese en su lugar, las cosas serían así. Incluso si Eris perdía una extremidad, si estuviera en el mismo estado que Calina, ella no se daría por vencida. Los estudiantes del Estilo del Dios del Norte entrenaban cómo luchar incluso después de perder una extremidad, a pesar de que pocos de ellos estaban preparados para sacrificar tanto.

Calina no era parte de esos pocos estudiantes, por mucho que hubiese querido serlo. Esa fortaleza mental, esa disposición al sacrificio, tales cualidades solo salían a la superficie cuando eras empujado hacia el borde del abismo e incluso ahí te rehusabas a rendirte. Ella nunca había asumido que alguno de los oponentes que había derrotado en el pasado compartía esa cualidad.

Calina, viendo que Eris estaba lista para continuar, dijo, “Sí, terminó. Me has vencido, paladína. He sido completamente derrotada.” Y así, ella aceptó su derrota.

Eris bajó lentamente su espada, pasando primero de una guardia alta a una guardia media, para finalmente regresarla a su vaina. Ella no separó su mano de la empuñadura. Eris examinó sus alrededores, sin relajarse ni un segundo mientras los guardias en espera tomaban a Calina y la sacaban de la arena. Eris solo sacó su mano de su espada cuando ella estuvo satisfecha de que hubiese suficiente distancia entre ella y los tres restantes de los Cuatro Principales.

“Estos Cuatro Principales no son la gran cosa,” dijo ella, como si nada interesante hubiese ocurrido.

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Ella no estaba insultando deliberadamente a Calina. Ni siquiera estaba catalogando a la otra mujer como débil. Ella solo pensó que, si eso era lo mejor que Calina podía hacer, ella no estaba ni cerca de ser tan buena como Auber, quien también luchaba usando el Estilo del Dios del Norte. Incluso Nina e Isolde, quienes habían entrenado junto a Eris, podrían haber esquivado su ataque.

“Esas son palabras muy valientes, niña. Pero Calina era la más estúpida de los Cuatro Principales de Atofe-sama. No permitiré que nos juzgues a todos a partir de su desempeño.”

“Sí, nosotros no somos así de idiotas. Somos listos.”

“Jejeje. ¡Así es, te cortaremos en pedazos con nuestra inteligencia!”

De haber estado presente, Rudeus podría haber comentado sobre lo trillada que era su rutina de grupo de chicos malos. En contraste, Eris consideró esto y decidió que, si los demás eran más fuertes que la primera mujer, entonces ella debía prepararse en consecuencia. Eris no era presumida. Ella conocía los límites de su fuerza.

Por lo tanto, ella llamó a alguien. “Roxy.” “¿Sí?”

“Quédate detrás de mí… Juro que no permitiré que te lastimen,” dijo ella.

Roxy sintió un pequeño escalofrío recorrer su cuerpo. Roxy conocía bien a Eris. Ella sabía que Eris se esforzaba mucho y que tenía el más grande talento natural dentro de la casa cuando se trataba de ejercer la violencia.

Roxy también sabía que, si bien no estaba al mismo nivel de Rudeus, Eris pensaba en sí misma como la protectora de la familia. Bueno, cuando se trataba de apuñalar y cortar cosas.

Para Eris, la familia era algo que ella protegía con su espada. Roxy contaba como familia. Había una sola excepción a su regla: Rudeus. Ella solo se apoyaba en él en estas situaciones. Él era el único que podía seguir su ritmo en una batalla.

Ante ese pensamiento, Roxy no pudo evitar sentirse un poco avergonzada.

***

 

 

“Yo soy Benebene, un espadachín de rango Santo del Estilo del Dios del Norte y uno de los Cuatro Principales de Atofe-sama: ¡Benebene del Agua!”

El segundo de los Cuatro Principales se veía como la definición de promedio. Él no se quitó y arrojó su casco como Calina, y no era más grandes que los otros dos. Él posiblemente era de una raza particularmente peluda, porque sobresalía cabello blanco de los huecos de su casco.

“¿Un Santo del Norte? ¿Eres de un rango más bajo que la anterior?” “Heh, eso es cierto, no puedo compararme a Calina con una hoja,”

aceptó él. “Pero la habilidad con una hoja no es lo único que decide una

batalla.”

“Cierto,” dijo secamente Eris, para luego levantar su espada sobre su cabeza, tal como antes. Ni siquiera había un milímetro de diferencia en su postura. Ella sonrió. Ahora no había ni una pizca de intención asesina en sus ojos. Pero ¿acaso eso significaba que ella atacaría de la misma forma que antes, con su ataque definitivo? ¿El que no podías esquivar incluso si sabías que venía? ¿Ella usaría la Espada de Luz?

“¿Comenzamos?” dijo el hombre. “Ven por mí desde el ángulo que prefieras.”

El chirrido de metal sobre metal se escuchó mientras él pronunciaba su última sílaba. Eris ya había acertado su ataque. Su hoja siguió exactamente la misma trayectoria que antes y se detuvo exactamente en el mismo lugar. Ella fue tan rápida que ninguno de los presentes siquiera tuvo tiempo de parpadear.

Tal como en el caso de Calina, el brazo izquierdo y la pierna izquierda de Benebene se desprendieron, y su cuerpo comenzó a tambalearse— excepto que su cuerpo no se tambaleó. Su brazo izquierdo y pierna izquierda ni siquiera se desprendieron, aunque Eris estaba segura de que los había cortado.

Alarmada, ella dio un paso hacia atrás justo mientras la espada del hombre cortaba a través de donde ella había estado de pie. Sin aviso, la espada de Benebene estaba en sus manos, una gran espada negra como la del resto de la guardia personal de Atofe.

“Lo esquivaste, ¿eh? Pero no creas que—” Esta vez Eris actuó antes de que él tuviera el tiempo de terminar su oración. Ella dio un paso al frente para cancelar su anterior paso atrás, para luego balancear su espada hacia arriba en dirección del brazo derecho de Benebene. Un seco sonido metálico resonó mientras Eris instantáneamente volvía a levantar su espada hacia su posición de guardia alta.

Ella dejó salir un suspiro, ahora confiada. Ella lo había cortado. Claramente lo había sentido. Pero incluso aunque estaba segura de que lo había cortado, la mano de Benebene permanecía pegada a su muñeca.

“Deberías dejarme terminar,” dijo Benebene. Él clavó su espada en el suelo, y luego agarró su propia muñeca con su mano izquierda. Su mano derecha—más bien, el protector—se salió sin resistencia, y no solo en una pieza. La mano dentro había sido partida perfectamente a la mitad para producir un corte transversal tan limpio como el cuerpo de Calina anteriormente.

Eso no era lo único que debía ser destacado. Lo otro era el pelo. Una gran masa de pelo blanco estaba pegado al interior de la armadura de Benebene.

“¡Yo tengo sangre del Clan Pegajoso y del Clan Hea! Las espadas nunca han funcionado en mí,” dijo Benebene. Pegajosos mechones de cabello con forma de antenas tomaron la forma de una mano, la cual después agarró su espada. Él la sostuvo listo para atacar, mirando fijamente hacia Eris.

La única respuesta de Eris fue lanzar otro ataque hacia Benebene. Ella cortó hacia abajo, luego arriba, después a la derecha, luego a la izquierda, hacia su cuello, sus hombros, sus brazos, sus piernas… Ella hizo llover ataques desde cada ángulo hacia cada parte de su cuerpo.

Benebene eventualmente volvió a balancear su espada. Ninguno de sus ataques tenía algún efecto, así que él no necesitaba defenderse. Eris esquivó todo lo que él lanzó hacia ella. Mientras salía del camino para que su espada fallara por milímetros, ella provocó jadeos de admiración de los guardias observando.

Como regla general, los espadachines del Estilo del Dios de la Espada eran malos esquivando y defendiéndose.

El Estilo del Dios de la Espada alentaba a sus usuarios a derrotar al oponente de un solo ataque. Esquivar era innecesario dentro de tal filosofía.

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Eris era diferente. El entrenamiento de Gal Farion para derrotar a Orsted había estado basado en la racionalidad. Él asumió que Orsted no sería derrotado con un solo ataque, así que, llegando a la conclusión de que esa evasión era una técnica que necesitaría su estudiante, él consiguió a un espadachín del Estilo del Dios del Norte para enseñarle y le ordenó practicar con una espadachina del Estilo del Dios del Agua.

Su entrenamiento había influido mucho en Eris. Gracias a las lecciones de Auber y sus enfrentamientos con Isolde, ninguna espada podía tocar a Eris. Mientras su espada cortaba a través del cuerpo de Benebene, él solo cortaba el aire. Era como un enfrentamiento entre un adulto y un niño. Aunque mientras la batalla avanzaba, el pánico empezó a echar raíces dentro del corazón de Eris.

Ella inhaló con fuerza ante el sonido del metal siendo abollado. Su ataque no había cortado a través de la armadura de Benebene. Todo lo que logró hacer fue rasguñarla. Su Espada de Luz había terminado siendo inútil.

Eris desvió el ataque de Benebene en dirección del pomo de su hoja mientras dejaba salir un grito de frustración. La fuerza le hizo retroceder tres pasos. Ella no estaba cansada, solo no sabía qué hacer. Sin importar dónde cortara, nada era efectivo.

Eris respiró profundamente, y después se forzó a tranquilizarse y pensar.

¿Qué haría su Maestra Ghislaine? ¿O el Dios de la Espada Gal Farion? Por desgracia, ella no era la mejor pensando, y Benebene atacó de nuevo antes de que pudiese llegar a una respuesta.

“¡Muajajaja! ¡Veo que te estás cansando, paladína!” gritó él. “¡Es el fin!”


Pero en ese momento otra voz se oyó. “¡Oh espíritus del hielo, concédannos su fuerza! ¡Campo de Hielo!”

Una lámina hielo junto con un viento frío chocaron directamente contra un Benebene arremetiendo.

“¿¡Qué!?”


Todo el cuerpo de Benebene crujió. Él fue congelado por completo en segundos.

“¡Eris! ¡Ahora!”

Eris actuó sin demora. Benebene estaba justo frente a ella. Eris arremetió, luego pasó a un lado de su forma congelada, con su espada cortándolo desde el costado.

“¡Gaaaahhh!” gritó él mientras era cortado a la mitad. Su parte superior se deslizó desde la inferior y cayó al suelo pesadamente. Hubo un tintineo como de vidrio quebrándose mientras su armadura se rompía, dejando atrás dos masas de un cabello blanco puro. Ambas estaban cubiertas de hielo y retorciéndose débilmente.

“Urgh,” gruñó él, “Maldita sea… No mi armadura de guardia personal… Entonces fue por eso que desperdiciaste todo ese tiempo realizando ataques inútiles…” Y así, él dejó de moverse.

Los demás guardias corrieron rápidamente hacia él y se lo llevaron.

Eris los observó inexpresivamente, luego se dio la vuelta para mirar detrás suyo hacia donde estaba Roxy, congelada de pie en su lugar con su vara todavía en su mano.

“Había escuchado que el clan pegajoso era vulnerable al hielo…” murmuró ella, “de verdad fue efectivo, ¿eh…?” Roxy, al ver a Eris en problemas, había usado magia sin saber si sería de alguna ayuda. Que hubiese sido incluso más efectivo de lo que había imaginado había sido una verdadera sorpresa.

Dándose cuenta de que Eris estaba mirando hacia ella, Roxy regresó a su postura usual, y luego aclaró su garganta.

“Lo siento. ¿Debí haberme quedado fuera de la batalla?”

“¡Por supuesto que no! ¡Me salvaste!” exclamó Eris. Ella misma estaba sorprendida. Si tuviera que ser honesta, ella se había quedado sin ideas. Eris nunca antes había luchado contra un oponente como Benebene, donde podía cortar su armadura, pero no su cuerpo… Bueno, tal vez una o dos veces, pero ella no había estado preparada para ello esta vez. Si la batalla hubiese seguido así, él podría haberla abrumado.

“Tú cuida mi espalda, ¿bien?”

“Entendido. ¡Roxy, ahora en modo apoyo!” respondió Roxy, sonando un poco más feliz esta vez.

Los dos restantes de los Cuatro Principales rieron despectivamente.

“¡Jejeje, Benebene era débil! ¡Él dependía totalmente de sus habilidades heredadas!”


“¡Él ciertamente era único dentro de los espadachines! ¡Al estar cubierto por la famosa armadura negra de la guardia personal de Atofe- sama, uno puede entender que haya terminado apoyándose demasiado en sus poderes! ¡En efecto, yo envidio sus talentos!”

“¡Pero pensar que él fracasó en prestar atención a una maga incluso mientras su armadura era cortada en pedazos!”

“¡Él era el más grande idiota dentro de los Cuatro Principales!” Quedaban dos de los Cuatro Principales.

Uno tomó su lugar al frente. “¡Tiemblen, gusanos!” declaró él, “¡Porque yo soy su siguiente oponente!”

Y así comenzó su combate contra el tercero de los Cuatro Principales.

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