Mushoku Tensei: Isekai Ittara Honki Dasu (NL)

Volumen 21

Capítulo 4: Negociaciones Duras

Parte 1

HAY UN VIEJO DICHO: “Cuando tragues veneno, no olvides el plato”. En otras palabras, si te han envenenado es mejor que te comas el plato que lo acompañaba. Este proverbio era de una época en la que era normal utilizar pan duro en lugar de plato. Se ponía carne -o lo que fuera el plato principal- encima para darle sabor, luego se rompía y se mojaba en sopa para ablandarlo antes de comerlo. “No olvides el plato”, por tanto, significaba “termina tu comida”. Cómete todo lo que te den, aunque sea veneno. Todo es un regalo.

Sí, estoy bromeando.

Lo que en realidad significa es que si vas a morir de todos modos, también podrías ser un poco aventurero. Es un mensaje bastante positivo. Normalmente no comes platos, después de todo. La idea es que si te mata el veneno o lo hace la porcelana que te destroza el estómago, da lo mismo. Más vale vivir un poco.

También me lo he inventado, obviamente.

¡Como sea! En ese momento, me encontraba en el edificio que Aisha había habilitado como oficina de mercenarios. Estaba en el Distrito Mercantil, debajo de un bar cerrado. Estaba rodeado de barriles de conservas e hileras de abrigos negros aún por procesar. El pergamino de teletransporte me había traído hasta aquí, un círculo de teletransporte bidireccional que había creado por si acaso ocurría algo así.

Sentada frente a mí había una mujer. Siempre actuaba como una niñita, pero en realidad tenía más de veinte años.

“Este sitio tiene mucho carácter, ¿verdad?”, comentó la Niña Bendita. Estaba sentada con las rodillas dobladas y los pies a los lados, en el suelo polvoriento, aunque yo no le había atado las manos ni los pies ni nada. La había traído desde el jardín hasta aquí.

“¿En qué estabas pensando?” le pregunté. “¿Qué quieres decir?”

“Aparecer en ese momento crítico, y luego ni siquiera intentar huir…”. Cuando lo pensé, el momento de su entrada había sido perfecto. Era como si hubiera estado al acecho para poder cooperar educadamente con mi plan de secuestro.

“Salí por casualidad, eso es todo”, respondió. “Nadie me habló de aquella terrible pelea…

Cuando salí y todo estaba cubierto de niebla me llevé un buen susto”.

Te decidiste muy rápido para ser alguien que salió por casualidad entonces.

“Estás mintiendo.”

“Oh, sí. La verdad es que miré en los recuerdos de uno de mis cuidadores y me enteré de lo que Therese y los otros iban a hacerte. Por eso salí”.

“¿Eh… venías a rescatarme?”

“Así es. Entonces, cuando salí y te miré a los ojos, supe enseguida lo que había pasado”.

En el momento en que hacía contacto visual con alguien, podía ver sus recuerdos. Era impresionante que hubiera encontrado mis ojos a través de la Armadura Mágica, pero tal vez eso era parte del poder. Tampoco es que entendiera la extraña habilidad de Zanoba.

“Estoy de tu lado”, dijo. “Quiero ayudarte”.

No respondí. En lugar de eso, la señalé con el dedo.

Cuando tragues veneno, no olvides el plato. Ya la había secuestrado, así que ya estaba jodido. Se acabaron los planes. Vamos a hacerlo.

Me quedaban dos cartas por jugar. Yo mismo y esta chica. Imaginemos el peor escenario.

El Papa, el Cardenal, Therese y Claire eran todos mis enemigos. Trabajando como agentes del Hombre-Dios, ya habían hecho prisioneros a Cliff, Aisha y Geese. En la media hora transcurrida desde que me llevé a la Niña Bendita, los Caballeros del Templo ya se estaban moviendo. Mi suposición de que nadie me había visto teletransportarme era errónea -alguien me había visto- y los Caballeros del Templo se dirigían hacia aquí ahora. No había tenido tiempo de preparar un círculo de transporte para la Armadura Mágica Versión Uno, así que había lanzado Quagmire para enterrarla en el jardín por el momento, pero los Caballeros del Templo ya la habían desenterrado y se la habían llevado.

Eso sería lo peor que podría pasar. Lo suficientemente malo como para que, si las cosas acababan así, yo estuviera jodido… Tenía que encontrar una salida con sólo dos cartas: mis propias habilidades de combate y la Niña Bendita.

“Niña Bendita”, dije, “antes de confiar en ti, tengo algunas preguntas”. “Naturalmente”, respondió ella.

Si quería que esto funcionara, tenía que interrogar a la Niña Bendita. Después decidiría si podía confiar en ella, pero ahora necesitaba información.

“¿Cuál es tu poder como Niña Bendita?” “¿No lo sabes ya?”

“Quiero que me lo digas tú”.

Ella podría decirme algo diferente de Orsted. Quería comprobarlo. “Puedo ver la superficie de los recuerdos de la gente”.

“¿La superficie?”

“Sí. Las cosas que están en su mente, y los recuerdos asociados. Aunque sólo un poco”. “¿Cuál es la diferencia entre eso y leer la mente?”

“La diferencia es que yo sólo veo el pasado. Aunque si mantengo el contacto visual, puedo retroceder hasta donde alcancen sus recuerdos”.

Así que no es tanto que vea sus recuerdos como que ve fragmentos de su pasado relacionados con lo que están pensando.

“¿Sólo lo ves?” confirmé. “Así es.

“Digamos que una persona ha perdido la cabeza. ¿Podrías hacer que volvieran en sí?” “No. Aunque imagino que podría ser posible si usara mis poderes junto con magia curativa”. Ella no puede traer a Zenith de vuelta.

“Lo que significa… que en realidad no puedes leer mentes.”

“No, pero puedo usar lo que veo para adivinar”, dijo. Ella no podía ver lo que estaba pensando ahora mismo, pero era imposible mantener una conversación pensando constantemente en otra cosa. Si alguien te pregunta: “¿Qué has desayunado?”, no vas a tener en la cabeza elucubraciones científicas sobre por qué el cielo es azul.

“Ya veo por qué nadie con mala conciencia quiere encontrarse con tus ojos”, le dije. Era un detector de mentiras hasta la médula. Todo lo que tenía que decir era que sus ojos se habían encontrado, y eso era suficiente para establecer la culpabilidad. No había forma de saber si ella misma mentía, pero supongo que nadie vigila a los vigilantes. Podía condenar a cualquiera que no le gustara; así funcionaba para una Niña Bendita. Sólo había que mirar a Zanoba para ver cómo este tipo de poder te convertía en un activo y en una increíble amenaza. Mientras alguien con poder te respaldara, estarías a salvo.

“No está desviando la mirada, Sir Rudeus”, señaló la Niña Bendita. “Supongo que mi conciencia está limpia”.

Había mantenido mis ojos en los suyos por un tiempo. En parte se debía a que ya no me importaba, pero también a que, si ella podía ver el pasado, mantener el contacto visual me ahorraría mucho tiempo de explicaciones.

“Quizá no, pero ¿estás seguro de que no te importa que sepa todo lo demás?”. No respondí.

“Dios mío, Sir Orsted tiene una maldición así… ah, el Hombre-Dios… sus primeras palabras fueron… ¡oh, cielos!”. La cara de la Niña Bendita se puso roja de repente.

¿Qué, has visto algo sucio? ¿No ves esas cosas todo el tiempo en las inquisiciones? Debes echar un buen vistazo cada vez que un sacerdote de Millis se acuesta por ahí.

“Dos a la vez, querido… dos, y aún así amor… oh… oh, un altar… espera… ¡oh!” Estaba sudando y sin aliento.

Vio algo que no debía, ¿eh?

“¿Qué viste?” pregunté.

“Aquí…” Tosió. “Ah, quiero decir, veo que aquellos que no son de la fe Millis tienen rituales bastante extremos… es decir, diferentes a los nuestros…”

“Acabas de ver el núcleo de mi alma”.

“Ya veo”, dijo ella, alisándose el dobladillo de la falda y apartándose un poco de mí.

Relájate. Puede que la fe de Roxy no sea tan pura como la tuya aquí en Millis, pero sigue siendo un bonito tono de azul. Aquí no encontrarás ningún ero doujin.

Ambos tosimos. “Volvamos a los negocios”, sugerí. “Sí, me parece bien”, aceptó ella.

Que la Niña Bendita viera todo aquello no me causaría ningún problema, pero era un poco embarazoso que alguien lo supiera. Si me hubiera visto haciéndolo con las dos, también podría saber lo que dije entonces.

¡No es eso! Me emocioné demasiado y se me escapó. ¡Nunca me pasa!