Mushoku Tensei: Isekai Ittara Honki Dasu (NL)

Volumen 22

Capítulo 10: Enfrentamiento con la Reina Demonio Atofe

Parte 1

 

 

“¡Yo soy la Reina Demonio Atoferatofe Rybak! ¡Si me derrotan, yo los reconoceré como héroes! ¡Si pierden, servirán como mis marionetas hasta el día que den su último aliento!”

Atofe irradiaba malicia. Una solitaria figura yacía ante ella—la heroína.


“Yo soy la Reina de la Espada Eris Greyrat,” declaró Eris. Encarando a Atofe, ella levantó sobre su cabeza la Espada Dragón del Fénix, una de las Siete Hojas del Dios de la Espada.

“¡El Estilo del Dios de la Espada!” exclamó felizmente Atofe. Ella desenfundó su propia espada, sin sacar sus ojos de Eris. “Solo para que lo sepas, la Espada de Luz no funcionará en mí.”

Eris no reaccionó. Ella lo sabía. Había escuchado la leyenda de los reyes demonio inmortales.

No era una cuestión de técnica—Atofe era lenta y su hoja pesada. Ella simplemente no moría. Ningún ataque, ninguna herida mortal podía matarla. Sin importar cuánto la golpearas, ella volvería a ponerse de pie. Al final, Atofe ganaría a través de pura resiliencia.

Esa era la Reina Demonio Inmortal Atofe. Durante la Guerra de Laplace, hubo menos de una docena de valientes guerreros que habían sido capaces de hacerle frente. Los Tres Asesinos de Dioses estaban dentro de esos guerreros. El único individuo que la había vencido alguna vez en un enfrentamiento uno a uno fue el Dios del Norte Kalman, o al menos eso dicen las historias.





Eris había evaluado si su fuerza era suficiente para derrotar a la reina demonio, y ella sabía que la respuesta era no. Era imposible hacerlo sola. La idea de desafiar a un ser de leyenda era excitante, pero ella sabía que no había forma de que pudiera derrotar a Atofe con su propia fuerza.

Eso no quería decir que ella iba a deprimirse por ello. Eris podrá no tener la habilidad necesaria, pero aquí había alguien más que sí la tenía. Ellos lo habían discutido de antemano.

“¡Oye, di algo!” gritó Atofe. Eris aún no respondía.

“Esperen un momento,” continuó Atofe, “hubo un sujeto como tú que hizo esa cosa de concentrar toda su energía y luego arremetió hacia mí con un solo ataque definitivo…” Al ver que Eris no dijo nada, ella sonrió. “Sabes, yo tengo una buena memoria. Lo recuerdo bien. Ese ataque nunca me dio. Al final lo aplasté con mi puño, como a un sapo.” Atofe sonrió maliciosamente mientras miraba hacia Eris, recordando el pasado. “¿Y bien, Eris Greyrat? Esta será la apuesta de tu vida. ¿Te humillarás a ti misma en frente de tus confiables compañeros… u obtendrás la gloria?”

Ella tocó su cráneo. “Aquí está mi cabeza, ¿ves? ¡Si te la llevas a casa, serás la heroína de la humanidad por la eternidad!” Atofe estaba extremadamente confiada. La mirada en su rostro decía, No hay forma de que esta mujer pueda matarme.

A nuestro alrededor, sus guardias personales estaban gritando. Algo así como, “¡No, Atofe-sama! ¡Está volviendo a bajar su guardia!”

Supuse que permitirle al héroe acertar el primer golpe a propósito era una parte inevitable de lo que significaba ser una descendiente de los reyes demonio inmortales.

“No necesito ninguna gloria,” dijo bruscamente Eris, “pero voy a cortarte la cabeza.”

“¡Esas sí que son palabras valientes, Eris Greyrat!” rugió Atofe. Su voz resonó a través de la arena. “¡Ven e inténtalo!”

El sol del ocaso desapareció detrás de las montañas y la oscuridad se asentó. Dos mujeres estaban siendo iluminadas por las llamas moradas de las antorchas. Los ojos de Atofe brillaron. Eris enfrentó su mirada, inmutable. Sus ojos estaban fijos en la otra. Ambas querían a la otra muerta.

Las cosas podían estallar en cualquier momento. “Um…”

Los guardias personales de Atofe no estaban mirando hacia Eris o Atofe. En cambio, sus ojos estaban fijos en el gigante detrás de Eris. Ahí, dentro de la tenue luz, yacía una figura imponente hecha de piedra, de cerca de tres metros de alto. ¿De dónde pudo haber salido? ¿Acaso alguien usó magia de invocación? Pero no, no había ninguno de los efectos secundarios de eso.


Un par de pasos detrás del gigante yacía de pie la maga de cabello azul. Ella apretó su puño en una clara declaración de éxito, mirando arriba hacia el gigante.

“Ah…” ¿Por qué Eris, esta salvaje guerrera del Estilo del Dios de la Espada, no atacó? Uno de los guardias llegó a la respuesta, suspirando de la admiración: Eris estaba ganando tiempo para que Rudeus pudiese prepararse.

Roxy había invocado la Armadura Mágica Mark I.

“Qué… qué…” Atofe, mirando arriba hacia la imponente figura detrás de Eris, no pudo hacer más que dejar salir sonidos de asombro. Ella reconoció esa armadura, la cual apareció antes de la Guerra de Laplace. Ella la había visto durante la Segunda Gran Guerra entre Humanos y Demonios, antes de que fuese sellada. Se veía un poco diferente a la de sus recuerdos. Tenía un nuevo color. Pero tales cambios eran triviales. En ese entonces, había habido muchos conjuntos de armadura como este. Este era un conjunto completo.

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“¡La Armadura del Dios de la Lucha…!” murmuró Atofe. Ella miró arriba hacia ella, perpleja—

“¡Haaaaaaa!” Y en ese momento, Eris atacó.

***

 

 

Rudeus

La espada de Eris silbó a través del aire, siguiendo el camino más corto y directo hacia el cuello de Atofe mientras la reina demonio miraba boquiabierta arriba hacia la Armadura Mágica. La hoja mágica, como un rayo de luz plateada, dio en el blanco con toda su fuerza letal intacta, incrustándose en la carne de Atofe, para luego salir a través de—

El rostro de Eris mostró preocupación y su espada se detuvo. Se detuvo cerca del medio del cuello de Atofe.

Mientras tanto, la espada de Atofe se incrustó profundamente en el hombro derecho de Eris, y el brazo derecho de Eris no se estaba moviendo.

Ella no solo se había detenido. Alguien la había detenido.

La Espada de Luz atravesaba los huesos, esencialmente convirtiéndose en un rayo imparable dentro de cualquier cuerpo que penetrase. Era por eso que era famosa como la técnica de espada definitiva… y había sido bloqueada.

“¡Gaaaahhh!” Eris inmediatamente renunció a su brazo derecho. Ella liberó su hoja usando solo el izquierdo. Normalmente, la Espada de Luz debería haber cortado limpiamente la cabeza de su oponente. Sin embargo, solo con una mano, su poder se veía reducido. Un tercio del cuello de Atofe permanecía intacto, todavía pegado firmemente a su torso. Eso habría significado la muerte en cualquier batalla normal. Tener incluso un tercio de tu cuello cortado sería una herida fatal. Pero el oponente de Eris era Atofe. La Reina Demonio Inmortal Atofe.

“¡Ngraaah!” Atofe se veía como un cadáver mientras apartaba a Eris de una patada. Un horrible sonido se escuchó mientras Eris salía volando. Roxy la atrapó. La sangre brotaba sin parar del hombro de Eris; ella miraba hacia Atofe con una intención asesina inquebrantable en sus ojos. Ella todavía quería luchar, pero ya había terminado su parte por ahora.

Atofe dejó salir un grito de batalla, para luego darse la vuelta hacia mí. Ella sostuvo su espada en lo alto en una postura defensiva, y luego se inclinó hacia el frente para arremeter mientras yo preparaba mi cañón Gatling. Tal vez fue alguna clase de instinto animal el que la instó a venir por mí cuando yo aún no había hecho nada; quizás estaba basado en la experiencia.

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Con Eris fuera del camino, mi línea de fuego estaba despejada.

“¡Fuego!” grité, disparando una ráfaga de Cañones de Piedra.

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Durante mi primera ráfaga, la armadura de Atofe se convirtió en polvo. Durante la segunda, sus hombros fueron destrozados y su espada salió volando hacia el aire. Durante la tercera, su torso, lleno de agujeros como un panal de abejas, fue arrancado de su pelvis.

No hubo una cuarta ráfaga. Su parte inferior restante se retorció y cayó al suelo. Fue una escena de infarto. No hubo sangre—tal vez debido a que Atofe era una reina demonio inmortal—pero habría sido nauseabundo si la hubiese habido. Yo todavía no estaba acostumbrado a matar personas. Nunca lo estaría. Yo solo fui capaz de usar el cañón Gatling a quemarropa porque sabía que ella no moriría. Es cierto; incluso luego de esto, Atofe no moriría.

Roxy aplicó magia de sanación sobre la herida de Eris, y después miró alrededor ansiosamente hacia la guardia personal de Atofe. “¿Lo hicimos?”

Ellos no nos atacarían sin Atofe presente para darles órdenes. Ninguno de ellos estaba preocupado por Atofe. Tenían una fe absoluta en la inmortalidad de su ama.

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“Aún no,” dije, todavía en alerta.

Los guardias comenzaron murmurar entre ellos. “¿Es hora de que nos involucremos?”

“Nah, todavía no.”


“¡Mantengan los ojos en la arena! ¿Vieron que ese ataque atravesó el acero negro?”

“Así que la armadura no servirá de nada, ¿eh? ¿Qué fue esa magia?” “La última vez que luchó contra Atofe-sama, él la atacó con un Cañón

de Piedra realmente poderoso. Probablemente fue eso.”

“Ah, eso tiene sentido. ¿Como una rápida sucesión de Cañones de Piedra?”

“Entonces eso significa que… ¿eso es una vara? ¿Es un arma mágica separada de la armadura?”

Ellos estaban analizando la batalla. ¿Acaso nada los alteraba? Pero bueno, supongo que sabían que se hacía falta más que eso para matar a Atofe.

Atofe se regeneraría. Ella literalmente estaba en proceso de eso ahora mismo. Pedazos repartidos de carne se estaban arrastrando para formar pedazos más grandes, conectándose pieza por pieza hasta que ella casi había regresado a su tamaño original. A diferencia de ciertas formas de vida parasitarias, ella podía regenerarse incluso aunque destruyeras su cerebro…

Su fuerza vital era tan fuerte que se sentía como si no importara si algunos pedazos de ella fueran pulverizados, debido a que cualquier pedazo de carne que permaneciera se regeneraría a sí mismo a través de mitosis. Una criatura como esa, usando una armadura y entrenada para la batalla… No era una sorpresa que fuera dura.

Atofe terminó de regenerarse mientras yo reflexionaba.

Debido a que yo la había llenado de agujeros, su parte superior estaba desnuda. Sus abdominales—los cuales eran incluso más definidos que los de Eris, y sus pechos, grandes, pero no tanto como los de Eris—estaban completamente expuestos. Me pregunté si había alguna razón para que una criatura como ella entrenara. Supongo que la había. Diablos, probablemente lo mejor era volverse musculoso cuando tus células no podían morir como las de una persona normal. Interesante.


Cuando Atofe se puso de pie ante mí, completamente regenerada y desarmada, yo pregunté, “¿Todavía quiere luchar?” Yo había venido listo para una batalla de desgaste donde usaría cada herramienta a mi disposición, pero no había venido con una intención hostil. Si decidía que Atofe, recientemente regenerada, era demasiada molesta y trataba de sellarla o exterminarla en serio, Moore, quien estaba observando desde detrás de Atofe, decidiría que yo era hostil. Habiendo tomado esa decisión, él tomaría el mando de la guardia personal de Atofe y me atacaría. Eso es lo que Orsted me había dicho. Yo había pensado sobre cómo lidiar con esa eventualidad… pero no quería recurrir a ello. Su regeneración era una molestia, pero derrotarla cada vez que regresaba, las veces que fuesen necesarias para satisfacerla, era la mejor opción. No sabía cuántas veces tendría que hacerlo, pero lucharía con ella mientras tuviera poder mágico sobrante.

Pero entonces Atofe gritó en respuesta, “¡No!”

Moore comenzó a correr y colocó una manta sobre ella. “Atofe-sama, le traeré una armadura nueva de inmediato,” dijo él. Atofe resopló, para luego sentarse sobre el suelo pesadamente, cruzándose de piernas. Aparentemente, ella no iba a luchar. Atofe en cambio se quedó mirando hacia mí con resentimiento en sus ojos.

Yo estaba genuinamente sorprendido. Estaba convencido de que, en el momento que volviera a ponerse de pie, ella arremetería hacia mí como un jabalí salvaje o les ordenaría a sus guardias atacarnos desde todos los flancos. Eris estaba de pie entre nosotros dos, con su espada lista, pero Atofe ni siquiera se molestó en mirar en su dirección. Detrás de mí, Roxy apretaba con fuerza su vara, pero dudaba de que ella tuviera la oportunidad de usarla.

Atofe siguió mirando hacia mí por un largo tiempo sin decir palabra alguna. Después de lo que se sintió como una eternidad, ella murmuró, “Moore, ¿lo recuerdas?”

“Me temo que yo no estaba vivo para la Primera Gran Guerra entre Humanos y Demonios,” respondió él.

“Ah, es cierto.” Su voz fue la más baja que le había escuchado. Y también la más tranquila. “En ese entonces no fue así. Fue mucho más llamativo. No tenía esa arma, pero también era más rápido y fuerte.”

Atofe tenía que estar hablando sobre la Armadura del Dios de la Lucha original—el conjunto de armadura definitivo creado por Laplace.

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“Pero así son los humanos. Al principio son débiles. Tan indefensos como un bebé. Ellos se desmoronaron y huyeron en el momento que atacamos. Pero cambiaron con el paso del tiempo. Nuevos personajes, nuevas armaduras, nuevas armas. Incluso la forma en que luchaban. Ellos se reunieron y esparcieron, asechando en las montañas, cruzando ríos… Y, mientras lo hacían, poco a poco, ellos se volvieron más fuertes. Kal solía decir que esa era la fuerza de los humanos.” Atofe se veía serena, y, aunque no lo crean, sonaba inteligente. Tal vez los reyes demonio inmortales adquirían un estado de sabiduría después de regenerarse, tal como los humanos después de cierta actividad.

“¿Tú fabricaste eso?” me preguntó ella. “Así es,” respondí.

“Hah… Eres fuerte, ¿no? Realmente fuerte,” dijo Atofe. Sus ojos se veían brillantes y renovados. “Qué divertido. Ustedes los patéticos humanos están alcanzando al Clan Dragón que incluso mi padre no pudo derrotar, sin importar lo mucho que se esforzó.” Ella se puso de pie lentamente, y luego le ordenó algo a Moore a su lado y miró arriba hacia mí, donde yo estaba teniendo problemas para entender lo que ella había dicho. Atofe cruzó sus brazos y continuó. “Fui derrotada. Tal como prometí, me uniré a su causa, mientras tú sigas con vida.”

Así fue como Atofe se convirtió en mi aliada. Ella también me dijo, “Me derrotaste, Rudeus Greyrat, y por lo tanto te nombro héroe.”

Y así, yo también me convertí en un héroe.

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