Mushoku Tensei: Isekai Ittara Honki Dasu (NL)

Volumen 22

Capítulo 2: Los Problemas de Randolph

 

 

Terminamos con un grupo de cinco para nuestro viaje hacia el Reino del Rey Dragón—yo junto a Eris, Aisha, Zanoba, y Julie. Yo originalmente no planeaba llevar a Julie, pero ella se había aferrado a la cintura de Zanoba y no lo quiso soltar. Creo que después de Shirone, ella se había jurado a sí misma que la próxima vez iría sin importar lo que tuviera que hacer. Ahora que lo pienso, ella también nos había acompañado cuando abrimos una sucursal de la Tienda Zanoba en el Reino de Asura, como si fuese lo más normal del mundo. Julie estaba obsesionada con Zanoba, y no es broma. Al verla, solo querías gritar, “¡Ya dile lo que sientes!” excepto que no había señales de que Zanoba fuera a corresponder sus sentimientos. Zanoba tenía su propia historia complicada con el matrimonio, así que no tenía muchas esperanzas de eso.

Ginger, tal vez porque se había dado cuenta de todo eso, decidió no ir y en cambio se quedó a cargo del cuartel general de la Tienda Zanoba. Ella me dijo que cuidara bien de Zanoba.


En fin, mientras estábamos en la ciudad, Aisha iba a montar una sucursal del Grupo de Mercenarios Rupan mientras Julie establecería una sucursal de la Tienda Zanoba. Mientras tanto, Zanoba, Eris, y yo iríamos a reunirnos con Randolph.

Y así, emprendimos nuestro viaje hacia el Reino del Rey Dragón. Como siempre, viajamos usando un círculo de teletransportación a la ubicación más cercana, para luego caminar la distancia restante hacia la ciudad capital, Wyvern. ¿Cuánto tiempo había pasado? Al volver a ver la ciudad después de tanto tiempo, esta me pareció desordenada. Todos los edificios tenían diferentes alturas, y las personas eran igualmente dispares. La ciudad se había expandido sin ningún plan, así que terminó con una distribución donde una posada para aventureros yacía justo al lado de la mansión de un noble. Al otro lado de un salón de entrenamiento del Estilo del Dios de la Espada había un salón de entrenamiento del Estilo del Dios del Norte, y luego un salón de entrenamiento del Estilo del Dios del Agua justo detrás de ellos.

La ciudad era un desastre discordante, pero estaba rebosante de vida.

A pesar de su historia, aquí no había divisiones de clases. Era una nación construida sobre la meritocracia y el imperialismo. En mi opinión, no era un mal lugar. Pero como todas las naciones, ciertamente tenía su lado oscuro.

Cuando llegué, me tomé un día para recuperarme en la posada, para luego ir directamente hacia el palacio real.

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Yo no había olvidado agendar una cita con Randolph y Benedikte justos el día anterior. Mi impresión mientras estuvimos en el Reino del Rey Dragón fue que Benedikte no parecía una figura tan noble, pero realeza era realeza. Si la menospreciaba, eso podría ser tomado como un insulto para toda la familia real. Bueno, incluso si ninguno de ellos lo tomaba personalmente, tenía que considerar mi propia reputación. Las naciones son como los yakuza. Siempre están buscando una excusa para iniciar una pelea.

***

 

 

Con eso en mente, yo conseguí un carruaje con un caballo blanco, improvisé algo de ropa elegante para la ocasión, y luego me dirigí hacia el palacio del Reino del Rey Dragón. No era tan grande como aquel en Asura, ni tan refinado como aquel en Millis. La palabra que apareció en mi mente fue extraño. Después de numerosas ampliaciones, ahora se extendía tanto para arriba como para los lados. Era tosco y estaba descuidado, como si alguien hubiese colocado pieza tras pieza cuando se volvía necesario.

Algo sobre él era intimidante en una forma que no podía describir. Esa sensación probablemente me haría pensarlo dos veces si estuviera en mis planes atacarlo. Pero yo esta vez no estaba pensando atacarlo, así que su aura opresiva se desperdiciaba.

Mi cita nos hizo entrar en el palacio sin ningún problema. Fuimos llevados al hogar de Benedikte.

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“Las personas están mirando,” destacó Eris mientras seguíamos a nuestro guía de palacio. Supongo que sí destacábamos. Todos los caballeros y nobles se daban la vuelta para mirar hacia nosotros.

“Actúa como si debieses estar aquí,” dije. Yo esta vez estaba aquí como un amigo de Randolph. No tenía razón para sentirme avergonzado.

Bueno, tenía una. Orsted era culpable de asesinar a su rey. Pero no creía que eso fuese de conocimiento público…

Si somos arrestados, haré que Ariel nos ayude a salir, pensé, justo mientras llegábamos a la habitación de Benedikte.

“Genial. Eris, Zanoba, ¿están listos?” dije. “Sí.”

“Por supuesto.”

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“Si resulta que el Dios de la Muerte es nuestro enemigo, ustedes dos lo mantendrán a raya mientras yo preparo el círculo mágico para la Mark I. Con eso terminaré las cosas. ¿Bien?”

“¡Entendido!” respondió Eris.

“En efecto, aunque espero que las cosas no lleguen a eso…”

Eris y yo éramos formidables luchando en pareja. Podía contar con que ella me cuidaría la espalda si el Dios de la Muerte terminaba siendo nuestro enemigo.

Zanoba era un tanque confiable siempre y cuando nuestro oponente no tuviese ningún mago. Estaba un poco preocupado sobre Aisha y Julie, a quienes habíamos dejado atrás… pero no podía mantenerlas a salvo todo el tiempo y en cualquier lugar. Todo lo que podía hacer era esperar que ellas pudieran pasar medio día sin incidentes.

Ya fue suficiente tiempo perdido. Es hora de entrar.

***

 

 

Para una habitación de un palacio real, este lugar era simple. Era el lugar más pequeño y con el mínimo absoluto de sirvientas que pudieron encontrar.

“Bienvenido, Rudeus-sama. Ha pasado mucho tiempo.” Ahí estaba él, el guardaespaldas más poderoso del mundo: el Dios de la Muerte Randolph Marianne. Él se veía tan demacrado como siempre, de pie entre mí y su empleadora, Benedikte, y el bebé en sus brazos. Benedikte no habló, pero cuando miró hacia mí, ella apretó su boca y acunó con fuerza a su bebé. Se veía al borde de las lágrimas.

Primero lo primero. Decidí saludarla a ella antes que a Randolph. Eso parecían dictar los modales.

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“Reina Benedikte, espero que se encuentre bien,” dije.

Ella no me honró con una respuesta, pero supongo que no podía culparla. Ella ya debe haber escuchado la historia de lo que ocurrió ese día. Pax de seguro le había contado sobre mí y Zanoba antes de eso, y yo dudaba seriamente que hubiese hablado bien de nosotros.

Justo en ese momento Zanoba dio un paso al frente. “Ha pasado mucho tiempo,” dijo él. “Reina Benedikte, mi nombre es Zanoba, y estoy a su servicio.” Él se inclinó hacia ellos, como siempre sin respetar el espacio personal. Benedikte retrocedió mientras Randolph daba un paso al frente, pero Zanoba permaneció inmutable. “Estoy feliz de ver que Su Alteza, el príncipe, también tiene buena salud.”

Un largo silencio se posó sobre la habitación. Randolph miraba con preocupación hacia Zanoba. Desearía que también mirara hacia mí. Aquí estaba yo, tratando de agarrar el hombro de Zanoba para tratar de que retroceda un poco. Por supuesto, no pude moverlo.

“Ah. Me disculpo. ¿Debí haber dicho princesa?” preguntó Zanoba. Benedikte sacudió lentamente su cabeza. Es un heredero. Confirmado. “¿Puedo saber su nombre?”

“Pax,” respondió ella después de una pesada pausa.

“Él recibió ese nombre en honor a su padre,” agregó Randolph. “Pax II.” Ellos le habían puesto el nombre de su padre. Me pregunto si él terminaría siendo llamado Pax Hijo o Pequeño Pax o algo así.

Bueno, ¿no es maravilloso? Yo debería llamar Rudeus Hijo a mi siguiente hijo o algo así. No, olviden eso. Lo condenaría a convertirse en un pervertido.

“Ya veo. Es un excelente nombre. Espero que crezca tan fuerte y sabio como su padre.” Zanoba estaba feliz, pero él titubeó al ver el terror en el rostro de Benedikte. “Ah… Tal parece que la he asustado, Su Majestad. Me disculpo. Siempre he tenido este efecto en las personas. Por favor, tenga la plena seguridad de que no deseo lastimarla.” Él retrocedió, pero el ambiente sobre la habitación siguió siendo incómodo.

Vaya…

“Um,” comencé a decir. “Ah, ya sé. Permítanme presentarles a mi esposa.”

Eris dio algunos pasos hacia el frente. “Yo soy, er, Eris Greyrat… Su Majestad,” tartamudeó ella. Ya no le quedaba nada de esas lecciones de etiqueta. Yo había escogido al grupo equivocado para esta misión. Debí haber traído a Aisha. Ella sabía cómo ser encantadora y amistosa. Pero entonces habría estado en graves problemas si Randolph hubiese pasado a la ofensiva.

Benedikte no le respondió a Eris. Ella estaba sentada mirando hacia Randolph con una expresión nerviosa. Por lo tanto, Randolph fue quien respondió.

“Rudeus-sama, recuerdo que su esposa era un demonio…” Él habló sin incorporar a la Reina en la conversación. Esto era lo mejor, ya que, con ella tan callada, habría sido más grosero de su parte esperar que ella hable y no decir nada.

“Tengo tres esposas,” expliqué. “Roxy es una de ellas.” “¿Oh? Eso no le debe agradar mucho a la Iglesia de Millis.”

“Uno de mis amigos es un sacerdote y me regaña cada vez que puede.” Encaré a Randolph apropiadamente. “Es bueno verte, Randolph.” Él estaba exactamente como lo recordaba, con su rostro cadavérico y su sonrisa desconcertante, además de una postura que parecería vulnerable para un observador que no lo conocía. En la realidad, él era todo menos eso. Podías darte cuenta mirando los labios apretados de Eris.

“Te ves bien,” dije.

“Lo estoy, agradezco sus palabras. Siempre lo estoy. Aunque no puedo decir lo mismo de usted, Rudeus-sama.”

“Un amigo mío resultó ser un enemigo.”

“Conozco bien esa sensación. Cuando era joven, fui forzado a matar a un amigo. Fue una experiencia profundamente perturbadora,” dijo Randolph. Su atención seguía concentrándose en Eris mientras hablaba. Él asintió, y simultáneamente ajustó su posición de manera casi imperceptible para colocarse entre ella y Benedikte.

“Eris,” dije, “¿Podrías pararte un par de pasos más atrás?” “¿Qué? ¿Por qué?”

“Randolph se ve incómodo,” expliqué. Eris ya lo tenía bien adentro del rango de su hoja. Para colmo, ella estaba ajustando su postura para que yo no termine entre ellos. Los dos estaban moviéndose lentamente como guerreros evaluándose entre sí, lo cual podría escalar a una situación increíblemente peligrosa. Si dejaba que esto continuase, bien podría terminar con una batalla en mis manos.

“Él podría ser nuestro enemigo,” se quejó Eris.

“Si lo fuera, él no habría permitido que entres aquí con una espada en tu mano.”

Él de seguro tampoco habría permitido que Benedikte estuviese en la habitación. Randolph no lucharía contra una Reina de la Espada y un mago con su querida reina detrás suyo. Él esperaría a solas por nosotros, o con un grupo de aliados. Yo había descartado a Randolph como un enemigo desde el momento que vi a Benedikte. Supongo que era posible que Benedikte fuese en secreto una guerrera, pero yo quería creer que Randolph haría un mucho mejor trabajo colocándonos una trampa. Él podría estar jugando un juego realmente largo y manteniendo su fachada por ahora, pero si comenzaba a pensar de esa forma, eso no tendría fin. Esta reunión aquí y ahora no era una trampa. Por ahora, yo iba a confiar en él.

“… Bien,” dijo finalmente Eris. Ella retrocedió hasta quedar cerca de la entrada. Su mano se mantuvo firmemente sobre su espada.

“Me disculpo, Rudeus-sama,” dijo Randolph.

“No te preocupes, yo soy quien debería disculparse,” respondí. “Sin embargo, me temo que tenemos poco tiempo…”

“¿Debido a ese amigo suyo? ¿Le importaría explicarlo?” “Me encantaría. Después de todo, fue para eso que vine.”

Le conté todo lo que ocurrió en el País Sagrado de Millis: cómo Geese el demonio había terminado siendo mi enemigo; que él no tenía habilidades de combate, pero que tenía el don de la palabra; cómo con su hábil lengua y la astucia del Dios Humano, ellos estaban reuniendo poderosos guerreros. Le conté que, para detener a Geese, yo quería que él fuese considerado una amenaza en todo el mundo y que planeaba convertir a guerreros poderosos clave en mis aliados.

“Esa es una forma muy honesta de luchar,” destacó Randolph. “No pude idear nada mejor.”

“No, no, lo dije como un elogio. Incluso un oponente inteligente se quedará sin buenas ideas si destrozas cada una de sus opciones.”

Randolph dejó salir una risa escalofriante. ¿Acaso estaba hablando a partir de la experiencia? Parecía ser que los demonios inmortales eran buenos en esa clase de cosas.

“En fin, así están las cosas,” finalicé. “Espero poder contar con tu apoyo.”

“Sería un placer,” dijo Randolph, “pero no tengo ninguna buena razón para ayudarlo. Ciertamente tampoco quiero terminar atrapado en medio de su batalla con el Dios Humano.”

“¿Qué tal si te dijera que el Dios humano era el enemigo jurado del Rey Pax?”

“¿Oh?” dijo Randolph, sonando interesado. “¿De qué se trata?

Cuénteme más.”

Le conté a Randolph que el incidente en Shirone había sido obra del Dios Humano, quiénes eran sus apóstoles, y lo que habían hecho. Randolph escuchó silenciosamente hasta que terminé, para luego reír. Sus mejillas se hundieron aterradoramente; su risa fue un gruñido áspero.

“Bueno, eso cambia las cosas. He estado esperando la oportunidad de vengar a Pax-sama.” Él sonrió. Su rostro era muy aterrador. Era la clase de rostro que esperabas ver justo después de una gran traición, pero al final solo demostraba una cosa: no puedes juzgar un libro por su portada.

Él había accedido sin pensarlo mucho. Las cosas se veían prometedoras… hasta que Randolph continuó.

“Desafortunadamente,” dijo él, “estoy bastante ocupado aquí.” Esperen un momento. Eso significa que las cosas no van bien. “¿Puedo saber con qué?”

Él sonrió. “Ah, ahora los papeles se han invertido.”

Su confianza me puso a la defensiva. Lo atribuí a las típicas bromas de Randolph.

“No digas eso hasta que tengas la mano ganadora,” respondí. “Pero la tengo. Es usted quien necesita mi ayuda, ¿correcto?”

Maldición, eso sí sonaba como la mano ganadora. No me quedaba más opción que escuchar sus demandas. Bien. ¿Qué clase de tarea ridícula va a encomendarme? ¿Acaso esta es otra de las maquinaciones de Geese?

“No se preocupe, no es nada difícil,” dijo él. Randolph pasó de su posición defendiendo a Benedikte a una que la dejó expuesta. Benedikte estaba sentada ahí sosteniendo al bebé con algo así como miedo en sus ojos.

¿Miedo de qué? No lo sabía.

“Estoy seguro de que usted está al tanto de que este país ha estado pasando un periodo de constante agitación.”

El Reino del Rey Dragón se había vuelto profundamente inestable después de que Orsted asesinó a su rey durante el conflicto en Shirone. Aun así, el rey anterior lo había visto venir y nombró a su sucesor. El nuevo monarca fue colocado en el trono de inmediato, y el Reino del Rey Dragón gradualmente regresó a la estabilidad—en la superficie. Era un misterio la identidad de quien había asesinado al rey anterior. ¿Un forastero? ¿Alguien dentro del palacio? El motivo del culpable tampoco estaba claro. Sin importar cuán plácida era la cara que le mostraban al mundo, el palacio estaba irreconociblemente dividido, con todos saltando del susto ante cualquier sombra. Ellos gobernaban envueltos en el miedo.

“Nosotros no estamos directamente involucrados en esta agitación. Sin embargo, algunos ven al hijo de la reina como un inconveniente.”

Ajá. Él estaba preocupado por el hijo de Pax. Benedikte era la hija del rey anterior. Ella había sido tratada como si no existiese; fue entregada a Pax, antiguo príncipe del Reino de Shirone, para que así el Reino del Rey Dragón pudiese deshacerse de ella.

Bueno, eso no era tan malo. Había sido encontrado un uso para una princesa irrelevante. Eso era todo.

Pero después de que ella se casó con Pax, él fue asesinado en una guerra civil, y como ella tuvo a su hijo, ahora todo era diferente. Los asesinos de Pax ya estaban reconstruyendo el Reino de Shirone. Ellos tenían sus manos llenas y no podían hacer un movimiento contra ella en la actualidad, pero su resentimiento hacia Pax quemaba como mil soles. ¿Y por qué no sería así? El difunto príncipe había asesinado a su querida familia real.

“Personalmente, creo que ellos serán invadidos por el imperio al norte mucho antes de que terminen la reconstrucción, pero muchos todavía sienten preocupación…”

Los linajes reales eran una verdadera molestia. En un país como Shirone, solo un descendiente legítimo del monarca anterior podía ascender al trono. Por lo tanto, los actuales gobernantes de Shirone no estarían felices de que el hijo de Pax hubiese sobrevivido. Si el Reino de Shirone se estabilizaba, ellos probablemente aparecerían en algunos años demandando al hijo de Benedikte. Sería solo un pequeño infanticidio como muestra de amistad entre el Reino de Shirone y el Reino del Rey Dragón.

Pero el Pequeño Pax todavía era el nieto del anterior rey del Reino del Rey Dragón. Si un estado vasallo aparecía diciendo, “Entréguenlo,” y ellos respondían, “Claro, aquí tienen,” eso afectaría mucho su reputación. Por otro lado, si no lo entregaban, eso complicaría las relaciones con Shirone.

Así que, al parecer, ya había planes en movimiento de eliminar el punto de discordia antes de que las cosas lleguen a eso. Matar al Pequeño Pax antes de que Shirone pida lo mismo.

“¿Qué? ¿Quieren al niño?” dirían ellos. “Maldición, odio decirles que murió en un trágico accidente. ¡Qué tragedia tan lamentable! Ah, nada se puede hacer ahora. Seguro lo entienden, ¿no?” De esa forma, el Reino del Rey Dragón y el Reino de Shirone podían mantener sus reputaciones intactas.

El único que saldría perjudicado sería Randolph.

“¿Su muerte es tan importante como para arriesgarse a luchar contra el Dios de la Muerte Randolph?” dije dubitativamente.

“Muchos creen que tiene más prioridad evitar la guerra entre dos naciones que evitar mi hoja. Creo que además hay varios otros miedos sobre la mesa… pero yo entiendo poco de política, y últimamente he tenido mis manos llenas protegiendo a la Reina Benedikte. No sé más que eso.”

Tiene sentido.

Ahora mismo, el corazón político del Reino del Rey Dragón estaba en un estado de agitación. No había forma de que otros países no estuvieran esperando explotar eso. Incluso si no podían atacar abiertamente al Reino del Rey Dragón, ellos podían, por ejemplo, acosar a sus estados vasallos. Eso parecía más que probable.

Si Shirone, su bastión hacia el norte, se revelaba contra ellos, bueno… Apuesto a que a muchas personas les preocupaba eso.

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Personalmente, yo estaría más preocupado de hacerme enemigo de Randolph.

“Por supuesto, no tiene caso enviar asesinos o personas de esa índole mientras yo esté aquí. Muchos no se dan cuenta de eso…”

“¿Asesinos?”

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“En efecto. Ellos no se dan cuenta de que tendrán que pasar sobre mí hasta que llegan aquí—algunos se ponen pálidos, otros lloran mientras ruegan por sus vidas, algunos se dan la vuelta y se van. Ha habido bastantes como esos.”

“Qué miedo…”

Orsted me dijo que el Dios de la Muerte Randolph Marianne de los Siete Grandes Poderes era muy conocido dentro del mundo de los asesinos

—aunque podías asumir lo peligroso que era a partir de su nombre. Las personas decían que, si terminabas haciéndote su enemigo, estarías mejor matando a tu empleador y huyendo por tu vida.

Aquellos realizando el trabajo presumiblemente no sabían sobre eso.

Yo podía imaginar cómo se sentía ser un desafortunado asesino, viniendo para encontrarse cara a cara con el Dios de la Muerte. Él es un sujeto aterrador, ¿no? Lo entiendo, fue de esa forma para mí cuando me enfrenté a Orsted.

“No me molestan los visitantes, pero si las cosas siguen así, el futuro del príncipe es… bueno,” terminó enfáticamente Randolph. Su situación no iba a mejorar, sin importar cuántos asesinos cortara él con su espada. Al final, todo lo que les quedaba era esperar la demanda de Shirone por el bebé.

Él podía rehusarse, pero eso dañaría su reputación aquí. Si ellos entregaban al Pequeño Pax, el niño probablemente terminaría siendo ejecutado, sin importar cómo lo quieras llamar. Sin importar en qué número cayera el dado, el Pequeño Pax no tendría permitido vivir en paz.

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A menos que…

“Digamos que te encuentro una salida. ¿Aun así no tendría posibilidad de convencerte de unirte a la batalla contra Geese?”

“Ninguna,” respondió Randolph. “Pero necesita aliados en el Reino del Rey Dragón, ¿cierto?” Yo no respondí, pero Randolph continuó de todas formas. “Sería un gran seguro tenerme a mí como su aliado. Todos dicen lo mismo; ellos sienten que pueden confiar en mí. Y podría haber otras ventajas para usted.”

“Me imagino,” dije.

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Randolph no iba a luchar a mi lado. Eso dejaba posibilidades de un resultado opuesto: él podría ser convencido por el Dios Humano—o, más bien, por el don de la palabra de Geese—y aparecer del otro lado. Incluso si yo lo ayudaba aquí, no podía descartar que me diera la espalda más adelante.

“Randolph-sama,” dijo Zanoba, dando unos pasos al frente. “No hay necesidad de condiciones intrincadas. A pesar de que ya no poseo un estatus real, el príncipe es mi pariente y yo serví a su padre. No tengo interés en las luchas por el poder del Reino del Rey Dragón. Si usted está en problemas, por supuesto que lo ayudaré.”

Hm, es cierto. Nosotros no teníamos razón para abandonar a Randolph ahora simplemente porque él podría darnos la espalda en el futuro.

“Benedikte-sama,” dijo Zanoba, arrodillándose ante ella. Con una rodilla al piso, su rostro estaba al mismo nivel que la sentada Benedikte. Mirándola directamente a los ojos, él dijo, “Como el hermano mayor de Pax, yo también soy su hermano. ¿No me permitirá ayudarla a usted y al príncipe?”

Benedikte permaneció en silencio por algunos segundos, mirando de reojo a Zanoba… Pero entonces, con una vacilación dolorosa, ella estiró una mano hacia Zanoba.

“E-estaría feliz de recibir su ayuda,” dijo ella.

“Sus deseos son órdenes.” Él tomó su mano y la besó. Puede que digan que, para matar a un general, primero tienes que ir por su caballo… pero Zanoba había ido por el general y había acertado un disparo directo en su cabeza. No debería sorprenderme—era por esto que había venido. Cuando sopesabas las ventajas y desventajas, no era un mal trato para ninguno de nosotros. Tal como el propio Randolph había dicho, yo conseguiría un aliado confiable en el Reino del Rey Dragón, y no solo a Randolph. Benedikte y el Pequeño Pax—si, gracias a algún giro del destino, él terminaba obteniendo poder cuando llegue a la adultez—serían activos valiosos. Este vínculo daría frutos en diez, tal vez veinte años en el futuro. Era una inversión a largo plazo. La Sociedad del Dios Dragón siempre estaba mirando hacia el futuro.


A fin de cuentas, este desastre era responsabilidad de nuestro Director Ejecutivo. Como su subordinado, era mi responsabilidad hacer algo al respecto.

“En efecto. Me alegrará tener su ayuda,” dijo Randolph.

El Dios de la Muerte debe haber sabido todo eso. Él había ocultado su mano brillantemente.

Bastardo astuto…

En fin. Así fue como Zanoba y yo terminamos accediendo a limpiar el desastre en el Reino del Rey Dragón.

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