Magdala de Nemure (NL)

Volumen 4

Prólogo: Una Luz Por Delante

“Caballeros, no tienen un hogar al que regresar.”

La profunda voz resonó en el claro de la hoguera repleto de caballeros y civiles, mercenarios, mercaderes que buscaban cosechar los beneficios de la guerra y artesanos que habían abandonado su tierra natal en busca de una nueva.

Todos estaban muy nerviosos, pero ninguno de ellos dijo una palabra. En esta atmósfera tensa y asfixiante, estaban conteniendo la respiración por lo que diría a continuación.

“Caballeros, no tienen un hogar al que regresar. Por lo tanto, sólo podemos seguir adelante. Pero no hay nada que temer. Nosotros, los Caballeros de Claudius, siempre hemos sido guiados por la luz, ¡pues somos los agentes del Cielo! Caballeros, ustedes no son sujetos incompetentes que reciben un estipendio sin rumbo. Con el poder de Dios y nuestra fe, cortaremos la oscuridad de este mundo. Caballeros, avancen y extiendan sus brazos hacia adelante, ¡y su nuevo hogar estará a su alcance!”

Cuando el archiduque Kratal terminó, la multitud no le aclamó, sino que tragó saliva con aprensión. La mayoría de los presentes habían abandonado sus hogares, arriesgándolo todo en este incierto viaje.

No tenían más remedio que seguir adelante. Para encontrar una tierra pacífica, tenían que seguir adelante. Se dijeron a sí mismos que, sin ningún lugar al que regresar, cualquier obstáculo en su camino no sería nada que no pudieran superar.

El país de Latria era conocido como la última de las tierras paganas, y su reina acababa de convertirse a la ortodoxia de la Iglesia hacía apenas unos días. Con su conversión, Latria ya no era, en teoría, un país pagano. Para la Orden de Claudius, que había expandido su influencia como resultado de la guerra con los paganos, esto significaba que no tenían más enemigos. Para los que habían planeado vivir en Latria, no había nuevas tierras que conquistar. Precisamente porque habían existido ciudades paganas, la Iglesia las había aprovechado para saquear y asentarse bajo la bandera de una causa justa.

Sea como fuere, no podían parar.

Al igual que el agua de un río fluye hacia adelante, sin volver nunca al mismo lugar dos veces,

Se dijeron a sí mismos que no tenían más remedio que seguir adelante.

Y que definitivamente había una luz por delante.