Mushoku Tensei: Isekai Ittara Honki Dasu (NL)

Volumen 22

Capítulo 5: El Rey del Reino del Rey Dragón

Parte 2

 

 

Llegué al castillo y luego fui hacia la cámara de audiencias del Reino del Rey Dragón. No pretendo sonar pretensioso, pero yo he desarrollado una opinión sólida sobre las cámaras de audiencia. He visto muchas en mi vida—la del Reino de Asura, el Reino de Shirone, el castillo de Kishirika… Las cámaras de audiencias son una oportunidad para alardear de tu riqueza. Eran habitaciones completamente abiertas, amuebladas hermosamente, y en ocasiones tenían a un guardia usando una armadura lujosa… Es una gran forma de mostrar a los visitantes que ponen un pie en su interior lo poderoso que eres, lo increíble que es tu país, y lo importante que es tu rey. Ese es el propósito de las cámaras de audiencias.

El Reino de Asura hizo un trabajo espectacular en cuanto al tamaño y lo lujosa que era la suya. Su cámara de audiencias era espaciosa y estaba llena de personas. Era simplemente deslumbrante. Cuando la vi por primera vez, estaba más llena de lo usual debido a la coronación de Ariel, pero todo—la escala, el personal, el costo, el trono, la belleza de la persona sentada sobre él—era de primera clase.


Pero déjenme ser directo al respecto. La cámara de audiencias de Asura era increíble, no hay duda de eso. Pero era la número dos a nivel global. La cámara de audiencias que yo consideraba la número uno no se limitaba a la propia cámara de audiencias, sino que extendía su grandeza hacia el camino que tomabas para llegar a ella. Comenzando fuera del castillo, los visitantes eran deslumbrados por los elegantes jardines y las obras de arte bien seleccionadas. Mientras te aproximabas a la cámara, nunca te topabas con otras personas. Mientras avanzabas a través de ese pasillo, absorbiendo la majestuosidad a tu alrededor, no podías evitar sentirte nervioso. Entonces, cuando finalmente llegabas a la imponente puerta hacia la cámara de audiencias, la expectación era abrumadora. Tu imaginación se desbordaba de la expectación por lo que podría haber detrás de esas puertas. Entonces, eran abiertas. No podías describir la habitación que veías como lujosa, incluso si estabas tratando de ser amable. El amueblado era directamente simplista. Doce caballeros estaban alineados en frente del trono, con todos ellos usando máscaras que les daba un aire de misterio e intimidación. Incluso ellos se veían de alguna forma nada especiales.

Pero existía una razón para esto. La distribución estaba diseñada para concentrar aún más la atención hacia el trono. Sobre el trono estaba sentado un hombre, el único sin una máscara. Todos aquellos que llegaban ahí eran dejados sin palabras por su delicadeza imponente, su refinamiento, y su sola presencia. Ellos alaban sin parar su magnificencia.

¿Entonces dónde estaba esta cámara de audiencias? No era un secreto— era la cámara de audiencias de Martillo del Caos, la fortaleza flotante. La morada del Rey Dragón Acorazado Perugius. Esa era una opinión mía, pero no estoy exagerando cuando digo que Perugius tiene el mejor gusto del mundo.

Dejé salir una mirada de incredulidad cuando miré hacia la cámara de audiencias del Reino del Rey Dragón. Era de una clase diferente a la del palacio de Asura y Martillo del Caos. Si debía describirla en una sola palabra, esa sería descuidada. Primero que nada, la entrada estaba flanqueada por dos enormes conjuntos de armadura que parecían guardias. Tenían que tener cerca de tres metros de alto. Estos conjuntos de armadura, fácilmente tan grandes como la Armadura Mágica, miraban abajo hacia todos aquellos que entraban a la cámara de audiencias como estatuas guardianas de un templo. En este mundo no existían las razas gigantes— bueno, era posible que hubiera algunas razas gigantes ahí afuera de las que yo no sabía, pero ningún residente del Reino del Rey Dragón podría usar esta armadura. Lo cual quería decir que solo existía para asustar e impresionar a los visitantes. Cuando entrabas a la cámara de audiencias, la primera cosa que veías era, como deben estar suponiendo, una armadura. Desde las puertas hasta casi todo el camino hacia el trono, conjuntos de armadura vacíos yacían de pie al borde de la cámara. Cercando la carpeta con bordado de oro que llegaba hasta el trono para proteger al rey había—

¡vaya! Más armaduras. Esta vez ocupadas. El trono que protegían era de un color gris acero apagado, como si hubiesen fundido un conjunto de armadura para crear una silla. Un cojín estaba fijado a ella con tachuelas. Se veía extremadamente incómodo. Aparte de esto, prácticamente no había otros muebles. Había algunas cosas con los escudos de las naciones aliadas y los emblemas de las órdenes de caballeros, pero eso era todo. Armaduras plateadas y paredes de piedra. Era como si alguien hubiese juntado un montón de cosas porque se veían imponentes, y luego pensó que estaba bien. Aun así, la sensación de estar siendo observado por todos esos cascos era bastante intimidante.

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… Todos no pensarán así, pero yo le doy cuatro estrellas.

Aunque había una razón más por la que yo le puse esa calificación… “¡Su Alteza, el primer príncipe del Reino del Rey Dragón, Kirkland von Kingdragón!”

Sip, el tipo sentado en el trono no era el rey, sino un hombre normal que tenía cerca de mi edad. Un joven con cabello rubio y una barba fina.

Yo había hecho mi investigación. Kirkland von Kingdragón: el actual primer príncipe del Reino del Rey Dragón. Él sería rey algún día. Era extremadamente inteligente y políticamente astuto. Cuando el rey estaba ausente, él se encargaba de los asuntos de estado en lugar de su padre.

Aun así, cuando mencioné el nombre del Reino de Asura, yo había solicitado una audiencia con el rey actual. Era posible que ellos no me respetasen lo suficiente; ellos pueden haberme calificado como un interlocutor. Solo un donnadie sin afiliación, así que podían permitirse no enviar al propio rey.

Yo me arrodillé, mantuve mi cabeza hacia abajo y esperé lo que él diría a continuación.

“Ponte de pie, y di tu nombre,” dijo él.

“Es un honor conocerlo, Su Alteza. Mi nombre es Rudeus Greyrat, y soy un subordinado del Dios Dragón Orsted. Espero que esté bien.”

“¿Oh?” Él sonaba interesado. “Rudeus Greyrat, ¿no fuiste tú quien derrotó a la Diosa del Agua Reida, y más adelante repelió las hordas que amenazaban Shirone?”

Los rumores de mis hazañas una vez más habían sido embellecidos. A este paso, las personas podrían comenzar a decir que yo brillaba como un árbol de navidad.

“De hecho,” respondí. “fue mi señor quien derrotó a la Diosa del Agua Reida. Y yo no estuve solo contra ese ejército. Mis compañeros y yo luchamos lado a lado con los soldados del Fuerte Karon para detenerlo.”

“Y además eres un hombre honesto. Sin embargo, de seguro no discutes que estuviste involucrado en las muertes tanto de la Diosa del Agua Reida como del Emperador del Norte Auber.”

“No lo niego, Su Alteza.”

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“En el Reino del Rey Dragón, nosotros valoramos la habilidad por sobre el rango y la posición social. Valoramos a aquellos que logran grandes cosas

—tal como en tu caso—aunque carezcan de una posición social.” “Aprecio sus palabras,” dije.

Hah, a pesar de pensar que ellos estaban siendo irrespetuosos, él tiene una sorpresivamente buena disposición hacia mí. Pero no, es mejor pensar que se debía a que había mencionado al Reino de Asura.

“Primero que nada, debo disculparme,” continuó el príncipe. “Mi padre, Su Majestad el Rey Stelvio von Kingdragón, el trigésimo tercer monarca del Reino del Rey Dragón, ha enfermado. Por lo tanto, yo estoy aquí gobernando en su lugar.”

“Por favor, no hace falta que pida disculpas, Su Alteza.”

¡Así que está enfermo! Bueno, entonces no hay nada que hacer. Todo bien.

“Ahora bien, se me informó que tienes algo que decir que valdrá mi tiempo. Raramente tengo la oportunidad de escuchar a personas como tú… O, mejor dicho, nunca he conocido a un hombre como tú que haya venido a mí sin algún propósito.”

“Sí, Su Alteza, yo—” comencé a decir, pero él levantó una mano para interrumpirme.

“Espera, no lo digas. Déjame adivinar.”

Él acarició su mentón, mirando hacia mí con interés genuino. Kirkland parecía un cerebrito con confianza de sobra. Como un hombre seguro de su propia habilidad y que también podía verla en otros. Bueno, no estaba equivocado. A lo largo de las próximas décadas, él convertiría al Reino del Rey Dragón en una nación que rivalizaría con e incluso igualaría al Reino de Asura. Para ser directos, su perspicacia política incluso superaba la de Ariel. Él, junto a los súbditos que lo rodeaban, eran excepcionales.

Por desgracia, también había tristeza esperando en su futuro—la tristeza de un corazón roto.


Kirkland von Kingdragón estaba enamorado. Cuando asistió a la coronación en el Reino de Asura como embajador, había caído a los pies de Ariel a primera vista. Él tendría muchas oportunidades más de visitar el reino, pero a la edad de veinticinco, Kirkland confesaría su amor y ella lo rechazaría completamente. Sin embargo, él aún no había sido rechazado. Así que, en la actualidad, él estaba abogando por una amistad con el Reino de Asura. Eso era seguro.

“No estás buscando un empleo, eso es seguro. Creo que eres cercano a la Reina Ariel de Asura, así que, si eso fuera lo que quisieras, estarías mejor yendo con ella. Ariel estaría dispuesta a darte mucho más que un simple puesto en su gobierno. Me atrevo a decir que ella te concedería un título.

¿Cómo voy?”

“Todo eso es cierto, Su Alteza.”

Él miró hacia mí con todavía más intensidad. Luego, dejando salir una sonrisa, continuó.

“¿Qué podría traer a un hombre como tú a nuestra puerta, buscando favores? Ahora bien, he ahí una idea. Últimamente ha habido un extraño rumor circulando en las calles… ¡Recuérdamelo, Shagall!”

Ante esto, uno de los caballeros a un lado del príncipe levantó la mirada. Él tenía el rostro de un ladrón de poca monta y usaba la misma armadura que Randolph.

“El rumor dice que Rudeus Greyrat está contactando a los gobernantes de todo el mundo en preparación para la resurrección de Laplace, la cual ocurrirá en cerca de ochenta años,” dijo el Generalísimo Shagall Gargantis. Se me había informado que él era un cuarto elfo y que hablaba de forma grosera, pero las orejas de este sujeto eran redondas, y hablaba como un noble en una corte. Tal vez porque estaba en presencia de la realeza.

“Ah, ese era,” dijo el príncipe. El papa de Millis también había sabido todo eso. De verdad no podías subestimar a estas naciones poderosas y sus redes de información.

“Y como parte de tus llamamientos, estás montando sucursales de tu propia organización en cada uno de esos países, usándolas luego para hacer negocios… ¿Me equivoco?”

“No se equivoca, Su Alteza.”

No te equivocas… pero siento que estamos a punto de salirnos del tema.

“Y, por lo tanto,” continuó él, “has venido al Reino del Rey Dragón, tal como has hecho con otras naciones, para solicitar nuestra cooperación y permiso para tus actividades de negocios… ¿Eso es correcto?” El príncipe estaba mostrando una sonrisa engreída de la satisfacción.

Bueno, sí, tienes razón. Si no fuera por Geese, ese iba a ser mi plan. Solo que, esta vez, las cosas son un poco diferentes… Pero él se ve tan complacido consigo mismo. Si lo contradigo, eso podría ponerlo de mal humor. No es como si parte de mí no quisiera…

“Viniste hasta aquí para solicitar permiso para algo que fácilmente pudiste hacer sin mi permiso. Admiro esa actitud,” dijo él. El príncipe estaba de muy buen humor.

Nada de esto era especialmente sorprendente para mí. Randolph y Shagall eran viejos amigos, y mis intenciones fácilmente pudieron haber sido mencionadas en una conversación.

“Sin embargo, si concedo inmediatamente tu solicitud, daría una imagen negativa sobre la dignidad de mi país. No podemos tener a un grupo irracional de personas golpeando nuestra puerta porque creen que la familia real concederá cualquier cosa que nos pidan.”

Me quedé en silencio.

“Por lo tanto, debo imponer una condición—¿qué sucede?” dijo el príncipe, mirando sospechosamente hacia mi mano levantada. Nos estábamos saliendo del tema. Tenía que hacer algo.

“Lamento la interrupción, Su Alteza,” me disculpé. “Todo lo que usted dijo es cierto, pero hoy, estoy aquí por una razón un poco diferente.”

El príncipe se detuvo. “… Ah,” dijo él.

Primero, vamos a explicar la razón por la que estoy aquí.

“Se trata del hijo de Benedikte-sama,” dije, y entonces observé un cambio en la expresión en el rostro del príncipe y también en su comportamiento. “Mi amigo Randolph me dijo que el hijo de Benedikte- sama… que Pax II está siendo tratado como una molestia indeseada, y que hay personas que tratan de deshacerse de él.”

“¿Y qué hay con eso?” respondió altaneramente el príncipe, sin una pizca de remordimiento. “Con su madre siendo lo que es, él no tiene uso político. ¿Por qué el Reino del Rey Dragón debería proteger la vida de alguien que solo nos estorbará?”

“¿Qué hay de Randolph-sama? Si el niño es asesinado, él no se quedará aquí.”

“El Reino del Rey Dragón no es tan débil como para ser persuadido por la fuerza de un solo hombre.”

No hay duda. Si lo fuese, no habría planes de asesinar al Pequeño Pax.

“Entonces has venido ante mí el día de hoy,” dijo él, “¿para pedir que perdone la vida del niño?”

Miré directamente hacia los ojos del príncipe. “No. No estaba pensando en perdonarlo. Más bien… si no tienen uso para él, ¿les importaría entregármelo?”

Pfft.” El príncipe no pudo evitar reír, y luego miró hacia Shagall. “¿Escuchaste eso, Shagall?”

“Así fue, Su Alteza, fuerte y claro,” respondió el general. El príncipe golpeó el suelo con su pie, para luego inclinarse hacia el frente para mirar hacia mí, apoyando sus codos sobre sus rodillas. Su actitud había vuelto a cambiar. ¿Acaso ahora estaba viendo su verdadera naturaleza?

“Entonces respóndeme esto, Rudeus Greyrat,” dijo él. “¿En qué beneficiaría esa propuesta al Reino del Rey Dragón?”

No te pongas nervioso. No entres en pánico. Perugius es mucho más imponente que este tipo.

“Permítame explicarlo,” comencé a decir.

El gobierno del Reino del Rey Dragón está en las manos de la Sociedad del Dios Dragón.

“Primero, se me informó que, desde la muerte del rey anterior, un estado vasallo del Reino del Rey Dragón ha estado bajo ataque por tres otras naciones de la zona de conflicto hacia el norte.”

El príncipe no respondió, así que yo continué.

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“Puede que estos estados vasallos estén bajo su dominio, pero todavía son sus vasallos, y, por lo tanto, ustedes tienen que apoyarlos. El Reino del Rey Dragón terminó terriblemente afectado a causa del estallido de esta guerra en medio de su agitación doméstica, y asumo que ustedes no dan abasto tratando de responder.”





“¿Cuál… es tu punto?” preguntó el príncipe. “Yo puedo poner fin a todo eso.”

Debido a que Ariel es quien está detrás de esa guerra. Ella había dado un pequeño empujón a países que desde hace mucho tiempo habían odiado al Reino del Rey Dragón, y ahora les estaba vendiendo armas. No solo eso, sino que ella también estaba susurrándoles al oído y aplicándoles suficiente presión como para asegurarse de que continúen la guerra. El Reino de Asura tenía arcas sin fondo—yo mismo había dependido de estas en muchas ocasiones. Pero ese oro no crecía en los árboles. Ellos jugaban sucio cuando era necesario. El Reino de Asura no consideraba esto más que un pequeño acoso, así que todo lo que yo tenía que hacer era pedirle a la fuente que se detenga.

“Una cosa más, Su Alteza. Cuando murió el rey anterior, ustedes pidieron un préstamo a la Iglesia de Millis debido a que tenían una necesidad urgente de dinero, ¿correcto?”

El príncipe miró hacia mí.

“Incluso aunque pagaron el préstamo, ustedes todavía permiten que sus órdenes de caballeros permanezcan aquí hasta el día de hoy. Por lo que oí, su evangelización prepotente está causando un poco de molestia.”


“¿Qué, también puedes poner fin a eso?” preguntó el príncipe.

“Puedo.” Si él todavía estuviera en deuda, mis manos habrían estado atadas, pero su deuda ya estaba saldada. El comportamiento de los caballeros era la forma del propio Millis de acosar al Reino del Rey Dragón. Todo lo que yo tenía que hacer era hablar con la Niña Bendita, o el papa, y entonces las órdenes de caballeros deberían regresar de inmediato a su propio país. Le debería un favor al papa, pero eso no era un problema. Yo había mantenido esa conexión para momentos como este.

“Además, si, en el futuro, surge cualquier dificultad entre Pax II y el Reino de Shirone, yo tomaré toda la responsabilidad por ello,” agregué. Si las cosas llegaban a eso, yo traería a Zanoba. Zanoba, Randolph y yo seríamos un trío imponente. En un instante se convertiría en la Batalla para Vengar a Pax.

“¿Qué dice, Su Alteza?” Yo hasta ahora había colocado tres propuestas sobre la mesa. Eso debería ser suficiente para persuadirlo de los beneficios de dejar con vida al niño molestia.

“¿Qué ganas tú con esto?” respondió él.

“No puedo revelar su nombre, pero alguien dentro del círculo interno de Orsted-sama se preocupa profundamente por el bienestar de Benedikte- sama y Pax II. Yo tengo la intención de usar esto como moneda de cambio con él. Todos aquellos que servimos al Dios Dragón Orsted somos muy unidos, pero fortalecer tales amistades es igual de importante.”

No estaba mintiendo. Yo solo estaba añadiendo un aire de seriedad a decirle que quería ayudar a Benedikte y Pax II por Zanoba.

Pero el príncipe no se veía satisfecho, y no respondía.

La forma en que me está mirando sí que da miedo. ¿Acaso olvidé decir algo?

“Yo creo que es una buena oferta,” dijo Shagall, lanzándome un salvavidas.

“Rudeus-sama goza de la confianza tanto del Reino de Asura como del País Sagrado de Millis. Por lo tanto, podemos asumir que él es confiable. Nuestros propios planes para lidiar con estos problemas que mencionó ya están en marcha, así que los beneficios de sus propuestas pueden ser mínimos… Pero a partir de lo que he escuchado, él conoce las debilidades de la Reina Ariel y de la Niña Bendita de Millis. Entablar una relación amistosa con alguien con tantas conexiones como Rudeus-sama nos beneficiará. En la actualidad, nosotros estamos tratando de reemplazar una gran pérdida con una más pequeña, así que cualquier beneficio será—”

“Shagall, guarda silencio,” dijo tranquilamente el príncipe. Shagall inmediatamente cerró la boca. “Entiendo los beneficios.”

Muy bien. ¿Entonces cuál es el problema?

“Lo que no me agrada es su comportamiento,” continuó el príncipe. “Él habla como si nos tuviese en la palma de su mano.”

Diablos, así que debí haber bajado más la cabeza y hablado con más humildad, ¿eh? Supongo que sí me mostré un poco superior a él. Lograr el balance correcto siempre es lo más difícil…

“Sin embargo, mi desagrado no significa que quiero rechazar tu oferta. El destino del hijo de Benedikte debe ser decidido por el parlamento. Yo difícilmente puedo tomar una decisión unilateral ante la repentina oferta de un visitante.”

“Pero, Su Alteza,” objetó Shagall, “usted explicó al parlamento que el plan es un último recurso, ¿no? Si la elección es ya sea perdonar la vida de un niño que podría causar problemas en el futuro o perder al Dios de la Muerte ahora, el parlamento prefiere la primera opción. Sin embargo, si se presenta una mejor opción, nadie le reprocharía si usted la toma.”

“¡No estoy hablando de eso! En lo absoluto,” respondió el príncipe. “Mi preocupación aquí es salvaguardar la posición y la dignidad del Reino del Rey Dragón. Si las demás naciones ven como indeciso al reinado de mi padre, o si así se ve para las personas, incluso podría poner en tela de juicio la lealtad de nuestros vasallos.” El príncipe estaba preocupado por su padre… no, por el prestigio de su país. Era algo admirable viniendo de alguien tan joven.

Solo que… de seguro parecía impropio tener esta conversación justo en frente de mí.

Shagall parecía estar de mi lado. Supongo que ayudaba que él fuese amigo de Randolph. Cada punto que destacó apoyaba mi posición.

“Mmmm,” reflexionó el príncipe. Oigan, a mí no me molestaba si él quería traer a más personas y reflexionar el asunto. Podíamos incluir al rey enfermo, tal vez al primer ministro, y afrontar este asunto lentamente. Una vez que lo hubiésemos hablado apropiadamente, ellos deberían ver que era una oferta generosa. Incluso si después de eso me rechazaban, yo tenía otro plan listo; ya había adquirido toda la información personal de sus piezas más importantes, incluyendo sus preferencias y sus debilidades, y podía colocar todo eso sobre la mesa para dejar de lado cualquier obstáculo. Podía llevarlos de la nariz hacia donde yo quisiera. Aunque ese tipo de negociación de seguro tendría repercusiones, así que prefería evitarla.

Mientras estábamos ahí en silencio, una nueva voz dijo, “¿Qué fue lo que te dije?”

Todos nosotros miramos para ver de dónde había venido, y ahí estaba él, emergiendo desde una puerta hacia un costado y detrás del trono que daba hacia la parte trasera de la cámara de audiencias. Él era normal. Un hombre de más o menos cuarenta años con un cabello rubio pardusco y que se veía cansado. En general, él me recordaba al hermano mayor de Ariel… No, había una comparación mejor. Yo había conocido a alguien con un parecido mucho mayor—un cierto alguien que había conocido cuando fui a ver a Shagall por sugerencia de Randolph—el hombre que había sido de mucha utilidad en el tema sobre los problemas del Reino del Rey Dragón. Vio Pompadour. Pero esto era muy extraño. El día de hoy, él estaba vestido de una forma increíblemente refinada. Especialmente esa corona descansando sobre su cabeza. ¿De dónde pudo haber sacado esa cosa…?

“Él no es alguien que quieras tener como enemigo,” continuó él. “¡Su Majestad…!” exclamó el príncipe.

Acababa de llegar Su Majestad, el Rey Stelvio Kingdragón, trigésimo tercer monarca del Reino del Rey Dragón.

“Escucha, Kirk,” comenzó a reprender a su hijo. “No podemos hacernos enemigos del Reino de Asura abiertamente hasta que hayamos restablecido el orden en la zona de conflicto. Es de público conocimiento que Rudeus- sama es amigo de la Reina Ariel. Si aceptamos su propuesta y empezamos una relación colaborativa con el Dios Dragón Orsted, al Reino de Asura le será difícil volver a usar esta clase de artimaña. Todo esto es por el bien de nuestro país.”

Vio… Es decir, Stelvio, caminó hacia el trono mientras hablaba, para luego cambiar lugares con el príncipe. A pesar de ese discurso decisivo, él no irradiaba exactamente habilidad. De hecho, él era la viva imagen de la mediocridad.


“Muy bien,” dijo él, y luego se dirigió a mí. “Rudeus-sama.” “Su Majestad,” respondí.

“Aceptamos su oferta,” dijo el rey, así como así.

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Él ya debe haber deliberado para estar tan decidido. Probablemente lo había reflexionado mientras estaba sentado ahí contándome todo sobre este rumor y la comida del Reino del Rey Dragón. Tal vez antes de eso—quizá fue un factor en su decisión de ocultar su verdadera identidad para acercarse a mí cuando escuchó que yo estaba en la ciudad. Solo fue casualidad que alguien más todavía no estuviese convencido. Tal vez todo este espectáculo había sido montado para convencerlo.

“Se lo agradezco, Su Majestad,” respondí. Yo hice una reverencia de acuerdo a la etiqueta adecuada, pero de inmediato, una voz desde directamente arriba de mí dijo, “Es suficiente. Levántese.”

Yo me levanté obedientemente y el rey me mostró una sonrisa incómoda. No había majestuosidad ahí. Solo un hombre cansado y su sonrisa torcida.

“Esto es todo lo que queda del Reino del Rey Dragón,” dijo él. “Estamos enfrascados en una agitación sin fin gracias a un rey dubitativo e indigno. Sé que su batalla será en ochenta años en el futuro, y lamento mucho la poca ayuda que podemos ofrecerle.”

“Para nada,” dije. “Pero, ¿le molestaría si pregunto algo?”

“¿De qué se trata?”

“¿Para qué fue todo ese acto?” pregunté. El rey mostró esa misma sonrisa de cansancio.

“Simplemente deseaba aprender más sobre usted.” “¿Sobre mí…?”

“Saber lo que usted diría y haría cuando estuviésemos sentados uno al lado del otro como iguales, en vez de yo aquí arriba y usted allá abajo. Quería saber si usted era alguien digno de confianza… No conozco una forma mejor de comprobarlo.”

Ah, entiendo. Bueno, esta es la verdadera naturaleza del rey, me di cuenta. Ahora recuerdo lo que Orsted me había dicho. El reinado del Rey Stelvio no fue uno largo. En menos de una década, él caería gravemente enfermo y abdicaría el trono a su hijo. Después de que Kirkland se convirtiera en rey, el Reino del Rey Dragón haría un progreso asombrosamente rápido. Ese sería el verdadero comienzo del Reino del Rey Dragón—Stelvio era una parada en el camino hacia ese importante destino. Fue por eso que no se me había quedado grabado en la memoria.

Pero es divertido. Ahora mismo, yo estaba más interesado en el rey que en Shagall y Kirkland, las piezas más importantes. Dentro de mi mente, yo seguía viendo su rostro del otro día mientras nos contaba sobre la comida y los lugares famosos de su país, como también de sus productos únicos. Él se había visto muy feliz. Muy orgulloso.

“Bueno, creo que, ya sabe, eh, eso es genial,” dije.

Tuve la corazonada de que él nunca quiso ser rey, o siquiera esforzarse para conseguir la habilidad necesaria para ello. Y, a decir verdad, él no tenía ni la habilidad ni el talento. Aun así, estaba sentado en ese trono, rodeado por conjuntos de armadura. Y mientras estaba sentado ahí, él tenía que desempeñar su papel.

Siempre y cuando estuviera con vida, él pondría todo de sí mismo siendo el rey. Stelvio nunca perdería sus principios, y siempre haría lo posible mientras aquellos a su alrededor le brindaban su apoyo. Bueno, lo haría, en tiempo futuro. Él desempeñaría su papel como rey. Stelvio se esforzaría al máximo por el bien de su amado país.

“Jajaja. Genial, ¿eh? Creo que estás siendo un poco atrevido, Rudeus Greyrat.”

“Me disculpo, Su Majestad,” dije. Él era la clase de persona que no dejaría ninguna huella en el mundo. Yo no obtendría ningún gran beneficio de seguir asociándome con él.

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Stelvio luego dijo, “Y dado que tu protocolo podría mejorar un poco, permíteme darte un consejo amigable. Y transmítelo al antiguo príncipe Zanoba, tu amigo que está preocupado por Pax II.”

“¿Sí?” respondí, esperando.

“Antes de pedir una audiencia con el monarca de un país, asegúrate de conocer su rostro. Incluso si no tiene mucho que ofrecer.”

“Ah, jaja… Lo recordaré.”

Aun así, pensé, incluso mientras yo sonreía de la vergüenza por su consejo, me gustaría que fuésemos amigos mientras él siga con vida.

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