Mushoku Tensei: Isekai Ittara Honki Dasu (NL)

Volumen 22

Capítulo 1: Regresando a Casa y Dando Reportes

Parte 1

 

 

Yo estaba dentro de una casa a las afueras de la ciudad mágica de Sharia. La habitación extendiéndose ante mí era una digna del castillo de un rey demonio malvado. Estaba amueblada con una lujosa alfombra de Asura y sillas fabricadas de caoba y cuero de dragón rojo, llenas de lana de Millis. El escritorio era de una madera clara para hacer juego con las sillas, y los ornamentos—todos minuciosamente fabricados por los artesanos de Sharia

—habrían impresionado a cualquiera. La chimenea estaba encendida, con sus llamas crepitando débilmente de una forma acogedora que, al menos a mí, me tranquilizaba el corazón.


Probablemente se están preguntando qué parte de eso suena como al castillo de un rey demonio malvado. Todo se debía al aura espeluznante que irradiaba el hombre ceñudo mirando aterradoramente hacia mí desde su asiento. Su presencia hacía que cualquier lugar en el que él estuviera se sintiera como el castillo de un rey demonio o una sociedad secreta. El ambiente de un lugar lo determinan las personas en su interior. Los muebles o lo que sea solo eran detalles. Siempre lo importante son las personas.

“E-eso es todo lo que tengo para reportar esta vez,” dije, terminando mi reporte de los eventos en el País Sagrado de Millis. Mi forma de hablar tenía la clase de tono hogareño que podrías encontrar en la casa de una familia esforzándose por pretender que no se produciría un divorcio.

Orsted siempre se veía como si estuviese al borde de enfurecer. Tal vez era por eso que Eris, quien estaba de pie detrás de mí y hacia un lado, estaba tan en guardia. De hecho, la expresión que él tenía ahora no era para nada su rostro de furia. Hm, ya veo. Últimamente, yo había mejorado leyendo las expresiones de Orsted, así que sabía lo que significaba esta cara.

Bueno, digamos que… era un setenta por ciento de duda, y tal vez un treinta por ciento de falta de interés. No estaba especialmente enojado.

Así que ya puedes calmarte, Eris.

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“Así que, acerca de este error… ¡Prometo que solucionaré el desastre que provoqué!”

¡Puede dejar en manos del Héroe del Escudo Rudeus acabar con la vida de la Perra Geese!

“Ah, sí, por supuesto que tendrás que encargarte de eso. El asunto es que…” A partir del tono de Orsted, supuse que estas palabras venían de la parte del setenta por ciento de duda.

“Orsted-sama, ¿le molesta algo?”

“Me contaste todo eso por medio de la tableta de contacto,” explicó él. “¿Por qué viajaste hasta aquí para volver a decirlo?”

“Estoy obligado a dar mis reportes. Además, parece que mis planes futuros tendrán que cambiar, así que creí necesaria una reunión.”

“Ya veo…” dijo Orsted mientras dejaba salir un suspiro. Él se apoyó sobre el respaldo de su silla. “¿Y bien? ¿Cuáles son tus planes?”

“Lo explicaré brevemente,” dije, aclarando mi garganta. “Como mencioné a través de la tableta de contacto, Geese me dijo que él está reuniendo aliados para poder matarme en una batalla cara a cara. No sé si estaba diciendo la verdad o no, pero yo planeo contrarrestarlo reuniendo mis propios aliados poderosos.”

“Mm.”

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¿De verdad tenía que mirarme como si estuviera diciendo, Eso es exactamente lo que me dijiste a través de la tableta de contacto?

Yo creí que hablar en persona podría llevar a algunos descubrimientos nuevos o algo así, perdón por eso… Además, comprobar la situación es importante. No sería bueno si estuviésemos mirando la situación desde diferentes perspectivas.

“Primero que nada, quiero contactar al Dios de la Muerte en el Reino del Rey Dragón, luego Atofe, y después de eso iré con el Dios del Norte… Ah, ¿y usted sabe dónde está el Dios del Norte?”

Después de Atofe, yo quería ir y hablar con los siete grandes poderes, comenzando con los más fuertes de ellos:

Número cinco: el Dios de la Muerte. Número seis: el Dios de la Espada. Número siete: el Dios del Norte.

Durante la última reunión con Orsted, él me había dicho que el Dios del Norte era más abordable que el Dios de la Espada, así que planeaba alterar un poco el orden y priorizar al Dios del Norte.

“No lo sé. Cada Dios del Norte ha sido un viajero. La más mínima alteración en el curso de la historia podría hacer que aparezca al otro lado del mundo. Después de tantos cambios, no puedo asegurarlo.”

“¿Qué ocurre normalmente?”

“Creo que el segundo Dios del Norte estaba en el Continente Begaritt, mientras que el tercero estaba en la zona de conflicto del Continente Central.”

Ambos estaban muy lejos, y nombrar continentes enteros no ayudaba a la búsqueda.

“Entiendo. Supongo que el siguiente es el Dios de la Espada.”

Entonces el orden ahora era el Dios de la Muerte, Atofe, luego el Dios de la Espada… Para ser honesto, yo quería hablar con muchas más personas. La cima de los Siete Grandes Poderes era, en orden, Dios de la Técnica, Dios Dragón, Dios de la Lucha, y Dios Demonio.

Aparte del Dios Dragón, todos ellos están sellados o desaparecidos,

¿cierto? Esperen un momento…

“Ahora que lo pienso,” dije, “¿cree usted que yo pueda obtener la ayuda del Dios de la Técnica? Lo recuerdo diciendo que él se separó del Dios Demonio, lo cual significa que debería estar dispuesto a ayudarme a luchar contra el Dios Humano, ¿cierto?”

“Puedes usar tu tiempo en cosas mejores.”

“Sí, sus recuerdos terminaron un poco confusos, ¿no? Bueno, entonces qué tal si, digamos, lo volvemos a fusionar con el Dios Demonio Laplace para devolverlo a su verdadera forma—ah, esperen. Supongo que eso solo haría enojar a Perugius-sama, ¿no? ¿Tal vez usted podría, eh, hablar con él?”

“Suficiente,” gruñó Orsted, y yo cerré la boca. “No me aliaré con ellos.”

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Ellos. Ahora entendía lo que estaba diciendo. Orsted veía a Laplace y Perugius como trozos del mismo pastel. Lo mismo probablemente aplicaba a los cinco generales dragón.

“Pero, um, ¿no cree que, si Perugius supiera algo sobre Laplace, él hablaría?”

“Si él se convierte en mi enemigo, yo terminaré con su vida.”

“… Entendido.”

Solo podía suponer la razón por la que estaba siendo tan obstinado. Perugius no era afectado por la maldición de Orsted. Aun así, Orsted no se esforzaba por acercarse a él, y ahora se estaba rehusando testarudamente. Pero nosotros no teníamos tantas opciones disponibles.

Aun así, por alguna razón, dudé en hacer la pregunta. Simplemente no podía preguntar. Se sentía como si este no fuese el momento correcto.

Si le preguntaba, ¿Acaso los tesoros secretos que llevan hacia el Dios Humano son las vidas de los Cinco Generales Dragón? sospechaba que yo terminaría ya sea con Perugius u Orsted como mi enemigo. Yo les debía mucho a ambos, y no quería terminar en medio de su disputa. Ahora mismo, la mejor decisión era pretender que aún no sabía nada.

“Entiendo,” dije. “Entonces avancemos a lo siguiente.” “Estoy de acuerdo.”

Decidí cambiar el tema. Nada bueno saldría de insistir con un plan que Orsted ya había rechazado. Yo era un subordinado de Orsted, lo cual quería decir que él tenía la decisión final en cuanto a nuestro curso de acción.

“Si bien traté de usarla de todas las formas posibles en Millis, tuve la impresión de que su, er… autoridad, o como quiera llamarla, era un poco escasa.”

“Eso es porque yo no tengo ninguna,” respondió Orsted.

¡No seas tonto, por supuesto que la tienes! Eso quería responder, pero pensándolo bien, los Siete Grandes Poderes básicamente eran atletas que habían ganado una medalla olímpica. Tal vez ellos no tenían ninguna autoridad formal. Por otro lado, los Siete Grandes Poderes eran personas importantes en este mundo. Aunque los plebeyos tendían a olvidarlos, las personas con suficiente posición social al menos los conocían gracias a su reputación. Los Siete Grandes Poderes incluían a lo mejor de lo mejor en cuanto a espadachines—el Dios del Norte y el Dios de la Espada. Sus estudiantes eran contratados como instructores de artes marciales y guardias por todo el mundo. Cuando pensabas en lo fuertes que eran y lo valiosos que serían como aliados para cualquier disputa política, la posición de Orsted como el número dos dentro de los Siete Grandes Poderes parecía ser algo realmente importante—y yo estaba ansioso de darle un buen uso.

“Bueno, acerca de eso: le tengo una propuesta,” dije. “¿De qué se trata?”

El asunto era que, si bien Orsted virtualmente era un donnadie, Perugius era una persona mundialmente conocida. Debería ser fácil impresionar a las personas si ellas creían que yo estaba en la misma categoría que él… aunque solo fuera gracias al título.

“Me he estado presentando a mí mismo como la Mano Derecha del Dios Dragón, pero todavía es un poco… ¿cómo debería decirlo? No hace ruido en las personas. Bueno, no a muchas personas les sorprende el título Dios Dragón, ¿sabe? O, bueno, no se siente de esa manera. Así que me estaba preguntando si, para mayor claridad, yo podría hacerme llamar Rey Dragón. Podría ser algo así como Rey Dragón del Pantano, lo que sea que parezca adecua—”

“No,” dijo Orsted.

Esperen, ¿qué?

“Te prohíbo usar el título Rey Dragón.” Él estaba mirando intensamente hacia mí. Tan intensamente que daba miedo. Sí, lo entiendo. Yo podía leer su rostro, incluso cuando este tenía una expresión que nunca antes había visto. Esta probablemente era su cara de enojo.

Él está realmente enojado. ¿Qué demonios? Cielos, no puedo dejar de temblar.

Mushoku Tensei Volumen 22 Capítulo 1 Parte 1 Novela Ligera

“Todos ellos viven como quieren, aferrándose a su estúpido orgullo.

Después mueren a causa de rencillas patéticas.”

Al no responderle, Orsted continuó, “Tú eres diferente. Es por eso que no puedes usar ese título, Rudeus Greyrat.”

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“Yo… eh… Sí, señor.”

Eso fue inesperado. Yo no me había preparado para una confrontación real. Creí que él me respondería con un indiferente, “Puedes hacerte llamar como quieras.”

Maldición. No podía dejar de temblar.

Oí un sonido de chasquido de lengua, justo mientras Eris se movía hacia el frente.

“¡Eris, no!” la detuve.

Tranquila. Esto no es una batalla. No es un altercado. Yo dije algo que va totalmente en contra de los planes del jefe para la compañía, y él ahora está enojado. Así que ya deja esa postura, y quita tu mano de tu espada,

¿bueno?

“Fui demasiado lejos. Me disculpo,” dije.

“No importa,” respondió Orsted, y yo bajé mi cabeza. La ira de Orsted se disipó. Orsted siempre actuaba basándose en los bucles, pero algunas cosas aun así no eran transables. Yo había tocado un tema sensible sin pensarlo. Bueno, como sea. No importaba cómo me hiciera llamar. Podía proyectar autoridad de muchas otras maneras. Podría no ser fácil encontrar una forma de destacar mi majestuosidad, pero podía… bueno, hm. ¿Tal vez podía tomar prestada algo de autoridad de Ariel y el Reino de Asura?

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Bien, usemos eso.

“Asumamos que en cambio consigo que Ariel me conceda algo de autoridad. ¿A quién debería tratar de traer a nuestro lado después del Dios de la Espada?”

“El Reino Biheiril sería la mejor opción. Ahí es donde reside el Dios Ogro. El Dios del Metal puede esperar. Si las cosas llegan a una guerra, él proporcionará armas de buena calidad, pero no es bueno en una batalla.” Ahora que Orsted lo menciona, yo lo recordaba diciendo que el Dios Ogro y el Dios del Metal deberían ser considerados.

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“¿Dice que debería ir a tratar de convencer al Dios Ogro?”

“No. Es extremadamente probable que sea un apóstol del Dios Humano. Deberíamos acabar con él antes de que Geese pueda reclutarlo.” Cierto, el Dios Ogro probablemente se enfrentaría a Laplace. Y Laplace era el enemigo del Dios Humano. El enemigo de mi enemigo es mi amigo, lo cual quería decir que el Dios Ogro era fácil de convertir en un apóstol, y por lo tanto deberíamos acabar rápidamente con él. Bueno, sí, eso tenía sentido como una estrategia—reunir nuestras propias piezas mientras al mismo tiempo destruíamos las de Geese, y nos deshacíamos de ellas una a la vez para que no pudieran atacarnos todas al mismo tiempo. Esa era una forma de afrontarlo.


“¿Hay alguien más que probablemente se convierta en nuestro enemigo?”

“Mmmm. No, ninguno tan importante como el Dios Ogro,” respondió Orsted. “Está el Rey Abismal Vita que vive dentro de Infierno, un laberinto en el Continente Divino, y el Rey Demonio Vil Qeblaqabla del Continente Demoniaco. Sería prudente deshacerse de esos dos. Sin embargo, tomar la iniciativa para acabar con ellos causaría problemas, así que pueden ser dejados para el final.”


“Entiendo.” Todos ellos tenían nombres peligrosos. Me pregunto si yo tendría que luchar contra ellos por el crimen de probablemente convertirse en apóstoles del Dios Humano. Ellos aún no habían hecho nada. No eran apóstoles. ¿Acaso le molestaría a Orsted si yo primero los convertía en mis aliados? Yo no me oponía totalmente a luchar contra ellos—si parecía que las cosas no iban a funcionar, lucharía contra ellos en ese momento. A decir verdad, no me gustaba mucho ir matando personas antes de que siquiera se hubiesen involucrado en esto.

“Muy bien, entonces el plan es ya sea convertirlos en mis aliados o neutralizarlos.”

“Así es.”

Supongo que los detalles los decidiremos más adelante.

“Ahora el siguiente asunto. Sobre mi plan de visitar el Reino del Rey Dragón…”

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Después de eso, Orsted me dio algo de información sobre la familia real y los nobles con poder dentro del Reino del Rey Dragón. Ahí fue donde dejamos las cosas.

No había esperado que el asunto del Rey Dragón le molestaría tanto.

Debo tener más cuidado la próxima vez.

 

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